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HistoriaBiografíaPolítica

Garibay, Pedro (1729-1815)

Militar y administrador colonial español, quincuagésimo séptimo virrey de Nueva España, nacido en Madrid en 1729 y muerto en Ciudad de México el 7 de julio de 1815. Llegó a Nueva España en 1764 y desempeñó diversos cargos en el Regimiento provincial de México. Ascendido a coronel en 1738, también fue brigadier y mariscal de campo.

El 15 de septiembre de 1808 los españoles de México, dirigidos por el rico comerciante y hacendado Gabriel J. de Yermo, dieron un golpe de estado y depusieron al virrey José Iturrigaray. Como sucesor nombraron al mariscal de campo don Pedro Garibay, “viejo y decrépito” según las crónicas de la época, por entender que podía ser útil y dócil a sus intereses, aunque no contaron con la aprobación de la Junta de Sevilla. Ocupó el cargo hasta el 19 de julio de 1809.

En el acto de su nombramiento se leyó una proclama de la Audiencia en la que se aseguraba al pueblo de México que Garibay había sido quien se apoderó de la persona del virrey para exigir su destitución. Garibay, por su parte, publicó otro documento en el que explicaba que su antecesor había sido hecho preso “por un movimiento popular” y que, de acuerdo con la legislación vigente, el cargo había recaído en él.

El gobierno de Garibay se inició con actos de extremado rigor contra los partidarios de la independencia. Esa misma noche se aprehendió a los licenciados José Antonio Cristo, auditor de guerra; Primo Verdad, que murió en los calabozos del Arzobispado; Azcárate, que permaneció varios meses en prisión y al fraile mercedario Melchor de Talamantes, que falleció en San Juan de Ulúa, adonde se le había trasladado desde las cárceles de la Inquisición. Las autoridades y corporaciones del territorio se apresuraron a protestar fidelidad al nuevo virrey y lo mismo hicieron los jefes militares. Gabriel de Yermo, por su parte, al considerar cumplida su misión se retiró a su hacienda, no sin antes crear un cuerpo de voluntarios que se tituló de Fernando VII y que la población llamó enseguida “chaquetas”, nombre que se asignó a partir de entonces a los partidarios del dominio español. Sus actividades fueron tan violentas que el propio virrey Garibay se vio obligado a disolverlo a mediados de octubre.

El nuevo virrey, supeditado a los oidores, publicó los decretos y manifiestos emanados de la Junta de Sevilla, mientras la Audiencia insistía en justificar la destitución de Iturrigaray al haberse producido “por imposición popular”. Al iniciarse el mes de octubre el virrey dirigió una proclama a los habitantes de Nueva España, donde pedía que se reforzaran las ayudas y aumentaran los socorros a la metrópoli en guerra contra los franceses. Los recursos afluyeron abundantemente, pero también se enviaron a España los caudales acumulados por la aplicación de la Cédula de Consolidación de vales y los nuevos empréstitos solicitados desde la Península.

La situación política se mantuvo inestable, en esta época se recibieron pliegos procedentes de Río de Janeiro, firmados por la infanta Carlota Joaquina, hermana de Fernando VII, que pretendía imponer como regente de Nueva España a su hijo el infante don Pedro, el futuro Pedro Ide Brasil. El rechazo inmediato de las autoridades virreinales desbarató esta pretensión. Ente tanto, llegaron noticias de la frontera norte, con el rumor de las andanzas de algunos emisarios franceses, que trataban de socavar las defensas españolas. El 20 de abril de 1809 el virrey creó una Junta Consultiva, formada por tres oidores que regularon las causas de infidencia y se efectuaron numerosos arrestos y destierros.

Con el paso de los meses se constató que la elección de Garibay, en lugar de arreglar las cosas las había empeorado, crecía la protesta, el enfrentamiento entre peninsulares y criollos y los conatos de rebelión se extendían al resto de las provincias. En Texas se apresó a un general francés, Octavio de Alvimar, que venía a México para ponerse a las órdenes del duque de Saint Simón, supuesto virrey de Nueva España nombrado por Napoleón I.

La situación del país se hizo cada vez más conflictiva, por lo que, ante el desencanto generalizado y las protestas de los peninsulares, la Audiencia radicalizó su enfrentamiento con el mariscal Garibay. Por su parte, el obispo electo de Michoacán, Abad y Queipo, escribió informes a la Junta Central para solicitar que se reforzase la capacidad militar del virreinato y un cambio de política. La Audiencia, convencida de la incapacidad de Garibay para resolver el creciente enfrentamiento entre los bandos, solicitó su reemplazo y el envío de un nuevo virrey. Desde Sevilla, sin embargo, se entendió que lo más cuerdo era conferir este cargo al arzobispo de México, Francisco Javier de Lizana. La orden de sustitución llegó a la ciudad de México a mediados de julio de 1809.

Don Pedro Garibay, con 88 años de edad, falleció en México el 7 de julio de 1815.

Bibliografía

  • TORRE VILLAR, E. de la. La Independencia de México. Madrid:Maphre, 1992

  • ZÁRATE, J. La Guerra de Independencia. Tomo III de México a través de los siglos. México, 1951

Autor

  • Manuel Ortuño