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Ingeniería y tecnologíaBiografía

García Sáez, Cosme (1818-1874).

Ingeniero español, nacido en la calle Portales de Logroño en el año 1818, Realizó sus primeros estudios en esta ciudad. Posteriormente trabaja como relojero en un taller de Logroño, a la vez que estudia ingeniería. Con treinta años cumplidos, en 1848, Cosme García se traslada a la capital de España con su familia, y empieza a trabajar como regente de la Imprenta Nacional, trabajo en que ya muestra sus dotes de inventor, porque realiza mejoras en la fundición de los caracteres de imprenta. Pronto abre su propio taller en la Travesía de la Ballesta, en Madrid. Este ilustre riojano construye las máquinas de timbre de la Casa de la Moneda, y su nombre comienza a ser conocido en el panorama científico de la época.

De la Imprenta Nacional, Cosme García pasa al ramo de Correos, donde permanece hasta el año 1864. Una de las cuestiones más destacables de su paso por estas dependencias, es el diseño y construcción de las máquinas de sellar para las oficinas de correos de toda España. Es en esta etapa cuando realiza la más importante de sus invenciones: un submarino tripulado. Cosme García parece adelantarse a los diseños del Ictíneo de Narciso Monturiol, por lo que se le puede considerar el primer inventor del submarino mecánico tripulado. En 1858 prepara un modelo que prueba en Barcelona ante un pequeño número de personas. Ante la convicción de que había resuelto el problema de la navegación submarina, patenta su invento en España, en julio de 1859, con el nombre de "Aparato Buzo para la Navegación Submarina", y en noviembre del mismo año lo hace en Francia, donde hoy día aún se conservan sus diseños.
Cosme García traslada su ingenio al puerto de Alicante, a bordo de un buque, con el fin de acreditar la puesta en práctica de su patente. El 4 de agosto de 1860, se sumerge junto a su hijo en el submarino durante 45 minutos, según reza el testimonio oficial.
Presenciaron el acto, entre otros, el comandante de marina del puerto de Alicante, José de la Paz, y los cónsules de Gran Bretaña y Estados Unidos. Animado por el éxito de su empresa, se traslada a Madrid y construye un modelo de cobre que expone en su casa de la calle de San Hermenegildo; con ello pretende llamar la atención del Gobierno y la Casa Real, y conseguir así que le financien. Sin embargo, después de una entrevista con la Reina Isabel II, se le comunica que el gobierno no podía comprar ni costear el proyecto. Desilusionado, se traslada a París, donde Napoleón II le ofrece 14 millones de francos para que se instale en el arsenal de Tolón y pueda construir un modelo mejorado con las armas que considerase oportunas. Su espíritu patriótico le impide aceptar la oferta, ante la seguridad de que el submarino podía convertirse en un arma de guerra altamente eficaz; pero en España su aparato permanece anclado en el puerto de Alicante, hasta que años después una notificación portuaria le comunique que el aparato molesta al tráfico marítimo, por lo que su hijo, Enrique García, se encarga de hundirlo.
Las actividades de este gran inventor, se extendieron también a la industria bélica, sector en el que desarrolla mejoras en las armas de fuego. En España patenta en 1856, junto a Justo Herrero y Tomás Lozano, una escopeta-relámpago, y posteriormente, en 1862 y 1863, ya en solitario, solicita dos patentes por un nuevo sistema de armas de fuego portátiles cargadas por la culata. Este nuevo sistema fue un éxito, como atestiguan también las pruebas oficiales realizadas en Carabanchel, ya que constituyen las primeras armas de este tipo con carga por la recámara, capaces de efectuar más de tres mil disparos sin necesidad de ser limpiadas. Se llegaron a construir en Oviedo 500 carabinas bajo este nuevo sistema, para dos batallones de cazadores. La mayoría de estas armas se trasladaron a Madrid, y cuando estalló la Revolución de 1868 que dio paso al Sexenio Democrático, fueron sustraídas por los revolucionarios.
También llegó a patentar en compañía de los citados Justo Herrero y Tomás Lozano, diferentes cuestiones relativas a la tipografía, fruto sin duda de su actividad al frente de la Imprenta Nacional y del ramo de Correos. Existen dos patentes que se remontan al año 1856 y que protegen una máquina tipográfica sin cintas, sistema Cosme García, y una máquina para toda clase de timbres en tinta. Ambas se llegaron a construir y poner en práctica en Madrid, como se desprende de los certificados oficiales, en los que consta que la primera estaba en posesión de Lázaro Bardón, catedrático de griego de la Universidad Central, y las de timbrar, en las Oficinas de la Administración de Correos de Madrid.
Muere en 1874, desilusionado y sumido en la pobreza hasta el punto de que alguno de sus hijos llegó a pedir por las calles de Madrid. El caso de Cosme García es uno más que hay que sumar al de los grandes inventores españoles borrados de nuestra memoria colectiva, y que sufrieron las consecuencias de la ignorancia y la ingratitud de sus contemporáneos. El desprecio hacia el trabajo científico es una constante en la historia institucional de España. No olvidemos que cuando Isaac Peral ofreció al gobierno y a la marina española su nuevo submarino eléctrico, fue también rechazado, como lo fue el submarino de Cosme García muchos años antes.
Patricio Saiz Gonzalez.

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