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LiteraturaBiografía

García Matamoros, Alonso (1490-1550).

Humanista andaluz cuyo nacimiento se disputan Córdoba y Sevilla. Las fechas de nacimiento y muerte que todavía hoy se le asignan son las que da Nicolás Antonio en su Biblioteca Hispana. Fue canónigo en la catedral de Sevilla, donde gozó de fama como predicador. Fue precisamente esta fama la que lo llevó a Játiva como profesor de elocuencia y gramática, período al que pertenecen sus In Aelii Antonii Nebrissensis Grammaticae IV librum scholia, publicados en Valencia en 1539 y con los que pretendía oponerse a la consideración de Nebrija como autoridad única e indiscutible en la enseñanza del Latín. Tal postura, sumamente renacentista por otro lado, forma parte de una polémica en la que se vieron involucrados aspectos tan dispares, y fundamentales en la época, como el principio de autoridad y el deseo de avanzar sobre lo ya estudiado y, por otra parte, el prejuicio nacionalista, ya centenario en nuestras letras a esas alturas, que oponía la enseñanza de Nebrija a la de otros tratadistas que, antiguos o modernos, fueron oriundos de fuera de nuestras fronteras. Es obra del mismo período su Methodum Constructionis (1553), que vio la luz tras la muerte de su autor. Posteriormente, fue García Matamoros rector de la Universidad de Alcalá, ciudad en la que falleció.

Otras obras suyas son Orationem habitam in doctoratu theologiae Didaci Sobaños, Academicae Compluti Moderatoris (1558), De tribus dicendi generibus sive de recta informandi stili ratione (1570) y De Methodo cancionandi iuxta Rhetoricae Artis praescriptum (1570), todos ellos publicados después de la muerte del autor y dedicados, los dos últimos, a la enseñanza de las materias de las que se ocupaba en la universidad. No nos consta fecha de publicación de De Ratione dicendi. Sin embargo, la obra que más ha llamado la atención de los historiadores de la literatura es De Academiis et doctis viris Hispanae, sive pro asserenda Hispanorum eruditione narrationem apologeticam (1553), obra que se incluye dentro de la abundante literatura del "Laus Hispaniae" y en la que se comienza por igualar las hazañas de los españoles a las de griegos y romanos, para alabar a continuación la lengua vulgar española por cuanto tiene de mezcla de todos los pueblos que han formado parte de la historia española, de la que el autor se considera producto global. Como forma de probar la enunciada grandeza de España, recurre Matamoros a la habitual galería de retratos, en la que, junto a personajes de la Antigüedad y medievales, se van a incluir otros contemporáneos del autor. La historia de nuestro país se presenta, para Matamoros, como una sucesión de etapas que, desde los orígenes y sin cortes entre ellas, suponen un constante ascenso hasta la época del autor. Así, pretende Matamoros que fue España la zona que recogió la cultura latina, huida de Italia cuando, al acumularse el poder en manos de los emperadores, los hombres de letras perdieron su libertad. Posteriormente culpará a los godos de haber oscurecido semejante panorama, aunque no tardarán los naturales del país en hacer que los bárbaros invasores accedan a la cultura. Otro tanto sucederá con los musulmanes. Ello le permitirá alabar a un Averroes y, en la etapa visigótica, a San Isidoro y San Leandro, así como a varios de los reyes y obispos de la época. No obstante todo ello, da un repaso a la situación educativa en la España del XVI a la que enjuicia con realismo, que llama la atención tanto más cuanta mayor ha sido la idealización posterior de dicha centuria.
De esta manera, reconoce Matamoros el mal estado de los estudios en España, culpando de ello, en una buena medida, a los estudiantes que, más preocupados por el título que por el estudio, desdeñaban los estudios filológicos, base en la época, no lo olvidemos, tanto del Derecho como de la Teología y fuente fundamental de la incipiente comunicación científica que, todavía y aún durante más de una centuria, se realizaba en latín. Junto con ello, quejase el autor de la falta de interés de la nobleza en los estudios, pues convierten a los preceptores en simples criados, despreciando su saber y su valía, y apenas buscan en el estudio más que un barniz que les permita hacer buen papel en las reuniones cortesanas. No obsta tan pesimista visión, para que haga, llegado a este punto, elogios de autores como Nebrija, Vives o el doctor Constantino a los que pone como modelo frente a la condena del estilo y el contenido de la obra de fray Antonio de Guevara. Este último aspecto, así como la alabanza de Constantino, condenado por la Inquisición, llevaron a Bataillon a suponer que Matamoros había formado dentro de las filas del erasmismo español. No obstante, no contamos con más datos sobre ello que tal testimonio del ilustre crítico francés.

G. Fernández San Emeterio.

Bibliografía

  • BATAILLON, Marcel , Erasmo y España, Madrid, FCE, 1994.

  • GIL, Luis, Panorama social del Humanismo español (1500-1800), Madrid, Alhambra, 1981.

  • MARAVALL, José Antonio, Antiguos y Modernos, Madrid, Alianza, 1986.

Autor

  • G.F.S.E.