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PinturaBiografía

García Hidalgo, José (¿-1717).

Pintor español, nacido en Murcia en fecha desconocida y muerto en Madrid en 1717.

Los autores que se han ocupado de José García Hidalgo, a partir de su coetáneo Antonio Palomino, lo han considerado murciano, valenciano o castellano sin fundamentos indiscutibles. Actualmente se acepta que nació en Murcia, donde inició su actividad artística a mediados del siglo XVII, según la información autobiográfica que ofrece en su obra. Afirma también que, tras una estancia en Roma, vivió en Valencia unos ocho años, probablemente desde 1665 hasta 1673. Entre los artistas que entonces conoció cita a Jerónimo Jacinto de Espinosa (1600-1667), que se estima influyó decisivamente en sus pinturas, así como a Esteban March (1610-1668) y a su hijo Miguel(1633-1670). Por la misma fuente se sabe que asistió regularmente a la “academia” de pintura y dibujo que funcionaba en el Convento de Santo Domingo, de dicha ciudad, en la que se daba enseñanza teórica y práctica para artistas, junto a algunos nobles y eclesiásticos interesados. El director o “académico mayor” era Vicente Salvador Gómez, quien en 1674 redactó unas Fundamentales reglas de pintura, que sólo se conservan parcialmente. En torno a este mismo año, García Hidalgo se trasladó a Madrid.

En la Corte se puso en relación con Juan Carreño de Miranda (1614-1685), pintor de cámara de Carlos II, quien “me favoreció, recibiéndome en su escuela y obrador de Palacio, donde estuve mucho tiempo con la obediencia que a tal maestro se debía”. Tras dos décadas en Madrid, volvió en 1697 a Valencia, donde permaneció hasta 1706, ocupado en pintar varias obras que le habían encargado. Consta documentalmente que fue nombrado pintor de cámara honorario de Felipe V en 1703 y que hizo testamento el 28 de junio de 1717. Residió de nuevo en Madrid, y murió seguramente el mes siguiente.

Palomino, con quien tuvo una fuerte enemistad al parecer motivada por la protección de Carreño, no incluyó la biografía de García Hidalgo en el tercer volumen de su Museo pictórico (1724), pero lo calificó de “hombre de raro y extravagante humor”. Uno de los aspectos de su conducta que más críticas y hasta burlas ha motivado es la continua insistencia en su condición de noble. Firmó, en efecto, sus pinturas y grabados con su nombre precedido de “Don” y dedicó una página de los Principios a un autorretrato bajo el escudo real y rodeado de las “nobilísimas armas” de cuatro de sus apellidos y de otras tantas escenas alegóricas de la nobleza del arte de la pintura, todo ello encuadrado por ramos de laurel y palmas. No obstante, este alarde no impide que, como se verá en adelante, presente el libro con gran modestia.

Sin detenernos en sus obras pictóricas, de las que se han ocupado varios estudios, hay que señalar que García Hidalgo publicó, sin lugar ni año de edición, una Geometria practica, que es un atlas de láminas sobre la “formación de figuras”. Sin embargo, debe su relieve histórico a la obra Principios para estudiar el nobilísimo, y real arte de la pintura, con todo y partes del cuerpo humano (1693).

Se conservan muy pocos ejemplares de los Principios, cuyo contenido es, además, heterogéneo, lo mismo que sucede con otros atlas de anatomía artística de los primeros tiempos modernos. Ello se debe a la ausencia de una tirada uniforme en su fecha de edición, ya que su difusión se limitó a la entrega a personas determinadas de ejemplares en cada uno de los cuales el autor reunía los textos y las láminas de la impresión original, pero con variables adiciones u omisiones. Basándose en los ejemplares disponibles, el Instituto de España publicó en 1965 una reedición integradora, con estudios introductorios de Sánchez Cantón y de Rodríguez Moñino, que es de consulta obligada.

Los Principios constan de tres partes de desigual extensión e importancia. La primera consiste en tres láminas que preceden al texto: una “academia de dibujo”, en la que un grupo de artistas trabajan en torno a un desnudo masculino, el autorretrato antes citado y un grabado emblemático unido al soneto del propio García Hidalgo “No el principiante emprenda el cuerpo humano”, ambos relativos a la intención de la obra.

La segunda parte corresponde al texto. Se inicia con cuatro páginas de octavas dirigidas “al lector aficionado por el autor de este libro”, en una de las cuales recomienda como “autoridades” morfológicas a Miguel Ángel y Rafael, los textos de anatomía artística de Durero y Jean Cousin, y los tratados de Vesalio y Valverde. Las dos páginas siguientes están encabezadas por el título: Principios para estudiar el nobilissimo, y real arte de la pintura, con todo y partes del cuerpo humano, siguiendo la mejor escuela y simetria, con demostraciones matematicas, que ajustan, y enseñan la proporcion, y perfeccion del rostro, y ciertos perfiles del hombre, muger, y niños. A continuación, García Hidalgo informa que el libro procede de la enseñanza que había impartido, citando a dos discípulos destacados, y que sus fuentes son los “originales famosos” que había visto y las obras sobre anatomía artística de Durero, Cousin y Arfe. Por último, resume las “proporciones” y “simetrías” que utiliza.

El texto expositivo propiamente dicho ocupa once páginas de letra muy pequeña y apretada impresión. Tras los datos autobiográficos que se han anotado, García Hidalgo declara con gran modestia que ofrece únicamente una obra elemental para principiantes. Dedica un amplio espacio a defender que la pintura es un “arte nobilísimo”, que ha sido y es “ilustrado, estimado y premiado más que las demás ciencias, artes y habilidades”. Al especial interés de García Hidalgo por esta cuestión, que se manifiesta ya en el título de su libro, responde también su insistencia, a primera vista pintoresca, en destacar su condición personal de noble. Utiliza el tradicional argumento de la “antigüedad” del “arte de la pintura”, pero se esfuerza principalmente en demostrar, mediante ejemplos históricos y de su propia época, “que han sido sus profesores estimados, premiados y queridos, y sus obras ensalçadas y aplaudidas” por “emperadores, reyes, príncipes y nobles ... pontífices, cardenales y otras personas de señalada virtud y letras”; todavía más, que se han ocupado en “exercerlo, estudiarlo y entenderlo los mayores príncipes y monarcas y aun los santos”. Su argumentación es enteramente paralela a la que venían utilizando los médicos para poner del relieve la “nobleza” del ars medendi y, sobre todo, los cirujanos con el fin de demostrar que el “arte de la cirugía” era la parte de la medicina “más antigua, más noble, más difícil y más cierta”, según la expresión de Dionisio Daza Chacón, gran figura quirúrgica del Renacimiento. Ambas argumentaciones hay que encuadrarlas en el proceso histórico que superó la valoración negativa del trabajo manual y la técnica, procedente de la Antigüedad clásica, como tareas de rango inferior. Lo mismo que los cultivadores de otras “artes”, como la ingeniería, la arquitectura, el “arte de navegar” y el “arte de la destilación”, los cirujanos y los pintores aspiraban a superar la posición social de artesanos y sustituirla por la de “técnicos” y “artistas” en el sentido actual de estos vocablos.

La opinión de García Hidalgo acerca de la anatomía que deben saber los artistas se basa en su concepción de la pintura como un “arte” noble y autónomo. Por ello dice que “aunque es muy precisa para lo fundamental del cuerpo humano la anatomía, no me ha parecido detenerme en ello, reparando que no es bien engolfarse a los principios en la anatomía, morcillos, nervios y músculos del cuerpo humano”. Incluso llega a calificar de “imperfección y vicio” subordinar la pintura del cuerpo humano a la anatomía, en lugar de utilizarla como fundamento. Más adelante, al ir enumerando el contenido de sus láminas, se refiere a las “cuatro anatomías donde se ven los morcillos y tendones principales y precisos”, así como a “las tres figuras o esqueletos, con todos los huesos del cuerpo humano situados en sus puestos y con sus mesmas formas y proporción, con la novedad que su transparencia enseña y el número de cada parte... que es lo que toca a los pintores, pues sus nombres y menudencias es sólo para médicos y cirujanos”. Por lo demás, el texto, que no es explicativo, debido a lo cual García Hidalgo lo llama “Prólogo”, destaca la necesidad de conocer a fondo las diferencias del cuerpo humano y cada una de sus partes propias de los sexos y de las edades, así como las bases matemáticas de la perspectiva y las proporciones.

La tercera parte del libro, a que debe su importancia, es un atlas de láminas calcográficas, setenta y siete de las cuales son propiamente anatómicas. En ellas se ajusta de manera estricta a su exigencia de diferenciar detalladamente las peculiaridades del cuerpo humano de los dos sexos y de las edades, desde la primera infancia hasta la ancianidad. No obstante, sobresale su extremado interés por representarlo en movimiento. Un cuarto de siglo antes, el atlas de la Pintura sabia (ca. 1660), de Juan Ricci, había mostrado en diferentes posturas los estáticos esqueletos y cuerpos desollados de la Historia de la composición del cuerpo humano (1556), del renacentista Juan Valverde de Amusco. García Hidalgo va mucho más lejos, ofreciendo series de láminas sobre los más variados movimientos del cuerpo en su conjunto y de cada una de sus partes, con una mentalidad cercana a la anatomia animata de la Ilustración. A los ojos dedica ocho láminas: una preliminar con esquemas geométricos para su trazado y siete en las que se representan cerrados, entornados, abiertos mirando de frente, hacia arriba y hacia abajo, sonriendo y llorando. A la nariz y a la boca, diez, entre las que destacan las relativas a las sonrisas y a los gritos de dolor, en una de las cuales, directamente basada en un aguafuerte de Ribera, aparece el paladar y la úvula, y a las manos, seis, en las que hay un total de cuarenta y cinco movimientos y posturas. Semejantes son las dieciocho láminas acerca de los pies, las orejas, los brazos, las piernas y el tórax, las veintiuna sobre cabezas de niños, adolescentes, hombres y mujeres jóvenes y ancianos, y las veintidós referentes al conjunto del cuerpo de hombres y mujeres jóvenes y de ancianos. En otras cinco se estudian las proporciones del cuerpo masculino, femenino e infantil, de los brazos y piernas y de la cabeza de los dos sexos y de todas las edades. Las tres restantes son la de los tres esqueletos y la de las cuatro “anatomías” de los músculos y tendones superficiales, a las que antes se ha hecho referencia, y una que representa seis cráneos desde distintas perspectivas.

Digno de mención es el hecho de que dos de las láminas sobre las manos expongan el “abecedario de mudos”. Esta gran contribución de la España renacentista en el terreno de los minusválidos se debió a Ponce de León y fue expuesta tres décadas después por Juan Pablo Bonet en su libro Reduction de las letras, y arte para enseñar a ablar a los mudos (1620), que incluye grabados xilográficos de calidad muy inferior a los calcográficos de García Hidalgo.

Bibliografía

Fuentes

Principios para estudiar el nobilissimo, y real arte de la pintura, con todo y partes del cuerpo humano, siguiendo la mejor escuela y simetria, con demostraciones matematicas …(1693), Madrid: Instituto de España, 1965.

Estudios

RODRÍGUEZ MOÑINO, A.: "José García Hidalgo", en José García Hidalgo, Principios para estudiar el nobilissimo, y real arte de la pintura…(1693). Madrid: Instituto de España, 1965, pp. 21-103.
SÁNCHEZ CANTÓN, F. J. : "García Hidalgo y su libro", en José García Hidalgo, Principios para estudiar el nobilissimo, y real arte de la pintura…(1693). Madrid: Instituto de España, 1965, pp. 12-19.
LÓPEZ PIÑERO, J. M. y F. Jerez Moliner: La imagen científica de la vida. La contribución valenciana a la ilustración médica y biolófica (siglos XVI-XIX). Valencia: Generalitat Valenciana, 1999, pp. 99-110.

J. M. L. P.

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