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Ocio y entretenimientoBiografía

García Espejel, Heriberto (1907-VVVV).

Matador de toros mexicano, nacido en Ciudad de México el 10 de marzo de 1907. Fue el padre de otro relevante torero azteca, Heriberto García Medina.

Tras decidirse a seguir los pasos profesionales que su acusada vocación taurina le iba señalando, intervino en cuantos festejos menores se ponían a su alcance, para acabar como uno de los novilleros más destacados en las temporadas de 1926 y 1927. Por aquel tiempo, viéndose de sobra capacitado para figurar en el gremio de los matadores de toros, recibió la alternativa en la plaza de El Toreo (Ciudad de México), de manos de otro valiente espada mejicano, Juan Espinosa Saucedo ("Armillita"). Fueron testigos de aquella ceremonia el rejoneador cordobés Antonio Cañero y el coletudo azteca José Ortiz Puga.

A raíz de este doctorado recibido en su país natal, Heriberto García Espejel sintió la necesidad de venir a España para revalidar su alternativa en la cuna del Arte de Cúchares, y ante un ganado menos boyante que el que suele salir en los ruedos mejicanos. Así las cosas, el 31 de marzo de 1929 cruzó el redondel de la Ciudad Condal dispuesto a tomar una nueva alternativa. Venía, a la sazón, apadrinado por el diestro madrileño Victoriano Roger Serrano ("Valencia II"), quien, bajo la atenta mirada del coletudo cántabro Félix Rodríguez Ruiz -que comparecía en calidad de testigo-, le cedió la muleta y el estoque con los que había de lidiar y despenar a un toro del hierro de Santa Coloma, que atendía a la voz de Noguero.

La confirmación de esta alternativa se verificó más tarde en la plaza de toros de Madrid, ante la primera afición del mundo. Fue en aquella ocasión el padrino el estoqueador sestaotarra Diego Mazquiarán Torróntegui ("Fortuna"), quien facultó a Heriberto García Espejel para que diera muerte a un morlaco llamado Viñadero, que se había criado en las dehesas de la legendaria ganadería de Miura. Testigo de aquella ceremonia, el espada madrileño Luis Moragas Fuertes pudo contemplar el valor arrojo temerario y la elegancia artística que, en rara y bellísima simbiosis, adornaban el estilo del joven diestro mejicano. Por desgracia, una tremenda cornada recibida en las arenas madrileñas sembró la desconfianza en su otrora temerario toreo, lo que acabó por apartarlo poco a poco de los ciclos taurinos más relevantes.

Autor

  • JR.