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LiteraturaHistoriaBiografía

Gandersheim, Hroswitha o Rosvita von (ca. 935-ca. 1003).

Escritora y religiosa alemana del siglo X, uno de los casos más insólitos de la literatura de todos los tiempos. Está considerada como la más temprana de los poetas medievales que escribían su obra en latín, en la que destaca sobremanera su producción teatral, un teatro tal y como se conocía antes de la caída del Imperio romano. Hroswitha de Gandersheim fue una mujer culta e instruida que supo alzar su talento por encima de los condicionamientos de su época.

Su vida en el ambiente cultural de Sajonia

Apenas se conocen datos acerca de su vida, salvo su entrada como monja en la abadía benedictina de Gandersheim. Es probable que descendiera de una familia aristocrática sajona que ya había tenido influencia en el monasterio, puesto que una antepasada suya homónima figura en los anales monacales como la cuarta abadesa de la congregación, entre los años 919 y 926. Hroswitha entró en el monasterio aproximadamente hacia el año 955, a la vez que lo hacía Gerberga de Baviera, hija del duque Enrique de Baviera y, por lo tanto, bisnieta de Enrique el Pajareroy nieta del emperador alemán Otón I. Hay que destacar que toda su actividad literaria se desarrolló en un ámbito cultural privilegiado como fue el ducado de Sajonia en el siglo X. La prosperidad económica de los estados germánicos motivó la creación de un espacio artístico, de considerables proporciones para la época, vinculado a la corte imperial. En dicha labor cultural destacó la orden benedictina donde Hroswitha vivía, bajo la anuencia de un gran protector de las letras como fue el arzobispo de Colonia, el duque Bruno de Lorena, hermano del emperador Otón I.

Así pues, Hroswitha recibió una exquisita educación literaria en la abadía de Gandersheim, especialmente en literatura clásica, tanto de carácter religioso como pagano: ella misma reconoce haber leído o, cuando menos, resultarle familiares las obras de Terencio (especialmente las Comedias), de Ovidio (Las Metamorfosis) y de Virgilio (la Eneida y las Églogas). Por lo que respecta a los autores cristianos, Hroswitha mostró especial predilección por Prudencio, Sedulio, Venancio Fortunato y, naturalmente, Boecio. Todo ello fue complementado con su propio interés en la lectura de martirologios y de uno de los géneros cristianos más profusos en la temprana Edad Media: las Vitae Patrum, textos cuasi novelados sobre la vida de los Padres de la Iglesia. Además de este impresionante bagaje literario, Hroswitha también se mostró altamente interesada en las disciplinas lectivas que, tres siglos más tarde, pasaron a ser el centro de la enseñanza universitaria medieval: el trivium (gramática, retórica y dialéctica) y el quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música). Como se puede observar, la formación de Hroswitha fue plural y profunda, preparándola de esta manera para ocupar su singular posición en el universo cultural de la Europa medieval.

Las obras de Hroswitha

La división actual de su obra está basada en el descubrimiento, hacia mediados del siglo XV, de un códice del monasterio de San Emerano de Regensburg en el que se encuentra toda la producción literaria de Hroswitha. El códice, actualmente conservado en la Staatsbibliotek de Munich (ms. CLM 14485), presenta una agrupación en tres libros:

Las leyendas del Libro Primero

Escritas en formidables versos con estructura de hexámetros leoninos, el primer libro contiene ocho leyendas de carácter sacro, cinco de la cuales se presentan con un prefacio en prosa dedicado a Gerberga. Todas ellas finalizan, de nuevo, con un epílogo en prosa. La crítica ha considerado a estas leyendas como las composiciones de juventud de la poetisa, llenas de una vitalidad compositiva en la que Hroswitha ya da muestras de un refinamiento intelectual extremado y de sus grandes conocimientos de las Vitae Patrum. Los poemas están dedicados a narrar la vida de personajes dispares: bíblicos (como María o La Ascensión del Señor), fabulosas intervenciones de la Providencia (como Gandolfo), martirios y conversiones (Vita Pelagius Cordobensis y Vita Basilius Cesariensis)... todo ello aderezado con una técnica literaria primorosa en la que Hroswitha, además, no duda en expresar sus propias convicciones religiosas con un sentido de lección moral. Sin embargo, lejos de caer en un estricto proselitismo a la manera de los sermones, la poetisa deja entrever todo un universo de relaciones entre los personajes que son aplicables no sólo a su época sino a cualquiera, rebasando con su estilo, pulso narrativo y técnicas depuradas (sobrepujamientos y mirabilia, entre otros) la dimensión temporal de la Edad Media.

El teatro del Libro Segundo

Se encuentran aquí agrupados seis dramas precedidos de un pequeño prefacio en prosa dirigido a los lectores, además de un pequeño poema titulado La Visión de San Juan. Sin duda alguna, se trata de la más original aportación de Hroswitha a la literatura medieval. No se debe olvidar que el teatro al estilo clásico no fue conocido durante la Edad Media salvo algunas excepciones (como el Pamphilus de Amore); la representación medieval apareció por otros caminos, generalmente religiosos, antes de la definitiva recuperación del teatro clásico llevada a cabo por el Humanismo del siglo XV. Así pues, los seis dramas de la poetisa (Gallicanus, Dulcitius, Sapientia, Abraham, Calimachus y Paphnutius) constituyen una excepcional muestra de literatura teatral de la más temprana Edad Media. Pese a que la crítica ha debatido con cierta polémica si Hroswitha escribió sus dramas pensando en una posible representación, aunque no exista certeza ninguna de si estos fueron representados cabe considerarlos como teatro sin más dilación. Primero, porque la existencia de entradas en falsete para las intervenciones de los personajes es un hecho irrefutable; y, en segundo, lugar, porque la evidencia del influjo de las comedias de Terencio quedó reconocida por la propia autora, aunque con un fin totalmente distinto a la representación terenciana:

" [...] Hay algunos cristianos que, pese a atenerse fielmente a las Sagradas Escrituras,
y aún despreciando obras de otros autores paganos, leen y releen con frecuencia la
poesía de Terencio y, al tiempo que disfrutan de la dulce lengua de éste, se
contaminan con las perversidades de las que vienen a saber. Por eso, mientras que
otros se afanan en su lectura, yo, la voz resonante en Gandersheim, no he tenido
escrúpulos para imitarlo en mis composiciones, porque en las mismas composiciones
en las que eran representadas las obscenas suciedades de impudorosas mujeres,
he exaltado, de acuerdo a las modestas capacidades que se encuentran en mi
ingenio, la encomiable pureza de las santas y cristianas vírgenes
[...]".

La propia opinión que la autora tenía de las comedias de Terencio ya es una prueba fehaciente de hasta qué punto su madurez intelectual era capaz, no sólo de comprender el significado terenciano, sino de clasificar y criticar (en sentido intelectual) uno de los campos de la literatura que menor concepto hecho tuvo en la temprana Edad Media. A la vez, Hroswitha fue capaz de captar intelectualmente el significado de la representación teatral clásica y recuperarlo, al menos de modo escrito (no existe constancia de que sus obras se representasen), para su época. No falta quien cita a la poetisa alemana como uno de los pilares donde se asentó posteriormente un género literario que alcanzó un éxito sin precedentes: la comedia elegíaca.

Los títulos completos de estas obras son los siguientes: Callimachus (o La resurrección de Drusiana y de Calímaco), Lapsus et conversio Teophili vicedomini, Gallicanus (o La conversión de Galícano, capitán del ejército), Abraham (o La caída y la conversión de María, sobrina de Abraham el eremita), Paphnutius (o La conversión de la meretriz Thais), Dulcitius (o La pasión de las santas vírgenes Agape, Quionia e Irene), Sapientia (o La pasión de las santas vírgenes Fe, Esperanza y Caridad) y Galiano. Fueron publicadas en 1923 en traducción inglesa de H.J.W.Tillyard, y Paphnutius, que trata sobre la conversión de Thais, fue montada en Londres en 1914 por Edith Craig en traducción de Christopher St. John.

Poemas épicos y líricos

El tercer libro está formado por dos poemas en tiradas (al modo de los cantares de gesta medievales) con la habitual dedicatoria a Gerberga, titulados Gesta Ottonis, en los que la poetisa narra los hechos más destacados de los emperadores Otón I y Otón II. La otra parte de la producción contenida son los poemas titulados Primordia. Básicamente, los Gesta Ottonis tratan acerca de los acontecimientos del reinado de Otón I, obra en la que, a lo largo de los más de mil quinientos versos, Hroswitha da incluso muestras de un agudo sentido de la verdad en los hechos más dudosos del reinado del monarca germano. Por lo que se refiere a los Primordia, se trata de unos poemas también de carácter histórico en los que la poetisa, a través de las narraciones orales que le fueron transmitidas por Gerberga y otras habitantes de la comunidad monacal, intentó establecer una especie de historia rimada de la abadía de Gandersheim. Tanto en el caso de la Gesta como en el de los Primordia, hay que destacar el carácter historicista y de apología moral que tienen los versos de Hroswitha, puesto que intenta establecer un paralelismo con los hechos de las Sagradas Escrituras en pos de ensalzar la virtud humana, tanto de los reyes y gobernantes como de las personas dedicadas al culto de Jesucristo.

Hroswitha a la luz de nuevas investigaciones

Es evidente que la existencia de una personalidad tan atrayente como es el caso de la poetisa de Gandersheim ha suscitado la atención de una gran pléyade de estudiosos sobre lo que es, al menos hasta el momento, un islote cultural y femenino en el mundo medieval. Debido a su sexo, los estudios de Hroswitha efectuados desde Historia de las Mujeres o desde la perspectiva de Género han contribuido hondamente a esclarecer el panorama de lo que no se puede leer en sus textos pero que se puede, cuanto menos, sospechar.

La primera evidencia puesta al día por las investigaciones feministas es el hecho de que Hroswitha era una monja ancillae Dei canonicae, es decir, una canonesa. A pesar de que sólo parezca una diferencia terminológica, es una cuestión importante, puesto que ello explica parte de la educación que recibió. Las canonesas estaban, al igual que las regulares, obligadas a las siete oraciones diarias y a los votos monacales clásicos, pero gozaban de una mayor libertad con respecto a la observancia de la Regla. Así, por ejemplo, se explica que Hroswitha pudiese tomar lecciones de Raterio, sabio procedente de Verona que se había afincado en la corte otónida y del que la poetisa tomó su amplio conocimiento en retórica y en algunos autores clásicos que, prácticamente, son tenidos como desconocidos en el mundo medieval: Plauto y Catulo.

Otro hecho importante es que la observancia del voto de pobreza no era, ni mucho menos, tan estricto en las canonesas como en las regulares, puesto que las familias aristocráticas procedían a enviar a los conventos a sus hijas solteras y éstas podían conservar algunos bienes y riquezas que, tras su muerte, pasarían a engrosar las arcas de la abadía o monasterio correspondiente. Todo ello se puede vincular, como se ha hecho desde la perspectiva de Género, con una incipiente negación de las mujeres a ser incluidas en la política de alianzas matrimoniales que las familias nobles pensaban para ellas. Como ejemplo de esto en las obras de Hroswitha, se puede tomar el siguiente diálogo, tomado de la Passio Gallicani, en el que madre e hija se expresan de esta forma:

" Hija- ¿Qué quiere?.
Madre- Que le seas prometida en matrimonio.
Hija- ¿Yo?.
Madre- Sí, tú.
Hija- Preferiría morir.
Madre- Lo sabía" (Bertini, op. cit., p. 113).

Al igual que se ha visto anteriormente con la posición de las mujeres en las obras terencianas, Hroswitha adoptó una postura realmente clara contra el universo hostil que le rodeaba, tanto en la posibilidad (por extraña que actualmente parezca) de huir de un matrimonio pactado a través del ingreso en la vida religiosa, como en el hecho de reclamar el mérito de las mujeres religiosas en contraposición con las "obscenidades" terencianas. Hroswitha, consciente del lugar que su condición femenina le deparaba en el Siglo de Hierro, optó por enfrentarse directamente a él con un arma que, si bien pudo palidecer ante las utilizadas por sus coetáneos, se muestra tan actual hoy día que, en realidad, ha soportado el paso del tiempo mucho mejor que las utilizadas contra ella y contra el resto de mujeres. Cuando se lee a Hroswitha, además de admirar su sapiencia literaria y su vigor artístico, hay que tomar conciencia del no menos vigor y la no menos sapiencia que demostró en una tarea mucho más difícil: la vida cotidiana, sea en el siglo X o un milenio más tarde. Y, por supuesto, el hecho de que su sexo no supuso ningún obstáculo a ninguno de ambos caminos, salvo los que ella quiso que estuvieran. Incluso uno de los mejores novelistas que ha dado el siglo XX, John Kennedy Toole, no dejó de recordarnos con el entrañable "Ignatius", protagonista de su obra La conjura de los necios, la validez que alguien (a grandes rasgos) como Hroswitha puede tener en el mundo actual.

Bibliografía

  • ACOSTA, L. A. (ed.): La literatura alemana a través de sus textos, Madrid: Cátedra, 1997.

  • BERTINI, F. et al.: La mujer medieval, Madrid: Alianza, 1991.

  • RIVERA GARRETAS, Mª M.: Textos y espacios de mujer. Europa, siglos IV-XV, Barcelona: Icaria, 1990.

  • STICCA, S.: "Hrotswitha´s Dulcitius and Christian Symbolism", en Mediaeval Studies, 32, 1970.

  • ---: "Sacred Drama and Tragic Realism in Hrotswitha´s Paphnutius", en The Theater of the Middle Ages, Londres, 1985.

Autor

  • Óscar Perea Rodríguez