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Fraile Miguélez, Manuel (1864-1928).

Poeta, historiador y religioso agustino español, nacido en La Bañeza (León) el 7 de diciembre de 1864, y fallecido en San Lorenzo de El Escorial (Madrid) el 17 de mayo de 1928. Desde la modestia que le impuso su firme vocación religiosa, supo mostrarse como un humanista tan fecundo y polifacético que acabó siendo respetado como uno de los intelectuales más brillantes de su época.

Hijo legítimo de Francisco Fraile y María Antonia Miguélez, Manuel Ambrosio Luciano Fraile Miguélez cursó sus estudios primarios en su villa natal, para pasar después a estudiar latín en el Colegio de Segunda Enseñanza de dicha localidad, dirigido por Toribio Moro. Dado el interés que mostrara desde muy temprana edad por las letras y la vida consagrada a la religión, a los quince años ingresó como novicio en el convento de los Agustinos de Valladolid, en donde, tres años más tarde (concretamente, el día 15 de enero de 1882), tomó el hábito con motivo de los festejos convocados en su comunidad para solemnizar la beatificación del escritor agustino Alonso de Orozco, cuya figura ejerció en el joven Manuel una acusada influencia literaria y espiritual. En efecto, un año antes de que tomara los hábitos, el futuro padre Miguélez estaba dispuesto a abandonar el convento; pero, tras presenciar en enero de 1881 cómo se procedía a la apertura del sepulcro donde yacían los restos de Alonso de Orozco, se sintió tan profundamente conmovido por el aroma que exhalaba el cuerpo exhumado, que experimentó un intenso renacer de su antigua vocación religiosa.

Así las cosas, en 1885 se trasladó al Colegio de "La Vid", de Burgos, para dar comienzo a sus estudios de Teología. Allí, al tiempo que asombraba a sus maestros por sus extraordinarias capacidades intelectuales, se dedicó a clasificar la nutrida colección de monedas conservada en aquella comunidad, lo que le llevó a interesarse vivamente por la numismática, materia sobre la que dejó escritos numerosos estudios. Para completar los estudios de su carrera eclesiástica, al año siguiente (1886) pasó a El Escorial (Madrid), donde siguió cultivando su afición por las monedas antiguas, ahora centrada en la colección que atesoraba la Real Biblioteca del monasterio. Allí dejó también un monumental trabajo sobre esta disciplina, ocupación que alternó con su ya acusada inclinación al cultivo de la poesía.

En efecto, en 1887 celebró el centenario de san Agustín con la publicación de su famoso poema "Oda al Santo", y se acercó a la obra del obispo de Hipona por medio de un interesante estudio literario en el que subraya sus dotes poéticas. Ya consagrado como una de las figuras intelectuales más destacadas de su Orden, en 1888 el padre Miguélez fue trasladado de nuevo a Valladolid, en donde asumió el cargo de redactor de la Revista Agustiniana. En la ciudad del Pisuerga, después de haber dado fin a su carrera de teología bajo la dirección del historiador el padre Tirso López, fue ordenado diácono y sacerdote por el cardenal Sanz y Forés, y cantó su primera misa el día 1 de enero de 1889.

Las numerosas fuentes historiográficas con que contaba a la sazón Valladolid y su provincia (especialmente, el Archivo de Simancas) acrecentaron su afición a la historia, que pronto arrojó frutos espléndidos en forma de libros tan amenos como eruditos. Entre ellos, resulta obligado destacar el titulado Un proceso inquisitorial, centrado en la figura de la Monja de Carrión y en el juicio a que fue sometida en el siglo XVII. Posteriormente, el padre Miguélez dio a la imprenta una de las obras que mayor fama habría de reportarle como historiador, la titulada Jansenismo y regalismo.

A la vuelta de una serie de viajes que realizó por toda la Península (en los que tomó un gran número de anotaciones para enriquecer su posterior obra histórica y artística), se trasladó de nuevo al El Escorial (1892), donde había sido llamado para colaborar en la revista agustina La Ciudad de Dios. Cuando empezó a funcionar la Universidad Escurialense, fue nombrado profesor de Historia Crítica, cargo que asumió con gran interés y dedicación, a pesar de que, ya por aquel entonces, su salud andaba bastante minada. Acabada la redacción de su magno estudio sobre Jansenismo y regalismo, comenzó a recopilar materiales para un nuevo proyecto monumental, la Historia eclesiástica de España; Pero en 1897 le ordenaron trasladarse a Madrid para ejercer allí el sacerdocio, por lo que se vio forzado a aplazar la redacción de este vasto estudio.

Sin embargo, en la capital de España, sin desatender en ningún momento sus labores pastorales, halló tiempo para publicar un sinfín de libros que le granjearon una bien merecida fama de autor prolífico y lo situaron en el epicentro de la vida cultural madrileña. Entre otros muchos títulos de contenido religioso, dio a la imprenta Los tesoros de la Cruz, El manual del Cofrade, Los trabajos de Jesús, Los nombres de Cristo, La venerable Madre Sacramento, etc. Pero, sobre todo, se destacó por su encendida defensa de la figura y la obra de mosén Jacinto Verdaguer, cuya rehabilitación como sacerdote se debió, en parte, a las ímprobas gestiones privadas realizadas por el padre Miguélez, uno de los mayores entusiastas de su producción literaria.

Entre los diferentes cargos eclesiásticos que desempeñó durante los más de diez años que pasó en Madrid, el de censor eclesiástico de la diócesis le permitió estar al tanto de cuanto se publicaba por aquellas fechas. Además, en representación de un antiguo maestro suyo, el padre Cámara (a la sazón, obispo de Salamanca), se asoció con el filósofo neotomista Juan Manuel Ortí y Lara para fundar entrambos un periódico de ideario católico, El Universal, empresa que dio pie a otro magno proyecto de crear toda una cadena de rotativos independientes. Pero, cuando ya estaba entregado a la penosa tarea de recabar financiación, un nuevo traslado paralizó esta onerosa singladura del Padre Miguélez.

En efecto, en 1909 consiguió un permiso especial del Padre General de los agustinos para desplazarse hasta México, donde había sido reclamado por el señor Montes de Oca -poeta, orador y obispo de San Juan de Potosí- para que pronunciara allí una serie de conferencias sobre la Historia Eclesiástica española en relación con la del país azteca. Los materiales que encontró allí después de dos años de investigación en archivos y bibliotecas le permitieron escribir otra de sus obras mayores, La independencia de Méjico, que aportaba gran cantidad de datos inéditos relativos a los tres siglos de dominación española.

Cuando la revolución de Francisco Ignacio Madero acabó con el gobierno de Porfirio Díaz, Manuel Fraile Miguélez se vio obligado a abandonar el suelo mejicano para regresar a España, donde inmediatamente fue destinado a la isla de Mallorca. Allí, incansable en su actividad intelectual, redactó dos tomos de documentos inéditos sobre la figura y la obra de Jovellanos. Posteriormente, fue otra vez trasladado al monasterio de El Escorial, en el que se hizo cargo de su biblioteca. A mediados de mayo de 1928, la muerte le sorprendió en este destino, después de haber escrito más de cien trabajos sobre materias tan diversas como la numismática, la arqueología, la historia, la mística, la crítica literaria y los estudios apologéticos.

Bibliografía

  • BLANCO GONZÁLEZ, CONRADO. "Un bañezano, el padre Miguélez, tenaz defensor de Mosén Jacinto Verdaguer", en XI Congreso Nacional de Cronistas Oficiales. Ponencias y comunicaciones. Barcelona 1984 (Barcelona: Ajuntament, 1985), págs. 65-68.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.