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Fox Morcillo, Sebastián (1528- ca. 1560).

Filósofo e historiador sevillano, aunque de familia originaria de Francia (se ha especulado sobre si su primer apellido no sería Foix, el mismo de la segunda esposa de Fernando el Católico). Inició sus estudios en España, donde se dedicó, sobre todo, a los de Humanidades, Latín y Griego, para pasar después a Lovaina, donde permanecería el resto de su breve vida, dedicándose de lleno a la filosofía hasta que Felipe II lo llamó a España para ser preceptor del Príncipe don Carlos. No llegó Fox a tomar posesión de tan honroso cargo, toda vez que se ahogó durante el viaje de vuelta a España. En Lovaina, formó Fox parte de un grupo de humanistas que, capitaneado por Pedro Jiménez, incluía a Fadrique Furió Ceriol, Fray Julián de Tudela, el doctor Morillo, Felipe de la Torre y Juan Páez de Castro. Dicho grupo fue acusado de heterodoxia por el dominico Fray Baltasar Pérez durante el proceso del arzobispo Carranza, aunque no nos consta que participara nuestro autor en ningún tipo de actividad pública de carácter religioso y sí tenemos constancia de sus protestas de catolicismo al comienzo de su De Naturae Philosophia, cosa que más adelante comentaremos. Muy bien pudiera, en cambio, ser recelo de fraile español frente a los humanistas que, residentes en países de conciencia más libre, podían no sujetarse a la ortodoxia romana, o bien que compartiera alguna de las ideas de Erasmo, que tampoco se separó nunca de la Iglesia y que fueron muy perseguidas durante los años centrales del siglo.

Su obra filosófica pertenece a la corriente platónica del XVI (Menéndez y Pelayo lo consideró la cima de dicha corriente) e incluye comentarios a diálogos del filósofo griego, como La República o el Timeo, así como buen numero de obras doctrinales (De Historiae institutione dialogus, publicado en 1557, De philosophici studii ratione, que vio la luz en 1554, De demonstratione, iusque necessitate ac vi, en Basilea en 1556, año en el que también sale de las mismas prensas De uso et exercitatione Dialecticae , así como de las de Amberes De regni, regisque institutione). En ellas, el joven autor trata temas tan diversos y de tanta importancia en la época como la educación del príncipe o la forma de escribir la historia, materia fundamental en un momento en el que los ambientes humanistas rechazan la tradicional historiografía medieval y en el que el conocimiento de más y mejores textos clásicos, así como el mayor cuidado en todo lo referente a crítica textual y el gusto por el estudio de fuentes archivísticas, llevan al deseo de una historia más atenta a la realidad y alejada del tono milagrero y fantástico que había pasado a los libros de caballerías (género, no lo olvidemos, que también padeció el desprecio y, más aún, el vapuleo de nuestros humanistas). Opina Fox que la historia no debe limitarse a una cronología en la que se inserten descripciones geográficas más o menos documentadas, sino que debe avanzar en el aspecto "científico" de la historia tal y como la entendemos en la actualidad, analizando las causas de los acontecimientos y la evolución de pueblos e instituciones, así como los avances de la ciencia. Asimismo, y contra el carácter fabuloso de la historiografía medieval que señalábamos líneas atrás, defiende Fox un narrador veraz y comprometido con los hechos que narra, que no se detenga ante las posibles represalias por contar la verdad.
También destaca Fox por el uso de la técnica dialogada, tanto en el De Historia Institutione citado como en De Iuventute y De Honore, publicados ambos en Basilea en 1556. En el primero de estos dos diálogos, plantea Fox un elogio de la juventud tanto más interesante cuanto que está escrito en plena juventud de un autor que no había de conocer la vejez. La alabanza de la juventud como la etapa más importante de la vida se opone al tradicional elogio de la vejez que, procedente de Cicerón, había discurrido por toda la Edad Media prefiriendo la experiencia acumulada por la edad a las posibilidades que el brío juvenil conlleva. Frente a esto, va a defender Fox la capacidad de la juventud de gobernarse y de participar en la política, así como su derecho a gozar de los placeres, defendiendo en este punto, con la independencia de criterio que le caracteriza, la doctrina del placer de Epicuro. Junto a ello, y dentro del optimismo vital que caracteriza al Renacimiento, ensalza Fox su época, especialmente en lo que al descubrimiento y desarrollo de la imprenta se refiere, así como a las mayores posibilidades que a la juventud otorgaba dicho descubrimiento: permitirles acumular una experiencia mayor en menos tiempo.
Es también importante su De Imitatione seu de informandi styli ratione libri II, publicado también 1554 y en Amberes, por cuanto en él se muestra Fox partidario de la lengua latina en el ámbito universitario. Dicha toma de partido se incluye en la polémica entre, por una parte, la escritura en latín o en romance, para temas científicos, filosóficos y teológicos, y, por otra, el uso del latín como única lengua dentro de la universidad, incluso para asuntos nimios y cotidianos como el encargar a los fámulos la compra, frente al uso restingido a la cátedra y la escritura que fue defendido, entre otros muchos, por el Brocense, arguyendo que el uso coloquial del latín había sido la causa de su deturpación durante los siglos medios. Contrario a esta idea, y partidario por tanto de una latinidad exclusiva, se muestra Fox Morcillo. No debemos desdeñar, a la hora de entender su postura, el hecho de aue él estudiase en los Países Bajos, donde el nivel del latín en las universidades era bastante más alto que en nuestras tierras. Junto con este aspecto, desarrolla Fox en De Imitatione su peculiar concepto de imitación, marcado por las preferencias personales del escritor que, si bien debe imitar para lograr alguna estima, no debe hacerlo de forma discriminada, sino atendiendo a aquellos modelos que se ajusten más a las peculiaridades estilísticas, personales y sociales de cada uno, de modo que el ejercicio de imitación, que lo es a la vez de selección, sirva como ejercicio de autobúsqueda. Personalmente, se decantaba Fox por los modelos griegos, aunque no dejase, dentro de la selección que preconizaba, de apreciar a Cicerón entre los latinos y a Pontano entre sus contemporáneos.
Con todo, la obra más importante de Fox Morcillo se publicó en Lovaina en 1554: es el De Naturae Philosophia, seu de Platonis et Aristotelis consensione en la que, aunque basándose en la filosofía platónica, proclama una independencia de criterio en el desarrollo de la materia de la obra, que se plantea en cinco libros y que no es otra que la confontación de las filosofías de Platón y Aristóteles con la intención de quedarse con aquello que, de ambas explicaciones del mundo, le convenciera más. La materia se divide en cinco sobre la formación de las cosas, las partes y elementos del Universo, los metales, minerales y meteoros, las plantas, los animales y el cuerpo humano y sobre el alma humana y sus facultades respectivamente. La originalidad, y la importancia, de la obra del autor que nos ocupa consiste en el hecho de que el careo entre ambas doctrinas se realiza al margen de la labor de comentaristas que las deformaban. Nos hallamos, por tanto, con un espíritu purista que se hermana con lo dicho más arriba sobre los estudios históricos y, más allá, con la corriente evangélica que, encabezada por Erasmo de Rotterdam, buscará la depuración textual de la Biblia y que encenderá agrias polémicas a lo largo de la primera mitad del siglo. Con todo, las simpatías platónicas de Fox harán que su explicación quede en lo que Abellán ha calificado de "un prudente innatismo de clara tendencia platonizante", consistente en admitir las nociones naturales, sobre las que se impondría todo lo recibido por los sentidos, que el alma va tamizando hasta hacerlo ideal. Dichas nociones naturales, sobre las que se impondría lo captado por vía sensorial, son de carácter vario e incluso heterogéneo, pues abarcan desde conceptos morales hasta los axiomas matemáticos, si bien las principales son las de "ser", "esencia", "accidente", "cualidad" y "moralidad". Considera Fox a ambos, nociones y sentidos, como recíprocamente necesarios.

G. Fernández San Emeterio.

Bibliografía

  • ABELLÁN, José Luis, Historia crítica del pensamiento español, Vol II: Madrid, 1979.

  • BATAILON, Marcel, Erasmo y España. Madrid, 1995 (5ª reimp.).

  • MARAVALL, José Antonio, Antiguos y modernos. Madrid, 1986.

Autor

  • G.F.S.E.