A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
ReligiónLiteraturaBiografía

Fonseca Suares, Antonio da (1631-1682).

Fraile, teólogo, poeta y soldado portugués, nacido en Vidigueira el 25 de junio de 1631 y fallecido en Torres Vedra el 20 de octubre de 1682. Célebre, al final de su vida, por sus hábitos piadosos y su poder de convicción a la hora de convertir fieles, fue conocido también por su nombre religioso de Antonio das Chagas ("Antonio de las Llagas").

Hijo de padre portugués y madre irlandesa, contó con el apoyo de sus progenitores para iniciar sus estudios en la Universidad de Évora, donde dio muestras de poseer una especial predisposición para las Letras (y, en particular, para el cultivo de la poesía). Pero, al quedarse huérfano de padre, perdió todos sus recursos económicos y se vio forzado a ganarse la vida como soldado raso del ejército portugués, en cuyas filas combatió durante las denominadas Guerras da Restauração.

Debido a su carácter pendenciero e impetuoso, en esta etapa juvenil de su vida cometió todo tipo de excesos, y ganó fama entre sus compañeros de tropa por los rocambolescos lances de armas y amores en los que se vio envuelto. Uno de aquellos episodios cambió radicalmente su trayectoria vital, pues hubo de abandonar el ejército y huir apresuradamente a Brasil, después de haber dado muerte a un enemigo en el transcurso de un duelo.

Perseguido por la justicia, se refugió en la ciudad de Bahía e, influido por la lectura de las obras pías de fray Luis de Granada (1504-1588), tomó la firme determinación de abandonar su vida disoluta e ingresar en una orden religiosa, con voto expreso de tomar el hábito franciscano. Con tal resolución regresó a Europa, donde, distraído por los escenarios y la compaña de sus antiguas correrías, olvidó sus promesas piadosas y volvió a abandonarse a los placeres terrenales. Pero un nuevo lance violento vino a marcar un punto de inflexión en su agitada peripecia vital en 1662, cuando, a raíz de una agria riña que mantuvo en Setúbal con otro aventurero pendenciero, resultó gravemente herido y advirtió que era llegado el momento de cumplir los votos que había hecho.

La devoción que sentía por San Francisco de Asís (ca. 1181-1226) le condujo hasta el convento que ocupaba la comunidad franciscana de Évora, donde, tras haber profesado con el ya mencionado nombre de Antonio das Chagas, despuntó por su entrega al estudio y por su antiguo interés por las Letras. De ahí que fuera enviado por sus superiores a la Universidad de Coimbra, para que cursara estudios de Teología, materia en la que pronto adquirió una notable reputación.

A partir de entonces, Antonio das Chagas comenzó a recorrer infatigablemente los púlpitos y altares de Castilla y Portugal, donde, merced a sus poderosas dotes de convicción como predicador, propició numerosas conversiones. Fundó el seminario de Torres Vedras, y tanta fama llegó a acumular como predicador que, a su muerte, fue venerado como si de un santo se tratase. Dueño una asombrosa facilidad de palabra y un estilo barroco y convincente en sus pregones, acompañaba esta facundia con un poderoso dominio gestual que le convertía en uno de los predicadores más singulares de su tiempo. Los escritos de la época le recuerdan como un orador teatral que, incluso estando encaramado al púlpito, no dudaba en improvisar aspavientos irreverentes con tal de reforzar sus prédicas; y, para hacer llegar el sentido de sus palabras a los fieles más incultos, recurría a efectos mímicos tan llamativos, en un predicador de su tiempo, como la exhibición de huesos y calaveras, o el acto de abofetearse a sí mismo (como si quisiera dar a entender que se arrepentía y humillaba en público por su antigua conducta disipada). Y, simultáneamente, sabía cautivar a los ingenios más sutiles con agudas exhibiciones orales de los principales procedimientos retóricos del conceptismo y el culteranismo.

Muchos de sus sermones quedaron recogidos, tras su muerte, en dos obras impresas tan sugerentes como Sermões Genuínos (Sermones genuinos, 1690) y Cartas Espirituais (Cartas espirituales, 1ª parte, 1684; 2ª parte, 1687). Esta última, considerada como su obra maestra, se compone de doscientas sesenta y ocho epístolas en las que Antonio da Fonseca Soares, haciendo gala de ese pintoresco estilo suyo que mezcla a parte iguales lo popular y lo culto, refleja a la perfección el carácter de un hombre tan excepcional como él, convertido por medio de estas cartas en uno de los principales representantes de la prosa barroca portuguesa.

Escribió, además, otras obras en prosa de temática religiosa y marcado tono ascético, casi todas inéditas en el momento de su muerte, aunque enseguida rescatadas del olvido tanto por los devotos seguidores de su ejemplo cristiano como por los admiradores de su estilo literario. Entre ellas, cabe recordar las tituladas Faiscas de amor divino e lagrimas da alma (Lisboa, 1683), Obras espirituaes (Lisboa, 1684-1687), O Padre nosso commentado (Lisboa, 1688), Espelho do Espirito em que deve verse e comporse a Olma (Lisboa, 1683), Escola da penitencia e flagello dos peccadores (Lisboa, 1687), Semana Santa espiritual y Ramilhete espiritual (Lisboa, 1722). Y sobresalió también, como ya se ha apuntado más arriba, por su inspirada vena poética, plenamente inserta en la tradición gongorina que, durante todo el siglo XVII y buena parte del XVIII, influyó en gran parte de los poetas de la Península Ibérica.

Autor, en efecto, de numerosos poemas en los que hizo alarde de un perfecto dominio de las formas métricas que estaban en boga en su tiempo, dejó recogidas muchas de sus composiciones en otros volúmenes que, como ocurriera con la mayor parte de sus prosas, también vieron la luz póstumamente. Entre estas recopilaciones de sus versos, cuajadas de sonetos, romances, madrigales, décimas y glosas, sobresalen las tituladas A Fénix Renascida (Lisboa, 1728), O Postilhão de Apolo y Canciones.

La mayor parte de las composiciones poéticas breves de Antonio da Fonseca Soares están inspiradas en acontecimientos reales de su vida, así como en los sentimientos que dichos eventos despertaron en el poeta. Son pues, en su mayoría poemas de circunstancias, pero enriquecidos con una aleccionadora enseñanza que, dentro de la más pura tradición barroca, muestra el desengaño al que está condenado el ser humano, y en especial quien se empecina en abrazarse a los bienes y goces terrenales. Además de estas piezas, es recordado por dos largos poemas heroicos de espléndida factura -"Mourão Restaurado" y "Canto Panegírico à Vitória de Elvas"-, en los que dejó elocuentes testimonios de su paso por la milicia; y por un poema mitológico, muy del gusto de su tiempo, titulado "Filis y Demofonte".

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.