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HistoriaPolíticaBiografía

Filipo II, Rey de Macedonia (382-336 a.C.).

Rey de Macedonia, fue hijo de Amintas III y de Eurídice. En el año 367 a. C., Pelópidas lo hizo rehén suyo y se lo llevó a Tebas; permaneció tres años en Beocia, donde Epaminondas le enseñó política y estrategia militar, conocimientos que el joven Filipo empleó después para someter a Grecia. A la muerte de sus hermanos Alejandro II y Perdicas III, Filipo fue nombrado regente del reino en el año 359 a. C. en nombre de su joven sobrino Amintas, hijo de Perdicas, y se proclamó rey en el 356 a. C. A partir de ese momento, Filipo inició una política de engrandecimiento de Macedonia; para ello, comenzó con la unificación de los pequeños principados semi-independientes de la región, favoreció la expansión de la cultura griega y apoyó el desarrollo del comercio. Llevó también a cabo una importante política de conquistas en Tracia y Tesalia; se ganó el favor de Atenas, que se vio obligada a entregar a Filipo Pidna a cambio de Anfípolis, lo que no era más que una estrategia para asentar allí su poder.

Filipo inició también una reforma importante del ejército popular macedonio, al que por medio de una férrea disciplina y de nuevas disposiciones tácticas consiguió convertir en uno de los más poderosos del momento. Al mismo tiempo, desplegó una hábil política exterior, con la que logró aprovecharse de las disensiones internas entre las diferentes ciudades-estado griegas. En esta política de conquistas, el rey macedónico fundó la ciudad de Filipos en Tracia en el 356 a. C., con lo que se inició la costumbre de poner los nombres de los soberanos a las nuevas ciudades, algo que se haría popular con Alejandro y con los Diádocos. En este mismo año, se casó con Olimpia, la sobrina del rey de Epiro, con lo que ganó un nuevo aliado. También en el año 356 a. C. nació su hijo Alejandro.

Por otro lado, los excelentes rendimientos de las minas de oro de Pangeon, recién conquistadas, hicieron aún más fuerte la política de Filipo, pues pronto su oro pudo competir con el de los persas. Su política expansionista le llevó a extender los dominios de Macedonia, que alcanzó la costa tras vencer en sucesivas luchas a los ilirios, alargar su frontera hasta Tracia y someter la ciudad griega de Metone en el 354 a. C. En su deseo de expansión hacia el Este, Filipo entró necesariamente en conflicto directo con los atenienses, aunque en un principio intentó una penetración pacífica. Desde luego, el enfrentamiento tuvo mucho que ver con la enemistad del gran orador Demóstenes, que con sus encendidos discursos convenció a los griegos para luchar contra el monarca macedonio. Filipo decidió finalmente participar en la Guerra Sagrada y arremeter contra los calcídicos; al mismo tiempo, consiguió que los habitantes de Eubea se rebelasen contra Atenas (349-348 a. C.); ese mismo año, Olinto cayó en su poder y, tras esa ciudad, gran parte de las demás villas de la Calcídica. Tras estos sucesos, Filipo firmó la paz con Atenas (la Paz de Filócrates) en el 346 a. C. Pero esta paz no fue más que un breve respiro, pues pronto atacó las Termópilas. Tras la firma de un rápido tratado, Filipo consiguió que se le transfiriesen dos votos en el Consejo de los Anfictiones. Gracias a estas victorias y a su agudeza como político, Filipo se introdujo de una manera efectiva en la vida de Grecia; de hecho, el famoso orador Isócrates dio a conocer por esta época su epístola a Filipo, en la que invitaba a al rey a dirigir a todos los griegos contra los persas.

Después de lograr esa representación en la anfictionía de Delfos, Filipo se dirigió a Tracia y al Quersoneso; a continuación, la Liga Helénica, dirigida por los ateniense y apoyada por los persas gracias a la política desplegada por Demóstenes, logró algún descalabro de Filipo en Perinto y Bizancio; sin embargo, Filipo no sufrió mucho en aquellas derrotas y, durante su incursión por el territorio griego, causó algunos daños en las poblaciones del Quersoneso. Por fin, Filipo, robustecido tras sus victorias en el Danubio, consiguió vencer a los griegos en Queronea. Esta última victoria le sirvió para asentar su dominio sobre Grecia (338 a. C.), a la que ofreció una constitución federal mediante la formación de la Liga de Corinto, de la que él mismo se nombró hegemón. Esta maniobra le iba a permitir iniciar la guerra contra Persia, pero antes de hacerlo murió asesinado por Pausanias en Egas en el 336 a. C. a la edad de 46 años.
A pesar de los tintes negativos con que describe su figura el gran orador ateniense Demóstenes, Filipo fue uno de los más grandes soberanos del mundo antiguo. Así nos lo describen el orador Isócrates y el historiador Éforo, quienes lo veían como un gran líder para el mundo griego; de igual modo, el también historiador Teopompo llegó a afirmar que Europa no había producido nunca un hombre tan grande como Filipo. Filipo fue un organizador brillante, un general audaz y un diplomático extremadamente astuto, que no vaciló en conseguir por caminos sinuosos lo que no podía lograr de otra manera. De igual modo, nos han llegado noticias y comentarios sobre su falta de moderación en su vida privada, sobre todo en lo referente a su relación con las mujeres, con lo que se ganó fama de adúltero. De todos modos, Filipo consiguió algo que nunca nadie había logrado antes: la unificación de toda la Península Balcánica bajo el mando macedónico, con lo que puso los fundamentos para los grandes éxitos de su hijo y sucesor Alejandro Magno.

T. Jiménez Calvente.

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