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PinturaBiografía

Fernández, Juan, "El Labrador" [pintor español] (siglo XVII).

Pintor español del que se desconocen los lugares y fechas de nacimiento y muerte y que recibió el sobrenombre de El Labrador. Está documentado entre los años 1630 y 1636, y pintó sobre todo naturalezas muertas, especializándose en los cuadros de uvas. Gozó todavía en vida de un enorme prestigio internacional, y entre los coleccionistas de sus bodegones se encontraban numerosos nobles de las cortes de España, Inglaterra y Francia, dato que no deja de ser sorprendente, si se tiene en cuenta que la pintura de naturaleza muerta ocupaba en el siglo XVII el último escalón de la jerarquía de los géneros pictóricos, presidida por la pintura religiosa y de historia.

Su apodo de El Labrador y fuentes contemporáneas indican que el pintor vivía fuera de Madrid, y que visitaba la capital casi exclusivamente por Semana Santa para vender los cuadros que había realizado a lo largo de un año y para entregar pinturas encargadas. La actual escasez de documentación biográfica, resultado del alejamiento de la corte del propio pintor y de los pocos contactos personales que mantuvo, hace que El Labrador, internacionalmente reconocido en vida, sea hoy un artista enigmático y muchas veces confundido con otros autores y personas homónimas.

La identificación que hace Antonio de Palomino de Castro y Velasco de este pintor con un artista procedente de Extremadura (según Palomino, probablemente Badajoz), muerto alrededor de 1600 y discípulo de Luis de Morales El Divino, resulta ser tan equivocada como la de Juan Fernández El Labrador con el Juan Labrador nacido en 1531 en Jaraicejo en la Provincia de Cáceres (Díaz Pérez, 1884) o con el agricultor Juan Fernández Labrador, fallecido en 1657 en Madrid (Harris/Troutman). Habrá que verificar además si la constatación documental de un pintor Juan Fernández, activo en Madrid, nacido antes de 1587, mencionado en 1612, 1613, 1616 y fallecido en 1657, se refiere al mismo pintor de naturalezas muertas.

Llamado Juan Labrador por Palomino y Ceán Bermúdez (1800), figura en los inventarios de los siglos XVII y XVIII solamente como El Labrador, en el inventario de bienes de Diego Felipe de Guzmán, marqués de Leganés, de 1655, y en el de Ramiro de Quiñones de 1660 como "el labrador de las navas"; esto ha llevado a suponer su procedencia castellana, a pesar de que la palabra "navas" pueda tener también el significado general de llanura. Su única firma conocida hasta el momento (el labrador./Ju. Fernadez./1636) en el pequeño florero redondo (óleo sobre tabla), publicado en 1972 y actualmente en una colección particular, confirma que El Labrador es el apodo de un pintor llamado Juan Fernández.

Aunque Palomino, Ponz (1776), Ceán Bermúdez e inventarios de la época confirman su dedicación a la pintura de flores (dedicación que, según una carta del embajador inglés en Madrid, sir Arthur Hopton, a su antecesor en el cargo, sir Francis Cottington, ha sido inspirada por el propio Hopton), sólo se le conoce otro florero aparte del tondo mencionado anteriormente. Este otro florero es el que figura en 1651 en el inventario de Gaspar Méndez de Haro y Guzmán, marqués de Eliche, y el que se puede identificar con el cuadro fragmentado en el Museo del Prado, que hasta 1978 era atribuido a Francisco de Zurbarán.

Ya que todos los bodegones de frutas que pueden ser atribuidos a Juan Fernández El Labrador (por razones estilísticas o por haber sido identificados documentalmente) contienen uvas, se le puede considerar creador y primer especialista español en este nuevo subgénero pictórico, que causó un fuerte impacto en los bodegonistas españoles y, sobre todo, en Juan de Espinosa. Los coleccionistas de sus cuadros de uvas se encontraban en las cortes de España, Inglaterra y Francia, y muchos de ellos eran miembros de la más alta nobleza del momento. En 1639 se mencionan tres de sus bodegones en la colección de Carlos I, rey de Inglaterra, entre ellos el Bodegón de membrillos y bellotas (Londres, Hampton Court Palace), que entre 1633 y 1635 fue enviado por lord Hopton de Madrid a lord Cottington en Londres.

Del gran prestigio del pintor da testimonio también el hecho de que entre las pinturas que el arquitecto, pintor y coleccionista romano Giovanni Battista Crescenzi, residente de Madrid desde 1617, ofreció en 1630 a Carlos I de Inglaterra, se encontraban cuatro bodegones con uvas de El Labrador (Cherry ha aclarado que no se trata de paisajes, como se ha pensado hasta 1999) y que entre los numerosos bodegones mencionados en el inventario de las pinturas de Crescenzi, redactado en 1635, el año de la muerte del arquitecto romano, soló se menciona el autor en el caso de un bodegón de uvas de El Labrador.

Es muy probable que Crescenzi, que tenía fama de aficionado a la pintura de naturaleza muerta, fuese el mecenas de El Labrador y que además le iniciase en la pintura de naturaleza muerta a través de propias pinturas y bodegones de Pietro Paolo Bonzi y del Maestro de los bodegones de Aquavella.

A pesar de que en el inventario de bienes del orfebre Alonso González, que firmó Antonio de Pereda en 1670, también figuran ocho cuadros de contenido religioso de El Labrador, son los bodegones de uvas los que ocupan la mayor parte de la producción artística de este pintor. Bodegones de uvas suyos se han podido encontrar en la colección del Contable de Su Majestad, Domingo Soria de Arteaga (1644), en el inventario de los bienes del marqués de Leganés (1655), entre las pertenencias de Francisco Merchant de la Cerda (1662), en el inventario del décimo primero Earl of Northumberland (1671), en el catálogo de subasta de la colección de sir Peter Lely (1682) y, entre 1687 y 1689, en el inventario del séptimo marqués de Carpio (marqués de Eliche).

El francés Felibién (1666), aunque consciente y partidario de la jerarquía de los géneros pictóricos, cuyo último escalón ocupaba la pintura de naturaleza muerta, sitúa a El Labrador entre los mejores bodegonistas mencionándole junto a los franceses De Somme y Michel Ange de Batailles. Se sabe que uno de los bodegones de El Labrador formaba parte de la colección del Palacio del Louvre de Ana María de Austria, la hermana del rey de España, Felipe IV, y esposa de Luis XIII, rey de Francia.

En el siglo XVIII y XIX se pueden encontrar bodegones suyos en las colecciones del Earl of Pembroke (1767), en el Palacio del Buen Retiro (1772, el cuadro mencionado en el inventario es probablemente idéntico con el Bodegón de manzanas, uvas y bellotas del Museo del Prado, también atribuido a Juan de Espinosa), en el Palacio Real (1776 y 1811) y en la colección del infante Sebastián Gabriel de Borbón.

En su obra bodegonista se puede distinguir entre las naturalezas muertas con variedad de distintas frutas y las pinturas en las que solamente se ven uvas colgadas desde cuerdas, cuyo punto de fijación no está representado por hallarse supuestamente fuera de la superficie pictórica. Los bodegones que al mismo tiempo representan uvas, frutas de árbol y bellotas en el Museo del Prado, en Hampton Court Palace y en colecciones particulares (como Bodegón de uvas, bellotas y manzanas en salvilla, que se encontraba hasta 1979 en la Colección Hohenlohe de El Quexigal, o el Bodegón de uvas, manzanas y vasija de barro que en 1995 estaba en venta en Sotheby´s, en Londres) parecen anticipar las piezas nocturnas y de suelo de bosque de la pintura neerlandesa, no sólo por su intencionado tenebrismo, sino también por un inusual envejecimiento de los pigmentos, responsable de una fuerte alteración de los efectos de color, luz y sombra. Mientras que estos cuadros se caracterizan por la superación del aislamiento del motivo y de la severidad compositiva de los primeros bodegones españoles, a través de una disposición de los objetos que pretende ser casual, las pinturas de uvas colgantes que le son atribuidas en el Museo Cerralbo y en la Colección Naseiro de Madrid representan el verdadero mérito intelectual y creativo de su producción artística.

Al mismo tiempo, la copia verídica del almacenamiento habitual de alimentos en el siglo XVII y la adaptación congenial de la descripción literaria que hace el escritor romano Plinio de la pintura del famoso artista griego Zeuxis (en la que uvas pintadas atrajeron a pájaros auténticos) estos cuadros todavía van más allá, dando testimonio de un directo conocimiento visual de las naturalezas muertas de la antigüedad.

Bibliografía

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  • VALDIVIESO GONZÁLEZ, E. "Un florero firmado por Juan Fernández El Labrador“. AEA 45:1972

Felix Scheffler

Autor

  • 0211 Felix Scheffler