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PolíticaBiografía

Espagne, Carlos (1775-1839).

General español de origen francés, conde de España nacido en el condado de Foix en 1775 y muerto en Cataluña en 1839. Su padre, el marqués de Espagne, descendiente de príncipes soberanos, le destinó a la carrera de las armas, y entró en una compañía de la después célebre Casa-Roja de Luis XVI. Enemigo de la Revolución Francesa (que le despojaba de sus títulos y que condujo al cadalso a varios individuos de su familia), militó en el ejército de los príncipes hasta su disolución. Marchó entonces a Inglaterra, y desde allí solicitó pasar al servicio de España; lo consiguió en 1792. Combatió a sus compatriotas y a los ingleses en las guerras que contra ellos sostuvo España, y cuando estalló la de la Independencia, se distinguió en varios combates en Cataluña, Castilla y Extremadura y llegó al empleo de mariscal de campo, con el cual fue nombrado gobernador militar y político de la provincia de Madrid en 1812. Asistió a las últimas batallas de aquella guerra y, después de la vuelta de Fernando VII, se le confió el mando de la provincia de Tarragona; en 1817 fue elevado, título de Castilla y, en 1818 nombrado segundo cabo de Cataluña, en cuyo puesto le halló la revolución de 1820. Depuesto de su destino, pasó a la isla de Mallorca en virtud de real orden, y allí recibió en 1822 una orden secreta de Fernando VII, en cumplimiento de la cual marchó a París, Viena y Verona a activar la ocupación de España para conseguir el restablecimiento del gobierno absoluto. Consumada la reacción fue nombrado en 1823 virrey y capitán general de Navarra; pasó al año siguiente a la capitanía general de Aragón, y en aquel destino tuvo ocasión de sofocar una rebelión carlista en Molina de Aragón y castigar a los rebeldes.

Finalmente, el año 1827 una tentativa de insurrección en Cataluña hizo que se le confiase el mando militar de aquel principado, y allí fue donde el conde de España dejó un recuerdo que vivirá largo tiempo en la mente de los catalanes. Cinco años desempeñó aquel mando, y especialmente durante los de 1828 y 1829 se vio aquella capital convertida en teatro de todos los horrores que puede meditar y llevar a cabo el más feroz y sanguinario déspota. Centenares de personas eran arrancadas de sus casas sin saber por qué y encerradas en los calabozos, sin que sus familias volvieran a tener noticias suyas, y sólo de tiempo en tiempo el estampido del cañón anunciaba a los aterrados habitantes que se acababa de verificar una ejecución; se verá a poco rato cierto número de cadáveres sangrientos colgados de una horca que al efecto se había colocado en la ciudadela; millares de individuos salieron hacia los presidios de África y destierro, sin que a ninguna de tales sentencias acompañase un juicio formal, puesto que no se presentaban testigos ni pruebas, y sólo una fórmula de acusación fiscal bastaba para condenar. El trato que recibían los presos era, por otra parte, tan horrible, que se dió un gran número de suicidios.
En 1830 sofocó una insurrección carlista de las montañas, y envió a presidio a su jefe Manuel Ibáñez, por otro nombre el Llarg de Copons; de aquí provino el odio que le profesaban los carlistas. Por fin llegó el mes de diciembre de 1832 y Cataluña lanzó un grito de alegría al ver llegar a un nuevo capitán general. El conde de España, después de correr grave riesgo de perder la vida, se trasladó a Mallorca, de donde huyó a principios del año 1833, para refugiarse en Francia. Residió en varias poblaciones, visitó su país natal, y después se encaminó de nuevo a España con objeto de ingresar en el ejército carlista, pero las autoridades francesas le detuvieron en Perpiñan y le trasladaron a la ciudadela de Lila. Allí pasó mucho tiempo, e hizo todo lo posible por burlar la vigilancia de que era objeto, hasta el punto de permanecer dieciocho meses en cama fingiéndose enfermo; por fin pudo fugarse y penetrar en España en 1838.
Llegó a Berga, y poco después tomó el mando de todas las fuerzas de Cataluña; pero aquel hombre, cuyo pasatiempo era la matanza y la destrucción, empezó a disponer fusilamientos por la más leve falta, y mandó destruir cuantas propiedades existían a una legua de Berga, excesos que, unidos a las derrotas que sufrió, sublevaron contra él a los de su partido y ocasionaron su fin. Hallándose en el pueblo de Avia, en la casa en que celebraba sus sesiones la junta de Berga, dos o tres de los miembros que la componían se lanzaron sobre él, le sujetaron y le montaron en una mula; le hicieron conducir hasta un sitio llamado Paso de los Tres Puentes, junto al Segre, donde después de darle un golpe en la cabeza, le echaron una soga al cuello, a ella ataron una piedra y lo precipitaron río. Su cadáver fue hallado en una isleta del mismo entre el puente del Espía y el inmediato a Oliana.

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