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HistoriaLiteraturaBiografía

Erauso, Catalina de (1592-1635).

Heroína española, nacida en 1592 en San Sebastián y muerta en Cuitlaxtla (México) en 1650. Conocida con el sobrenombre de la "monja alférez", combatió, disfrazada de hombre, en la guerra de Chile contra los araucanos, además de vivir infinidad de aventuras en Panamá, Perú y México. El papa Urbano VIII le concedió el inusual permiso de poder vestir ropas de hombre.

Era hija del capitán Miguel de Erauso y de María Pérez de Galárraga, naturales y vecinos de dicha villa. Algunos autores han asegurado que nació anteriormente, pero su partida de bautismo es del año 1592. Catalina fue internada a los cuatro años en el convento de dominicas de la capital donostiarra, donde al parecer tenía una tía. A los quince años decidió abandonar el convento después de ser maltratada por una monja; el 18 de enero de 1600 cogió las llaves del mismo mientras las monjas rezaban y salió a la calle, que veía por primera vez en su vida.

Se vistió de hombre y fue a Vitoria, donde estuvo tres meses al servicio del catedrático Francisco de Cerralta, a quien hurtó algún dinero para poder llegar a Valladolid. Allí se empleó como paje de Juan Indiáquez bajo el falso nombre de Francisco Loyola. Recorrió luego diversas ciudades del norte de España y finalmente embarcó en Pasajes. Arribó a Sanlúcar de Barrameda, donde el año 1603 se enroló como grumete en la flota de Luis de Fajardo. Desembarcó en Nombre de Dios y se encaminó a Panamá, donde entró a servir a un factor que tenía negocios en Perú. Esto le permitió conocer a un mercader de Trujillo, en Perú, a donde se encaminó poco después. Estuvo luego en Saña, donde ejerció como tendero y aprendió esgrima, destacando pronto como un diestro espadachín. Su amo intentó casarla con su hija Beatriz de Cárdenas, por lo que tuvo que huir de la ciudad y volver a Trujillo. Aquí estuvo presa por matar a una persona en una reyerta, pero logró escapar y refugiarse en una iglesia. Tras explicar sus descargos quedó en libertad y fue a Lima, donde se vio envuelta en otro lío de faldas. Se buscaban entonces soldados para la guerra de Chile y Catalina se alistó a las ordenes del capitán Gonzalo Rodríguez, bajo el nombre de Alonso Díaz Ramírez de Guzmán. Fue enviada a Concepción, donde estaba la base del frente de guerra contra los araucanos.

Erauso fue a parar al presidio de Paicabi, donde combatió tres años contra los indios. Demostró su gran valor numerosas veces y fue herida en un combate, por lo que se la ascendió a alférez de la compañía del capitán Gonzalo Rodríguez, con quien sirvió otros cinco años. De aquí pasó al presidio de Nacimiento, donde siguió su vida militar. Parece que entonces mató a su hermano en un percance, por lo que abandonó Chile. Fue a Tucumán y Potosí, permaneciendo dos años en la última de dichas poblaciones como Ayudante del Sargento Mayor. En la Plata tuvo otro problema de faldas y cuchilladas. En una casa de juego de Charcas estuvo a punto de matar a otro hombre y en la Paz fue condenada a muerte tras acabar con la vida del corregidor Barraza. Logró escapar y fue a parar a Cuzco, donde tuvo otro incidente por el juego, dando muerte a un vecino llamado Cid, que había intentado robarle; en el incidente quedó herida. Se restableció a los cuatro meses y emprendió viaje a Huamanga, perseguida por la justicia en todo Perú.

Huancavelica fue el escenario de su última aventura. Logró huir tras ser reconocida por el corregidor en una casa de juego, pero dos días después unos alguaciles la identificaron. Se produjo una reyerta y al escándalo acudió el obispo Carvajal, que se hizo cargo de su persona ante la justicia. Erauso reveló entonces al obispo su condición de mujer, lo que le dejó asombrado. Fue reconocida por unas matronas que certificaron su sexo y que además la encontraron virgen. Quedó entonces bajo su protección y vistió el hábito de clarisas en Huamanga y en Lima. Su fama se extendió por todo el Perú y fue recibida por el arzobispo y por el virrey Francisco de Borja.

Tras permanecer dos años en el convento de San Bernardo de la capital peruana decidió regresar a España. Zarpó de Cartagena el año 1624 en la armada del general Larraspuru y durante el viaje tuvo otro incidente por el juego. Estuvo luego unos años en Cádiz, Sevilla y Madrid. Quiso ir a Roma para ganar el jubileo, pero al pasar por Francia fue detenida como espía y tuvo que regresar. De nuevo en Madrid hizo un memorial de servicios al rey para solicitar una pensión. Fue presentada al Consejo y obtuvo una renta de 800 escudos en 1625. Volvió a su idea del jubileo y se dirigió a Barcelona para embarcar hacia Roma. En el trayecto fue asaltada y quedó en la miseria. En Barcelona tuvo que vivir de la mendicidad hasta que pudo entrar en contacto con el marqués de Montes Claros, que la condujo ante Felipe IV. El rey escuchó asombrado su relato y mandó darle cuatro raciones de alférez y 30 ducados. Gracias a este dinero pudo llegar a Roma. El Papa Urbano VIII la recibió y le otorgó permiso para seguir usando su indumentaria masculina. Fue también convidada por varios príncipes y cardenales, maravillados de sus andanzas. De Roma pasó a Nápoles, donde concluyó su autobiografía, pero no su biografía.

Estuvo en Sevilla en el año 1630, cuando Pacheco pintó su famoso retrato. Ese mismo año volvió a Indias, pero esta vez a Nueva España. Durante el viaje tuvo relaciones con una dama cuyos padres estaban en México y por la que al parecer estuvo a punto de batirse con su pretendiente, ya que se había enamorado de ella. Pasó sus últimos años ejerciendo el oficio de arriera del camino de México a Veracruz, transportando pasajeros y equipajes. Uno de tales pasajeros, fray Diego de Sevilla, la describió con estas palabras: “andaba en hábito de hombre...y traía espada y daga con guarniciones de plata”, añadiendo que tendría unos cincuenta años y que era “de buen cuerpo, no pocas carnes, color trigueño, con algunos pocos pelillos por bigote”. En 1650 enfermó en el camino de Veracruz y murió en Cuitlaxtla.

Su biografía fue descubierta en 1784 por Juan Bautista Muñoz entre un conjunto de papeles que tenía en Sevilla el poeta Cándido García Trigueros. El manuscrito original, que recoge un memorial de méritos y servicios del alférez Erauso, fue a parar a manos de Joaquín María Ferrer, que lo publicó en París el año 1829, añadiendo la comedia titulada La Monja Alférez de Juan Pérez Montalbán, que fue representada en Lima el año 1830 y luego se prohibió. Aunque el relato es fantástico tiene un fondo de veracidad, pues, como hemos visto, el personaje existió, y muchos de los servicios prestados se recogen en los archivos. Existe además otra prueba irrefutable de su existencia: el retrato realizado por Pacheco.

Bibliografía

  • ERAUSO, C. Historia de la Monja Alférez. Paris, 1929. (Su propia autobiografía, acompañada de notas y piezas justificativas).

  • PUMAR MARTINEZ, C. Españolas en Indias. Madrid, Biblioteca Iberoamericana, Anaya, 1988.

MLS

Autor

  • 0109 MLS