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HistoriaPolíticaBiografía

Elio Adriano, Publio. Emperador de Roma (76-138).

Emperador romano (117-138 d.C.) nacido en Italica (la actual Sevilla) provincia de Bética, el 24 de enero del año 76 d.C. y muerto en Bayas, cerca de Nápoles, el 10 de julio del 138 d.C. A los diez años de edad quedó huérfano, momento en el que su tío, el emperador Trajano, y Acilio Attiano, más tarde prefecto de su guardia pretoriana, asumieron su tutela. Su educación se realizó en Roma, donde destacó por su afición al arte y literatura griega, hecho que le hizo ganarse el apelativo de graeculus (pequeño griego). Su carrera en el cursus honorum dio comienzo en el año 91 d.C., cuando fue nombrado cónsul. En el año 95 sirvió como tribuno en la legio II Adjutrix, establecida en la provincia de Mesia inferior. En el 96 d.C. fue transferido a la legio V Macedonica. En el año 100 d.C. casó con Vibia Sabina, sobrina-nieta del emperador Trajano. Adriano fue promocionado al cargo de questor durante el 101 d.C. Participó junto a Trajano en la región del Danubio en la primera guerra Dacia del año 102.

Busto del emperador Adriano. Palacio Real. Madrid.

Una vez concluida en el año 105 d.C. fue nombrado tribuno de la plebe, cargo que le sirvió para conseguir, un año después, el título de pretor, momento en el que volvió a servir en la segunda guerra Dacia. Adriano continuó se brillante carrera política y en el año 107 d.C. se le confirió el gobierno de la provincia de baja Panonia como delegado del emperador (delegatus propraetore). Sólo un año después llegó a la cumbre de la vida política romana al conseguir el consulado. Adriano participó, siendo legado en Siria, en la campaña emprendida por el emperador Trajano contra los partos. El 9 de agosto del 117 d.C. Adriano recibió la noticia de que había sido adoptado por Trajano, lo que le colocaba en la vía directa para sucederle. Dos días después moría Trajano. La proclamación de Adriano fue realizada con el apoyo del ejército y el Senado. Su primera medida fue la de firmar un acuerdo de paz con Cosroes, rey de los partos, mediante el cual renunciaba a las recientes conquistas romanas más allá del Éufrates: Mesopotamia fue abandonada y Armenia volvió a ser considerada un estado vasallo. La política exterior pacífica emprendida por Adriano provocó los recelos de un sector del Senado, encabezado por Cornelio Palma y Lusio Quieto, que protagonizaron una conspiración abortada en el 118 d.C.

La relativa paz exterior no significó un descuido de los aspectos militares del Imperio. Muy al contrario, Adriano llevó a cabo un reforzamiento de las fronteras con tanto acierto que el trazado quedaría fijado, sin apenas necesidad de nuevas reformas, hasta la caída del Imperio. Observó la necesidad de reforzar las fronteras tras haber emprendido un largo viaje a través de las provincias entre 121-125 d.C. El limes se consolidó sobre todo en la región de los Agri Decumates y en el norte de Britania, donde fue levantado un formidable muro de piedra de cien kilómetros, que se extendía desde la desembocadura del Tyne hasta el golfo de Solway First. Así mismo, para incrementar los reclutamientos, destinó a los legionarios a sus provincias de origen, ya que impuso la permanencia de los soldados en sus campamentos de destino. Adriano acometió con ímpetu la tarea de centralizar el poder del emperador, por lo que creó el Consejo del Príncipe, órgano donde se daban cita sus principales colaboradores suyos en las tareas de gobierno y legislación, heredero del amici principi, que restaba poder al Senado.

Ayudado por Salvio Juliano Prisco y Celso, llevó a cabo una importante reforma legislativa con la promulgación del Edictum Perpetuum (131 d.C.), que suplía la multiplicidad de edictos publicados hasta el momento por los pretores y magistrados. La legislación imperial pasó a tener la iniciativa y se concretó por medio de los edicta (prescripciones imperativas), decreta (sentencias de justicia), rescripta (respuestas a casos judiciales concretos) y mandata (instrucciones a gobernadores provinciales). No descuidó tampoco la protección de los pequeños propietarios, a los que dedicó la lex Hadriana de rudibus agris mediante la que favoreció la extensión de la pequeña propiedad frente a la ganadería, ya que concedía exenciones fiscales y la propiedad a todo aquel campesino que pusiera en explotación tierras incultas o abandonadas. Movido por su benignidad prohibió los sacrificios humanos y penó las muertes de los esclavos a manos de sus dueños. La tranquilidad general de su gobierno se vio turbada con la revuelta de los judíos del año 132 d.C., que fue encabezada por Bar Kochba y Eleazar, motivada por el deseo de construir sobre las ruinas de Jerusalén la colonia romana de Aelia Capitolina. El propio emperador acudió en persona a Palestina para controlar el levantamiento, que no pudo ser sofocado hasta el año 135 d.C. Murieron casi 200.000 judíos y otros muchos fueron vendidos como esclavos.

Adriano no perdió nunca los deseos de aprender y conocer nuevas cosas. Tertuliano dijo de él que tenía verdadera pasión por las curiosidades (curiositatum omnium explorator). Fue un verdadero antecesor de los príncipes renacentistas pues tenía conocimientos de ciencia, filosofía, arte, historia, pintura, etc. Fundó el Athenaeum para la enseñanza de numerosas disciplinas. Aun así, se interesó también por la astrología y otras supersticiones que llevaron a la muerte a su favorito, Antinoo, como parte de un sacrificio sagrado. Como no tuvo hijos, en el año 136 d.C. adoptó a Lucio Cejonio Comodo Vero como su sucesor, pero murió antes que el propio Adriano como consecuencia de su disoluta vida. En el 138 d.C. adoptó al senador Antonino Pío, con la condición de que éste, a su vez, adoptara a Lucio Vero y a Marco Anio Vero. Los últimos años del emperador Adriano transcurrieron entre enfermedades y conspiraciones. Finalmente, murió en Baia a consecuencia de hidropesía. Su cuerpo fue trasladado a Roma y depositado en un colosal mausoleo, hoy Castel Sant´Angelo.

Historia del imperio romano.

Bibliografía

  • CHIC, G. La dinastía de los Antoninos. Madrid; Akal, 1990.

  • GONZÁLEZ-CONDE, M. P. La guerra y la paz bajo Trajano y Adriano. Madrid; UCM, 1989.

  • PEROWNE, S. Hadrian. London; Croom Helm, 1986.

  • YOURCENAR, M. Memorias de Adriano. Barcelona; Edhasa, 1998.

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