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Durão, Fray José de Santa Rita (1722-1784).

Poeta, orador y religioso agustino brasileño, nacido en Cata Preta (municipio perteneciente al actual estado de Minas Gerais, y bautizado en su honor como Santa Rita Durão) en 1722, y fallecido en Lisboa (Portugal) el 24 de enero de 1784. Aunque pasó la mayor parte de su vida en Europa (pues sólo residió en su Brasil natal hasta los nueve años de edad), se le considera como uno de los primeros escritores de la Literatura brasileña, así como uno de los precursores -avant la lettre- de la vasta corriente indigenista que habría de triunfar en las Letras de su patria (y en las de las restantes naciones de América Latina) en el siglo XX.

Nacido en una pequeña localidad próxima a la ciudad de Mariana, pronto abandonó la tierra serrana y minera en la que había venido al mundo para afincarse en Río de Janeiro, donde recibió sus primeras lecciones en el colegio regentado por los padres jesuitas. En vista de las asombrosas dotes intelectuales que demostró en esta primera etapa de su formación, sus maestros aconsejaron a sus familiares que lo enviaran cuanto antes a Lisboa, pues era muy probable que en la Corte portuguesa llegase a adquirir una espléndida formación académica y lograse desarrollar una brillante carrera en el seno de la Iglesia.

Fue así como, con tan sólo nueve años de edad, el jovencísimo José de Santa Rita se embarcó rumbo a Europa, sin llegar a sospechar que jamás habría de retornar al continente que le había visto nacer. Llegado a Lisboa en 1731, completó allí su formación básica bajo la tutela de los jesuitas y, al cumplir los quince años de edad (1737), ingresó en la Orden de los Eremitas de San Agustín, para recibir sus primeras órdenes religiosas en 1738, en el Convento de la Gracia.

No dejó, entretanto, de ser ese alumno aventajado que había sorprendido por su precocidad a sus maestros cariocas, por lo que, en el transcurso de aquel mismo año de 1738, marchó, con el beneplácito de los superiores de su Congregación, a la ciudad portuguesa de Coimbra, en cuya archifamosa universidad cursó estudios superiores de Filosofía y Teología hasta el año de 1745. En esa fecha regresó a Lisboa para recibió las órdenes que le facultaban para actuar como presbítero, y al poco tiempo retornó a su amada Universidad de Coimbra, donde siguió ampliando sus ya vastos saberes hasta alcanzar, en 1756, el grado de doctor en Teología.

Para aquel entonces, hacía ya más de un lustro que ejercía la docencia, compaginando sus estudios e investigaciones con las clases de Teología que impartió primero en Braga (1750-1754) y, poco después, en su propia alma mater, donde, al tiempo que preparaba su doctorado, daba lecciones de su especialidad en el Colegio de San Agustín. Su progresión intelectual fue tan espectacular que en 1756, el mismo año en que fue investido como doctor, se incorporó también como miembro de número a la Academia Litúrgica Pontificia de Coimbra.

Sus primeras desavenencias con sus superiores religiosos tuvieron lugar en 1759, cuando tuvo que renunciar al puesto de profesor de Filosofía y Matemáticas que le ofrecían en la Universidad de Leiria debido a que el obispo don João Cosme da Cunha -más tarde célebre Cardenal- le negó el permiso pertinente para ejercer dicha labor docente, pues quería tener del talento de Fray José de Santa Rita enteramente a su disposición.

Ya empezaba a ser célebre por la brillantez y eficacia de sus prédicas cuando, en 1759, pronunció en dicha población de Leiria un inflamado sermón contra los jesuitas, a los que acusaba de haber tramado el magnicidio que, en la noche del 13 de septiembre de 1758, estuvo a punto de acabar con la vida del rey José I -que, por su talante abierto y proclive a las ideas ilustradas, habría de pasar a la historia de su pueblo con el sobrenombre de "el Reformador". Poco después, don João Cosme le pidió que redactase una carta Pastoral -como tal, firmada por el propio obispo- en la que reiterase las acusaciones que había lanzado en aquel famoso sermón; y unas semanas después recibió de su superior un encargo similar, esta vez consistente en la redacción de una epístola donde Fray José de Santa Rita pusiera en boca del obispo -que era quien habría de firmarla- una serie de retóricas alabanzas del rey don José. Al mostrar, de esta forma, su apego al monarca reformista y su consecuente enemistad con el sector más reaccionario de la Iglesia (encabezado por la Compañía de Jesús), don João Cosme da Cunha -merced, en parte, al talento oratorio y epistolar de Fray José de Santa Rita- ascendió vertiginosamente en la jerarquía eclesiástica y en la Corte portuguesa (en muy poco tiempo fue promovido a Obispo de Évora, de ahí a Inquisidor General, más tarde a Regidor de Justicia, a Ministro y, finalmente, a Cardenal).

A comienzos de la década de los años sesenta, las siempre tensas relaciones entre Fray José de Santa Rita Durão y su ambicioso superior eran ya insostenibles, por lo que el teólogo brasileño -considerando también que en Portugal estaba seriamente amenazado por los jesuitas a los que tanto había atacado-, decidió huir del territorio luso y pasar discretamente a España (1762). Malvivió durante algún tiempo en Ciudad Rodrigo y Zaragoza, de donde pasó a Francia y, tras haber permanecido una temporada en Toulouse, continuó su huida-peregrinación por tierras de Italia.

En 1763, después de haber visitado por vez primera en su vida Roma, Florencia y Viterbo, regresó a Francia y volvió a afincarse en Toulouse, donde, por influencia de los poderosos jesuitas, fue retenido por las autoridades y sufrió un breve período de encarcelamiento, durante el cual comenzó a sentir escrúpulos morales por los ataques que había dirigido contra la Compañía de Jesús. Una vez puesto en libertad, Fray José de Santa Rita Durão pasó a Marsella y, finalmente, decidió que su destino le empujaba, por fuerza, hasta Roma, ciudad en la que se asentó a finales de aquel año de 1763, después de haber residido unas semanas en Montefiasione (Italia).

Tan pronto como se hubo asentado en la Ciudad Eterna, el religioso agustino decidió confesar sus "crímenes" -según su propio testimonio- en una sincera retractación, que de forma oral y por escrito, presentó ante el papa Clemente XIII. Este escrito, redactado íntegramente en latín y conocido como Poenitens confessio (Retractación), consta de tres documentos de información autobiográfica, aderezados de curiosas noticias sobre la situación política y social en el Portugal de la segunda mitad del siglo XVIII. Presa de una aguda crisis moral -en la que, además de la mala conciencia derivada de su innoble actuación contra los jesuitas, influía también su sensación de sentirse engañado y abandonado por el obispo don João Cosme-, Fray José de Santa Rita Durão relata los pormenores de su vida y describe lujosamente la obra desarrollada por la Compañía de Jesús en Portugal, así como la enrarecida situación política que precedió a sus sermones acusatorios; y confiesa, además, que redactó cartas y piezas oratorias difamatorias contra los jesuitas por encargo de su superior don João Cosme, quien había tramado presentar estos escritos como propios ante el todopoderoso marqués de Pombal -enemigo acérrimo de la Compañía de Jesús-, con la intención de ganar sus favores y medrar en la Corte (como así sucedió).

La sincera, brillante y elocuente retractación del religioso natural del lejano Brasil -considerada actualmente como una pequeña joya de la literatura testimonial- causó un buen efecto en el ánimo de Clemente XIII y la curia romana, hasta el punto de que Fray José de Santa Rita Durão fue autorizado a permanecer en Roma, con el privilegiado cargo de la Librería (es decir, "biblioteca") Pública Lancisiana. El religioso agustino, feliz en su nueva ubicación romana, permaneció en la Ciudad Eterna durante cerca de diez años (1763-1774), hasta que la caída en desgracia de Pombal y la restauración del régimen político y la mentalidad conservadora anteriores a sus reformas ilustradas (fenómeno conocido en la historia lusa como "A Viradeira") propició su retorno a Portugal.

Al poco tiempo de haberse asentado nuevamente en el territorio que le había acogido cuando arribara a Europa con tan sólo nueve años de edad, Fray José de Santa Rita Durão ocupó una cátedra de Teología en la Universidad de Coimbra, donde volvió a ejercer la docencia hasta que, ya muy enfermo, decidió retornar a Lisboa para morir, en el convento de los agustinos en la capital lusa, a comienzos de 1784. Durante aquellos postreros años de su vida, compaginó su dedicación a las lecciones de Teología con la redacción de la obra por la que ha pasado a la Historia de la Literatura universal: el gran poema épico Caramuru (Lisboa: Régia Oficina Tipográfica, 1781). Esta publicación fue recibida con total indiferencia por parte de los lectores y estudiosos de su tiempo, lo que sumió a Durão en una nueva fase de amargura que, entre otras decisiones, le llevó a destruir las poesías líricas que había ido componiendo a lo largo de toda su vida.

Caramuru es una extensa epopeya que, bajo el elocuente subtítulo de "Poema épico do descubrimiento da Bahia", aborda en un principio la primera fase de la colonización portuguesa en Brasil, para acabar adentrándose en un vasto resumen de toda la historia de la gigantesca colonia portuguesa en América (contemplada, como no podía se de otro modo, desde el punto de vista religioso: evangelización, fundación de parroquias y conventos, presencia y distribución de órdenes, etc.).

En lo que atañe a su estructura y, en general, a todos sus aspectos formales, el poema adolece de un evidente anacronismo, derivado del planteamiento establecido por el propio Durão, quien decidió tomar como modelo de organización y versificación Os Lusíadas, de Camões. Así, Caramuru consta de diez cantos -al igual que la obra cumbre de la épica renacentista portuguesa- que, a su vez, se agrupan en cinco partes -según las encorsetadas exigencias del género-: proposición, invocación, dedicación, narración y epílogo. Tanto esta disposición estructural como el molde métrico empleado por Durão -la octava rima, siempre de acuerdo con el paradigma de Camões- resultaron desfasados y anacrónicos para los lectores de finales del siglo XVIII.

Sin embargo, el monumental poema épico de Fray José de Santa Rita Durão presenta, en lo que a sus contenidos se refiere, algunas notas de sumo interés para el estudioso actual de la literatura dieciochesca. En primer lugar, el religioso agustino se deja llevar por el nativismo y, en su exaltación del paisaje y los recursos naturales del Brasil, se convierte en un precursor de esa predilección por la Naturaleza que habría de triunfar en el siglo siguiente, como uno de los rasgos más representativos del gusto romántico (de hecho, muchos autores del romanticismo elogiaron la obra de Durão y otorgaron al religioso brasileño más importancia de la que le habían dado, como escritor, sus coetáneos).

Pero es que además, sin ocultar nunca la valoración sumamente positiva que le merecen la colonización y evangelización de América por parte de las naciones europeas, Fray José de Santa Rita Durão introduce un cierto enfoque relativista -muy propio, por lo demás, de la época ilustrada que le había tocado vivir- a la hora de encarar los usos y costumbres de los indios, sus formas de vida, su mentalidad y, por supuesto, su lógica tendencia a defender sus tierras frente al empuje de quienes no dejan de ser unos invasores. Desde esta perspectiva, cabe hablar de un atenuado indigenismo latente en los versos de Caramuru, lo que confiere al poema un valor añadido como precursor de una corriente que no habría de triunfar hasta muchos tiempo después.

En realidad -y al margen de este sorprendente indigenismo avant la lettre-, el poema épico de Fray José de Santa Rita Durão se enmarca dentro de la corriente estética conocida en las Letras lusas como Arcadismo, cuya principal seña de identidad es la valoración extrema -casi desde posturas intencionadamente ingenuas- de las formas de vida más simples y naturales, y, por ende, más alejadas de la corrupción y la depravación de las sociedades urbanas o cortesanas. Los poetas representantes de esta corriente -que equivale, en otros lugares de Europa, a la literatura bucólica o anacreóntica- reniegan del progreso científico, la sofisticación social y la complejidad de la vida en los grande núcleos urbanos; y, tomando pseudónimos griegos o latinos que acentúan sus vínculos con la naturaleza, el campo y la vida de los pastores, idealizan esa sencillez e ingenuidad que parece heredada de la Arcadia feliz de los clásicos.

Lo más interesante, empero, dentro de esta corriente generalizada por todas las literaturas occidentales del siglo XVIII, es que, en Brasil, el Arcadismo se enriquece con algunos matices que lo diferencian claramente de su manifestación europea, como queda bien patente en la epopeya de Fray José de Santa Rita Durão (quien, a pesar de haber vivido casi toda su vida en Europa, se creyó en la obligación, poco antes de morir, de dejar un elocuente testimonio literario del amor que seguía uniéndole a su remota tierra natal). Así, por ejemplo, el paisaje bucólico por excelencia en el Arcadismo brasileño no es el del prado pastoril o el bosque ameno, sino el de la serranía minera característica del territorio de Minas Gerais. Además, hay en los poetas arcádicos de Brasil un fuerte sentimiento nativista que, además de exaltar los valores paisajísticos y la riqueza natural de la tierra autóctona, presenta al indio bajo la figura rousseauniana del "buen salvaje", ropaje que no adoptan los protagonistas de la literatura anacreóntica europea. Por si todo esto fuera poco, esta versión brasileña del bucolismo se adentra, en no pocas ocasiones, en la sátira y la censura de la explotación colonial, haciendo especial énfasis en la corrupción de los colonizadores, frente a la pureza de los nativos.

Bibliografía

  • GOIS, Carlos. Elogio de Santa Rita Durão (Belo Horizonte: Imprensa Oficial, 1914).

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.