A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
QuímicaBiografía

Davy, Sir Humphry (1778-1829).

Eminente químico inglés, nacido en Penzance, Cornualles, el 17 de diciembre de 1778 y muerto en Ginebra el 29 de mayo de 1829.

Durante sus primeros estudios, realizados en Penzance, ya apuntaba una prodigiosa memoria y una gran capacidad para componer versos y relatar. En 1794, al fallecer su padre, se estableció como ayudante de un cirujano farmacéutico, y más tarde en casa de un médico. Las aficiones científicas las adquirió probablemente a través de Gregory Watt, hijo de James Watt, quien había pasado una temporada en casa de los Davy. Se obligó a ocupar sus ratos de ocio en seguir un plan de instrucción autodidacta, pero sistemático y ambicioso. Sentía una gran predilección por la experimentación, y con diecinueve años de edad se dedicó a devorar con fruición las obras de Lavoisier y Nicholson. Con la complicidad de su mentor y amigo, un tal Mr. Tonkin, construyó un precario laboratorio en una buhardilla. Sus primeros experimentos, a menudo acompañados de explosiones, tenían como objeto conocer la naturaleza del gas que se encuentra en las vejigas de las algas. Mr. Tonkin llegó a exclamar: "¡Este chico es incorregible: cualquier día salimos volando todos por el tejado!". En 1799 publicó su primer trabajo, On the nature of heat and light. Dos amigos suyos le recomendaron al Dr. Beddocks, quien le encargó la dirección de un instituto médico recién inaugurado en Bristol, donde dio rienda suelta a sus investigaciones.

Sus descubrimientos se sucederían con celeridad. El primero de ellos fue la detección de la sílice en la epidermis del tronco de las cañas de algunas gramíneas. En 1799 descubrió en propia carne los efectos tóxicos del óxido nitroso en la respiración, cuya publicación causó cierto revuelo en los círculos científicos británicos. En 1801 fue nombrado profesor ayudante de química en la Royal Institution de Londres, y un año después ocupó en la misma institución el puesto de catedrático, siete años después de leer su primer libro de química. Esta institución le proveyó de una gran batería de 400 elementos de diez centímetros de diámetro para que estudiase la descomposición de los compuestos por efecto de la electricidad, lo que le condujo al descubrimiento del sodio y el potasio (1807). Se convirtió en un asiduo de los salones de la nobleza y en el personaje de moda, multiplicando sus seminarios y conferencias, cada vez mejor pagadas. Memorables fueron las de la Cámara Agrícola sobre la relación entre la química y la agricultura, que le valieron entrar como miembro de la Royal Society en 1803. En 1807 fue nombrado su secretario. El Instituto de Francia le concedió en 1806 un premio de 3000 francos al experimento más favorable al progreso de la ciencia. En 1808 Berzelius y Pontin lograron obtener por primera vez el bario y el calcio, cuya existencia ya había apuntado Davy. Ese mismo año comunicó a la Royal Society su descubrimiento del magnesio, el estroncio y el boro, y sus sospechas de que el aluminio, el silicio y el circonio también pueden ser reducidos a sus sales metálicas. Su salud se deterioró, y debió interrumpir sus clases durante un año aquejado de calenturas.

Sus investigaciones continuaron hasta que la pila galvánica que le fue donada quedó inservible, y la Royal Institution le construyó otra más potente, con 2000 céldas, con la que logró demostrar que el diamante es carbono puro. 1812 fue un año intenso durante el cual el Trinity College de Dublín le nombró Doctor en Leyes, aceptó al gran Faraday como ayudante, contrajo matrimonio con una rica heredera, sufrió un accidente mientras intentaba sintetizar cloruro de nitrógeno y el príncipe regente le nombró caballero. Su gran obra de aquel año tiene por nombre Elements of Chemical Philosophy, al que seguiría un año más tarde Elements of Agricultural Chemistry. Ese año emprendió un viaje por Europa acompañado por su joven esposa y su ayudante Faraday. A su regreso en 1815, al darse cuenta de la frecuencia con la que ocurrían explosiones en las minas de carbón debido al empleo de lámparas de gas, examinó las muestras de gas grisú que le fueron enviadas desde las minas de Newcastle. Se dio cuenta de que este gas no podía explotar cuando estaba mezclado con menos de seis o más de catorce veces su volumen de aire y que en tubos metálicos era muy difícil quemar una mezcla de aire y gas grisú. Fruto de sus investigaciones fue la construcción de la primera lámpara de seguridad, en la que los gases salen al exterior a través de una rejilla metálica que los enfría. Por su invento, por el que no quiso cobrar ningún tipo de patente, los mineros agradecidos le regalaron un servicio de mesa. Al año siguiente fue nombrado barón.

Su siguiente investigación le fue encargada por el gobierno: nada menos que examinar los papiros de Herculano, que se encontraban en el museo de Nápoles, y cuyos resultados fueron publicados en las Philosophical Transactions en 1821. Al fallecer Sir Joseph Banks en 1820 fue elegido por aclamación unánime como presidente de la Royal Society. En 1822 se dedicó a estudiar las causas de la rapidez con que se destruye el forro de cobre de los cascos de los buques. Se dio cuenta de que el agua de mar actúa únicamente sobre el cobre electrizado, lo que ocurre por la electricidad estática que adquiere por rozamiento con el mar. Pensó que si lograba hacer el casco ligeramente negativo, con la adición de hierro o cinc, solucionaría el problema. Las primeras investigaciones dieron los frutos esperados, y así el gobierno ordenó la aplicación de planchas de hierro o protectores a varios buques de la armada. Muchos armadores imitaron el ejemplo. Sin embargo, los cascos adquirían en un corto tiempo una capa de suciedad por la acumulación de algas marinas y otro tipo de organismos que impedía, a la larga, el normal avance del buque, por lo que el invento tuvo que ser retirado dos años después.

Tras este revés su salud se quebranta poco a poco. En 1826 tuvo que abandonar la caza y la pesca, sus distracciones favoritas, por prescripción médica. Un año más tarde sufrió un ataque de apoplejía que le imposibilitó el normal ejercicio de su profesión, y partió para un viaje de descanso hacia Rávena y Salzburgo, durante el que envió su dimisión como presidente de la Royal Society. En 1828 abandonó de nuevo su patria y pasó casi todo el año descansando en Laybach y escribiendo su libro Salmonia. El invierno lo sorprendió en Roma, donde un ataque de parálisis no le impidió mandar a la Royal Society su trabajo Remarks on the Electricity of the Torpedo. Hombre de gran intuición, adviertió que su final se acercaba, y escribió Consolations in Travel, or the last days of a Philosopher, su romántica obra póstuma, pues una agudización de sus dolencias obligaron a su familia a trasladarlo a Ginebra, donde falleció al poco tiempo.

Autor

  • JJ.