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PolíticaBiografía

Dávila, Gómez. Marqués de Velada (ca. 1535-1616).

Noble español nacido en Ávila hacia 1535 y muerto en San Lorenzo de El Escorial el 27 de julio de 1616. Fue mayordomo mayor de Felipe II, jefe de la casa y ayo del Príncipe de Asturias, el que fue rey Felipe III. Fue miembro del Consejo de Estado y del Consejo de Guerra, se le concedió el grado de Grande de España y prestó grandes servicios durante el reinado de Felipe II; fue, asimismo, uno de los grandes nobles de la monarquía hispánica que logró la confianza de Felipe III.

Linaje y familia

Procedía de una modesta pero antigua familia noble que tuvo sus orígenes en la ciudad de Ávila, con unas posesiones señoriales que se ubicaban preferentemente en la zona de Talavera de la Reina (Toledo). En el siglo XII sus antepasados se asentaron en la ciudad con el yerno de Alfonso VI, el conde Raimundo de Borgoña. En el siglo XIII, en 1271, Blasco Ximeno, que cambió su nombre por el de Blasco Gómez Dávila, que era por aquel entonces criado y escribano del monarca Alfonso X, recibió de manos de éste el señorío de Atayuelas del Guadyerbas, nombre que el propio rey cambió por el de Velada. Murió Blasco hacia 1294, pero antes el concejo de la ciudad de Ávila le confirmó las villas que tenía bajo su propia jurisdicción y fue el primer señor de Navamorcuende y Cardiel. Sus descendientes recibieron de la monarquía nuevas prebendas en forma de donaciones y señoríos, y a cambio ellos se mantuvieron siempre del lado de la monarquía en los asuntos que se referían a la ciudad de Ávila. Sus descendientes continuaron hasta el bisabuelo de Gómez Dávila y Toledo; éste fue Sancho Sánchez, séptimo señor de San Román del Monte, título nobiliario que se creó en el siglo XIV en la persona de Fernán Blázquez, uno de los tres hijos de Blasco Ximeno. Sancho Sánchez contrajo matrimonio con Catalina Dávila, que era la novena señora de Velada; de este matrimonio nació Gómez Dávila y Dávila, que fue señor de San Román del Monte, el octavo, y también señor de Villanueva y de Velada. Participó en la revuelta comunera en contra del emperador Carlos V, pero tras la derrota de éstos en la batalla de Villalar, en 1521, se arrepintió, cambió de bando y recibió el perdón real.

La familia recibió a lo largo del tiempo pruebas de este perdón, como cuando en 1531 el entonces príncipe Felipe, futuro Felipe II, pasó el verano, junto con su madre la emperatriz Isabel de Portugal y su hermana María, en el palacio del abuelo de Gómez Dávila en la ciudad de Ávila. Años más tarde fue el propio emperador Carlos V quien, el 6 de junio de 1534, se alojó en su palacio. Como prueba de tal reconocimiento, el 30 de octubre de 1557, el monarca Felipe II le concedió el título nobiliario de marqués de Velada, con condición de Grande de España, en recompensa por los servicios que prestó al rey. Así, la familia continuó siendo el baluarte principal del poder real en la ciudad de Ávila.

Gómez Dávila y Dávila se casó con Teresa Carrillo de Mendoza. De la relación nacieron tres varones y dos mujeres. El primogénito y heredero era Sancho Dávila, pero este murió en un accidente ecuestre el 26 de julio de 1546. Sancho Dávila había contraído matrimonio con Juana Enríquez de Toledo, de la casa condal de Alba de Liste. El matrimonio tuvo seis hijos varones y una mujer. Con la muerte de su padre, el heredero de la familia fue Gómez Dávila y Toledo, que quedó bajo la custodia y la educación del abuelo. Así, sus títulos, excepto la condición de Grande de España, pasaron en 1561 a su nieto cuando murió en ese año. Gómez Dávila y Toledo se casó en dos ocasiones, la primera con Ana de Toledo y Monroy, hermana del quinto conde de Oropesa, quien falleció el 2 de enero de 1573. De este matrimonio nacieron a tres hijos, uno varón, Sancho Dávila, que murió cuando tenía tres años, y dos mujeres, que ingresaron en el convento de Santa Ana en Ávila, del que llegaron a ser abadesas. Su segunda esposa, con la que casó en 1578, fue Ana de Toledo y Colonna, quien falleció el 30 de enero de 1593. Era hija del marqués de Villafranca, virrey de Sicilia. De este matrimonio nacieron un único hijo varón, y por ello su heredero, Antonio de Toledo, que nació el 15 de enero de 1590, y nuevamente dos mujeres. Su hijo fue un personaje importante en época de Felipe IV y acumuló al título de marqués de San Román el de marqués de Astorga por su matrimonio.

Inicios de la vida política

La vida política del marqués de Velada es una excepción, un fenómeno curioso de largo plazo que ha sido analizado por algunos historiadores. Éste se inició con la guerra de las comunidades en Castilla, en los primeros años de la década de 1520, contra ciertos aspectos de la política del emperador Carlos V; como éste resultara victorioso, los partícipes en la misma que salvaron la vida se vieron excluidos de las funciones administrativas y de gobierno en favor de otros miembros de la nobleza. Cuando subió al trono Felipe II, la situación se mantuvo así hasta la década de 1580, en la que accedieron a puestos de importancia los hijos y descendientes de aquellos que participaron contra el emperador en la guerra de las comunidades, por lo que el grupo que hasta entonces venía realizando las funciones administrativas y de gobierno se vio relegado de sus puestos. Finalmente, cuando subió al trono Felipe III, a partir de septiembre de 1598, se produjo un nuevo cambio en el que los que fueran apartados de las funciones políticas de la monarquía a partir de 1580 o sus descendientes, volvieron a tales tareas en detrimento del grupo anterior. En este proceso constata la subida a cargos importantes de gobierno cortesano de Pedro Portocarrero a partir de junio de 1579, y su caída cuando subió al trono Felipe III, y con el accedieron al poder familias hasta entonces relegadas en las funciones políticas. Gómez Davila, debido, como se verá más adelante, a su cercanía con el príncipe, futuro rey Felipe III, en la niñez de este, así como por la intercesión de la infanta Isabel Clara Eugenia, fue uno de los pocos personajes que salió airoso de tal circunstancia.

Formación y juventud

Puesto bajo la tutela de su abuelo tras la muerte de su padre, fue su madre, Juana Enríquez de Toledo, la que se encargo de sus hijos. Sin embargo, al joven Gómez se le inició en los rudimentos necesarios para que en su momento se hiciera cargo de la titularidad de la Casa de Velada; su abuelo, que no formaba parte de la nobleza cortesana sino que residía en su palacio abulense, enseñó a su nieto y heredero el manejo de las armas y el gusto por las letras. Su fin era no sólo que heredase los estados de la familia, sino que estuviera preparado para la vida en la Corte.

En su juventud, en 1553, marchó a Valladolid y entró al servicio personal de la Casa del Infante don Carlos, primer heredero de Felipe II para los dominios de la monarquía hispánica, acompañado en tal labor por sus hermanos menores Fernando de Toledo y Diego Enríquez de Guzmán. El 25 de octubre de 1555 y el 16 de enero de 1556 abdicó el emperador Carlos de sus responsabilidades y su hijo Felipe se hizo cargo de las posesiones de la monarquía hispánica con el nombre de Felipe II. Una de sus primeras acciones de gobierno, así como una de las primeras mercedes que hizo respecto a la nobleza, fue que el 30 de octubre de 1557 otorgó el título de marqués de Velada a Sancho Dávila Dávila. El 9 de noviembre de 1561, con setenta y ocho años de edad, falleció su abuelo y Sancho Dávila y Toledo recibió su herencia. En consecuencia, recibió el título de marqués de Velada y fue el segundo poseedor del mismo. Hacia principios de la década de 1560 el segundo marqués de Velada acudía muy de tarde en tarde a la corte y se dedicaba a la caza y la vida campestre. Gustaba de vivir en el palacio que la familia tenía en la villa de Velada, palacio que amplió y mejoró. Igualmente, se dedicaba a la lectura, y para ello reunió una biblioteca cada vez más numerosa y nutrida de ejemplares. Cuando murió en 1568 el Infante don Carlos, el marqués de Velada se incorporó a la Casa de la Infanta Isabel Clara Eugenia, entonces una niña de dos años de edad, y de la que cuando pasaron los años, como se verá, fue nombrado mayordomo mayor, es decir, el máximo responsable de la Casa de la Infanta.

El reinado de Felipe II

Gómez Dávila fue uno de los grandes nobles que asistió, en 1578, a la boda de Fadrique de Toledo, hijo del duque de Alba. Este matrimonio se hizo con consentimiento del duque, pero no del soberano, quien legalmente tenía la prerrogativa de dar el visto bueno o la negativa a los matrimonios de los nobles. Por ello, cuando el rey tuvo conocimiento que tal matrimonio se celebró, ordenó el arresto del duque de Alba e igualmente el de los tres nobles que asistieron a la boda. Sin embargo, Dávila recibió con el tiempo cargos y puestos de confianza. Así se pudo constatar el 29 de agosto de 1582 cuando, vinculado a los partidarios de la casa de Alba, recibió el encargo del monarca, que estaba en Lisboa, de que le representara en las sesiones del Concilio Provincial de Toledo, en el que recibió grandes honores y del que facilitó puntual información al rey de forma periódica. Así, con la confianza plena del rey depositada en su persona, llegó el año 1586 y con él la prematura muerte de Juan de Zúñiga el 17 de noviembre, a los cincuenta años de edad, que era ayo del Príncipe de Asturias, Felipe, quien en 1582, con cuatro años, se convirtió en heredero de la monarquía hispánica cuando murió su hermano, Diego Félix. En 1585 el rey Felipe II creó la Casa del Infante don Felipe, cuando este contaba con siete años y nombró a Juan de Zúñiga, amigo del marqués de Velada, su ayo y mayordomo mayor, es decir, jefe de la Casa del Príncipe. Para sustituirle en este cargo cuando falleció, el monarca pensó en Cristóbal de Moura, pero este, rechazo el puesto y se justificó indicando que al ser portugués tal nombramiento levantaría recelos en la nobleza castellana. El rey lo ofreció esta vez a Gómez Dávila, según sugerencia del propio Cristóbal de Moura, de tal forma que recibió el nombramiento de ayo del príncipe el 9 de agosto de 1587, ya que el rey entendió que por su bien conocido interés por la cultura, era la persona más apropiada para el cargo. Además, Cristobal de Moura se aseguró así el agradecimiento del marqués de Velada por tal nombramiento. En esa misma fecha y en el mismo documento, el rey le nombró mayordomo mayor de Isabel Clara Eugenia. Su función en este puesto era la de supervisor de la educación e instrucción que recibió el príncipe. Para ello realizaba informes escritos que eran directamente dirigidos al rey.

En 1585 el soberano creó un consejo privado, una junta, que era llamada Junta de Noche por la hora en la que se reunía y que estaba compuesta de tres miembros cuya misión era la de ayudarle en las funciones de gobierno. Dicha junta se formalizó en 1588 y en 1593 se amplió el número de miembros de los tres originales a cinco, lo que dio cabida a otros dos miembros, entre ellos al marqués de Velada. Su entrada estuvo motivada por que el rey creyó necesaria su presencia y participase de esta forma en las cuestiones de Estado, en ese mismo año la junta pasó a llamarse Junta de Gobierno. También ese mismo año, cuando nació su hijo, el príncipe Felipe realizó sus primer acto público, cuando apadrinó al hijo del marqués de Velada en el bautizo del mismo que se celebró en la iglesia de San Gil.

El 2 de enero de 1596 recibió el hábito de caballero de la Orden de Calatrava, en verano se le dio una encomienda, la de Manzanares, por parte de dicha Orden. Ese mismo año, en octubre, y en función de su cargo de ayo, con ya casi diez años en que supervisó la educación del príncipe, escribió al rey un informe confidencial, en el mismo indicaba la extrema timidez y su mutismo en los consejos que presidía. Para evitar esto recomendó para el príncipe un mayor contacto con la gente, así como que se le hiciese salir en público con más frecuencia. Poco después de este informe el rey promovió al marqués de Velada y le nombró miembro del Consejo de Estado, de forma que actuó como soporte del príncipe en las reuniones del mismo. De igual forma nombró a Juan Pérez Florián, que era un conocido políglota y que fue criado del marqués, como ayuda de cámara del infante. La presencia del marqués de Velada en actos significativos de la política internacional de la monarquía hispánica reforzó igualmente su papel en la corte en los últimos años del reinado de Felipe II. De hecho fue uno de los firmantes del pacto matrimonial entre el archiduque Alberto e Isabel Clara Eugenia, hija del rey Felipe II, a la que conoció de niña y de la que había sido su ayo y mayordomo mayor y con la que mantuvo una relación epistolar hasta su muerte. La firma del pacto matrimonial se produjo en el verano de 1598. Igualmente estuvo presente en la misma cámara del rey, como uno de sus mayordomos y junto con otros nobles, en el momento en que falleció Felipe II, hecho que ocurrió el 13 de septiembre, domingo, de ese año 1598.

Reinado de Felipe III

Cuando murió el monarca, el marqués de Velada formaba parte de un consejo privado que a la vez que introdujo desde 1593 al príncipe en las funciones de gobierno, como ya vimos, sirvió en los primeros momentos de su reinado, ya como Felipe III, de contrapeso frente a excesos reformistas del nuevo gobierno. Esto no evitó que desde el primer momento y bajo la influencia de Francisco Gómez Sandoval y Rojas, marqués de Denia y futuro duque de Lerma, valido o privado del nuevo monarca, fuesen apartados de sus puestos los personajes más relevantes del anterior reinado. El marqués de Velada se salvó de tal criba, junto con Juan de Idiáquez, por el afecto que le tenía el nuevo rey y porque se humilló ante el valido del rey, al que ofreció grandes promesas de fidelidad. Logró mantener el cargo de mayordomo mayor, esta vez del rey. Otra prueba de la confianza que el de Lerma había depositado en el marqués de Velada y en su familia fue cuando otorgó, también en 1599, el obispado de Jaén a Sancho Dávila y Toledo, hermano del marqués de Velada, quien en enero de ese año había sido nombrado miembro del Consejo de Guerra (véase: Consejos en la Monarquía Hispánica), aunque en pocas ocasiones se le convocó a las sesiones del mismo.

Entre 1601 y 1606 permaneció junto con la Corte en Valladolid, para lo que el rey le dio dispensa de la obligación que tenía de residir, dos meses al año, en su encomienda de Manzanares, dispensa que fue renovada en 1615. En esta estancia vallisoletana fue acusado por algunos cortesanos de haber sido partícipe en una conspiración contra el duque de Lerma, pero este no creyó tal acusación y no hizo nada. En 1606 el rey le concedió el derecho de recaudación sobre los naipes tanto en la ciudad como en el partido de Toledo, esto, junto con otras prebendas económicas, obedecía a la necesidad de obtener fuentes de ingresos debido a la mala situación económica en la que estaba su hacienda desde la década de 1580. Otra prueba de confianza, más tardía, fue la presencia de este en la boda por poderes que se celebró en la castellana localidad de Burgos entre Ana de Austria y el rey Luis XIII de Francia. Igualmente y una vez que terminaron las celebraciones, formó parte de la comitiva que acompañó hasta las afueras de la mencionada ciudad a la infanta, cuando esta inició su viaje hacia Francia. Esto ocurrió en octubre de 1615. Algo más de un año antes, el 7 de abril de 1614, logró su máxima ambición personal, cuando Felipe III le nombró Grande de España, concesión a la que el monarca dio el carácter de hereditario, con lo que culminó en lo político toda una vida que uso al servicio de sus reyes. Hacia 1599 la figura de su hijo, Antonio Sancho Dávila, estaba plenamente integrada como miembro de la Casa Real y la casa de Velada gozaba de una magnífica posición y prestigio.

Aumento de patrimonio

Un rasgo característico de la nobleza de la segunda mitad del siglo XVI pero sobre todo de los inicios del XVII, fue el afán en aumentar el patrimonio. Esto ocurrió tanto con el patrimonio territorial, la consecución de nuevos señoríos y títulos, como con el patrimonio pecuniarios. El marques de Velada no fue menos en tales pretensiones y a lo largo de su vida uno de sus objetivos fue la obtención tanto de nuevos dominios territoriales como de ingresos económicos.

El primer paso respecto a la obtención de títulos y dominios territoriales se dio cuando el rey Felipe II, en una de sus primeras disposiciones como tal, concedió el título de marqués de Velada a su abuelo en 1557, tal y como vimos. El heredó el título pero con posterioridad entró en pleitos con una serie de parientes al respecto de los derechos sobre el estado o señorío y mayorazgo de Villatoro. Este pleito se inició tras la detención de Enrique Dávila, pariente de Velada, y señor titular del mencionado territorio, cuando participó en una pequeña sublevación de corte fiscal en la ciudad de Ávila. Tras esto, el marqués de Velada puso un pleito en el tribunal la Chancillería de Valladolid, con el que quiso hacerse con los estados señoriales de su pariente, que además de señor de Villatoro lo era de Navamorcuende y Cardiel. El pleito que inició el marqués de Velado fracasó en los casos de los señoríos de Navamorcuende y Cardiel, pero finalmente en 1607, obtuvo el mayorazgo de Villatoro. Otro aspecto de este aumento patrimonial fue cuando obtuvo, ya se ha mencionado, la encomienda calatrava de Manzanares, en Ciudad Real. Respecto al patrimonio pecuniario, una de las primeras mercedes que tuvo por parte de Felipe III fue en 1606 con la obtención del derecho sobre los naipes del partido de Toledo, derecho que el propio rey hizo heredar a su hija Antonia de Toledo y Colonna como parte de su dote con el duque de Medinaceli. En 1600 había recibido juros de eredad tanto para el como para sus sucesores, respecto a al impuesto sobre la yerba de una dehesa de la Orden de Calatrava, igualmente recibió más tarde las alcabalas, impuesto sobre el consumo, de la villa de Vadillo de la Sierra y con posterioridad, un ingreso con parte de la renta que la Corona recibía de los diezmos de la Mar del reino de Castilla. Con anterioridad, en 1602, había fallecido, soltero y sin descendencia, su hermano Fernando, por lo que el marques de Velada se convirtió en su heredero.

El marqués de Velada, el humanista

De su afición por las letras y la cultura dio prueba mediante tres vías. Por un lado mediante la protección de las artes, en especial la arquitectura y la pintura. Por otro lado, por que era un gran bibliófilo, por que tenía una gran biblioteca e incluso a él se debe la elaboración de al menos una obra, que se perdió con posterioridad. Se trataba de un memorial que presentó al rey el 19 de septiembre de 1600 y que tenía por título Papeles del marqués de Velada, Don Gómez Dávila, sobre el buen régimen de la Monarquía.Por otro lado, era asiduo a las tertulias literarias y culturales que se dieron en su vida. El mismo recibió de su abuelo una educación sino humanística, si al tanto de las novedades culturales e intelectuales del momento, e igualmente trasladó dicha inquietud a su hijo y sucesor,

Como protector de las artes el marqués de Velada tuvo especial predilección por la arquitectura y la pintura. Respecto a la primera de las artes mencionadas, era poseedor de varias residencias que estaban ubicadas en sus dominios territoriales. A parte del palacio que mandó edificar su abuelo y que la familia poseía en la ciudad de Ávila, palacio que ya hemos mencionado con motivo de la estancia y visita del infante Felipe y del emperador Carlos respectivamente, destacó la residencia de la villa de Velada. Esta edificación era un vieja construcción a la que el marqués introdujo sucesivas reformas, ampliaciones y mejoras de manera constante.

En 1572 su madre fundó un convento franciscano en Ávila, convento al que se podía acceder por un pasadizo desde la residencia familiar y que tuvo que finalizar a lo largo de su vida. Cuando estuvo terminado alojó a nueve monjes a los que dotó de una significativa biblioteca. Igualmente se encargó desde 1598, por expreso deseo de sus tíos, los duques de Alba, deseo que se expreso en el mismo testamento del duque, de supervisar la construcción de sus enterramientos de los mismos y que estaban situados en la capilla mayor del convento de San Esteban, en Salamanca, y para el que, junto con sus hermanos, aportó incluso dinero que se destinó a la construcción de los mismos. A la vez que se hizo cargo de este deseo de sus tíos, también se dedicó a la supervisión de las obras de la capilla familiar que se estaban realizando en la catedral de Ávila, en la capilla de San Antolín. Dichas obras dieron inicio en 1608 y fueron encargadas a un arquitecto discípulo de Juan de Herrera, Francisco de Mora, que era además arquitecto mayor del monarca. Sin embargo, debido al coste de la misma y a la necesidad de múltiples reformas, que incluyó el derribo de un muro de la catedral, dicha construcción no pudo ser vista terminada por el marqués de Velada, ya que se alargó hasta los inicios del siglo XIX. Pero no solo se interesó por la arquitectura. Como dijimos, también mostró interés por la pintura, de la que poseyó una importante colección. Sin embargo la misma estaba compuesta por pintores que eran de segunda fila. La colección estaba compuesta principalmente por retratos suyos y de su mujer, por cuadros que se llamaban de devoción y por retratos de familiares como los duques de Alba o la duquesa de Medinaceli. Igualmente poseyó algunos retratos de miembros de la familia real, incluso de los propios monarcas, alguno de autor tan significativo como Juan Pantoja de la Cruz. También tenía paisajes de autores flamencos o cuadros que representaban mapas de diversos países, algunos de gran realismo, como el de Inglaterra, y otros más fantásticos, como el de China.

Otra de las aficiones intelectuales del marqués de Velada era cuando participaba en diversas academias literarias, afición que estaba ligada a sus contactos con literatos de su época y por el amor que tenía hacia los libros.

Respecto al primer aspecto, el de las tertulias académicas, de las que al menos fue partícipe en dos, sino más, en principio se trataba de reuniones privadas que se celebraban en la residencia de algunos nobles, incluso de los más sobresalientes de entre los que había en la corte, y en las que se comentaban entre ellos las novedades, tanto literarias como artísticas. Dichas reuniones recibieron el nombre de academia. La reunión que tenía mayor renombre era la que se celebraba bajo la presidencia de Fernando Álvarez de Toledo, el duque de Alba, y que estaba compuesta incluso por familiares y, desde luego, miembros del mismo bando nobiliario. Así, otra academia que gozó de gran prestigio y renombre fue la de Diego de Acuña, de tal forma que a veces surgieron disputas sobre la presencia de miembros en una u otra Academia. Los miembros de la que componía la del duque de Alba se reunían en aquellos lugares donde estaban sus miembros pero existió una sede especial. El duque de Alba tenía una villa de recreo en la localidad de Abadía (Cáceres). Esta villa se llamaba Sotofermoso y estaba edificada a la manera italiana. Aquí solían reunirse los miembros de la academia, a la que se conoció bajo el nombre de Abadía pero que en 1598 se pasó a denominar La Arcadia, debido a la obra del mismo nombre que ese año publicó Lope de Vega. Algunos años más tarde, ya en el siglo XVII, perteneció a la academia que entre 1605 y 1607 fundó el conde de Saldaña, que era el segundo hijo del duque de Lerma. Pese a tener su fundador a Lope de Vega como secretario, las divergentes personalidades políticas que componían dicha academia propició la aparición de disputas, no solo literarias, que conformen crecieron propiciaron la desaparición de la misma, aunque el propio conde de Saldaña se encargó de fundarla nuevamente, hacia 1611, y en la misma volvió a estar presenta la persona del marqués de Velada, que compartió sesiones con Lope de Vega, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo o Miguel de Cervantes. Esto nos introduce en otra de las facetas del marques de Velada como humanista, los contactos que tuvo con diversos autores y escritores de su época, tanto literatos como pertenecientes a otros saberes.

Respecto a los literatos mantuvo bien relaciones directas o bien con sus agentes, con autores como Pedro de Valencia, Enrique Cock, Justo Lipsio, Antonio de Covarrubias, Esteban de Garibay o incluso Santa Teresa de Jesús, más conocida como Santa Teresa de Jesús. Alguno trabajó para el marques de Velada, e incluso dio pensiones económicas a otros como Francisco de Abreu, Ocaña, Becerra y más. A todos ellos les encargó el marqués que hicieran informaciones que ensalzaran tanto los orígenes como las tradiciones que estaban vinculadas al linaje de los Dávila. De hecho el marques de Velada quiso que una vez que se elaboraron y se recopilaron todas esas informaciones, se imprimiese un volumen con todas ellas, de forma que aseguró el paso a la posterioridad de los hechos y derechos de su Casa. Pero no solo mantuvo relaciones con estos personajes, también lo hizo con historiadores, y/o genealogistas, entre los primeros destacó Antonio de Cianca, autor que fue en 1599 de una Descendencia y origen de la Casa de Velada, que no pasó de la versión manuscrita; y entre los segundos destacó Salazar de Mendoza, que también realizó obras para el marques de Velada. Otro tipo de autores con los que mantuvo contacto fueron los religiosos. Así destacó la relación con Santa Teresa de Jesús, que tenía una relación epistolar fecunda con el obispo Sancho Dávila, hermano del marqués de Velada. El marqués de Velada también mantuvo personalmente relación epistolar con el padre Baltasar Álvarez, que era el rector de la Universidad de Salamanca. Según se desprendió de la misma, al menos en 1574 y 1575 este jesuita fue el guía espiritual del marqués, e incluso le recomendó ciertas lecturas y como debía realizarlas.

Pero si hay algo por lo que destacó la figura del marqués de Velada como humanista, fue en su amor a los libros. En el inventario de bienes que se hizo ocho años después de su fallecimiento, en 1624, se contaron hasta 2.506 libros. La ubicación física de la misma estaba dividida entre las diversas residencias del marqués, principalmente en Ávila, Velada y Madrid. Es en la localidad de Velada y mas concretamente en el convento de San Antonio, donde se concentró la mayoría de la misma. Sin embargo tenía una selección de libros que iban con el en sus desplazamientos habituales En su biblioteca, en la cual los libros estaban ordenados según la temática de los mismos, se unió una amplia colección que abarcó desde títulos de Historia, entre los que destacaron las obras de Tácito, a obras religiosas, con salmos, letanías y obras de San Gregorio Magno, también fray Luis de León y obras sobre los concilios de Trento o Toledo. También tenía en su biblioteca libros que había escrito su hermano, el obispo Sancho Dávila, con el que siempre mantuvo una estrecha correspondencia, y que al menos escribió doce obras, todas de temática religiosa. Pero, como dijimos, la temática de su biblioteca era muy variada. Se encontraban obras como crónicas de reinados, militares, de medicina, agricultura, caza, libros de poemas o incluso inventarios. No eran solo libros en lengua española, sino que también poseía libros en latín, italiano y portugués, así como una lexicografía griega y otra hebrea.

Bibliografía

  • CABRERA DE CÓRDOBA, Relación de las cosas sucedidas en la corte de España desde 1599 hasta 1614. Madrid, 1857.

  • KAMEN, H., Felipe de España. Siglo Veintiuno de España Editores, Madrid, 1997.

  • MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, S., «Semblanza de un cortesano instruido: El Marqués de Velada, ayo del Príncipe Felipe (III) y su biblioteca». Cuadernos de Historia Moderna, 22, 1999, 53-78.

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MFD.

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  • 0109 MFD.