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LiteraturaBiografía

Cuadra, Manuel (1907-1957).

Poeta, narrador y ensayista nicaragüense, nacido en Malacatoya (en el departamento de Granada) el 9 de agosto de 1907, y fallecido en Managua el 14 de noviembre de 1957. Firmó todas sus obras con la forma hipocorística de su nombre de pila, por lo que pasó a la historia de la Literatura nicaragüense con el nombre de Manolo Cuadra. Figura cimera de las Letras centroamericanas de la primera mitad del siglo XX, sobresalió por su adhesión entusiasta a la Vanguardia y, en una etapa ulterior, a la poesía testimonial de marcado acento político. Luchó, además, incesantemente, desde su ideología izquierdista, contra la dictadura de Anastasio Somoza García, lo que le ocasionó graves perjuicios en diferentes períodos de su vida (encarcelamientos, persecuciones, destierros, exilios...).

Vida

Los primeros años de su vida transcurrieron en su Malacatoya natal y en la ciudad portuaria de San Juan del Sur (perteneciente al departamento de Rivas), de la que siempre habría de conservar algunos de los mejores recuerdos de su infancia ("La luz rosada al alba su lámpara prendía / y el mar era sonoro allá en San Juan del Sur", rememoró, en 1944, en su sentida "Elegía de dos niñas con súplica final a un marinero"). Y en 1915, al cumplir los ocho años de edad, se estableció con su familia en Granada (capital del departamento nicaragüense homónimo), donde cursó sus estudios primarios y secundarios en la escuela que allí regentaban los padres salesianos.

Permaneció durante varios años en Granada, incluso después de que su familia hubiese abandonado la ciudad para asentarse en Masaya. Entretanto, el joven Manolo Cuadra se especializó durante su bachillerato en los estudios de radiotelegrafía, lo que le permitió, al reunirse con los suyos en Masaya en 1924, encontrar un cómodo empleo en la oficina de telégrafos de esta localidad.

Pero no tuvo ocasión de ejercer este oficio durante mucho tiempo, ya que en 1925, al cumplir los dieciocho años de edad, hubo de abandonar su puesto de trabajo para incorporarse al ejército. A su regreso a Masaya, ayudó a su progenitor en diferentes ocupaciones laborales, al tiempo que se consagraba a su auténtica vocación: el cultivo de la creación poética. Así las cosas, en 1927, coincidiendo con la publicación de sus primeras colaboraciones en diferentes medios de la prensa nacional -como La Noticia Ilustrada y Semana-, fue saludado como uno de los más prometedores "poetas nuevos" por parte de José Coronel Urtecho -también llamado a convertirse, como el propio Manolo Cuadra, en una de las figuras precipuas de las Letras nicaragüenses.

De 1928 data uno de los poemas más célebres de Manolo Cuadra, "Perfil", que aprendido y recitado de memoria por numerosos lectores y compañeros de andadura literaria, le consagró como una de las cabezas visibles de la Vanguardia en Nicaragua: "Yo soy triste como un policía / de esos que florecen en las esquinas, / con un frío glacial en el estómago / y una gran nostalgia en las pupilas [...]". Por aquel tiempo, se ganaba la vida desempeñando los oficios más variados en diferentes poblaciones de su país, como Rivas, Masaya y Tipitapa, o los pequeños poblados de Las Maderas y Las Banderas, en los que trabajó como pulpero (dependiente de cierto tipo de establecimiento en el que se despachan bebidas, comestibles, drogas y otros géneros muy diversos).

A finales de 1931, el joven Manolo Cuadra se instaló en Managua, donde, a comienzos del año siguiente, puso sus conocimientos de radiotelegrafista al servicio del entonces denominado Ejército Constabulario, que más tarde habría de ser conocido como Guardia Nacional. Ya firmemente comprometido con la ideología de izquierdas y con la defensa de las causas de los más desfavorecidos, las obligaciones de este nuevo empleo le obligaron a ir en contra de sus ideas, pues fue enviado a Quilalí (en Las Segovias) para apoyar, como operador de radio, a las tropas que allí se enfrentaron contra las huestes revolucionarias del guerrillero Augusto César Sandino.

El desempeño de este oficio de radiotelegrafista militar le llevó, entre 1933 y 1934, a otros poblados nicaragüenses como El Jícaro, Ocotal y Teotecacinte; hasta que, hastiado de prestar sus servicios al ejército, en 1935 Manola Cuadra abandonó la Guardia Nacional y se afincó nuevamente en Managua, donde recurrió al cultivo del periodismo como fuente de ingresos. Mas no por ello logró alcanzar su objetivo de apartarse del clima bélico que, a la sazón, estaba presente en todas las parcelas de la vida de la pequeña nación centroamericana, pues, entre las principales labores que le tocó desempeñar como periodista, ocupaba un lugar primordial la cobertura de los enfrentamientos armados entre el gobierno y la guerrilla.

Fue en esta etapa como cronista de guerra cuando Manolo Cuadra se convirtió en uno de los enemigos acérrimos del régimen de Somoza, contra el que se opuso no sólo desde su trinchera de tinta y papel, sino también en la palestra política. Así, en colaboración con su hermano Abelardo encabezó un levantamiento que tenía por objetivo principal el derrocamiento del dictador, conjura que, una vez sofocada por la guardia armada del tirano, dio con sus huesos en la cárcel de Managua conocida popularmente como “La Vientiuna”.

En 1936, una vez puesto en libertad, Cuadra se instaló en Tipitapa y empezó redactar una serie de narraciones breves basadas en su experiencia militar contra la guerrilla, relatos que, al cabo de seis años, habrían de ver la luz bajo el título de Contra Sandino en la Montaña (Managua: Nuevos Horizontes, 1942). Entretanto, Anastasio Somoza continuaba recelando del predicamento que Manolo Cuadra había empezado a adquirir en los cenáculos culturales del país, por lo que, en 1937, lo acusó de estar instigando una nueva confabulación encaminada a propagar el comunismo por toda Nicaragua, y consiguió que los jueces dictaminasen su destierro a la diminuta isla caribeña de Little Corn Island. En el transcurso de los diez meses que permaneció aislado en dicho enclave (entre febrero y noviembre de 1937), Manolo Cuadra redactó un interesante dietario que, publicado bajo el título de Itinerario de Little Corn Island (Managua: Novedades, 1937), se convirtió en el primer libro que el autor de Malacatoya diera a la imprenta.

Tan pronto como hubo regresado a Managua, Cuadra continuó mostrando públicamente su condena al régimen dictatorial de Somoza, lo que le colocó nuevamente en una situación de peligro de la que se zafó marchándose de su país natal. Viajó, en efecto, a Costa Rica en 1939, donde, entre otras muchas ocupaciones, trabajó durante algún tiempo para la United Fruit Co., en condición de peón bananero; y en 1942, creyendo que en su país se habían apaciguado un tanto las persecuciones contra la oposición política, regresó a Managua y volvió a trabajar como redactor en varios rotativos y revistas, al tiempo que se ocupaba de la ya mencionada publicación de su libro de narraciones breves Contra Sandino en la montaña.

Pero en 1943 volvió a ser encarcelado por las autoridades somocistas, que al año siguiente le obligaron a permanecer confinado en la ciudad de Masaya. Redactó, por aquel tiempo, un lúcido, irónico y amargo diario en el que, con humor desgarrado, intentó reflejar su visión caricaturesca de la realidad política, social y cultural nicaragüense, obra que vio la luz bajo el título de Almidón (1945). Poco después, huyendo siempre de las asechanzas que amenazaban su integridad en su país natal, pasó otra vez a Costa Rica; y, a su regreso a Managua, volvió a ser confinado en una isla (esta vez, la de Ométepe, emplazada en el Gran Lago de Nicaragua, donde pasó los meses de julio y agosto de 1947).

En 1950, en cumplimiento de un viejo sueño que acariciaba desde su juventud, Manolo Cuadra logró viajar a los Estados Unidos de América para conocer Nueva York, ciudad en la que se había instalado desde hacía ya mucho tiempo su hermano Luciano. Pero, incapaz de adaptarse a las formas de vida norteamericanas, decidió regresara a su país, en un retorno que volvió a ser tenido por una provocación por parte del gobierno nicaragüense, que decretó su destierro en 1951. El escritor de Malacatoya pasó entonces a El Salvador, donde apenas residió durante unos meses, pues enseguida fue admitido nuevamente en Nicaragua. Reanudó, pues, su actividad periodística en Managua, ciudad que volvió a abandonar en 1952 para cumplir otro de sus viejos anhelos: visitar el Viejo Continente.

Luego, tras una fructífera estancia en Checoslovaquia y en Suiza, retornó a Managua y compaginó de nuevo su dedicación al periodismo con el cultivo de la creación literaria, que le permitió dar a la imprenta la obra Tres amores (Managua: Ed. Krumen, 1955), una espléndida recopilación de toda la producción poética que había ido dejando diseminada en periódicos y revistas, o que guardaba en papeles inéditos. Preparaba, al mismo tiempo, con gran ilusión un largo viaje hasta Pekín, para tomar parte en un Congreso Internacional promovido por los intelectuales partidarios de la paz mundial; pero sus constantes desavenencias políticas con el régimen somocista dieron lugar a otro decreto de destierro firmado por las autoridades de Nicaragua. Consternado, Manolo Cuadra, se afincó nuevamente en Costa Rica, donde al poco de llegar descubrió que padecía una afección cancerosa incurable. Sabiéndose condenado a una muerte inminente, en julio de 1957 retornó por última vez a su amado país, en el que perdió la vida a mediados del mes de noviembre de aquel mismo año.

Obra

En su faceta de narrador, Manolo Cuadra puede considerarse el fundador de la cuentística moderna en Nicaragua, merced a su colección de narraciones breves titulada Contra Sandino en la montaña (1942). A partir de una experiencia bélica vivida en primera persona, el escritor de Malacatoya supo evadirse de la tentación maniquea para, sin entrar a juzgar la bondad o maldad de sus protagonistas, crear una serie de personajes y situaciones dominados por las circunstancias complejas y cruciales que impone la guerra. Sus héroes -que pertenecen a ambos bandos y son, en partes proporcionales, tanto víctimas como verdugos- están dotados de una asombrosa profundidad psicológica que, a partir de entonces, se convirtió en una de las principales señas de identidad de la prosa de ficción de Cuadra. Con este rasgo distintivo -y con otros hallazgos tan eficaces como innovadores en la narrativa nicaragüense del momento, como el monólogo interior directo, la narración enmarcada dentro de otro relato mayor, la incorporación a la estructura narrativa de transcripciones de cartas y mensajes radiotelegráficos, etc.-, Manolo Cuadra se anticipó, desde luego, a muchas de las novedades incorporadas años después por los escritores hispanoamericanos del Boom, al tiempo que equiparaba la ficción nacional a las narraciones más vanguardistas de las Letras norteamericanas del momento. A todo ello cabe añadir la manifiesta voluntad, por parte del autor, de evadirse de las corrientes literarias en boga, especialmente del regionalismo; y su excelente dominio del lenguaje, plasmado en la acuñación de vistosas imágenes, réplicas ingeniosas, adjetivos de gran viveza y colorido, enunciados sentenciosos, etc.

En lo que atañe a su producción poética, resulta obligado mencionar -como ya se ha apuntado en parágrafos anteriores- el entusiasmo inicial de Manolo Cuadra por las propuestas vanguardistas procedentes de Europa (que, en la cultura nicaragüense, se irradiaron principalmente desde la ciudad de Granada al resto del país). De esta etapa inicial de su lírica, marcada también por algún eco modernista y ciertos aires de romanticismo tropical que dotan a sus versos vanguardistas de una innegable originalidad, cabe traer a colación, amén del ya citado poema "Perfil", otra composición de Cuadra que figura en todas las antologías de la poesía nicaragüense: "La palabra que no te dije" (1930). En el fragmento que a continuación se copia puede apreciarse claramente ese aroma romántico que desprenden los primeros poemas de Manolo Cuadra: "Pensar que tantas veces / estuve cerca, muy cerca de tu lado. // Las palabras rodaban sobre el tema, / sin entrar, / como el agua en las piedras. // ¡Quizá hasta deseabas / que yo dijera la expresión abierta! [...]".

Como atinadamente apunta el también poeta y prestigioso crítico literario Jorge Eduardo Arellano, la poesía de Cuadra evolucionó luego hacia unos derroteros en los que dominaba la imitación intencionada de algunos grandes maestros contemporáneos de la lírica española e hispanoamericana, como el colombiano Miguel Ángel Osorio Benítez -más conocido por su pseudónimo literario de Porfirio Barba Jacob-, el chileno Pablo Neruda y el español Federico García Lorca. En estos versos finales de su impresionante poema "Solo en compañía" puede apreciarse nítidamente la huella de Neruda: "En las montañas más altas de Quilalí de Las Segovias / y en las zonas mortales de estas tierras heroicas, / entre diez y siete compañeros estrecha- / mente unidos por la aventura, / yo, Manolo Cuadra, indio, hijo de indios, / de pies electrizados por un amor de gleba / y ojos en los que asoma el orto de un sol nuevo, / repito que iba / solo".

En una tercer y última etapa de su producción poética, Cuadra -ahora influido por otro ilustre aventurero de las Letras universales, el francés Rimbaud-, abordó, por un lado, la confección de espléndidos sonetos que vinieron a demostrar su perfecto dominio y conocimiento de la mejor tradición clásica europea: "Al fuego de mi amor estás vedada / por los lebreles del cercado ajeno. / Rosa para mi mano no cortada. / Nunca te sorberé. Dulce veneno. // [...] // Un hada adverso, por mi mal, lo quiso. / Ciudadela sin puente levadizo. / Barco sin pasarela, desolado. // Cuando en asirte, estúpido, me empeño, / vuelas alta de mí, hecha de sueño, / y estás cerca de mí, jardín cercado" (del soneto "Jardín cercado, fechado en Managua en 1943). Y, por otra parte, Cuadra se adentró, en esta etapa postrera de su trayectoria lírica, en la poesía combativa y testimonial, marcada por un fuerte acento político que recuerda siempre su defensa de las causas sociales en favor de los humillados y ofendidos: "Fraterno ilustrador, deja tu pasta. / ¡Poeta, oculta tu cepillo! / Es hora de pedrada y de cuchillo, / de decir: ¡alto ahí! y de decir: ¡basta! // Que no haya división, que no haya casta / de rico y pobre entre la pobre gente. / Es la hora roja del iconoclasta: / Hora del llanto y del crujir de dientes. // Hora de huevos podridos y gengibres / y de mujeres con los brazos en jarras; / hora de pueblos libres / que han final han soltado sus amarras" ("La admonición gritada en las esquinas").

Bibliografía

  • ARELLANO, Jorge Eduardo. "Sobre la poesía de Manolo Cuadra", en El Nuevo Diario (Managua), 2, 3 y 4 de febrero de 1986.

  • CALATAYUD BERNABÉU, José. Manolo Cuadra (El Yo y las circunstancias) (León [Nicaragua]: Ed. Hospicio, 1968).

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.