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Cristina I, Reina de Suecia (1626-1689).

Reina de Suecia, nacida en Estocolmo en 1626 y muerta en Roma en 1689. Hija de Gustavo Adolfo II y de María Leonor de Brandeburgo, sucedió a su padre a la edad de seis años, bajo la tutela del consejo de regencia que presidía el todopoderoso canciller Oxenstierna.

En 1644 tomó la dirección de los asuntos de estado al ser proclamada mayor de edad. Desde el primer momento dio muestras de gran habilidad política y madurez de juicio. Debido a los éxitos que su padre había logrado en la Guerra de los Treinta Años, Suecia se había convertido en una gran potencia en el norte europeo: en 1645 había obtenido de Dinamarca, obligada a firmar la paz de Brömsebro, dos de sus islas; y de Noruega, dos provincias fronterizas. Además, en 1648 firmó la paz de Westfalia con el Imperio en condiciones igualmente ventajosas: obtuvo Bremen y Pomerania, y el derecho a participar en la Dieta imperial alemana. Pero estos éxitos militares tuvieron un alto precio, ya que los servicios de sus generales victoriosos debieron pagarse mediante la enajenación de propiedades de la corona.

Cristina era poseedora de una vasta cultura e inquietud intelectual. Aficionada a la música y las artes en general, amiga de fiestas y lujos, chocaba con la mentalidad austera de sus súbditos protestantes, además, su enorme interés por la cultura suponía grandes gastos para el erario de la corona. A la corte de Suecia acudieron algunos de los más destacados intelectuales de la época como Descartes. La creación de gran número de escuelas, así como su mecenazgo de las letras y el arte, acabó por provocar la ruina económica del estado, lo que ocasionó la subida de los impuestos y el consiguiente descontento del pueblo.

Nunca aceptó casarse y gobernó influida por sus favoritos, entre los que se contaban el médico francés Bourdelot, el conde de La Gardie, el embajador español Pimentel y Klas Tott. Nombró heredero del reino a su primo Carlos Gustavo, en el que acabó abdicando en 1654. Se convirtió al cristianismo, contrariada por la oposición creciente a sus actos y deseosa de dedicarse a sus colecciones de arte y a sus amistades.

Pasó a residir en Roma, donde fue recibida con entusiasmo por el papa Alejandro VII, que pronto se cansó de su modo de vida extravagante y de sus inmensos gastos, tanto en el mecenazgo de las artes como en las suntuosas fiestas a las que era tan aficionada. Entonces trasladó su residencia a Francia, donde hizo una triunfal entrada en París el 8 de septiembre de 1656. Tras una temporada en este país -en el que asesinó a su amante Monaldeschi-, conspiró para arrebatar la corona de Nápoles a España. Regresó a Suecia en 1660, a la muerte de su primo, con la esperanza de volver a ceñirse la corona del reino, pero no lo consiguió, ya que sus súbditos no le perdonaron que se convirtiera al catolicismo, ni su vida de excesos y enormes gastos. Viendo frustrados sus intereses en Suecia, pretendió la corona de Polonia, que tampoco logró. Volvió una vez más a Suecia donde intentó, también sin éxito, reingresar en el protestantismo. Ante esta situación, regresó a Italia, donde logró del papado una pensión. Se dedicó desde entonces a la literatura y reunió a su alrededor una corte de intelectuales con los que fundó al Academia de la Arcadia, posteriormente conocida coma Academia Clementina.

A su muerte nombró heredero universal a su amigo y consejero el cardenal Azzolino. Fue enterrada en la iglesia de San Pedro en Roma. Dejó escritas varias obras entre las que destacan: Máximas y sentencias, Reflexiones sobre la vida y hechos de Alejandro y Memorias.

JACJ

Autor

  • Juan Antonio Castro Jiménez