Cresci, Mario (1942-VVVV).
Fotógrafo italiano nacido en Chiavari (Génova) en 1942.
“La fotografía quiere ser ante todo un resultado mental, frío y lúcido, a medio camino entre la tradición histórica y la situación real del presente.” Con estas palabras Cresci intenta dar una concepción del resultado de su obra fotográfica en la que, efectivamente, investiga el haber histórico, estudiando los objetos que conforman las culturas de los lugares que le convenían (fundamentalmente el Sur de Italia), y al mismo tiempo escarbar en el presente, fotografiando a las gentes de la tierra, a aquellos que todavía llevan en el pecho las fotos de sus familiares desaparecidos, o los retratos colgados de las paredes de los ahora ya muertos. Por lo tanto, lo que consigue Cresci es fundir la fotografía del pasado y la del presente para ser concebida como una misma y no haber diferencia entre “fotografía” y “fotografía de la fotografía”.
Esta necesidad de Cresci de reflejar dos intervalos de tiempo, el pasado y el presente, viene influida por Ugo Mulas, que a su vez tomó la teoría prestada del propio Niepce. Para alcanzar este propósito, el italiano utilizó la técnica de la degradación del color, difuminándose la tonalidad del negro al blanco, llegando incluso a la transparencia, como sucede en las fotografías de algunos de sus interiores de Barbarano.
Pero su cometido no acaba con el deseo de alcanzar la claridad tonal, sino que en algunas de sus obras, como en la serie de Movimenti y Autoritratti, los rostros de los personajes que fotografía son alterados y su identificación es casi imposible de determinar; no, por el contrario, los ambientes y los fondos, que no sufren descomposición alguna.
Se trata de una fotografía más intimista, más interiorizada, más relajada. Una fotografía que se aleja de la denominada fotografía de reportaje, cuyas características más premiadas son el impacto y el efectismo sensacionalista. La obra de Cresci es un estudio premeditado y lingüístico del medio fotográfico, en el que reniega de la existencia de un tiempo y un espacio, además de no aceptar el color en la mayor parte de su trabajo.
Además de poder caracterizar la fotografía de Cresci por la ausencia de color, otro aspecto que le identifica y le descubre es el uso de espirales, una figura que se presta a la confusión del observador por sus innumerables interpretaciones y por encontrarse en un terreno limítrofe con el no entendimiento. Cresci introduce al que ve sus imágenes, con la incorporación de la espiral, en un juego donde la mente ha de hacer un análisis de lo que ve.
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