Hernán Cortés (1485–1547): Conquistador extremeño y artífice del imperio español en México

Hernán Cortés (1485–1547): Conquistador extremeño y artífice del imperio español en México

La formación de un conquistador: Primeros años y primeros viajes

Orígenes y primeros años

Hernán Cortés nació en 1485 en la pequeña ciudad de Medellín, situada en la provincia de Badajoz, en la región de Extremadura, España. Fue el segundo hijo de Martín Cortés, un escudero de hidalgos empobrecidos, y de Catalina Pizarro Altamirano, hija de la condesa de Medellín. La familia, a pesar de su noble linaje, atravesaba dificultades económicas, lo que permitió que el joven Cortés experimentara una educación modesta, más centrada en las expectativas de la nobleza baja que en el acceso a grandes privilegios. El hecho de que Cortés naciera en una familia de hidalgos de rango medio fue crucial para entender el impulso que lo llevó a buscar su fortuna fuera de su patria.

Desde niño, Cortés mostró un carácter decidido y ambicioso, pero también una salud frágil que marcó su juventud. Fue un niño enfermizo que, según algunos cronistas de la época, sufría con frecuencia de diversas dolencias. A pesar de esta debilidad física, su voluntad parecía inquebrantable. Cuando Cortés cumplió 14 años, sus padres decidieron enviarlo a Salamanca con su tía paterna, Inés de Paz, con la esperanza de que pudiera estudiar leyes en la Universidad. Sin embargo, el joven Cortés no siguió el camino que su familia había planeado para él. A lo largo de su estancia en Salamanca, solo pudo estudiar gramática y latín con el famoso pedagogo Francisco Núñez de Valera, pero nunca logró ingresar a la universidad. La falta de interés en los estudios académicos y su predilección por la vida activa y militar lo llevaron a regresar a Medellín, a la decepción de sus padres.

Este primer contacto con el mundo académico fue efímero, y en lugar de seguir los pasos de su familia, Cortés se sintió atraído por el mundo de las armas. En 1501, cuando tenía 16 años, Cortés decidió embarcarse en la expedición de Nicolás de Ovando a las Indias, un viaje que prometía grandes oportunidades, aunque un accidente cambió su destino. Durante su juventud, era conocido por su carácter impulsivo y su tendencia a lanzarse a aventuras, en especial en sus intentos por cortejar a diversas mujeres. En uno de esos momentos, cuando rondaba a una dama casada, sufrió una caída desde un muro, lo que lo obligó a suspender sus planes y recuperarse. A pesar de este revés, el deseo de embarcarse en nuevas aventuras no desapareció.

Primeros años en América

Una vez recuperado del accidente, Cortés se dirigió a Valencia con la intención de embarcarse hacia Italia con las tropas del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, pero nuevamente no tuvo éxito en sus intentos. Cortés pasó un tiempo vagabundeando por las ciudades españolas, buscando un camino hacia su destino, hasta que, finalmente, en 1504, a la edad de 19 años, se embarcó hacia las Indias. Partió desde Cádiz en un barco rumbo a Santo Domingo, en la isla de La Española, donde encontró su primer destino en el continente americano.

En Santo Domingo, el joven Cortés se integró en la vida colonial y comenzó a forjar su carrera. En la capital de la isla, se alistó en la hueste de Diego Velázquez, gobernador de Cuba, y participó en la represión de la rebelión de los taínos liderada por la cacica Anacaona. Esta sería la primera acción militar significativa de Cortés, aunque no la más destacada en su trayectoria. Fue una expedición breve, pero suficiente para que Cortés comenzara a comprender las dinámicas de la conquista en el Nuevo Mundo y a ganar cierto renombre entre los colonos. Al final de la campaña, fue recompensado con un repartimiento de indígenas en la región de Daiguao, además de una escribanía en la ciudad de Azúa, donde estableció su residencia.

Durante este tiempo en Azúa, Cortés vivió de las rentas que le pagaban sus indígenas encomendados, lo que le permitió disfrutar de una vida relativamente cómoda. No obstante, el joven conquistador no se conformó con su suerte. Su carácter impulsivo y ambicioso le llevó a buscar otras oportunidades de ascenso en la sociedad colonial. En 1509, cuando Diego Colón, hijo de Cristóbal Colón, llegó a La Española como gobernador, se celebraron matrimonios con damas españolas que Cortés no tardó en cortejar. Entre ellas se encontraba Catalina Juárez, hija de Juan Juárez, un noble que le otorgó relaciones valiosas para su futuro. Su relación con Catalina Juárez se convirtió en un hito en su carrera, ya que, al casarse con ella, se consolidó su vínculo con Diego Velázquez, quien ofició como padrino en su matrimonio. Esta alianza fue fundamental, ya que permitió a Cortés obtener tierras y el derecho de encomendar más indígenas.

La expedición a Cuba y la rebelión

El ascenso de Cortés en Cuba se vio afianzado por sus habilidades tanto militares como políticas, pero también por su destreza para mover los hilos detrás de las escenas. En 1511, Cortés se unió a la expedición de Diego Velázquez para conquistar Cuba, una campaña en la que, aunque no participó activamente como soldado, desempeñó el rol de secretario y tesorero de la expedición. En este período, su ambición por obtener poder se hizo más evidente. Cortés se vio involucrado en una conspiración en contra de Velázquez, cuando varios conquistadores acusaron al gobernador de fraude fiscal, lo que desató tensiones entre los colonos. Cortés aprovechó la situación para fortalecer su relación con Velázquez, quien, a pesar de los conflictos, lo favoreció al otorgarle nuevas encomiendas.

La estrategia política de Cortés consistía en tejer alianzas que le garantizaran un futuro próspero, lo que le permitió acumular riquezas y ganar poder. Fue a través de esta red de alianzas, primero con Velázquez y luego con otros conquistadores como Juan Juárez, que Cortés logró hacerse con una considerable fortuna y tierras en Cuba. En 1518, las tensiones entre Cortés y Velázquez se intensificaron. Aunque Velázquez lo nombró comandante de una expedición para explorar las costas de Yucatán, la relación entre ambos se deterioró rápidamente. Velázquez, temeroso de la creciente ambición de Cortés, intentó revocar su nombramiento, pero Cortés decidió actuar antes de que eso ocurriera.

Con el respaldo de sus seguidores y la clara determinación de conseguir más poder, Cortés inició su famosa expedición a lo que hoy conocemos como México. En lugar de seguir las órdenes de Velázquez y mantener una simple expedición comercial, Cortés aprovechó el momento para rebelarse contra la autoridad de Cuba. En 1519, con un ejército de 300 hombres y varios barcos, Cortés zarpó desde Santiago, Cuba, con el firme propósito de conquistar el imperio azteca y marcar su propio destino.

Preparación para la conquista

Antes de embarcarse en la travesía, Cortés organizó una expedición con gran ambición, siendo una de las primeras decisiones simbólicas la destrucción de las naves, lo que impidió cualquier intento de retorno a Cuba. Cortés no solo quería conquistar, sino también asegurarse de que su hueste no pudiera retroceder en caso de fracaso. Este acto, cargado de simbolismo, reflejaba su intención de no volver atrás. Su viaje a lo largo de la costa del Golfo de México incluyó varios encuentros con pueblos indígenas, entre ellos los de la región de Tabasco, donde rescató al español Jerónimo de Aguilar, quien llevaba ocho años perdido y hablaba maya. Esta coincidencia fue crucial, ya que Aguilar, junto con la famosa Malinche, se convirtió en la clave para que Cortés pudiera comunicarse con los pueblos indígenas y continuar con su empresa de conquista.

El viaje a América y la rebelión contra Velázquez

La rebelión de Cortés

En 1519, cuando Hernán Cortés zarpó desde Cuba con su expedición, su objetivo original parecía ser tan solo un proyecto de exploración y comercio en la región de Yucatán. Sin embargo, su ambición era mucho mayor. Cortés no solo deseaba cumplir con las órdenes del gobernador Diego Velázquez, quien había enviado a explorar la costa de lo que hoy es México, sino que también planeaba aprovechar cualquier oportunidad para extender su influencia y recursos en el Nuevo Mundo. Velázquez, que inicialmente había confiado en Cortés para esta misión, pronto se inquietó por las crecientes ambiciones de su subalterno y comenzó a mostrar señales de recelo. En 1519, al recibir noticias de que Cortés había comenzado a actuar de manera independiente y comenzaba a ganar poder, el gobernador de Cuba intentó revocar el nombramiento de Cortés, lo que desencadenó un conflicto.

Este intento de revocación no pasó desapercibido para Cortés, quien no solo deseaba avanzar en su conquista, sino también asegurarse de que su poder fuera incuestionable. A pesar de la revocación de su mandato, Cortés siguió adelante con la expedición. Para evitar que se detuviera, convocó un motín entre sus soldados, que se mostraron reacios a regresar a Cuba, ya que muchos de ellos se habían comprometido con la causa de Cortés. Con la ayuda de sus seguidores más leales, Cortés se erigió como el líder absoluto de la expedición, desafiante frente a las órdenes de Velázquez.

Esta rebelión contra la autoridad de Velázquez marcó un hito en la vida de Cortés, pues lo consolidó como un líder carismático y audaz, dispuesto a desafiar las órdenes de la corona española si eso significaba alcanzar mayores objetivos. A medida que su autoridad aumentaba, Cortés fue adoptando cada vez más una postura de rebelde frente a las instituciones coloniales, iniciando así un nuevo capítulo en su vida, más enfocado en la conquista personal que en el cumplimiento de las directrices de la Corona. En este punto de su travesía, Cortés decidió fundar la Villa Rica de la Veracruz, una nueva población en la costa mexicana, que serviría como su base de operaciones.

La fundación de Veracruz en julio de 1519 fue un movimiento clave, pues con ella Cortés estableció un gobierno independiente y desafiante a la autoridad de Velázquez. De manera estratégica, la población fundó un Cabildo local que lo apoyaba, lo que consolidó su posición como líder indiscutido de la expedición. Desde esa villa, Cortés comenzó a planear su avance hacia el interior, dispuesto a conquistar las vastas tierras del imperio azteca que, hasta entonces, eran prácticamente desconocidas para los europeos.

La llegada a México y el primer contacto con los aztecas

Con la fundación de Veracruz y el establecimiento de una base sólida, Cortés comenzó a adentrarse en el territorio que, hasta entonces, solo conocían vagamente los exploradores españoles. La noticia de la llegada de los españoles se había extendido entre los pueblos indígenas, y ya existían tensiones en la región. En este contexto, los aztecas, liderados por el emperador Moctezuma II, empezaron a mostrar interés por la presencia de los recién llegados. Los aztecas ya habían oído hablar de los españoles y, según las crónicas, temían que estos fueran los emisarios de Quetzalcóatl, una deidad que, según sus leyendas, regresaría en forma de hombres de piel clara y con características divinas.

Fue así como, al poco tiempo de llegar a la costa mexicana, Cortés y sus hombres comenzaron a recibir embajadas de los aztecas. Estas misiones diplomáticas trajeron regalos de oro, plumas de quetzal, ropa fina y otros obsequios de gran valor. A pesar de la cortesía de los emisarios aztecas, Cortés no se dejó intimidar por estos gestos de buena voluntad. Los regalos recibidos confirmaron sus sospechas: el imperio azteca era rico y poderoso, y la posibilidad de hacerse con el botín y el control de esas vastas tierras comenzó a obsesionar a Cortés.

Poco después de estos intercambios diplomáticos iniciales, Cortés decidió no conformarse con simples intercambios comerciales. En lugar de quedarse en la costa, como había sido la orden de Velázquez, se dirigió hacia el interior, hacia la capital del imperio azteca, Tenochtitlan. En su camino, Cortés se encontró con varias comunidades indígenas que, en su mayoría, mostraron una disposición a aliarse con los españoles. Este fue el caso de los totonacas, un pueblo que, al verse sometido por el poder azteca, encontró en Cortés una oportunidad de liberarse del yugo de los mexicas.

Los totonacas, encabezados por el señor de Cempoala, ofrecieron su apoyo a Cortés a cambio de la promesa de ser liberados de las tributos impuestos por los aztecas. Esta alianza fue fundamental para Cortés, ya que le permitió contar con más guerreros indígenas que se unieron a su ejército. A través de estas alianzas, el ejército de Cortés fue creciendo en número y fuerza, lo que le dio una ventaja significativa para afrontar el desafío que representaba enfrentarse al imperio azteca.

Sin embargo, las decisiones de Cortés fueron cada vez más arriesgadas. A medida que avanzaba hacia el corazón del imperio azteca, se encontró con otros pueblos que, aunque inicialmente reacios, se vieron atraídos por la posibilidad de liberarse del dominio azteca. En este proceso, Cortés también hizo uso de su habilidad para negociar y manipular a las tribus locales, lo que le permitió ganar más aliados y recursos. Al mismo tiempo, Cortés mantenía una estrategia de confrontación y desobedecía abiertamente las órdenes de Velázquez, convirtiéndose en un rebelde no solo ante la autoridad de Cuba, sino también ante las convenciones establecidas por la corona española.

El encuentro con Moctezuma y la entrada a Tenochtitlan

El 8 de noviembre de 1519, tras semanas de marchas difíciles a través del altiplano mexicano, Cortés y su ejército llegaron finalmente a Tenochtitlan, la capital del imperio azteca. El recibimiento por parte de Moctezuma II fue grandioso, una muestra de la riqueza y el poder de los mexicas. Moctezuma, al parecer, creyó que los españoles eran los emisarios de Quetzalcóatl, una interpretación que fue aprovechada por Cortés para fortalecer su presencia. El encuentro entre el emperador azteca y el conquistador español fue, sin duda, uno de los momentos más emblemáticos de la historia de la conquista.

Moctezuma recibió a Cortés con grandes honores, llevándolo a su palacio y permitiéndole ver la magnificencia de la ciudad. Tenochtitlan, una ciudad lacustre situada en el lago de Texcoco, era una de las ciudades más impresionantes de la época, con calzadas que conectaban las islas con el continente y un sistema de acueductos que abastecía a la ciudad de agua potable. Cortés y sus hombres quedaron profundamente impresionados por la organización y el esplendor de la ciudad.

Las relaciones entre los españoles y los aztecas, al principio, parecían ser cordiales, aunque ya comenzaban a asomar las tensiones. Cortés, consciente de la riqueza que podía obtener del imperio azteca, planeaba continuar con su objetivo de consolidar el control sobre Tenochtitlan, y para ello, optó por una estrategia audaz: capturar a Moctezuma y usarlo como rehén. Esta jugada, que comenzó a gestarse el 14 de noviembre de 1519, cambiaría el curso de la conquista.

El fabuloso mundo azteca

La captura de Moctezuma y la transformación de la relación

A medida que Cortés y sus hombres avanzaban en Tenochtitlan, se hacía cada vez más evidente que la ambición de los españoles por dominar el imperio azteca no se reduciría a un simple intercambio comercial o de alianzas. Cortés, consciente de la riqueza que podía obtener del imperio azteca y de la creciente resistencia que podía enfrentar, decidió tomar una medida audaz: capturar al propio emperador Moctezuma II. Para muchos, esta fue la acción que determinó el curso de los eventos, pues representaba no solo un acto de desafío hacia el poder azteca, sino también el inicio de una confrontación abierta y definitiva entre las fuerzas de Cortés y el imperio azteca.

El 14 de noviembre de 1519, Cortés tomó una decisión trascendental: se presentó en el palacio de Moctezuma acompañado de sus capitanes y, bajo la excusa de buscar más información sobre los motivos de los aztecas, obligó al emperador a trasladarse a su palacio en calidad de rehén. Este fue un acto de gran riesgo, ya que Moctezuma era una figura venerada por su pueblo y su captura sería vista como un insulto y una grave ofensa. Sin embargo, la audaz maniobra de Cortés se justificó por su conocimiento de las tensiones internas dentro del imperio azteca. Moctezuma, al parecer, no dio una respuesta firme para frenar la captura, tal vez por temor a las repercusiones divinas que los españoles representaban según las creencias aztecas.

La captura de Moctezuma no solo representó un golpe decisivo para el poder azteca, sino que también fue un movimiento psicológico crucial para los españoles. Al tener al emperador azteca como prisionero, Cortés creaba una sensación de control sobre Tenochtitlan, aunque la realidad fuera muy distinta. Los aztecas comenzaron a cuestionar la autoridad de su monarca, lo que generó tensiones internas, mientras que Cortés se sentía fortalecido en su posición. No obstante, la situación se complicó aún más cuando Moctezuma, al ser retenido en el palacio de Axayácatl, no fue capaz de imponer su voluntad sobre su pueblo. En lugar de ordenarle a los aztecas que atacaran a los españoles, Moctezuma se mostró dócil y sumiso a las demandas de los conquistadores, lo que contribuyó a su debilitamiento como líder.

La falta de una acción decisiva por parte de Moctezuma llevó a Cortés a fortalecer aún más su control sobre la ciudad. Utilizó la figura del emperador cautivo como una herramienta para consolidar su poder. Sin embargo, las relaciones entre los españoles y los aztecas comenzaron a deteriorarse cuando los dos bandos comenzaron a desconfiar unos de otros. Cortés, al principio, había adoptado una postura diplomática, tratando de evitar el conflicto directo, pero la situación comenzó a volverse insostenible. Los aztecas, con el tiempo, se dieron cuenta de que su imperio estaba siendo desafiado de manera directa, mientras que Cortés se sentía cada vez más seguro en su posición de poder.

La matanza de Cholula y la escalada de la violencia

El 18 de octubre de 1519, mientras Cortés se encontraba en Tenochtitlan, recibió noticias de un complot que se gestaba en Cholula, una ciudad santa para los aztecas, que según informantes iba a ser el escenario de una emboscada. Según las crónicas, los aztecas habían planeado tenderle una trampa a Cortés, lo que motivó la respuesta brutal de los españoles. Cortés, en un acto de represalia y desconfianza, ordenó una masacre en Cholula. Aunque se ha debatido sobre la magnitud exacta de la masacre, los relatos antiguos mencionan que varios miles de cholultecas fueron muertos por los españoles y sus aliados tlaxcaltecas.

La masacre de Cholula fue un acto de gran crueldad que consolidó la animosidad entre los aztecas y los conquistadores. Los pobladores de Cholula, que en su mayoría habían estado dispuestos a recibir a los españoles, se vieron atrapados en la furia vengativa de Cortés. Esta matanza fue utilizada por Cortés para demostrar su poder y eliminar cualquier posible resistencia de la población. Además, la masacre de Cholula también fue un mensaje para otros pueblos que pudieran estar considerando aliarse con los aztecas: la resistencia contra los españoles solo traería muerte y destrucción.

Sin embargo, la matanza de Cholula también representó un punto de no retorno. A medida que la violencia aumentaba, las relaciones con los aztecas se deterioraban rápidamente. Lo que había comenzado como una misión de exploración y posible negociación se transformaba en un conflicto abierto por el dominio y la supremacía. En este contexto, Cortés continuó su avance hacia el corazón de Tenochtitlan, rodeado de enemigos que lo veían como un invasor extranjero.

La situación en Tenochtitlan: El cerco y la captura de Cuauhtémoc

A medida que la situación se volvía más tensa, las hostilidades abiertas entre los españoles y los aztecas se hicieron inevitables. Cortés, que había comenzado con tácticas diplomáticas y negociaciones, pronto se vio envuelto en un conflicto sin cuartel. La desconfianza mutua y las presiones internas llevaron a una serie de enfrentamientos entre los españoles y los guerreros aztecas.

La situación en Tenochtitlan comenzó a volverse insostenible. Cortés, que había tomado como prisionero a Moctezuma, ya no podía seguir confiando completamente en la figura del emperador cautivo. Los aztecas, frustrados por la sumisión de Moctezuma y enfurecidos por las constantes humillaciones, comenzaron a rebelarse abiertamente. El pueblo azteca, liderado por una serie de nobles y guerreros, se levantó contra los invasores. En este contexto, Cortés se encontró atrapado en el palacio de Axayácatl, rodeado por los guerreros aztecas que intentaban arrebatarle el control de la ciudad.

Los españoles, atrapados en el corazón de Tenochtitlan, lucharon con todas sus fuerzas para mantenerse a flote. La situación se tornó desesperada cuando los aztecas lograron cercar el palacio y bloquear las salidas. Los recursos eran limitados, y el hambre comenzó a hacer mella en las fuerzas españolas. Durante esta crisis, Cortés recurrió a una de sus estrategias más audaces: pidió la ayuda de Moctezuma para calmar a la población azteca. El emperador, que ya se encontraba en una situación de debilidad, tuvo que pedir a su propio pueblo que cesara los ataques contra los españoles. Sin embargo, esta maniobra no fue suficiente para frenar la violencia.

A medida que los días pasaban, la situación empeoraba, y los españoles se vieron obligados a idear una retirada. Cortés, que ya no podía confiar en la figura de Moctezuma, decidió que debía escapar de Tenochtitlan lo antes posible. La ciudad, una de las más impresionantes del mundo, estaba a punto de ser el escenario de uno de los eventos más dramáticos de la conquista: la famosa «Noche Triste», que sería el punto culminante de la retirada de los españoles.

La “Noche Triste”: La retirada de Tenochtitlan

La «Noche Triste», como se conoce a la retirada de Cortés de Tenochtitlan, ocurrió en la noche del 30 de junio de 1520. Tras varios días de combate y enfrentamientos constantes, los españoles, exhaustos y acosados por los guerreros aztecas, decidieron escapar de la ciudad. En medio de la oscuridad, los españoles intentaron salir sin ser vistos, pero la batalla no terminó en ese momento. Los aztecas, al darse cuenta de la fuga de los invasores, lanzaron un ataque masivo desde el agua y desde las calzadas, lo que resultó en una sangrienta emboscada.

Los soldados españoles, cargados con el botín saqueado, no pudieron defenderse adecuadamente y sufrieron grandes bajas. Cerca de ochocientos españoles murieron en la retirada, junto con miles de aliados indígenas que acompañaban a los conquistadores. Esta derrota fue un golpe devastador para Cortés, que había perdido no solo hombres, sino también la ventaja que había tenido hasta ese momento. La “Noche Triste” se convirtió en un símbolo de la fragilidad de la victoria y la lucha constante por el dominio.

La guerra de conquista: La Noche Triste y la reconquista de Tenochtitlan

La caída de Tenochtitlan: La Noche Triste

La retirada de Cortés de Tenochtitlan, conocida como la “Noche Triste”, fue uno de los episodios más dramáticos y difíciles de la conquista de México. En la noche del 30 de junio de 1520, después de varios días de asedio y enfrentamientos con los guerreros aztecas, el ejército español se vio obligado a huir de la capital azteca. A pesar de los esfuerzos de Cortés por mantener el control sobre la ciudad, la situación había empeorado rápidamente. El ataque de los aztecas fue imparable, y los españoles, cargados con su botín y rodeados, no pudieron resistir.

La noche en la que los españoles intentaron escapar fue trágica. A medida que Cortés y su ejército se desplazaban por las oscuras calzadas de Tenochtitlan, los aztecas los atacaron por todos lados, utilizando su superioridad numérica y el terreno lacustre para cercar y emboscar a los soldados. Los guerreros aztecas, dirigidos por Cuauhtémoc, sobrino de Moctezuma, no solo se enfrentaron a los conquistadores, sino que también atacaron a sus aliados tlaxcaltecas, quienes habían ayudado a los españoles en las batallas previas.

En la “Noche Triste”, los españoles sufrieron grandes pérdidas. La hueste cortesiana, que había comenzado la campaña con más de 500 hombres, sufrió una pérdida devastadora, con cerca de 800 soldados muertos, muchos de los cuales murieron en el combate o durante la retirada, mientras otros perecieron en el ataque sorpresivo. Además, miles de los aliados indígenas que acompañaban a Cortés también cayeron. Aunque la vanguardia logró escapar en su mayoría, la retaguardia fue prácticamente destruida, lo que significó una derrota humillante para los conquistadores. Este revés fue un duro golpe para Cortés, que perdió no solo a sus hombres, sino también el control sobre la capital del imperio azteca.

Tras la huida, Cortés y sus sobrevivientes se refugiaron en la ciudad de Tlaxcala, donde intentaron reorganizarse y reagruparse. El gobierno de Tlaxcala había sido una pieza clave en la lucha contra los aztecas, y Cortés sabía que necesitaba de sus aliados para sobrevivir y continuar con su proyecto de conquista. A pesar de la humillación sufrida, Cortés estaba determinado a recuperar lo perdido y retomar el control de Tenochtitlan.

Reorganización y la nueva estrategia de Cortés

Después de la retirada de la Noche Triste, Cortés comenzó a organizar una nueva campaña. No solo había perdido a muchos de sus hombres, sino que también había experimentado un golpe a su moral y reputación. Sin embargo, Cortés sabía que no podía rendirse. El imperio azteca, a pesar de la derrota, aún estaba lejos de ser derrotado, y el control sobre Tenochtitlan seguía siendo una prioridad. En este contexto, Cortés reunió a sus tropas y decidió cambiar su estrategia, basándose en su experiencia en la ciudad lacustre.

A lo largo de los meses siguientes, Cortés fortaleció sus relaciones con los pueblos indígenas que habían sido sometidos por los aztecas, en especial los Tlaxcaltecas, quienes se unieron nuevamente a la causa de la conquista. Además, la situación política dentro del imperio azteca también favoreció a Cortés, ya que la muerte de Moctezuma y la llegada al poder de Cuitláhuac, el nuevo emperador, trajo consigo una mayor resistencia de la población azteca a los invasores. Sin embargo, Cortés supo aprovechar esta situación, ya que la caída de Moctezuma dejó a los aztecas debilitados internamente.

Cortés, por su parte, no solo organizó una campaña militar, sino también una serie de tácticas psicológicas y diplomáticas que le permitirían fortalecer su posición. En primer lugar, Cortés ordenó la construcción de una flota de bergantines en Tlaxcala, lo que le permitiría dominar el lago de Texcoco y atacar a los aztecas desde el agua, una ventaja crucial en el contexto de la batalla de Tenochtitlan. Los bergantines, una especie de barcos pequeños y maniobrables, fueron construidos por los tlaxcaltecas bajo la supervisión de los ingenieros de Cortés, lo que les permitió a los españoles ganar una ventaja clave en la guerra de asedio.

La invasión final: El sitio de Tenochtitlan

Una vez que sus fuerzas estuvieron reorganizadas, Cortés decidió tomar la ofensiva nuevamente. En diciembre de 1520, el ejército español, reforzado por un contingente de Tlaxcaltecas y otras tribus aliadas, se dirigió nuevamente a Tenochtitlan. El asedio de la capital azteca fue una de las fases más difíciles y complicadas de la conquista, ya que Tenochtitlan, aunque ya no tan poderosa como antes, seguía siendo una ciudad fortificada y rodeada de agua. El ejército de Cortés, compuesto por unos 500 soldados españoles y miles de aliados indígenas, tuvo que luchar para cortar el acceso de los aztecas a los suministros y recursos, lo que dejó a los sitiados en una posición de vulnerabilidad.

Cortés ordenó cortar el acueducto de Chapultepec, lo que privó a la ciudad de agua potable. Esto afectó gravemente a la población de Tenochtitlan, pues, aunque la ciudad contaba con un sofisticado sistema de abastecimiento de agua, la interrupción de este recurso vital provocó que las condiciones en la ciudad se volvieran insostenibles. Además, la llegada de la viruela, una enfermedad desconocida por los aztecas, contribuyó a la crisis, ya que la epidemia mató a miles de personas, incluyendo a algunos de los principales líderes aztecas.

A lo largo del sitio, Cortés empleó la táctica de tierra arrasada, destruyendo las infraestructuras y quemando todo lo que pudiera ser utilizado por los aztecas para resistir. Los combates se centraron en Tlatelolco, el último bastión de resistencia azteca. La feroz resistencia de los guerreros aztecas, dirigidos por Cuauhtémoc, el nuevo Tlatoani (emperador) azteca, fue incansable. Sin embargo, a pesar de su determinación, los aztecas fueron incapaces de frenar el avance de los españoles.

La caída de Cuauhtémoc y el fin de la resistencia azteca

El 13 de agosto de 1521, después de varios meses de asedio, los españoles lograron finalmente capturar a Cuauhtémoc, el líder azteca que se había enfrentado con valentía a la invasión. Con su captura, la resistencia azteca llegó a su fin. La caída de Tenochtitlan significó no solo la derrota de la confederación azteca, sino también el fin de una de las civilizaciones más avanzadas y poderosas de América precolombina.

El 13 de agosto es considerado uno de los momentos decisivos en la historia de la conquista, pues el dominio de Cortés sobre la ciudad marcó el comienzo de la colonización española en el Nuevo Mundo. La ciudad fue destruida y en su lugar se fundó la nueva ciudad de México-Tenochtitlan, que pasaría a ser la capital de la Nueva España. La caída de Tenochtitlan representó el colapso de un imperio, pero también el inicio de la transformación profunda de las tierras americanas bajo el dominio europeo.

A pesar de su victoria, Cortés tuvo que lidiar con las tensiones internas dentro de su propio ejército, con los oficiales reales y con la oposición de otros conquistadores. Sin embargo, al capturar Cuauhtémoc y someter a los aztecas, logró consolidar su poder y alcanzar uno de sus mayores logros: la creación de un nuevo imperio colonial que perduraría por siglos.

El Marqués del Valle de Oaxaca: El gobierno y la caída de Cortés

La consolidación del poder y el establecimiento de la Nueva España

Con la caída definitiva de Tenochtitlan en agosto de 1521, Hernán Cortés se erigió como el principal artífice de la creación de la Nueva España, un vasto imperio colonial que se extendería por gran parte de Mesoamérica. Tras la victoria, Cortés comenzó a reconstruir la capital azteca para adaptarla a las nuevas estructuras coloniales impuestas por los españoles. La ciudad de México-Tenochtitlan fue transformada en una metrópoli moderna, siguiendo los modelos urbanos de España, con una plaza mayor en el centro, rodeada por edificios administrativos, la catedral y el cabildo, elementos fundamentales para la organización del nuevo reino.

La figura de Cortés pasó a ser central en la vida de la nueva colonia, y en octubre de 1522, el rey Carlos I de España lo recompensó con el título de Marqués del Valle de Oaxaca, una de las mayores distinciones otorgadas a un indiano. Este título le otorgaba grandes territorios y riquezas, y le daba la autoridad sobre las regiones que había conquistado. A pesar de su éxito en la conquista, este premio representaba también el comienzo de las tensiones con la corona, que comenzó a vigilar más de cerca las acciones de Cortés.

El marqués Cortés, aunque inmensamente rico y poderoso, se encontró con varios problemas a medida que se consolidaba el dominio español en América. A pesar de su victoria sobre los aztecas, el gobierno de Carlos I temía que Cortés, debido a su creciente poder e influencia, pudiera tratar de establecer un régimen autónomo, lo que generó una rivalidad constante entre Cortés y las autoridades coloniales enviadas por la corona. Así, desde sus primeros momentos como gobernador de la Nueva España, Cortés tuvo que lidiar con las restricciones impuestas por el rey y con la competencia de otros conquistadores que no aceptaban su autoridad.

Los conflictos con la Corona: La intervención de la Audiencia y la disputa por el poder

A pesar de que Cortés logró importantes victorias, la relación con la Corona española nunca fue fácil. La administración colonial española, desconfiada del poder creciente de los conquistadores, pronto comenzó a hacerle frente a Cortés, especialmente con la llegada de la Audiencia de México en 1528. Este tribunal estaba compuesto por funcionarios reales encargados de supervisar las acciones de los conquistadores y asegurar que las leyes españolas fueran cumplidas. El nombramiento de una audiencia representó un desafío directo a la autoridad de Cortés, quien vio cómo su poder se veía restringido por la presencia de los funcionarios enviados por el rey.

A esta creciente oposición se sumó el hecho de que el Conde de Veracruz, un rival de Cortés, había sido designado para administrar algunas de las regiones más ricas de la nueva colonia, lo que añadió más tensiones a un clima político ya complicado. La Audiencia comenzó a cuestionar las decisiones de Cortés, su gestión de los recursos y su comportamiento como líder. Estas disputas culminaron en 1528, cuando Cortés decidió viajar a España para defender su gestión ante el rey Carlos I.

La llegada de Cortés a Toledo en 1528 marcó el comienzo de un periodo de litigios que pondría en peligro su posición. En España, Cortés fue recibido de manera ambivalente. Aunque se le reconoció su papel como conquistador de México, la nobleza española nunca lo aceptó como uno de los suyos. Fue recibido con cierto desprecio por parte de la aristocracia tradicional, que lo veía como un hombre de origen humilde, un «advenedizo», cuya riqueza y poder parecían ser desmesurados para alguien de su clase social. Además, los críticos de Cortés lo acusaban de haber actuado de manera excesivamente ambiciosa y arrogante, y de haber excedido las fronteras de la autoridad real.

A pesar de la resistencia que encontró, Cortés logró la ratificación de su título de Marqués del Valle de Oaxaca, y consiguió que se le devolviera parte de su poder en la Nueva España, aunque sin el control absoluto que había tenido antes de la llegada de la Audiencia. A pesar de este reconocimiento formal, las tensiones con la Corona no cesaron, y Cortés regresó a América con un sentimiento de frustración y desconfianza hacia las instituciones coloniales.

La expedición a las Hibueras y la pérdida de poder

A pesar de sus tensiones con la corona, Cortés no abandonó sus ambiciones. En 1524, después de que la situación política en México se estabilizara relativamente, decidió emprender una expedición hacia Honduras, conocida como la expedición a las Hibueras. Su objetivo era sofocar la rebelión de un conquistador llamado Cristóbal de Olid, quien, al igual que Cortés, había desafiado las órdenes del gobernador de Cuba. Olid había tomado posesión de Honduras y se había proclamado gobernador, lo que obligó a Cortés a intervenir militarmente.

La expedición, sin embargo, resultó ser un desastre para Cortés. No solo enfrentó dificultades por las enfermedades y las privaciones a las que estuvo sometido su ejército, sino que también sufrió la muerte de varios de sus hombres. Durante este viaje, Cortés cometió un error fatal al acusar injustamente a Cuauhtémoc de conspirar en su contra, lo que llevó a la ejecución de varios nobles aztecas y exacerbó la desconfianza hacia su liderazgo. A pesar de la victoria sobre Olid, el viaje tuvo un alto coste personal y económico, y le costó parte de su fortuna y prestigio. Cuando regresó a la Nueva España, Cortés se encontró con que sus rivales políticos se habían fortalecido y que la Audiencia había recuperado gran parte de su influencia.

Los últimos años: Pleitos, desgaste y muerte en 1547

En los años siguientes, Cortés continuó enfrentándose a problemas legales y políticos. Fue demandado en varias ocasiones por sus rivales y, a pesar de haber sido ratificado como Marqués, su poder fue disminuyendo a medida que la Audiencia ganaba más autoridad y los oficiales reales le restaban competencia. A lo largo de este periodo, Cortés tuvo que enfrentar acusaciones sobre su gestión de los recursos en México y sobre la supuesta opresión de los pueblos indígenas bajo su control.

Después de años de disputas, y con la creciente hostilidad de la audiencia y de otros conquistadores, Cortés optó por regresar a España para seguir luchando por sus derechos ante la Corte real. En 1541, el emperador Carlos I lo convocó a un juicio final en España, en el que se discutirían sus alegaciones sobre el trato recibido. En su viaje de regreso a España, Cortés participó en la fallida expedición a Argel, un intento frustrado que dejó al conquistador despojado de parte de su fortuna.

Finalmente, Hernán Cortés falleció el 2 de diciembre de 1547 en la localidad de Castilleja de la Cuesta, cerca de Sevilla, a los 62 años. A pesar de sus logros, su vida estuvo marcada por el desgaste de los litigios y las constantes disputas con la corona española. Cortés dejó un legado que, aunque indiscutible en términos de la expansión territorial y la creación del imperio colonial en América, estuvo marcado por la ambición, la controversia y la lucha constante por el poder.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Hernán Cortés (1485–1547): Conquistador extremeño y artífice del imperio español en México". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/cortes-hernan [consulta: 3 de octubre de 2025].