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Clístenes de Atenas (s. VI a.C.).

Político y reformador ateniense que vivió en el siglo VI a.C. Fue el jefe del partido democrático de Atenas y el responsable de una de las reformas políticas más importantes de la Grecia Clásica, en la cual se contemplaba la condena al ostracismo, destierro político al que se condenaba a los ciudadanos atenienses a los que se considerase peligrosos para la propia ciudad-estado. Clístenes, tras el triunfo de sus opositores del partido oligárquico acabó por sufrir él mismo la condena al ostracismo.

Contexto histórico-político

La Grecia Clásica estaba formada por una serie de ciudades-estado independientes, gobernadas por oligarquías aristocráticas. Pese a su independencia a menudo se unían en una liga dentro de la cual la más importante acababa por imponerse. Las dos polis más importantes fueron Atenas y Esparta.

Atenas era la capital del Ática y carente del militarismo típico de Esparta, acabó por convertirse en el motor del mundo Griego. Desarrolló el modelo más perfeccionado democracia limitada y puso las bases de la sociedad Occidental. Sus habitantes proclamaron la independencia, la libertad y la igualdad.

Con anterioridad a Clístenes una serie de enormes figuras políticas como Dracón o Solón habían dado forma al Estado ateniense. Se había logrado unir bajo una misma ámbito político a unos grupos humanos que ya antes compartían un mismo dialecto y mantenían una cierta afinidad que les hacía sentirse como miembros de un conjunto aún por definir. Esta fue la época de la creación de Atenas y de su sistema constitucional. Los aristócratas ostentaban el poder como arcontes, cargo que en un principio era vitalicio, pero que en el siglo VIII se limitó su gobierno a una década, transcurrida la cual, los mejores de entre ellos pasaban a formar parte del Areópago, el tribunal superior de justicia encargado de juzgar las causas civiles y militares, y el objeto de poder de los nobles en Atenas; las otras dos grandes instituciones eran la Bulé(boulh), de carácter legislativo formada por cuatrocientos ciudadanos elegidos anualmente, y la Eklesía (ekklhsia) constituida por todos los ciudadanos y que votaba las leyes presentadas por la Bulé. La democracia griega era restringida, de los 400.000 habitantes que tenia Atenas en el siglo V a. C. solo la décima parte gozaba de los derechos civiles y políticos. El pueblo, antes de las reformas de Clístenes, se dividía en cuatro clases según su fortuna.

Entre los siglos VIII y VI a. C., Atenas y Esparta se habían convertido en las dos ciudades hegemónicas de Grecia. Esparta era un Estado fuertemente militarizado y aristocrático que estableció su poder a base de conquistas y gobernó a sus estados súbditos con un control muy estricto. La unificación del Ática por Atenas, por el contrario, se realizó de forma pacífica y de mutuo acuerdo; se otorgó la ciudadanía ateniense a los habitantes de las pequeñas ciudades. Los nobles, o eupátridas, abolieron en el 638 a. C. la monarquía hereditaria y gobernaron Atenas hasta mediados del siglo VI a. C.

Este siglo, el VI a.C., constituye para Atenas el momento clave para la formación y consolidación de la Democracia. Este proceso tuvo tres hitos de fuerte relevancia, el primero de ello la obra reformadora de Solón aplicada sobre el Código de Dracón; el segundo hito fundamental fue la próspera tiranía de Pisístrato, y por último, las reforma emprendidas por Clístenes.

Los eupátridas mantuvieron su autoridad plena gracias a su poder supremo para disponer de la justicia, a menudo de forma arbitraria, y a su condición de clase superior. Pero esta posición privilegiada de los eupátridas estaba condenada a la extinción. La unificación del Ática hizo que las artes y sobre todo el comercio prosperasen de una forma no conocida con anterioridad. La tradicional riqueza de los eupátridas, basada en la posesión de grandes rebaños e inmensos latifundios, quedó eclipsada por la de una nueva clase social dedicada al comercio. Los nuevos ricos, que ya no pertenecían a la nobleza, demandaban un poder político equivalente a su situación económica. El otro gran soporte de los nobles, su monopolio sobre la caballería militar también comenzaba a tambalearse ante la creciente importancia de los hoplitas, que organizados en formación compacta y bien entrenados hacían inútiles la caballería. Toda estos aspectos empezaron a aflorar a finales del siglo VII a.C. y estallaron definitivamente en el siglo VI a.C.

En el 621 a. C. el político Dracón codificó, por vez primera, la ley ateniense y limitó de forma considerable, el hasta ese momento intocable poder judicial de los nobles. Veinte años más tarde, en el 594 a.C., el legislador ateniense Solón dio el primer golpe de importancia al poder hereditario de los eupátridas, al promulgar su reforma del Código draconiano, que podía considerarse como un intento de organizar una democracia; en dicha reforma se suprimió la esclavitud por deudas y se terminó la lucha entre los grandes propietarios y la burguesía al conceder un aumento gradual del poder de los magistrados sobre los nobles y sustituir los criterios de linaje por los de riqueza a la hora de nombrar a los funcionarios. Durante el brillante mando del tirano Pisístrato, las formas de gobierno empezaron a adoptar elementos democráticos ya que la población adquirió mayor poder al tiempo que la nobleza era relegada cada vez más a un segundo plano. Hipias e Hiparco, hijos de Pisístrato, heredaron el poder de su padre pero fueron más déspotas. Hiparco fue asesinado e Hipias fue condenado al ostracismo por Clístenes, tras una insurrección popular en el 510 a. C. Durante el consiguiente conflicto político, los partidarios de la democracia obtuvieron, bajo el mando del político Clístenes, la victoria total y, alrededor del 502 a. C., comenzaba una nueva etapa política, basada en principios democráticos y en la que el poder fue entregado totalmente al pueblo por medio de un nuevo Consejo abierto a toda la ciudadanía y que viene a eclipsar al Areópago.

Su vida

Poco es lo que se conoce sobre la biografía del gran reformador ateniense. Fue hijo del alcmeónida Magacles, pero se ignoran el lugar y la fecha de su nacimiento, así como la totalidad de datos biográficos con anterioridad a su irrupción en la política ateniense. Como político fue el líder del partido del pueblo y se opuso tenazmente al triunfo de la oligarquía, al tiempo que luchó por instaurar un sistema político en el que la soberanía la ejerciera la totalidad de los ciudadanos.

El gran rival político de Clístenes fue Iságoras, el líder del partido aristocrático. Mientras que Clístenes defendía la continuación y el desarrollo de las reformas de Solón hasta alcanzar la plena soberanía del Demós (dhmoj), Iságoras propugnaba la restauración del gobierno oligárquico y la paralización de las reformas solónidas, para lo que contaba con el apoyo de Esparta.

En el 510 a.C. Clístenes aparece en la escena política ateniense al lograr derribar al tirano Hipías, hijo del famoso Pisístrato y hacerse cargo del poder en la ciudad, pero en el 508 a.C. Clístenes fue expulsado de Atenas por Iságoras, debido a las fuertes presiones de la poderosa Esparta, la cual veía con temor las reformas por éste iniciadas. Iságoras decretó la atimía (atimia) sobre Clístenes, su genos (genoj) y todos sus partidarios (en total se calcula que el decreto afectó a más de setecientas familias), bajo la excusa de que los alcmeónidas habían sido los responsables de la muerte de Cilón y sus seguidores en el 638 a.C.

Con la expulsión de Clístenes se desató un período de lucha entre el partido aristocrático, al frente del cual se encontraba Iságoras, y el de los alcmeónidas, partidarios de Clístenes. Las luchas finalizan con la subida al poder de Iságoras, que con el apoyo de Esparta se convierte en tirano de Atenas. Tanto el apoyo de los espartanos, como las medidas impopulares adoptadas por Iságoras, así como la presión de los partidarios de Clístenes, motivaron un motín popular que obligó a Iságoras a refugiarse en la Acrópolis, la cual fue sitiada por la población que llamó de nuevo a Clístenes para que tomase las riendas del gobierno. Era el año 507 a.C.

La victoria de Clístenes supuso la retirada de las tropas espartanas, dirigidas por Cleómenes I, de Atenas. Esparta perdió de este modo sus posibilidades de establecer un gobierno oligárquico sobre Atenas y, por tanto, las posibilidades de ejercer su influencia sobre la región. Fue en este momento cuanto nació la proverbial enemistad entre ambas ciudades griegas.

Entre el 507 y el 501 a.C. Clístenes ejerció como arconte de Atenas. Fue entre estos años, pues, cuando tuvo lugar una de las más importantes y originales reformas políticas de la historia de Atenas, y de la cual fue heredero directo el Estado democrático de la Atenas de los siglos V y IV a.C.

Las reformas de Clístenes

La reforma de Clístenes consistió, básicamente, en el paso de una constitución restringida, en la cual sólo 40.000 de los 400.000 habitantes de Atenas gozaban de derechos civiles y políticos, a una constitución basada en la isotemía, esto es, en el derecho igual para todos los ciudadanos.

La sociedad ateniense inmediatamente anterior a la reforma de Clístenes había sufrido un profundo proceso de evolución y crecimiento tanto en el aspecto económico como en el ideológico, no obstante, seguía siendo una sociedad con un importante peso de la tradición y de la aristocracia terrateniente. Las grandes familias (genos), agrupadas en clanes (fratrías) y a su vez, en las cuatro tribus clásicas (fileas), continuaban dominando la sociedad y la política. Pero fuera de todo este entramado había una clase creciente de ciudadanos recientes que no pertenecían a ninguno de los grandes genos y por lo tanto, carecían de todo tipo de derechos y representación. De otro lado, el acceso a las más altas magistraturas y a la plenitud de los derechos políticos, estaba restringido a los dos primeros grupos censitarios creados por Solón y que se correspondían con las clases más favorecidas económicamente (pentacosiomedimnos e hippies). El Areópago, reducto de poder de los aupátridas, mantenía aún una fuerte influencia política. En contraposición, las dos tribus inferiores tenían sus derechos políticos muy limitados, casi en exclusiva a su participación en la Eklesía. Por debajo de todos ello se encontraban los extranjeros y libertos, que se unieron a las dos últimas clases censitarias para pedir que se reconociesen sus derechos. Podemos decir, en resumen, que el viejo ideal de la eunomía (eunomia 'buen orden’) había sido sustituido por el de la isonomía (‡sonomia ‘igualdad ciudadana’).

El gran mérito de Clístenes radicó en saber entender estas demandas sociales y traducirlas en una serie de medidas políticas que lograsen ajustarse a las exigencias de las dos clases censitarias inferiores pero sin provocar la revolución ente las dos clases censitarias superiores.

Podemos decir, pese a los grandes problemas de datación, que Clístenes llevó a cabos sus reformas entre su subida al arcontado en el 508-507 a.C. y el 501 a.C.

La reforma territorial

El doble objetivo de Clístenes consistía en conceder una mayor amplitud al derecho de ciudadanía y en lograr, al tiempo, la soberanía para el pueblo. Pero para realizar este ambicioso objetivo era necesario llevar a cabo una reforma territorial que acabase con el poder de la nobleza en el campo y pusiera punto final a los intereses territoriales, gentilicios y familiares. Para lograr esto procedió a dividir la población en tres agrupaciones: demós, tritties y fileas.

Demós

Las demós eran las comunidades rurales, previas a Clístenes, en las que vivía la mayor parte de la población rural del Ática. Clístenes las convirtió en las unidades administrativas y en la base de la vida cívica de Atenas, incluso las comunidades urbanas fueron divididas en demós, utilizando para ello la clásica división en barrios. En total el Ática se dividió en unas ciento cuarenta demós, habitadas por una población de entre cien y trescientos ciudadanos. Con la reforma de las demós Clístenes logró romper la tradicional distinción de los ciudadanos según su origen familiar, que se transformó en una distinción puramente geográfica.

Su extensión no era fija, de manera que unos podían aumentar su territorio en perjuicio de otros. Recibían su nombre de la villa que actuaba como cabeza de su distrito, de un personaje legendario que se convertía en el patrón del demós o de un accidente topográfico que le definiera. Los ciudadanos eran, todos, admitidos en su correspondiente demós a la edad de 18 años, independientemente de cual fuera su origen, su status o su núcleo familiar. Apareció de este modo el denominado demótico, un apellido que indicaba el lugar de procedencia de cada ciudadano y que sería invariable de por vida y común a todos aquellos que compartiesen un mismo demós.

Otro aspecto importante de esta reforma fue el ampliar la ciudadanía a los individuos residentes en el Ática, que al formar parte del sistema de demós veían más fácil su conversión en ciudadanos que con el anterior sistema gentilicio.

Los demós funcionaban casi como comunidades independientes ya que tenían su propia asamblea (Ágora), la cual elegía a su presidente (Demarca), gestionaba la administración de las finanzas locales, los bienes comunales, la organización de las fiestas o la representación del distrito en los tribunales de la Heliea. Mantenía sus propios cultos, festividades y realizaba el censo sobre su ciudadanía. Cada demós tenía su representación en la Bulé de la ciudad, de forma proporcional a la población con la que contaban.

Establecidos los demós se procedió a dividir el Ática en tres demarcaciones de población más o menos equivalentes: el Asty (‘ciudad’), la Mesogea (‘interior’) y la Paralía (‘costa’). Esta división era puramente artificial y respondía a criterios administrativos y no geográficos.

Tritties

Al emprender su reforma legislativa en Atenas, Clístenes fue consciente de que los partidos regionales podían debilitar el gobierno democrático. Para evitar que esto sucediese, dividió el Ática en las tres zonas antes mencionadas (Asty, Mesogea y Paralía), y cada una de estas zonas fue a su vez dividida en diez tritties o distritos, y cada tribu recibió una porción de cada zona. Anualmente se escogía un tritiarca que estaba al frente de la trittia. De esta manera se conseguía que la cohesión de la tribu tuviera más peso que las posibles alianzas regionales.

Parece ser que las tritties se basaron en una división anterior de la que poco se sabe pero que tendría un carácter completamente diferente. De todo lo concerniente a la reforma territorial de Clístenes las tritties son lo que presenta una mayor dificultad, debido a que su finalidad no ha llegado clara a nuestro días. Es posible que se constituyeran como medio de evitar la formación de estructuras autónomas superiores a los demós, o bien como medio de evitar que estos alcanzasen una importancia excesiva. Se ignora cual era la finalidad exacta de estas divisiones, aunque algunos historiadores han especulado con la posibilidad de fueran creadas como medio de repartir los demós entre las tribus y así poder crear estas.

Tribus

Con la reforma de Clístenes las tradicionales cuatro tribus (Fileas) de Ática fueron sustituidas por diez. Realmente las tribus primitivas nunca llegaron a desaparecer y se transformaron en unidades culturales.

Las nuevas tribus de Clístenes perdieron por completo el carácter gentilicio de sus predecesoras y se constituyeron como circunscripciones meramente territoriales, con una formación heterogénea y artificial. Cada una de las tribus estaba formada por tres tritties, una de cada región (Asty, Mesogea y Paralía). Las tribus carecían, de este modo, de una unidad interna fuerte que pudiera llegar a poner en peligro, al reproducir de nuevo la situación gentilicia previa, el Estado pensado por Clístenes. Se trataba de eliminar los particularismo localistas en beneficio del bien de la comunidad; al tiempo que se evitaba que las divisiones de las tribus coincidieran con cualquier tipo de poder de los clanes locales. Clístenes se preocupó de dotar a las nuevas tribus de un carácter religioso y tradicional parecido al de las antiguas cuatro tribus, para ello dotó a cada una de las nuevas tribus con el nombre de un héroe mítico, todos ellos del Ática, pero estos nombres no fueron elegidos al azar, por el contrario se sometió su elección al prestigioso Oráculo de Delfos, que los eligió entre una lista con cien nombres.

Cada tribu designaba por sorteo a cincuenta de sus miembros para que por espacio de un año engrosaran las filas de la Bulé. De este modo se aseguraba por un lado la total apertura de la ciudadanía a cualquier individuo domiciliado en un demós, al tiempo que se conseguía una mayor participación y representatividad política de los mismo.

Las tribus estaban dirigidas por un filarca (cargo este que sustituía a los antiguos filobasileus), cuya misión consistía en dirigir los asuntos de las tribus, entre los que se incluían presidir la Asamblea y las ceremonias religiosas celebradas en honor de las divinidades protectoras de la tribu y administrar el tesoro con los fondos reunidos. Además, eran los encargados de mandar el contingente de caballeros que cada tribu debía aportar obligatoriamente al ejército ciudadano. En el aspecto militar los filarcas dependían de uno de los dos hiparcas.

Las diez tribus conformaban igualmente la estructura básica del ejército ateniense. Cada tribu reclutaba un batallón de hoplitas (taxei) y otro de caballería entre sus ciudadanos.

Las reformas de carácter territorial de Clístenes lograron superar la antigua oposición y desequilibrio entre el campo y la ciudad, al menos en los aspectos referentes a los derechos y deberes de la ciudadanía.

La reforma administrativa

Posiblemente el gran triunfo de Clístenes fue debido a que sus reformas supieron respetar las instituciones existentes, las cuales fueron transformadas con el objetivo de entregar la soberanía al pueblo, pero no supusieron una ruptura radical con la tradición previa. No se trató de una revolución, más bien fue una evolución sabiamente dirigida por uno de los políticos más brillantes de la Antigüedad. El antaño poderoso areópago no fue desarticulado, aunque sí sufrió un profundo recorte en sus atribuciones en beneficio de los organismos más democráticos y donde la ciudadanía tenía un acceso más fácil. Recientemente se ha extendido una teoría que afirma que dicho recorte de atribuciones en realidad no tuvo lugar en tiempos de Clístenes, sino que dicha transformación ocurrió más tarde, en época de las reformas radicales de Efialtes.

La Bulé

La Bulé (boul½) fue, quizá, la pieza más importante de toda la reforma de Clístenes. Ella era el eje y fundamento de la soberanía popular tan perseguida por Clístenes. La Bulé era el bastión de la ciudadanía frente a las presiones de la aristocracia concentrada en el Areópago. La Bulé se reunía en un edificio conocido como el Buleuterion (bouleuthpion).

La Bulé de Clístenes estuvo formada por quinientos representantes, conocidos como buletai (debido a esto, también fue conocida como el Consejo de los Quinientos), que correspondían cincuenta por cada tribu, elegidos por sorteo entre los propuestos por sus respectivos demós, como ya dijimos, en razón e la población de los mismos. Los buletas debían de ser mayores de treinta años y su cargo estaba limitado a un máximo de dos veces en la vida, siendo la duración del cargo de un año y estando prohibido que se ejerciese en años consecutivos. El sistema rotativo de la Bulé, que contrastaba profundamente con el Areópago donde los cargos eran vitalicios, tenía por objeto evitar los abusos de poder, imposibilitar la creación de una casta de dirigentes y sobre todo, asegurar que todo ciudadano ejerciese el cargo al menos una vez en su vida, siempre y cuando esta se desarrollase de forma normal.

La Bulé se convirtió rápidamente en uno de los organismos de mayor importancia de Atenas, hasta el punto, de que una de las últimas medidas adoptadas por Clístenes, en el 500 a.C., fue establecer un juramento para los buletas en el cual se les obligaba a velar por el bien de la comunidad. Esto además de a la importancia de la Bulé, hace referencia a la continua preocupación de Clístenes por evitar los abusos de poder y la perversión de su programa reformador.

La principal misión de la Bulé consistía en preparar las sesiones que posteriormente se discutirían en la Eklesía. Los asuntos ciudadanos eran en primer lugar tratados en la Bulé y si esta lo consideraba necesario elevados a la Eklesía, la cual decidía única y exclusivamente sobre los asuntos que la Bulé le tramitaba, de ahí el inmenso poder de este consejo. Una vez que la Eklesía tomaba su decisión, ésta era remitida a la Bulé que se encargaba de hacerla cumplir. La Bulé fue dotada de amplias competencias en materia financiera y administrativa.

La Bulé se constituyó como un Consejo permanente, pero la presencia de los quinientos consejeros en la ciudad durante un año era un aspecto totalmente inviable, además que el tener que reunirlos suponía una pérdida de tiempo y un derroche de medios, por lo que se instituyó un comisión permanente formada por cincuenta miembros conocidos como pritanos, que permanecía en el puesto durante la décima parte de un año (pritanía), momento en el cual se sorteaba a los nuevos cincuenta pritanos por un período de treinta y seis días. Al frente de cada pritanía se hallaba el epístato o presidente, que era igualmente elegido por sorteo (realizado a primera hora de la mañana) y cuyo mandato duraba un día. El epístato era la persona más importante de la ciudad, ya que en sus manos estaba la dirección de la misma, era él que tomaba las decisiones de urgencia y en el supuesto de que la Bulé y la Eklesía se reunieran en el mismo día, a él le correspondía presidir ambas. El sistema de las pritanías estuvo orientado desde un principio a limitar el poder del Areópago, ya que lo lógico hubiera sido utilizar este consejo como sustituto de la Bulé, dada su facilidad para reunirse (la mayoría de los miembros vivían en la capital) y el escaso número de los mismos.

El funcionamiento tan peculiar de la Bulé puede llevarnos a pensar que era el órgano político más elevado de Atenas, lo cual es falso, ya que esta categoría le correspondía a la Eklesía. Con anterioridad a la reforma de Clístenes, la composición real de la Eklesía en cada sesión era muy aleatoria, por lo que esto podía ser aprovechado por los diferentes líderes políticos si lograban asegurarse la asistencia de sus partidarios el día concreto en el que tuviera intención de presentar una propuesta determinada. Por este motivo se hizo necesaria la existencia de un orden del día previo para que todos supiesen los temas a tratar en la Asamblea, también era necesaria la prohibición de no tratar ningún tema que no estuviese en el orden del día previo. Clístenes se encontró con este problema, y ante la necesidad de dar esta potestad a un consejo, decidió crear uno nuevo, el Consejo de los Quinientos (o la Bulé), antes que dar semejante poder al Areópago, lo que sería equivalente a conceder de nuevo el poder a la aristocracia.

La Eklesía

La Eklesía era una asamblea popular en la que la totalidad de los ciudadanos tomaban parte y en la que todos tenían voz y voto. Fue en este organismo donde Clístenes logró su sueño de plena soberanía del pueblo, ya que cualquier ciudadano podía hablar y ser escuchado en ella.

En su origen este organismo estaba dirigido por el arconte epónimo, pero Clístenes logró sustituirlo por el epístato de turno. La Eklesía debía ser convocada como mínimo una vez por cada pritanía, y en todos los casos en los que se produjese una emergencia. El lugar de reunión de la Eklesía se conocía como Pnyx, siendo lo más destacado del mismo la gran tribuna y gradas en las que se situaban los ciudadanos para exponer sus quejas o tomar la palabra.

La Eklesía fue situada por encima de la Bulé y desde luego por encima del Areópago, aunque como ya dijimos, sus decisiones estaban restringidas a los temas presentados por la Bulé. Sus atribuciones comprendían desde los asuntos económicos hasta las decisiones sobre la guerra o la paz. Era función de la Eklesía votar las magistraturas, así como realizar los juicios de residencia. También se dotó a este organismo con las atribuciones judiciales que se le habían arrebatado al Areópago en cuanto a los delitos de alta traición.

En la Eklesía el ideal de democracia alcanzó su máxima expresión, los ciudadanos, en completa igualdad gobernaban en común su propio estado gracias al compromiso de la totalidad con la comunidad.

La Heliea

Se conoce con este nombre al Tribunal Popular cuya misión consistía en juzgar los delitos comunes y las apelaciones a los delitos menores, mientras que los delitos de mayor gravedad fueron competencia de la Eklesía. Este tribunal era anterior a Clístenes, el cual sólo llevó a cabo una reorganización del mismo mediante la cual sus seis mil miembros se distribuyeron en diez tribunales de quinientos miembros, pasando los mil restantes a configurarse como suplentes.

Las magistraturas

Dos fueron la grandes magistraturas de Atenas, los Arcontes y los Estrategas. La primera, la más alta magistratura del Estado, era ejercida desde siempre por la nobleza. Este carácter aristocrático y poco democrático fue atacado por Clístenes, el cual ante la imposibilidad de eliminar el cargo o de democratizarlo, desarrolló un proceso semejante al del Areópago. El número de arcontes fue elevado a diez, uno por cada tribu. Su función se limitó a un mero carácter administrativo como encargados de hacer valer las decisiones de la Eklesía. La única excepción a este sistema de arcontado fue el Arconte Polemarco, que mantuvo su puesto como comandante supremo del ejército.

Por otro lado, se encontraban los estrategas, elegidos de entre las tribus a razón de uno por cada tribu. Los estrategas dirigían cada uno de los regimientos aportados por las tribus. Todos ellos se encontraban por debajo de la autoridad suprema del Arconte Polemarco.

El calendario

Las reformas de Clístenes no se limitaron a los aspectos ya comentados, en un intento de ruptura con la vieja tradición aristocrática, desarrolló un nuevo calendario cuya característica fundamental fue su independencia del religioso y que pasó a regir los asuntos de la vida política.

Clístenes creó un calendario dividido en diez períodos (pritanías), con el cual se regían los asuntos públicos y por el que se regían los turnos de alternancia política.

El ostracismo

La reforma de Clístenes, pese a su intento de no romper definitivamente con la tradición aristocrática, supuso una auténtica revolución tanto en cuanto arrancó el poder a la nobleza (proceso que como vimos se inició con anterioridad, pero que fue ahora cuando se consolidó) para dejarlo en manos del pueblo. El propio Clístenes era consciente de esta amenaza, a la que se unía el que el antiguo tirano Hipias, amenazaba desde el exilio con recuperar el poder perdido. Por estos motivos, y con el fin de evitar que sus reformas fueran destruidas, Clístenes creó la institución del ostracismo.

El ostracismo consistía en la capacidad legal de la Eklesía para expulsar de Atenas a cualquiera al que la Asamblea considerase peligroso para la soberanía popular. El procedimiento era de una absoluta democracia, ya que una vez que se iniciaba el proceso, en la Eklesía, se procedía a una reunión de la ciudadanía en la cual cada individuo emitía un voto totalmente secreto en el que figuraba el nombre del ciudadano al que consideraba que debía apartar de la ciudad. Si alguna persona obtenía un mínimo de seis mil votos debería de abandonar el Ática en un máximo de diez días y permanecer alejado de la misma durante al menos diez años. Una condena al ostracismo no suponía la pérdida de la ciudadanía, ni de los bienes, ni siquiera la familia del condenado sufría ningún tipo de desprestigio, ya que transcurrido el plazo legal, el ciudadano podía regresar al Ática y recuperaría su posición anterior.

Clístenes introdujo la cicuta para el cumplimiento de la pena de muerte y abolió la tortura judicial para los ciudadanos libres.

Valoración

La figura de Clístenes se convirtió en una de las más importantes de la tradición histórica griega al ser considerado, poco más o menos, como el padre del Estado de la Grecia Clásica. Clístenes supo entender e interpretar el sentir popular y desarrollar las demandas que el pueblo solicitaba desde hacía casi un siglo. Buena prueba de ello es que el Estado nacido de sus reformas perduró durante dos siglos. Con ello, Atenas pasó a ser el Estado más avanzado políticamente de su tiempo, y lo que a la larga fue más significativo, la cuna de la cultura occidental.

Logró su gran sueño, el introducir la igualdad entre los ciudadanos tanto en sus derechos como en la medida en la que cada uno tenía derecho a participar de la vida política de la comunidad. Supo resolver las posibles carencias de preparación de la ciudadanía, a la que entregaba la totalidad del poder, al establecer la colegialidad y el sistema rotatorio como bases incuestionables de sus reformas. Creó un laborioso aparato institucional y toda una batería de normas y reglas con las cuales la entrega total de poder al pueblo era viable y no corría el riesgo de quedar atascada en un sin fin de discusiones e intereses partidistas que bloquearan el Estado.

Clístenes, sin embargo, fue incapaz de acabar por completo con el poder de las clases privilegiadas y estas se beneficiaron de sus mayores riquezas para copar los puestos directivos del Estado, ya que Clístenes no tuvo en cuenta o no pudo evitar, que al ser cargos no retribuidos las clases más desfavorecidas tendrían dificultades para abandonar sus pobres ingresos y dedicarse a un trabajo por el que no recibirían salario, aunque fuese por el bien común. Esta reforma no llegaría hasta la época de Pericles, el cual asignaría un sueldo a los políticos. Por otro lado, Clístenes fue igualmente incapaz de acabar con las clases censitarias.

Según cuenta el propio Aristóteles, Clístenes no fue el inventor de la Democracia, ya que dicho término aún no se había acuñado en su época, pero si fue su precursor y el que sentó las bases para que legisladores posteriores pudieran desarrollar la democracia griega sobre los pilares por él dispuestos.

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JACJ

Autor

  • Juan Antonio Castro Jiménez