Diego Clemencín (1765–1834): Erudito Polifacético entre la Ilustración y la Política Española

Orígenes y formación religiosa

Contexto familiar e ingreso en San Fulgencio

Diego Clemencín, nacido el 27 de septiembre de 1765 en Murcia, provenía de una familia de comerciantes franceses afincados en España. Esta herencia franco-española fue probablemente decisiva en la amplitud de su visión cultural. A los apenas diez años, ingresó como becario en el colegio de San Fulgencio, uno de los centros educativos más prestigiosos de su región. Allí cursó gramática latina, filosofía, teología y jurisprudencia, mostrando desde temprano una inteligencia precoz que le ganó el respeto de sus maestros y compañeros.

La atmósfera religiosa del centro y su propia vocación espiritual lo condujeron pronto al seminario, donde se entregó con fervor a sus estudios. En estos años juveniles, tradujo del griego las epístolas canónicas de San Juan y el Apocalipsis, obras que no se conservan, pero que ya evidencian su dominio de las lenguas clásicas. A esta etapa también pertenece la composición de “Mopso” (Madrid, 1784), una égloga funeraria dedicada a la memoria del obispo Manuel Rubín de Celis, figura reformadora del propio San Fulgencio.

Estudios clásicos y primeras traducciones

En 1786, tras culminar sus estudios, fue nombrado catedrático sustituto de Filosofía y Teología en el mismo colegio. Esta posición le permitió consolidar su prestigio académico sin desvincularse de los intereses intelectuales más dinámicos de la época. A pesar de su vínculo formal con el mundo eclesiástico, Clemencín nunca se confinó exclusivamente a la ortodoxia clerical. Desde sus años formativos, mostró una clara inclinación por los valores ilustrados y un deseo constante de participar en los debates de su tiempo.

Primeros vínculos ilustrados y su entorno intelectual

Contactos con los círculos ilustrados de Valencia y Murcia

Durante su estancia en Murcia y Valencia, Clemencín estableció estrechas relaciones con los ambientes ilustrados, cuyas ideas marcarían profundamente su pensamiento. Fue parte de una generación de clérigos que, sin abandonar necesariamente su fe, abrazaron la razón ilustrada como instrumento de reforma y progreso. Estas redes le proporcionaron acceso a bibliotecas, debates y proyectos editoriales que amplificaron su formación autodidacta.

En ese clima fecundo de intercambio de ideas, se consolidó como un pensador riguroso y abierto a nuevas corrientes. Su interés por la gramática, la historia natural y la geografía se tradujo en materiales pedagógicos que reflejaban tanto su erudición como su vocación didáctica.

Primeros escritos y colaboraciones didácticas

En 1788, Clemencín se trasladó a Madrid, donde inició una etapa crucial como preceptor de los hijos de la duquesa de Osuna y Benavente, entre ellos Pedro Téllez Girón, futuro Príncipe de Anglona. Esta nueva posición lo introdujo en un ambiente cortesano ilustrado, en el que pudo ampliar sus horizontes intelectuales y políticos. La biblioteca de la casa Osuna fue un espacio clave para su formación autodidacta en múltiples disciplinas.

Durante este periodo, redactó para sus alumnos las “Lecciones de Gramática y Ortografía castellana”, publicadas póstumamente en 1842, así como dos compendios escolares de Historia Natural y Geografía. Estas obras evidencian su compromiso con la enseñanza y la mejora del nivel cultural de la élite española, conforme a los principios de la Ilustración.

Vida en la Corte: de preceptor a intelectual influyente

El mecenazgo de la duquesa de Osuna

El traslado a la Corte significó para Clemencín un contacto directo con los proyectos ilustrados que bullían en torno a la nobleza reformista. Entre los más notables, cabe mencionar el “Examen del prospecto de la Suma filosófica del P. Roselli”, cuya impresión fue autorizada aunque no se conservan ejemplares. Su carácter combativo y reformista comenzó a vislumbrarse en estos primeros textos.

En 1793, colaboró con figuras como Juan Meléndez Valdés, Nicasio Álvarez Cienfuegos, Domingo García Fernández y otros, en el proyecto de una revista enciclopédica titulada El Académico, que posiblemente sea el antecedente de la nunca publicada Biblioteca de educación. Al año siguiente pronunció un discurso público en honor a los hijos de los Duques de Osuna, impreso en 1794, ejemplo de su creciente protagonismo en la vida cultural madrileña.

Primeras obras impresas y proyectos editoriales frustrados

En 1798, Clemencín publicó su “Ensayo de traducciones”, que incluía obras como la Germania, la Vida de Agrícola y fragmentos de Tácito y Salustio, además de un discurso preliminar y una epístola dirigida a Tácito. Esta obra lo consolidó como uno de los principales traductores de literatura clásica en lengua castellana. Aunque más tarde José Mor de Fuentes disputó la autoría de parte de esas traducciones, los estudios actuales aún no han resuelto la controversia.

Ese mismo año contrajo matrimonio con Dámasa Soriano de Velasco, marcando así su abandono de la carrera eclesiástica. Su decisión fue tanto personal como simbólica: reflejaba su tránsito hacia una visión más laica y racional del papel del intelectual en la sociedad española.

Transición del clero a la vida civil

Matrimonio y obras de traducción clásicas

La obra de Clemencín se convirtió en un reflejo del cruce entre el mundo clásico y los ideales modernos. Su “Ensayo de traducciones” fue considerado un modelo de erudición y estilo, situándolo en la vanguardia de la renovación filológica española. La ayuda recibida de Mor de Fuentes no restó mérito a su talento como adaptador y divulgador de textos antiguos.

La elección de Tácito y Salustio, autores de fuerte contenido político y moral, no fue casual. Clemencín los utilizó como espejo crítico de la situación española, en plena ebullición ideológica y social. En ellos encontró recursos para una interpretación ética de la historia, útil para pensar la regeneración política del país.

Viaje a París y su impacto intelectual

Entre julio y agosto de 1799, Clemencín viajó a París acompañando al duque de Osuna. La experiencia parisina fue un punto de inflexión: entró en contacto con el pensamiento revolucionario y las transformaciones sociales impulsadas por la Francia postrevolucionaria. A su regreso, su carrera dio un salto importante al ingresar el 12 de septiembre de 1800 en la Real Academia de la Historia, presentando un discurso titulado Examen y juicio de la descripción geográfica de España, atribuída al moro Rasis, incluido en las Memorias de la institución.

El contenido de este discurso —al margen de los debates sobre su fecha exacta de lectura— reflejaba ya su sólida preparación filológica, así como su interés por los orígenes culturales de España y su reinterpretación desde una perspectiva crítica. Aquel ingreso marcó el inicio de una nueva etapa, más comprometida con el análisis histórico y la participación activa en la vida pública.

Trayectoria política en tiempos convulsos

Período napoleónico y participación en la prensa patriótica

En un contexto dominado por la invasión napoleónica y la crisis institucional, Diego Clemencín dio un paso decisivo hacia el activismo político e intelectual. El 7 de enero de 1807, fue nombrado redactor de El Mercurio y la Gaceta por el gobierno. Esta designación consolidó su papel como comunicador público en un momento de profunda agitación nacional. Uno de sus artículos, en el que comentaba la coronación de Fernando VII, estuvo a punto de costarle la vida cuando Joachim Murat, jefe de las tropas francesas en España, consideró sus palabras motivo de ejecución. Solo la intervención de sus aliados en la Corte le salvó de la represión inmediata.

Con la formación de la Junta Central, Clemencín fue llamado a desempeñar funciones de gran responsabilidad. Aunque no fue diputado en las Cortes de Cádiz, ejerció una labor clave como director y redactor de la Gazeta de la Regencia, primero en Cádiz (1811) y luego en Madrid (1814). Desde esta tribuna, contribuyó decisivamente a la articulación del discurso liberal y patriótico que sostenía la legitimidad de la Regencia frente al ocupante francés.

Actividad durante las Cortes de Cádiz y el Trienio Liberal

A partir de 1812, su carrera política se intensificó. Fue nombrado oficial de la secretaría de la Gobernación y, al año siguiente, secretario del rey con ejercicio de decretos, lo que lo situó en el centro del poder ejecutivo. En ese mismo periodo, obtuvo el acta de diputado por Murcia y pasó a integrar la Comisión de Instrucción Pública, desde donde impulsó propuestas educativas y culturales de inspiración ilustrada.

Sin embargo, el retorno al absolutismo con la reacción de 1814 le costó todos sus cargos. Solo se le conservó como secretario perpetuo de la Real Academia de la Historia, un cargo más honorífico que efectivo. Esta marginación institucional no impidió que Clemencín siguiera cultivando sus vínculos con la comunidad científica y literaria, ni que preparara una pronta reaparición en la escena pública.

Con la instauración del Trienio Liberal (1820–1823), volvió a ser repuesto en la Gobernación el 21 de marzo de 1820 y recuperó su acta de diputado por Murcia. Su protagonismo fue notable: fue nombrado vocal del Museo de Ciencias Naturales, y en ese mismo año publicó su Elogio de la reina católica doña Isabel, un texto con intención claramente política y matices de moderantismo ilustrado, que tuvo una segunda edición en 1821.

Su papel en las instituciones ilustradas

Academia de la Historia y otras sociedades científicas

Durante este periodo de reapertura liberal, Clemencín alcanzó algunos de los puestos más relevantes del sistema institucional ilustrado. En 1821, asumió la jefatura de la Sección de Instrucción Pública dentro de la Secretaría de Gobernación. Poco después, el 13 de marzo de 1822, fue designado ministro de Ultramar, aunque renunció al cargo en favor del Ministerio de la Gobernación de la Península, donde se consolidó como figura administrativa de perfil versátil, lo que le valió el apodo de “ministro comodín”.

También en 1822, fue nombrado Consejero honorario de Estado. Sin embargo, ese mismo año se firmó una orden de busca y captura en su contra, acusado de participar en los sucesos del Siete de Julio, una revuelta que reflejaba las tensiones internas del régimen liberal. Clemencín tuvo que replegarse, lo que marcó un nuevo episodio de persecución y exilio interior.

Gestión educativa y ministerial

A pesar de estas convulsiones, entre 1821 y 1823, Clemencín integró la Academia Nacional en la Sección de Ciencias Morales y Políticas, reflejando el alto prestigio que gozaba entre los intelectuales de su tiempo. La caída del régimen constitucional en octubre de 1823, facilitada por la intervención francesa, supuso un golpe definitivo a su carrera pública: fue desterrado de Madrid y no volvió hasta 1827.

Durante esos años, el antiguo ministro se dedicó a profundizar en su labor erudita, especialmente en temas de historia medieval y literatura clásica española. Esta etapa marcó una cierta retirada estratégica de la vida política, pero no significó su ocaso intelectual.

Reclusión, retorno y legado tardío

Exilio interior y producción literaria en Murcia

El destierro de Clemencín a Murcia fue también una oportunidad para la introspección y la creación. En estos años de reclusión, se volcó en la investigación histórica y literaria, retomando antiguos proyectos y desarrollando nuevos manuscritos. Su obra durante este periodo revela una mirada más pausada y reflexiva, menos expuesta a las urgencias de la política.

Entre sus trabajos más notables destacan informes académicos, ensayos sobre figuras históricas como el Cid, y materiales que solo verían la luz póstumamente, como su “Biblioteca de libros de Caballería” (Barcelona, 1942). Este texto demuestra su interés constante por la literatura medieval y sus implicaciones ideológicas en la construcción de la identidad española.

Reaparición institucional y últimos servicios públicos

En 1827, ya con el absolutismo consolidado, Clemencín fue autorizado a regresar a Madrid. Reintegrado a la Real Academia de la Historia, reanudó sus funciones literarias y eruditas. Más aún, fue nombrado bibliotecario mayor, y en 1834, censor regio y vocal de las comisiones de libros prohibidos y de partidos judiciales, cargos que evidencian su vigencia como figura de confianza en el sistema político restaurado.

En 1833, formó parte de la comisión encargada de redactar el ceremonial para la jura de Isabel II como princesa heredera, junto con Tomás González y Reinoso y otros auditores del Tribunal de la Rota. En 1834, fue elegido prócer del Reino y se convirtió en secretario de dicho estamento, coronando una carrera institucional de largo aliento.

Obra y legado intelectual

Su edición del Quijote y otros trabajos filológicos

El legado más duradero de Diego Clemencín reside probablemente en su edición comentada de “El Quijote”, una empresa de enorme ambición que solo vio la luz póstumamente en 1839, gracias a la dedicación de sus hijos. Esta obra se convirtió en referencia obligada para los estudios cervantinos durante todo el siglo XIX, y consolidó a Clemencín como uno de los grandes filólogos e intérpretes del Siglo de Oro español.

Sus comentarios muestran un equilibrio entre erudición, intuición literaria y análisis histórico. Esta edición fue valorada tanto por su profundidad como por su intento de sistematizar la lectura de Cervantes desde una perspectiva moderna.

Influencia posterior y reconocimientos póstumos

A su muerte, acaecida el 30 de julio de 1834 en Madrid a causa del cólera, Clemencín acumulaba una impresionante cantidad de membresías y reconocimientos: fue académico de San Fernando, de la Latina Matritense, de la de Sagrados Cánones, de la de Buenas Letras de Barcelona, de la Sociedad de Anticuarios de Normandía y de varias Sociedades Económicas de Amigos del País, tanto en Madrid como en Murcia. También perteneció a la Asociación del Buen Pastor, dedicada al socorro de los presos pobres de la cárcel de Corte.

La combinación de su labor como traductor, historiador, político, periodista y educador lo convierte en una figura insoslayable del tránsito entre la Ilustración y el liberalismo español. Su vida, marcada por la tensión entre la erudición académica y la acción política, es testimonio de una época convulsa, en la que el conocimiento fue arma de transformación y resistencia.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Diego Clemencín (1765–1834): Erudito Polifacético entre la Ilustración y la Política Española". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/clemencin-diego [consulta: 30 de septiembre de 2025].