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PinturaLiteraturaBiografía

Chávez Alfaro, Lizandro (1929-2006).

Poeta, narrador y pintor nicaragüense, nacido en Bluefields (en el departamento de Zelaya) en 1929 y fallecido en Managua, Nicaragua el 9 de abril de 2006. Autor de una excelente producción narrativa que le sitúa en las cimas más altas de la prosa hispanoamericana contemporánea, desempeñó también una fecunda y constante labor de promoción y difusión cultural que le ha distinguido como uno de los intelectuales más destacados de su país durante la segunda mitad del siglo XX.

Inclinado desde su temprana juventud hacia los estudios humanísticos y la creación artística (tanto en su vertiente plástica como literaria), cursó sus estudios secundarios en el célebre Instituto Cristóbal Colón de su ciudad natal y, una vez licenciado, decidió consagrarse de lleno a su vocación de artista. Así las cosas, durante su juventud compaginó los pinceles con la pluma para darse a conocer, como pintor, por medio de una exposición de sus cuadros presentada en la Casa-Museo de Lola Soriano (en Managua), al tiempo que seguía con atención las directrices de su maestro literario, el poeta Santos Cermeño, quien le asesoró con acierto en la composición de sus poemas primerizos.

Instalado en México antes de haber alcanzado los veinte años de edad, Lizandro Chávez Alfaro recopiló estas primeras composiciones líricas en el poemario titulado Hay una selva en mi voz (México: [s.p.i.], 1950), opera prima que le reveló como una de las voces poéticas más originales entre los jóvenes escritores centroamericanos de la época. Cuatro años después, el poeta nicaragüense confirmó las buenas expectativas creadas a partir de su primera entrega lírica, mediante la publicación de una nueva colección de versos que, aparecida bajo el título de Arquitectura inútil (México: Ediciones Amatista, 1954), cosechó los mismos elogios que había merecido su primer poemario.

A pesar de estos prometedores comienzos en el comercio con las Musas, Lizandro Chávez abandonó sorprendentemente el cultivo de la creación poética para enfrascarse en la elaboración de una prosa de ficción que pronto habría de rebasar, con creces, las cotas de calidad literaria coronadas recientemente por sus versos. En efecto, en los primeros años de la década de los sesenta se alzó con el prestigioso premio Casa de las Américas merced a su volumen de relatos titulado Los monos de San Telmo (La Habana: Casa de Las Américas, 1963), una impresionante colección de piezas magistrales que vino a marcar un hito en la narrativa nicaragüense contemporánea, en la medida en que se presentó como el primer exponente en su país de las características técnicas y los materiales temáticos que pronto habrían de figurar en todos los manuales de literatura universal bajo el marbete de "Boom de la Literatura Hispanoamericana". Sirviéndose de un sugerente tono irónico y un deslumbrante aprovechamiento de los recursos que apelan al sentido del humor, Chávez Alfaro abordó en estas narraciones breves la problemática existencial del ser humano, desde una perspectiva contemporánea que no rehúye la indagación en la sociedad nicaragüense del momento. Entre los relatos más destacados de esta brillante colección, sobresalen el que da nombre a la obra y el titulado "El zoológico de papá", ambos deudores del influjo de la narrativa anglosajona y de la novelística del gran maestro mexicano Carlos Fuentes, así como los cuentos "La estructura" y "El sermón del ómnibus", en los que se hace patente la influencia del universo imaginario de Kafka.

Al tiempo que se consagraba a la redacción de estas auténticas joyas de la narrativa breve contemporánea, Lizandro Chávez desempeñaba en México labores de traductor y trabajaba en banales tareas publicitarias. A finales de los años sesenta llegó su consagración definitiva como escritor, de la mano de su primera narración extensa, publicada bajo el título de Trágame tierra (México: Diógenes, 1969), una extraordinaria novela en la que el autor nicaragüense recreaba, con agrios tintes de denuncia, la cruda realidad sociopolítica de su país natal durante la primera mitad del siglo XX, que dio pie al levantamiento armado del guerrillero patriota Augusto César Sandino (1893-1934). Con la exposición en los anaqueles de las librerías de Nicaragua de esta novela, Chávez Alfaro incorporaba definitivamente la narrativa de su nación a la ya firmemente consolidada estela del "Boom", y ello en virtud a dos procedimientos técnicos que, en la solvente pluma del escritor de Bluefields, equipararon los aciertos literarios de Trágame tierra con los logros alcanzados por las novelas más aquilatadas de dicha corriente. El primero de ellos, con nítidas coincidencias argumentales con -entre otras novelas del "Boom"- Cien años de soledad, aprovecha la peripecia concreta de una familia (en este caso, un núcleo de la clase media nicaragüense que sufre la pérdida de una de sus miembros durante el exterminio de una unidad guerrillera) para ofrecer una vasta radiografía de la historia y la sociedad de Nicaragua durante el período histórico en que se sitúa la acción; el segundo -parejo al virtuosismo expresivo del propio García Márquez y de otros grandes narradores como el cubano Alejo Carpentier-, recurre a los alardes estéticos de una prosa bellísima que, en su meticulosa labor de orfebrería, construye con los materiales históricos y sociales recién citados un singular universo lingüístico que atrapa, en las redes de su propia eficacia expresiva, al sorprendido y deslumbrado lector.

Integrado pues, tras la publicación de esta novela en los círculos artísticos e intelectuales más bulliciosos del ámbito cultural hispanoamericano, en 1976 Lizandro Chávez fue nombrado director de la prestigiosa Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA), con sede en San José de Costa Rica. Aquel mismo año dio a la imprenta su segunda novela, titulada Balsa de serpientes (México: Joaquín Mortiz, 1976), con la que obtuvo de nuevo los elogios unánimes de críticos y lectores. Vuelto, ahora, hacia la sociedad contemporánea con la que había compartido vivencias durante su larga estancia en México, analizó en esta inquietante fábula moderna la vida urbana en el Distrito Federal a finales de los años sesenta, valiéndose de unos personajes que, en su patética alienación, encarnan con crudeza la desintegración espiritual del individuo.

Un año después de la publicación de Balsa de serpientes, Lizandro Chávez volvió a ocupar las primeras planas de la prensa cultural centroamericana con una nueva recopilación de relatos que, agrupados bajo el epígrafe de Trece veces nunca (San José de Costa Rica: EDUCA, 1977), mostraban una intensificación de algunos de los procedimientos más característicos de su prosa, como la riqueza y variedad lingüísticas, a la vez que introducían otras novedades como la mayor profundidad en el análisis psicológico de los personajes y el incremento de la complejidad en la trama argumental. Entre las mejores piezas de este volumen, sobresale el relato titulado "Fragor de la inocencia".

A finales de los años setenta, el escritor de Bluefields volvió a afincarse en su país natal, donde en 1979 fue puesto al frente de la Dirección de Fomento del Arte del Ministerio de Cultura. El resto de sus actividades profesionales en la vida pública nicaragüense le llevaron hasta la dirección de la Biblioteca Nacional Rubén Darío y, posteriormente, a la revista Universidad de la UNAN de Nicaragua, en la que ejerció también como director.

Biografía

ARELLANO, Jorge Eduardo: "La realidad nicaragüense en una novela (Trágame tierra)", en La Prensa (Managua), 5 de diciembre de 1969.
COLOMA GONZÁLEZ, Fidel: "Conversaciones sobre el último libro de Chávez Alfaro (Trece veces nunca)", en La Prensa Literaria (Managua), 14 de marzo de 1977.
ESPINOZA MONDRAGÓN, Braulio: "Dos maneras de vivir y morir en Trágame tierra", en Cuadernos Universitarios (León [Nicaragua]), 21 de julio de 1977.

J. R. Fernández de Cano.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.