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HistoriaBiografía

Cereceda, Andrés (ca. 1490-ca. 1540).

Conquistador y administrador español, nacido hacia 1490 en territorio castellano (se desconoce el lugar exacto) y muerto hacia 1540 en Honduras, probablemente en Naco. Participó en la colonización de Panamá, en el descubrimiento de Nicaragua y en la colonización de Honduras. Contador de Nicaragua y gobernador interino de Honduras durante dos períodos, fue fundador de Naco.

Se desconocen sus datos biográficos hasta que participó en el descubrimiento de Nicaragua (1522), pero posiblemente fue castellano, dada su gran relación con Gil González Dávila, criado del obispo Fonseca. Llegó a Panamá en 1513 con la gran armada de Pedrarias Dávila y como criado del tesorero Alonso de la Puente. Fue uno de los hombres fieles a Vasco Núñez de Balboa y decidió abandonar Panamá cuando fue ejecutado por Pedrarias (1519). Inducido por Puente, se asoció con el piloto Andrés Niño, con objeto de pedir al monarca una empresa de descubrimiento en la costa del Pacífico, al norte de Panamá, aprovechando los mismos barcos que Balboa había construido. Niño y Cereceda viajaron a España pero tuvieron que buscar otro socio de mayor renombre, que fue Gil González Dávila, antiguo contador de Santo Domingo. Por mediación de Fonseca consiguieron la capitulación de descubrimiento que buscaban en 1519, así como una cédula dirigida al nuevo gobernador de Panamá, Lope de Sosa (18 de junio del mismo año) para que les entregaran los barcos que había dejado Balboa.

Cereceda, Niño y Dávila llegaron a Castilla del Oro (tal era entonces el nombre de Panamá) en 1520, pero se llevaron la sorpresa de que su gobernador no era Lope de Sosa, como ellos esperaban, pues había muerto y Pedrarias había vuelto a encargarse de dicha colonia. Naturalmente Pedrarias les puso toda clase de obstáculos hasta que logró que le admitieran como socio de la empresa, a la que se unieron asimismo el tesorero Alonso de la Puente y el contador Diego Márquez. La expedición, con Cereceda como tesorero, tardó mucho en salir, pues los barcos de Balboa estaban inservibles y fue necesario hacer otros cuatro nuevos en el golfo de San Miguel. Zarpó desde este lugar el 21 de enero de 1522. Navegó cien leguas con rumbo norte, hasta que la broma amenazó hundir las embarcaciones. Eran las tierras del cacique Burica, donde desembarcaron y trataron de reparar las naves. Como necesitaban pez para carenarlas enviaron a buscarla a Panamá. Dávila se internó entonces con sus hombres por Costa Rica y Nicaragua (tierras del cacique Nicoya y Nicarao y laguna grande de Nicaragua) y volvieron a la costa por el golfo de Chorotega, que bautizaron como Fonseca, desde donde bajaron finalmente al de San Vicente (bahía de Caldera) donde les esperaba la flota de Niño, ya aderezada. Embarcados nuevamente arribaron a Panamá en junio de 1523.

Dávila fue a Santo Domingo -lo que trató de obstaculizar Pedrarias- para enviar desde allí al monarca su quinto real del enorme botín de oro que habían logrado y una relación de lo descubierto. Confió ambos menesteres a Andrés de Cereceda, que viajó a España, entregó el quinto y notificó que Gil González Dávila se había quedado en la isla Española preparando otra expedición para ir por la costa atlántica hasta el cabo de Honduras, donde pensaba que desaguaba la laguna grande que hallaron en Nicaragua. El rey dio su aprobación al nuevo proyecto (1524) y Gil González hizo la nueva expedición en la que llegó a Puerto Caballos, donde fundó San Gil de la Buenavista. Se internó luego por Honduras e hizo frente a Hernández de Córdoba, enviado por Pedrarias, que había fundado la ciudad de León en 1524. Tras vencerle tuvo que volver a Puerto Caballos y enfrentarse a otra invasión; la de Olid, enviado por Hernán Cortés, tras el cual vino Cristóbal de las Casas. Olid venció a las Casas y apresó luego a González Dávila, pero los apresados, Dávila y Olid, confabulados, le asesinaron (1525), y luego se dirigieron ambos a México. Antes de partir, Dávila ordenó fundar la ciudad de Trujillo (25 de mayo de 1525).

La situación centroamericana siguió complicándose con la entrada de Cortés en Honduras, la intervención de Pedrarias en Nicaragua y el nombramiento por la Corona de López de Salcedo como gobernador de Honduras, por haber fallecido González Dávila. Cereceda había vivido en la ciudad de León, donde ejerció como contador. Allí estaba en 1528 cuando la Corona le consultó le consultó su opinión sobre los perjuicios que podrían derivarse de suprimir el carimbo o marca de fuego en la cara a los esclavos indígenas. El contador lo desaconsejó para que no se perdieran los quintos reales. Todavía seguía en León el 20 de enero de 1529, cuando escribió a la Corona a propósito del nombramiento del cura de dicha localidad, el padre Pedro Bravo, por provisor de la catedral de Panamá. Poco después se trasladó a Honduras y a la ciudad de Trujillo, donde fue nombrado alcalde. Allí sirvió lealmente al gobernador López de Salcedo hasta que le sobrevino la muerte en 1530. Antes de fallecer Salcedo nombró gobernador interino a Cereceda.

El primer gobierno de Cereceda estuvo lleno de obstáculos, pues Vasco de Herrera desconoció su autoridad y promovió una serie de alborotos con sus seguidores, que se resolvieron estableciendo un cogobierno de ambos en Honduras. Surgió entonces la pretensión de Diego Méndez, antiguo teniente de López de Salcedo, que quiso quedarse con la gobernación. Organizó un motín en 1531, asesinó a Herrera y trató de obligar a Cereceda a presentar la renuncia. La osadía de los rebeldes llegó al extremo de encarcelar a Cereceda en su propia casa durante 37 días. Harto de problemas, Cereceda reunió un grupo de partidarios y prendió a Méndez en la noche del 15 de noviembre de 1531. Tras tomarle declaración fue enjuiciado y declarado traidor al Rey. Fue ejecutado el 16 de noviembre de 1531 y su cabeza fue puesta en una pica de la plaza. Cereceda perdonó generosamente a los restantes implicados y pudo ocuparse del Gobierno hondureño, donde se había producido una rebelión indígena.

El 29 de octubre de 1532 naufragaron frente a la costa de Trujillo dos naves que traían al nuevo gobernador de Honduras, don Diego de Albítez (compañero de Balboa en el descubrimiento de la Mar del Sur en 1513), y setenta hombres. Se ahogaron veinticinco de ellos y cinco mujeres casadas, pero el resto pudo llegar nadando a tierra, entre ellos el gobernador. Cereceda les socorrió y recibió en Trujillo el 5 de noviembre, día en que Albítez fue reconocido como gobernador y capitán general de la provincia de Honduras. Era un hombre mayor (tenía 65 años), que enfermó a causa de su accidentada llegada, por lo que murió a los 9 días. Antes de fallecer nombró gobernador interino a Cereceda, que tuvo que ejercer así un segundo mandato. Se distinguió éste por el empeño en fundar otra población que sirviera para mejorar la comunicación de Trujillo con Panamá. Recogió ciento ochenta pobladores de Trujillo y los trasladó al Valle de Naco. Como le faltaban colonos envió pedirlos al gobernador y capitán general Pedro de Alvarado de Guatemala (1533). En 1534 Cereceda fundo con sus propios recursos la ciudad de Bella Vista del Valle de Naco, que prosperó pronto a causa del descubrimiento de unas minas de plata.

En cuando a la ayuda solicitada llegó efectivamente de Guatemala con el propio Alvarado a la cabeza, que fundó la Villa de San Pedro, cerca de Puerto Caballos. Cereceda estimó que Alvarado debía ser el verdadero gobernador de Honduras y le entregó el mando en 1536. No tenía derecho a hacerlo, pues la provincia correspondía ya al adelantado de Yucatán Francisco de Montejo. Protestó este último y en 1539 se resolvió el litigio, con el acuerdo de que Chiapas pasara a la Gobernación de Guatemala de Alvarado, y la de Honduras a la de Yucatán de Montejo, lo que aprobó el Rey. Cereceda debió morir poco después y seguramente en Naco.

Bibliografía

  • La mejor y casi única información sobre Cereceda se encuentra en el cronista FERNÁNDEZ DE OVIEDO, Gonzalo. Historia General y Natural de las Indias. (Madrid: Edit. Atlas [t. III], 1959).

  • Algunos datos en LOPETEGUI, I.; ZUBILLAGA, F.; EGAÑA, A. Historia de la Iglesia en la América Española. (Madrid: [2 vols.], 1965), y en YBOT LEÓN, Antonio. La Iglesia y los eclesiásticos españoles en la empresa de Indias. (Madrid: Salvat Editores, S.A., 1962).

MLS

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