Catalina II de Rusia (1729–1796): La Zarina Ilustrada que Redefinió un Imperio
Contexto histórico y orígenes de Catalina la Grande
El siglo XVIII en Europa y el ascenso de Rusia
El siglo XVIII fue una época de profundas transformaciones políticas, filosóficas y sociales en Europa. El auge del pensamiento ilustrado comenzaba a erosionar las viejas estructuras absolutistas, mientras los imperios luchaban por expandir su poder territorial e influencia diplomática. En este panorama cambiante, Rusia emergía como un actor geopolítico decisivo, modernizándose lentamente tras los esfuerzos de Pedro I el Grande, quien había impulsado la occidentalización del país a través de reformas administrativas, militares y culturales.
La nobleza rusa, sin embargo, permanecía profundamente arraigada en estructuras feudales y la servidumbre dominaba el campo, generando un contraste agudo con los ideales modernos que se propagaban desde Francia y Prusia. En este contexto de tensión entre tradición e innovación, una joven princesa prusiana de sangre alemana cambiaría el destino del Imperio ruso para siempre.
Prusia, la nobleza germano-polaca y el papel de Federico II
Sofía Augusta de Anhalt-Zerbst nació el 2 de mayo de 1729 en Stettin, en el entonces Reino de Prusia. Pertenecía a la alta nobleza germano-polaca, una clase social intermedia entre las grandes dinastías europeas y las casas menores que orbitaban en torno a los poderes principales. Su padre, Cristián Augusto, era príncipe de Anhalt-Zerbst y comandante militar al servicio del rey de Prusia, mientras que su madre, Juana Isabel de Holstein-Gottorp, mantenía lazos familiares con la aristocracia escandinava.
Fue precisamente Federico II de Prusia, conocido como “el Grande”, quien facilitó el ascenso de Sofía a la esfera imperial rusa, al promover su candidatura como esposa del heredero al trono ruso, Pedro Fiódorovich (futuro Pedro III). La geopolítica prusiana, en busca de aliados en el este, vio en Sofía una pieza clave para influir en el futuro del Imperio ruso.
Sofía Augusta de Anhalt-Zerbst: infancia y formación
Una educación afrancesada y luterana
La educación de la futura Catalina II fue rigurosa y profundamente marcada por la Ilustración. Recibió instrucción en literatura, filosofía, historia y lenguas, con una clara influencia francesa, el idioma de la aristocracia europea por excelencia. De religión luterana, cultivó desde joven una mente inquisitiva y analítica, con especial admiración por los principios de la razón, la justicia y la libertad expresados por pensadores como Montesquieu y Voltaire.
Aunque su formación fue convencional para una dama noble de su tiempo, Sofía mostró desde temprano una capacidad excepcional para el estudio, el debate y la reflexión estratégica, cualidades que más adelante pondría al servicio del poder imperial.
Influencias filosóficas y primeras ambiciones
La lectura de autores como Cesare Beccaria y la observación de los modelos estatales europeos despertaron en Sofía una sensibilidad política inusual para su edad. Mientras otras jóvenes de su entorno se limitaban a cultivar las artes del salón y la cortesía, ella aspiraba a influir en los destinos de los pueblos, convencida de que la razón debía gobernar por encima de la arbitrariedad. Su madre, sin embargo, la crió con un fuerte sentido del deber dinástico y matrimonial, preparando a la niña para convertirse en consorte en una corte extranjera.
Cuando a los catorce años fue elegida como futura esposa del heredero ruso, Sofía aceptó con entusiasmo la oportunidad de proyectar sus ideas en un escenario político de primera magnitud.
De princesa extranjera a heredera rusa
Matrimonio con Pedro III y adaptación al entorno ruso
En 1744, con apenas quince años, Sofía Augusta llegó a San Petersburgo, enviada por Federico II con el respaldo diplomático necesario para contraer matrimonio con el nieto de Pedro I, el futuro zar Pedro III. La corte rusa, un espacio complejo, plagado de intrigas y rivalidades, recibió a la joven alemana con escepticismo. No obstante, su determinación y habilidad social le permitieron ganarse rápidamente el respeto y la simpatía tanto del clero como de los cortesanos.
Para poder casarse, se convirtió a la fe ortodoxa rusa, adoptando el nombre de Catalina Alexéyevna en homenaje a Catalina I, la esposa de Pedro el Grande. Este acto de conversión, lejos de ser meramente simbólico, representó su primer gesto de lealtad política hacia Rusia, un país que aprendería a amar con pasión y cuya lengua dominó en pocos meses.
Conversión religiosa y aprendizaje cultural
La adopción de la fe ortodoxa no fue un obstáculo para Catalina, quien asimiló con sorprendente rapidez los códigos culturales, políticos y religiosos del Imperio ruso. Su matrimonio con Pedro, sin embargo, se reveló pronto como una unión conflictiva. Pedro era un hombre inmaduro, aficionado a los juegos militares y a menudo indiferente a los asuntos de Estado. Su conducta errática y su falta de carisma contrastaban con la ambición y el sentido del deber de su joven esposa.
Primeros conflictos y nacimiento del heredero
Las tensiones con Pedro III y la cuestión de la sucesión
Durante casi una década, el matrimonio no tuvo descendencia, lo que generó especulaciones en la corte y angustia en Catalina, consciente de que su posición como consorte dependía en gran parte de dar un heredero al trono. Las tensiones entre ambos aumentaban, y Catalina comenzó a formar su propio círculo de aliados, donde se destacaban figuras como los hermanos Orlov, oficiales carismáticos de la Guardia Imperial.
En 1754, finalmente, nació un niño: Pablo Petrovich, el futuro zar Pablo I. Aunque las dudas sobre la paternidad eran frecuentes —muchos sospechaban que Grigori Orlov era el verdadero padre—, el nacimiento de Pablo reforzó la legitimidad de Catalina como figura clave dentro de la dinastía Romanov.
Grigori Orlov y el inicio de la intriga cortesana
La relación con Grigori Orlov no fue solo personal sino también política. Orlov, ambicioso y popular entre las tropas, fue el principal artífice del movimiento que acabaría con el breve reinado de Pedro III. Catalina, por su parte, tejía una red de influencias entre la nobleza descontenta, el alto clero y sectores ilustrados que veían en ella una alternativa viable al gobierno inestable de su esposo.
A lo largo de los años 1750 y principios de los 60, Catalina fue consolidando su imagen pública como una figura culta, decidida y cercana al pueblo, mientras que Pedro III se aislaba progresivamente, despreciando las tradiciones rusas e imponiendo reformas impopulares inspiradas en el militarismo prusiano.
Golpe de Estado de 1762 y acceso al trono
Conspiración, magnicidio y legitimación del poder
La oportunidad llegó en enero de 1762, cuando Pedro III ascendió oficialmente al trono. Su mandato, sin embargo, duró apenas seis meses. Su actitud autoritaria, sus cambios religiosos abruptos y su desprecio hacia la Iglesia ortodoxa provocaron una fuerte reacción entre los sectores conservadores del poder. En julio de ese mismo año, un golpe liderado por los Orlov y con el respaldo de amplios sectores militares y eclesiásticos derrocó a Pedro III.
Pedro fue encarcelado en el castillo de Ropsha y poco después murió en circunstancias misteriosas, casi con certeza estrangulado por orden de los conspiradores. Catalina, que había mantenido un perfil calculadamente ambivalente durante el proceso, asumió el trono con el apoyo del Senado, el ejército y la Iglesia.
Catalina II como emperatriz: entre sospechas y esperanzas
Con tan solo 33 años, Catalina se proclamó emperatriz de todas las Rusias. Su ascenso estuvo rodeado de sospechas de magnicidio, pero su habilidad política y la necesidad de estabilidad favorecieron una rápida legitimación. Lejos de conformarse con el poder simbólico, Catalina II desplegó una ambiciosa agenda de reformas y consolidación del Estado, que haría de su reinado uno de los más influyentes y extensos de la historia de Rusia.
Construcción del poder y reformas ilustradas
Consolidación con la nobleza y el ejército
Al asumir el trono tras el derrocamiento de Pedro III, Catalina II era consciente de la fragilidad de su legitimidad dinástica. Su poder derivaba más de una maniobra palaciega que de una línea de sucesión incuestionable. Por ello, sus primeras decisiones como emperatriz buscaron cimentar una base de apoyo sólida entre la nobleza y el ejército, los dos pilares fundamentales del régimen zarista. Ofreció privilegios económicos, jurídicos y sociales a la aristocracia, que en recompensa le juró fidelidad.
Uno de los primeros pasos fue otorgar a los nobles el monopolio sobre la propiedad de tierras y siervos, así como el control judicial sobre sus dominios rurales. Esta estrategia, si bien contradecía algunos principios ilustrados, resultaba esencial para preservar la estabilidad del Estado. Catalina entendía que la nobleza debía sentirse partícipe del nuevo orden imperial y no marginada por las reformas.
La Comisión Legislativa y la Instrucción de 1766
Aunque conservadora en su alianza con la aristocracia, Catalina abrazó con entusiasmo los ideales del Despotismo Ilustrado, corriente que proponía reformas racionales y progresistas bajo un régimen autoritario. Su vocación ilustrada quedó plasmada en la “Nakaz” o Instrucción de 1766, un documento doctrinario en el que delineó su concepción del Estado, inspirado por las obras de Montesquieu y Beccaria. En él se defendía la igualdad ante la ley, la codificación del derecho y la moderación del castigo.
Ese mismo año convocó la Comisión para la Codificación del Derecho, integrada por representantes de diferentes estamentos sociales (excepto los siervos). Su objetivo era modernizar el sistema legal ruso, armonizar la legislación y canalizar las demandas populares. Si bien la Comisión no produjo reformas concretas y fue disuelta en 1768, sí consolidó la imagen de Catalina como una soberana ilustrada, tanto en Rusia como en Europa.
Administración, justicia y política religiosa
Centralización del Estado y el Senado
Catalina prosiguió el proceso de centralización estatal iniciado por Pedro el Grande, fortaleciendo la autoridad del trono sobre las regiones del vasto imperio. Redefinió las funciones del Senado y promovió una administración más racional y jerárquica. La emperatriz reformó el sistema fiscal y buscó reducir la corrupción burocrática, aunque con resultados limitados.
La secularización de los bienes eclesiásticos
Uno de los actos más audaces de su primer periodo fue la secularización de los bienes de la Iglesia ortodoxa rusa. Las tierras y los siervos que pertenecían al clero fueron transferidos al Estado, debilitando así el poder económico de la Iglesia y reafirmando el principio de supremacía del Estado sobre las instituciones religiosas. Esta política fue justificada en parte por las dificultades financieras que arrastraba Rusia tras la Guerra de los Siete Años.
Catalina promovió una relativa tolerancia religiosa, permitiendo la coexistencia de diversas confesiones dentro del Imperio, aunque excluyó de esta política a los uniatos, ortodoxos en obediencia al Papa, a quienes percibía como un foco de subversión.
Educación y economía bajo el signo de la Ilustración
Instituciones educativas y modernización limitada
En sintonía con su ideal de reforma ilustrada, Catalina diseñó un plan nacional de educación primaria en 1762, aunque sus resultados fueron modestos. Se fundaron institutos para jóvenes nobles y hospicios, pero la cobertura fue limitada y centrada en las élites. El analfabetismo seguía siendo dominante en el campesinado, lo que dificultaba la transformación cultural del país.
Pese a ello, el gesto simbólico de apoyar la instrucción pública fue un paso significativo, al mostrar una visión de Estado que iba más allá del mantenimiento del statu quo feudal.
Sociedad Libre de Estudios Económicos y reformas agrarias
La fundación en 1765 de la Sociedad Libre de Estudios Económicos marcó un hito en la promoción del pensamiento agronómico y económico. Inspirada en los modelos franceses, esta institución promovió la experimentación y la especialización agrícola, aunque ignoró la condición servil de los campesinos, un punto neurálgico en la estructura socioeconómica del imperio.
Catalina impulsó la colonización de nuevas tierras y fomentó el uso racional del suelo. Aun así, su política económica beneficiaba de manera desproporcionada a la aristocracia terrateniente, que aumentaba su poder a costa de los siervos.
La servidumbre como piedra angular del régimen
Contradicciones entre ilustración y servidumbre
Aunque Catalina admiraba los ideales humanistas de sus contemporáneos ilustrados, su gobierno profundizó la servidumbre, contradicción que se convirtió en una de las grandes paradojas de su reinado. La transferencia de un millón de siervos de la Iglesia al Estado y las sucesivas donaciones de tierras a los nobles incrementaron la opresión sobre los campesinos, cuya situación empeoró visiblemente.
Si bien hubo intentos retóricos de mejorar sus condiciones, la legislación real reforzó la dependencia de los siervos, otorgando a los señores poderes casi absolutos sobre ellos. Las recomendaciones de suavizar las cargas laborales nunca se tradujeron en reformas efectivas.
Donaciones, siervos estatales y agravios crecientes
Los nobles, en agradecimiento a su emperatriz, aumentaron la presión sobre sus siervos, exigiendo más tributos y trabajo forzado. La aristocracia vivía una edad dorada de privilegios, mientras que el campesinado experimentaba un ciclo de pobreza crónica, hambrunas locales y represión institucionalizada.
El malestar se extendió por las regiones rurales del imperio, y las tensiones sociales acumuladas a lo largo de la década de 1760 desembocaron en una de las revueltas campesinas más grandes de la historia rusa.
Revuelta de Pugachev y giro conservador
En 1773 estalló la Revuelta de Pugachev, encabezada por el cosaco Emelián Pugachev, quien se hizo pasar por el zar Pedro III y prometió la abolición de la servidumbre y el reparto de tierras. El movimiento se extendió rápidamente por el Volga, los Urales y las estepas del sur, sumando a campesinos, cosacos, minorías étnicas y obreros metalúrgicos.
El programa revolucionario de Pugachev incluía la eliminación de la nobleza terrateniente, la supresión de impuestos y la devolución de los privilegios comunales a las aldeas campesinas. Durante más de un año, el gobierno imperial perdió el control de vastos territorios.
Fin del periodo reformista y miedo a la insurrección
La revuelta fue finalmente sofocada en 1774 mediante una represión brutal. Pugachev fue capturado y ejecutado públicamente, pero el episodio dejó una huella profunda en la conciencia de Catalina. Desde entonces, la emperatriz abandonó su proyecto reformista y adoptó una línea política claramente conservadora, centrada en la represión del descontento popular y en el fortalecimiento de los privilegios aristocráticos.
Este giro marcó el fin de la fase ilustrada de su reinado. La amenaza de una insurrección generalizada llevó a Catalina a redefinir su relación con el poder, la sociedad y las ideas reformistas que antes había enarbolado como bandera. Rusia, a partir de ese momento, se convirtió en un imperio aún más autoritario, vigilante y jerarquizado.
Últimas reformas y control de los territorios
Carta de la Nobleza y Reforma Provincial de 1775
Después de sofocar la Revuelta de Pugachev, Catalina II comprendió que su supervivencia política pasaba por reforzar aún más la lealtad de la aristocracia, a la que otorgó nuevas garantías legales y administrativas. En 1785 promulgó la Carta de la Nobleza, un documento fundamental que consolidó los privilegios del estamento nobiliario. Esta carta reconocía su derecho exclusivo a ocupar los cargos más altos del Estado, a ejercer justicia sobre sus siervos y a mantener una jurisdicción propia.
Simultáneamente, Catalina llevó a cabo una importante reestructuración territorial con la Reforma Provincial de 1775. Rusia fue dividida en 50 gobiernos (provincias), cada uno gobernado por un funcionario designado por la zarina con amplios poderes ejecutivos. Estas provincias se subdividían en distritos, donde el control quedaba en manos de nobles locales. El objetivo era garantizar un control más eficaz del territorio y del orden público, en una clara apuesta por la estabilidad autoritaria.
El modelo de Estado autoritario y su vigilancia
Esta nueva arquitectura institucional convirtió a Rusia en un imperio altamente centralizado, donde el poder fluía desde San Petersburgo hacia las regiones bajo estricta supervisión. La nobleza se convertía así en un instrumento del trono para gobernar, pero también en un baluarte conservador contra cualquier cambio radical. Las reformas, aunque ilustradas en sus métodos organizativos, reforzaron el carácter oligárquico y jerárquico del sistema zarista.
El miedo al descontento social provocó un endurecimiento del aparato policial y judicial, y el desarrollo de una red de vigilancia estatal para identificar posibles focos de rebelión o disidencia ideológica.
Censura, reacción y la sombra de la Revolución Francesa
Temor ideológico y represión intelectual
Si bien Catalina había sido una entusiasta seguidora de los enciclopedistas franceses y mantenía correspondencia con Voltaire y Diderot, los acontecimientos de la Revolución Francesa (1789) la alarmaron profundamente. El derrocamiento de la monarquía francesa y la radicalización del proceso revolucionario despertaron en la zarina el temor a una posible réplica en suelo ruso.
A partir de 1790, la censura intelectual se intensificó, y muchos escritores, periodistas y pensadores fueron reprimidos o vigilados. Las publicaciones extranjeras comenzaron a ser filtradas por funcionarios estatales, y las ideas de libertad, igualdad y soberanía popular fueron etiquetadas como subversivas.
Fin de la tolerancia y reafirmación absolutista
Catalina abandonó su discurso reformista y se mostró cada vez más como una monarca autoritaria y defensora del orden establecido. El clima ilustrado que había caracterizado los primeros años de su gobierno fue sustituido por un ambiente de desconfianza hacia el pensamiento libre. La nobleza y la Iglesia se convirtieron en sus principales aliados ideológicos para combatir la “contaminación” revolucionaria proveniente de Occidente.
Este viraje hacia la reacción confirmó que, aunque Catalina había coqueteado con las ideas ilustradas, su proyecto político tenía como límite infranqueable la defensa del absolutismo y la jerarquía social.
Expansión imperial y protagonismo internacional
Guerras con el Imperio Otomano y conquista de Crimea
En el plano internacional, Catalina II adoptó una política imperialista decidida, orientada a consolidar y ampliar las fronteras del Imperio ruso. Su rival principal fue el Imperio Otomano, al que enfrentó en varias guerras por el control de Europa oriental y el Mar Negro. La primera guerra ruso-turca, iniciada en 1768, culminó en victorias significativas para Rusia, incluida la anexión de Crimea en 1771 y la ocupación temporal de Moldavia y Valaquia.
Estas campañas consolidaron a Rusia como una potencia militar en ascenso y difundieron la fama de su ejército por toda Europa. En 1783, Crimea fue finalmente incorporada al Imperio, abriendo nuevas rutas comerciales y militares hacia el sur.
Repartos de Polonia y descomposición geopolítica
Una de las maniobras más decisivas de Catalina fue su intervención en la partición de Polonia, país políticamente debilitado por sus conflictos internos. En 1772, 1793 y 1795, Rusia participó junto a Prusia y Austria en tres repartos sucesivos que borraron del mapa al estado polaco. Catalina instaló en el trono a uno de sus antiguos amantes, Estanislao II Poniatowski, y sometió el país a un régimen de ocupación militar y represión.
Con estas particiones, Rusia incorporó vastos territorios: Bielorrusia, Ucrania, Podolia y partes de Lituania, ampliando considerablemente su influencia sobre Europa oriental. La eliminación de Polonia como estado soberano supuso un punto de inflexión geopolítico, que consolidó el papel hegemónico de Rusia en la región.
Industrialización, comercio y colonización
Avances fabriles, agricultura ucraniana y burguesía incipiente
En el ámbito económico, Catalina II impulsó una política de modernización basada en los principios de la Ilustración, aunque siempre subordinada a los intereses del Estado y la nobleza. Durante su reinado, se introdujo el papel moneda, se crearon bancos y se incentivó la fundación de talleres manufactureros. Más de tres mil nuevas fábricas surgieron bajo su auspicio, especialmente en el sector textil.
La región de Ucrania fue objeto de una intensa política de colonización agrícola. Se promovió el cultivo del trigo y se incentivó la migración de campesinos alemanes, armenios y balcánicos para poblar y explotar las fértiles tierras del sur. Si bien la servidumbre seguía siendo dominante, aparecieron los primeros indicios de una burguesía industrial y comercial, aún débil y dependiente del aparato estatal.
Nuevos puertos y fronteras: el Mar Negro y Alaska
La conquista de Crimea permitió a Catalina establecer puertos estratégicos en el Mar Negro, como Odesa, Jerson y Sebastopol, que dinamizaron el comercio marítimo hacia el Mediterráneo y Oriente Próximo. Las exportaciones de productos agrícolas y metalúrgicos se incrementaron, y Rusia se convirtió en un actor relevante en el comercio internacional del siglo XVIII.
En paralelo, se inició la colonización rusa de Alaska, territorio que pasaría a formar parte del Imperio a través de misiones comerciales y asentamientos en la costa norteamericana. Estas iniciativas reforzaron la imagen de Rusia como una potencia con vocación global, expandiéndose en tres continentes.
Legado, muerte y reinterpretaciones
Catalina y los ilustrados: Voltaire, Diderot y Europa
Durante décadas, Catalina fue admirada en Europa como la encarnación del monarca ilustrado. Mantuvo correspondencia con Voltaire, quien le dedicó elogios entusiastas, y acogió en su corte al enciclopedista Denis Diderot, a quien incluso compró su biblioteca. Apoyó la publicación de obras filosóficas, protegió a intelectuales perseguidos y aspiró a ser la “Filósofa en el trono”, símbolo de una nueva era de racionalidad política.
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MCN Biografías, 2025. "Catalina II de Rusia (1729–1796): La Zarina Ilustrada que Redefinió un Imperio". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/catalina-ii-emperatriz-de-rusia [consulta: 5 de octubre de 2025].