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LiteraturaBiografía

Castro, Rosalía de (1837-1885)

Poetisa y narradora española, nacida en Santiago de Compostela en febrero de 1837 y fallecida en Padrón (La Coruña) el 15 de julio de 1885. Protagonista indiscutible, junto con Gustavo Adolfo Bécquer, del romanticismo tardío español, dejó una obra escrita en castellano y en gallego que la sitúa entre las voces más destacadas de la poesía española de todos los tiempos.

Vida

Desde el instante mismo de su nacimiento, su vida estuvo marcada por las dificultades y la incomprensión social. En su partida de nacimiento puede leerse que era "hija de padres incógnitos", y que "va sin número por no haber pasado a la Inclusa". En realidad, era hija natural de doña María Teresa de la Cruz de Castro y Abadía, una hidalga gallega venida a menos que, a los treinta y tres años de edad, dio a luz a la futura poetisa, fruto de sus relaciones secretas con un sacerdote, don José Martínez Viojo. Cuando nació Rosalía, su padre -que, a la sazón, contaba treinta y nueve años de edad- se vio impedido a reconocer su paternidad a causa de su condición eclesiástica; sin embargo, se ocupó de su atención y cuidado desde que la niña vino al mundo, y encomendó su crianza a sus dos hermanas, doña Teresa y doña Josefa Martínez.

Bajo la tutela, pues, de sus dos tías paternas, la niña Rosalía creció primero en la localidad de Ortoño (donde la familia de su padre tenía su casa solariega, llamada "Casa do Castro"), y posteriormente en la villa coruñesa de Padrón. Lo cierto es que durante estos primeros años de su infancia se vio privada no sólo de la figura paterna, sino también del amparo de su madre, cuya familia, escandalizada por aquel alumbramiento sacrílego, debió de impedir que doña María Teresa se hiciera cargo de su hija hasta que no se disiparan los rumores del escándalo.

Aunque los biógrafos de la poetisa han sido incapaces de determinar con precisión cuando varió esta penosa situación familiar de Rosalía, lo cierto es que en 1853, cuando la joven contaba dieciséis años de edad, doña María Teresa ya se había hecho cargo de su educación, pues madre e hija vivían juntas desde un año antes. La crítica literaria coincide en señalar la importante huella que dejó en la obra posterior de Rosalía la oscuridad de sus orígenes y sus primeros años de existencia: "Aunque la sociedad gallega tenga frente a los hijos naturales una actitud más abierta y comprensiva que otras sociedades, el hecho de ser 'hija de cura' debió de inclinar la balanza negativamente del lado de las reticencias. No parece extraño que en una niña sensible e inteligente la falta de padre y su condición de fruto de amores prohibidos influyera en su carácter y en su concepción de la vida" (Marina Mayoral, prólogo a su edición de En las orillas del Sar).

Parece ser que, hacia 1852, doña María Teresa recogió a Rosalía y, en su nueva vida al lado de su hija, surgió una relación afectiva de gran intensidad que duró hasta 1858, fecha en la que la joven contrajo matrimonio con el historiador, periodista y crítico de arte Manuel Murguía, uno de los máximos valedores del Rexurdimento gallego. Aunque matrimonio interrumpió la convivencia entre madre e hija, no supuso nunca un quebrantamiento del amor que Rosalía sentía hacia su madre, a la que, como a tantas otras protagonistas de su obra literaria, consideraba la verdadera víctima de aquella antigua relación amorosa, la mujer enamorada que resulta engañada por el hombre y discriminada por la injusta sociedad que la rodea. De ahí que la muerte de doña María Teresa de la Cruz de Castro, acaecida en 1862, causara un tremendo dolor en la joven escritora.

Respecto a la educación que pudo recibir la niña Rosalía al lado de sus tías paternas, sus biógrafos coinciden también en la sospecha de que no cursó otros estudios que los de Dibujo y Música, impartidos en las aulas de la Sociedad Económica de Amigos del País. Fue su nodriza quien le enseñó la lengua gallega y las primeras canciones y coplas populares que escuchó Rosalía en dicho idioma. Su obra, pues, es fruto de su innata sensibilidad poética, de su encendida voluntad de superación y de sus continuos esfuerzos autodidactos (que no bastaron para eliminar las numerosas faltas de ortografía apreciables en sus escritos autógrafos), Al parecer, el factor decisivo que introdujo a Rosalía de Castro en los circuitos literarios de su tiempo fue su matrimonio con Manuel Murguía (celebrado el 10 de octubre de 1858), a quien tomó como punto de apoyo en medio de unas circunstancias sociales que se le volvían hostiles en cualquier otra referencia.

Fruto de este matrimonio (interesado o no, feliz o no, pero sin duda uno de los más fructíferos para las Letras españolas de la segunda mitad del siglo XIX), fueron los siete hijos que engendraron Manuel y Rosalía: la mayor, Alejandra, nacida en mayo de 1859, vivió hasta 1937; Aura, nacida en diciembre de 1868, falleció en 1942 (obsérvese el dilatado período de tiempo entre el nacimiento de estas dos primeras hijas, sin duda indicador del repentino enfriamiento de las relaciones conyugales); los mellizos Gala y Ovidio, nacidos en julio de 1871, murieron -respectivamente- en 1964 y 1900; Amara, nacida en julio de 1873, falleció en 1921; Adriano Honorato Alejandro, nacido en marzo de 1875, murió prematuramente en noviembre de 1876, a consecuencia de un accidente; por último, Valentina nació muerta en 1877.

El fallecimiento del jovencísimo Adriano sumió a Rosalía en un intenso pesar del que ya no se recuperaría durante el resto de su vida. Unida a esa tristeza innata al carácter de la escritora, esta repentina desgracia (ocasionada por una caída del pequeño) dejó en su vida un hondo poso de dolor que quedó plasmado en uno de los poemas más sobrecogedores de la lírica española: "Era apacible el día / y templado el ambiente, / y llovía, llovía / callada y mansamente; / y mientras silenciosa / lloraba yo y gemía, / mi niño, tierna rosa, / durmiendo se moría".

Aquejada de continuas depresiones que mermaron su ya frágil salud, Rosalía de Castro murió en Padrón (La Coruña) el día 15 de julio de 1885. Su biógrafo Augusto González Besada reflejó así los postreros instantes de su vida: "[...] recibió con fervor los Santos Sacramentos, recitando en voz baja sus predilectas oraciones. Encargó a sus hijos quemasen los trabajos literarios que, reunidos y ordenados por ella misma, dejaba sin publicar, dispuso se la enterrara en el cementerio de Adina, y pidiendo un ramo de pensamientos, la flor de su predilección, no bien se lo acercó a los labios sufrió un ahogo que fue el comienzo de su agonía. Delirante, y nublada la vista, dijo a su hija Alejandra: 'Abre esa ventana, que quiero ver el mar', y cerrando sus ojos para siempre, expiró".

Obra

En Madrid, donde se había instalado en 1856 por razones familiares, Rosalía de Castro conoció a Manuel Murguía, con habría de contraer nupcias al cabo de dos años. Murguía no sólo fue el descubridor de esa pasión amorosa que alentaba el espíritu de aquella joven y sensible poetisa permanentemente sumida en la tristeza, sino que también pudo conocer y apreciar en su justa medida sus primeros trabajos literarios, que le parecieron dignos de ser publicados cuanto antes. Así, el propio Murguía -muy bien relacionado en los círculos culturales de su tiempo- hizo las presentaciones entre los que estaban llamados a convertirse en los dos poetas mayores del momento (Bécquer y Rosalía), y promovió la publicación de la primera entrega lírica de la joven poetisa, que apareció en la capital de España en 1857, bajo el título de La Flor. Manuel Murguía publicó en La Iberia una elogiosa reseña de este librito, que, como obra primeriza, no deja de ser un mero ejercicio de estilo en el que la escritora gallega recurre a todos los tópicos románticos de su época y deja ver las acusadas influencias de otros autores consagrados, principalmente Espronceda.

En 1859, año en el que contrajo matrimonio, Rosalía de Castro publicó su primera obra narrativa, la novela titulada La hija del mar, una pieza que, en la actualidad, posee más valor por los datos autobiográficos que en ella vertió la escritora gallega que por su calidad literaria. Se trata de un folletín romántico en el que Rosalía plasmó el concepto que tenía del amor con poco más de veinte años de edad, envuelto en una compleja trama argumental que refleja el conflicto amoroso entre dos mujeres -madre e hija- y un hombre que acaba decantándose por la más joven.

Dos años más tarde, dio a la imprenta su segunda novela, titulada Flavio (1861), otra complicada sucesión de vicisitudes sentimentales que, aunque gozaron de gran aceptación entre los lectores de aquellos tiempos, apenas dejan traslucir la verdadera capacidad creativa de Rosalía de Castro. Y en 1863 retornó al género poético con A mi madre, una breve colección de poemas escritos en castellano y dedicados a la muerte de doña María Teresa.

Aquel mismo año de 1863, Rosalía de Castro dio a la imprenta su primer libro de versos escritos en su lengua vernácula, Cantares gallegos, un poemario que inmediatamente la situó en los puestos de honor entre los difusores del llamado Rexurdimento, como los poetas Manuel Curros Enríquez y Eduardo Pondal Abente. Trufado de notables reminiscencias de la antigua lírica galaico-portuguesa, Cantares gallegos es un libro en el que, por primera vez, asoma una Rosalía de Castro alegre y optimista, decidida a contar al mundo las bellezas de su patria chica y las costumbres de sus paisanos. Este tono jovial, alegre y desenfadado -en ocasiones pícaro, y otras veces con un claro sesgo de protesta social- no volverá a aparecer en la obra de la escritora gallega. Al parecer, fue Murguía quien recogió por su cuenta los poemas escritos en gallego por su esposa y los fue dando a la imprenta hasta que Rosalía, a la vista del compromiso adquirido por su marido, accedió a su publicación.

Rosalía de Castro, "Adiós, ríos; adiós, fontes" (Cantares gallegos).

Posteriormente, Rosalía de Castro publicó algunas obras menores escritas en prosa, como El Cadiceño (aparecido en el Almanaque de Galicia en 1866), donde ridiculiza a los emigrantes gallegos que fingen adaptarse perfectamente a las circunstancias del lugar al que han ido a parar, y la novela Ruinas (1866), un cuadro de costumbres de tendencia realista inspirada en seres reales del entorno socio-geográfico de la propia escritora. Anteriormente, había escrito también El Codio, otro cuadro de costumbres que no llegó a ver la luz merced a los impedimentos que pusieron los seminaristas que se veían reflejados en su sátira.

Ocupada en la prosa, en 1867 dio a la imprenta su novela más ambiciosa, titulada El Caballero de las botas azules, una mezcla de idealismo y realismo en la que los larguísimos diálogos y las pesadas digresiones solapan las virtudes narrativas de Rosalía. Con todo, esta novela supone un interesante documento biográfico a la hora de conocer el pensamiento de su autora acerca de la sociedad de su tiempo.

Su segunda gran obra poética escrita en gallego vio la luz en 1880, bajo el epígrafe de Follas Novas, un poemario excepcional que, a grandes rasgos, refleja los dos temas fundamentales del conjunto de la producción literaria de Rosalía de Castro: su visión subjetiva del mundo y su preocupación por los problemas sociales de sus paisanos (centrados, casi siempre, en la figura del gallego obligado a emigrar). El libro, traspasado por una desoladora concepción de la existencia humana, muestra a la Rosalía más honda e intensa, replegada sobre sí misma y acuciada por el dolor, la desesperanza y la soledad.

En 1881 apareció otra novela de Rosalía, titulada El primer loco, donde muchos de los temas y motivos de su poesía (la fantasía amorosa, la exaltación del misterio, el mundo de ultratumba, etc) aparecen ahora encarnados en la historia de un protagonista al que el rechazo de su amada conduce hasta la locura.

Finalmente, en 1884 publicó su tercer gran poemario, En las orillas del Sar, un libro más breve que Follas novas, pero mucho más concentrado en su visión subjetiva de todo cuanto rodea a la poetisa. Escrito en castellano, aborda temas tan característicos de su poesía como la tristeza, la religiosidad y el mundo de las sombras, siempre ligados a una desesperada búsqueda del amor que sume a la autora en un constante desasosiego espiritual. En las orillas del Sar -caracterizado por un permanente deseo de claridad que puede entenderse como el legado universal de la gran escritora gallega- está considerado como una de las mayores aportaciones a la lírica española de todos los tiempos.

Rosalía de Castro "Del mar azul las transparentes olas" (En las orillas del Sar).

Bibliografía

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  • SANTAELLA MURIAS, Alicia. Rosalía de Castro. Vida poética y ambiente. Buenos Aires, 1942.

Autor

  • José Ramón Fernández de Cano