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HistoriaPolíticaBiografía

Carlos I, Rey de Sicilia (1226-1285).

Rey de Sicilia, conde de Anjou, del Maine y de Forcalquier. Nacido a finales de marzo de 1226 y muerto en Foggia el 7 de enero de 1285. Primer rey de las Dos Sicilias de la dinastía de Anjou, después de 1282 perdió la parte insular de su reino frente a los aragoneses y nunca pudo llevar a cabo su proyecto de ampliar su área de influencia hacia Bizancio.

Síntesis biográfica

Hijo menor del rey de Francia Luis VIII y de Blanca de Castilla, al ser bautizado por el cardenal de Sant'Angelo, recibió el nombre de Esteban, que sólo más tarde fue cambiado por el de Carlos. No conoció a su padre que murió antes de su nacimiento; en el testamento de Luis VIII quedó establecido que Carlos debería seguir la carrera eclesiástica, pero la muerte de sus hermanos mayores en 1232, Juan y Felipe Dagoberto, le abrió la sucesión en los condados de Anjou y Maine, poniéndole en posesión de vastos territorios en la Francia central. En todo caso aún era menor de edad y la regencia recayó en su madre. Poco se sabe de la educación de Carlos. En 1237 se encontraba en la corte de su hermano, el segundogénito, Roberto de Artois. Dos años después cayó gravemente enfermo. Para aquel entonces ya disponía de una pequeña corte personal, que incluía un camarero, maestros y clérigos; con quince años esta corte se había ampliado y ya contaba con un mariscal, servidores y pajes. Participó por primera vez en una empresa militar en 1242, acompañando a su hermano, el rey Luis IX, en la campaña contra el conde de la Marche y el 31 de enero de 1246 casó en Aquisgrán con Beatriz, heredera de la Provenza, después de haber obtenido la dispensa de Inocencio IV para casarse con una pariente de cuarto grado. En primavera del mismo año Carlos fue armado caballero. Mantuvo una larga guerra para someter la Provenza y recibió la corona del reino de Sicilia tras la batalla de Benevento. Fue nombrado senador de Roma en varias ocasiones y destituido, dependiendo del partido dominante en la ciudad. Tras la muerte de su primera esposa, Carlos casó con Margarita de Borgoña (23 de septiembre de 1267) y después volcó todos sus esfuerzos en reconquistar el trono de Constantinopla para el emperador Balduíno II, pero el estallido de la revolución de 1282, que puso Sicilia en manos de los aragoneses, le distrajo de este objetivo. Murió sin haber recuperado el reino a Pedro III de Aragón y fue enterrado en la catedral de Nápoles. Le sucedió su hijo, Carlos II.

El gobierno de Provenza

El mismo 1246 Carlos recibió de su hermano, el rey, la investidura de los condados de Anjou y Maine. Como conde de Provenza debió hacer frente a un partido antifrancés, radicado principalmente en las ciudades, pero Carlos dejó ver desde el principio que iba a gobernar con energía y ya en 1246 nombró un senescal para la Provenza, que debía ocuparse de las finanzas, de la justicia y del ejército durante las ausencias del conde. Para este puesto no escogió nobles provenzales, sino aristócratas franceses, que ejercerían como senescales de dos a cuatro años. Las principales ciudades de Provenza, Arlés, Aviñón y Marsella, habían crecido económicamente durante los años precedentes, gracias a las actividades comerciales.
Trataron de constituirse en comunas libres, siguiendo el ejemplo de las ciudades de la Italia septentrional y por tanto quisieron sacudirse de la tutela de los obispos, pero sobre todo de la del conde. Las revueltas comenzaron en Arlés en 1245, antes de la investidura de Carlos. Y aunque las ciudades prestaron homenaje a Beatriz, en 1247, bajo la dirección de Barral des Baux, Arlés, Marsella y Aviñón firmaron una alianza defensiva contra Carlos de Anjou. Sin embargo la actividad de Carlos para reforzar la autoridad condal en Provenza se vio interrumpida por su participación en la séptima cruzada, dirigida por Luis IX en 1248.

La Cruzada de San Luis

El 28 de agosto de 1248 Carlos de Anjou embarcó en Aigues-Mortes junto con su esposa para participar en la cruzada contra Egipto que su hermano llevaba organizando desde tres años antes. En junio de 1249 los cruzados se apoderaron de Damietta y en noviembre, después de la llegada de Alfonso de Poitou, se dirigieron hacia El Cairo. Carlos tuvo la ocasión de mostrar su valor en combate, pero el 6 de abril de 1250 fue capturado junto con sus hermanos y el resto de los cruzados. Todos fueron liberados el mes siguiente, después del pago de un alto rescate. Carlos, que había enfermado de malaria, pidió permiso para regresar a Francia para ocuparse de los graves asuntos que estaban ocurriendo en Provenza.

Sumisión de Provenza

En 1250 Blanca de Castilla logró que los rebeldes reconociesen la soberanía de Carlos, pero este reconocimiento no detuvo la rebelión. El conde regresó a Provenza en abril de 1251 y rápidamente pudo someter Arlés y Aviñón; comenzó el asedio de Marsella en agosto y la ciudad renunció a cualquier resistencia tras la firma en octubre de un armisticio por parte de Barral des Baux y Carlos. En julio de 1252 fue reconocido el derecho del conde de nombrar funcionarios para la ciudad, que aún así pudo conservar mayor autonomía que Arlés y Aviñón. De esta forma la Provenza quedaba pacificada temporalmente. Pero por poco tiempo, porque en 1255 Marsella volvió a rebelarse, cuando Carlos estrechó sus relaciones con Montpellier, la principal rival comercial de Marsella. Se formó en la ciudad un partido que quería abolir las cláusulas del tratado de 1252 y regresar a las libertades comunales. Carlos se puso en contacto con el partido que le era favorable en Marsella y que se levantó para preparar su llegada. Así, en junio de 1257 Marsella reconoció la soberanía de Carlos y de Beatriz y su jurisdicción sobre los impuestos, incluso aquellos que venían de Levante, a cambio de la libertad de comercio; la libertad administrativa fue limitada más tarde mediante el establecimiento de un vicario del conde.

Antes de 1258 la autoridad condal era amplia y Carlos de Anjou comenzó campañas para extender sus dominios hacia oriente. A comienzos de año se apoderó del condado de Ventimiglia y el verano del año siguiente inició su expansión en el norte de Italia. En junio se sometió la ciudad de Cuneo y en noviembre Alba y Cherasco, a las que siguieron Savigliano, Bene y Cornigliano. Pero las conquistas del frente oriental se detuvieron pronto, por la oposición de Génova en el norte y de los marqueses Pallavicini en el sur, aliados de Manfredo de Sicilia y del marqués de Monferrato. Ante una nueva insurrección de los marselleses en 1262, Carlos buscó ahora la ayuda de Génova, con la que en agosto firmó un pacto de mutua asistencia, por el que el conde entregaba además Ventimiglia, Roccabruna y Mónaco a los genoveses; en noviembre Carlos firmó un pacto con Marsella, gracias a la intervención del rey de Aragón, que respetaba la letra de 1257. No fueron creados nuevos impuestos para la comunidad, pero Marsella se comprometió a aportar mil soldados en caso de que el conde entrase en guerra. Resuelto el conflicto de Provenza, Carlos pudo tomar en serio el ofrecimiento de la corona de Sicilia, que le venía de años atrás.

La Corona de Sicilia

A la muerte del emperador Federico II en 1250, la corona de Sicilia pasó a Manfredo, que a la muerte de su hermano, el emperador Conrado IV, mantuvo la regencia en nombre de su sobrino, Conradino de Suabia (Conrado V). Mientras tanto, el papa Inocencio IV trataba de arrebatar el reino de la órbita imperial, y buscó un nuevo soberano para Sicilia. En un principio el notario pontificio, Alberto de Parma, negoció la conquista de Sicilia con Ricardo de Cornualles, pero sus exigencias eran demasiadas y desde 1253 Carlos de Anjou fue el candidato papal. Le fue ofrecido como feudo de la Iglesia el reino entero con excepción de Benevento; tampoco podría Carlos unir su reino con el Imperio y debería abolir las leyes antieclesiásticas de la dinastía suaba; el conde debería entrar el 1 de noviembre de 1253 en la Italia meridional con un gran ejército. Los puntos más espinosos en las negociaciones fueron la financiación de la empresa, las exenciones de impuestos sobre el clero y la potestad jurídica de Roma sobre los eclesiásticos del reino. Sin embargo Carlos no pudo hacerse cargo del proyecto porque la situación en Provenza reclamaba su atención.

En agosto de 1261 Urbano IV sucedió a Alejandro IV en el trono de San Pedro. Estaba este papa, nativo de Troyes, ligado a la casa real de Francia y retomó el proyecto de expulsar de Sicilia a Manfredo, que había resucitado la política antieclesiástica de su padre y se había apoderando del sur de Italia con ayuda de los musulmanes de Lucera. Urbano IV ofreció la corona de Sicilia a Luis IX de Francia para su hermano menor, pero no quiso San Luis vulnerar los derechos de Conradino y rechazó la proposición; menos escrúpulos tuvo el propio Carlos cuando Alberto de Parma le hizo la misma oferta (marzo de 1262) y el papa quiso superar las reticencias del monarca francés aduciendo que la conquista de la Italia meridional era un instrumento útil para la cruzada que el rey trató de promover como respuesta a la caída del Imperio Latino. De todas formas las negociaciones se hicieron largas y en su transcurso Carlos fue nombrado senador de Roma (agosto de 1263). Los temas más discutido fueron el tributo que Carlos debería pagar anualmente como vasallo de Roma y su sucesión. La expedición comenzó con el envío de tropas a Roma en abril de 1264 y el pacto con el marqués Guillermo de Monferrato para que dejase libre paso al ejército de Carlos en su camino al sur. La muerte de Urbano IV en octubre de 1264 retrasó la campaña, pero fue retomada el año siguiente tras la elevación de Clemente IV. Carlos llegó con su ejército a Roma en mayo de 1265 y fue coronado rey de Sicilia en San Juan de Letrán el 6 de enero de 1266. El 20 de enero Carlos conquistó San Germano y Manfredo se retiró a Benevento. Allí tuvo lugar la batalla que el 26 de febrero de 1266 llevó a Manfredo a la muerte y a la desbandada del ejército suabo, abriendo la puerta de la conquista angevina del Reino de Sicilia que pasó a llamarse Reino de Nápoles.

Carlos I de Anjou, Rey de Sicilia

Después de la batalla de Benevento quedaba aún lo más difícil: establecer un gobierno sólido sobre un país que sólo estaba conquistado superficialmente. Carlos se ocupó en un principio de afirmar su autoridad sobre la parte continental del reino, dejando el sur para más adelante.
En un primer momento el rey mantuvo las instituciones administrativas suabas y durante el año 1266 saneó la Hacienda y reorganizó la Universidad de Nápoles. Pero ya en 1267 se formó una coalición, que defendía los derechos de Conradino, hijo de Conrado IV, a favor del cual se desplegó una eficaz propaganda por parte de Florencia y de los gibelinos de la Italia septentrional. Al partido de Conradino se unieron también Pisa y Siena, cuyos mercaderes habían sido expulsados de Sicilia por Carlos en marzo de 1267 y el príncipe Enrique de Castilla, hermano de Alfonso X, además de los hafsidas de Túnez. Este hecho provocó la llegada a Toscana de las tropas angevinas, que en abril entraron en Florencia y expulsaron a los gibelinos. Carlos de Anjou fue nombrado podestá de Florencia por seis años y después recibió o se otorgó a sí mismo los titulos de "Pacificador de la Toscana" y vicario imperial.

A finales de 1267 los enemigos de Carlos pudieron eliminar su influencia en Roma y a principios del año siguiente Conradino dirigió su ejército gibelino hacia el sur, al tiempo que recibía la excomunión de Clemente IV, siempre partidario de Anjou. El papa además predicó la cruzada contra Conradino. Sin embargo en verano de 1268 lo que había comenzado como una insurrección de los musulmanes de Lucera se convirtió en un auténtico levantamiento de toda la Apulia y la Calabria contra Carlos, instigada esta insurrección por Rinaldo de Cirò, fiel a Conradino. Carlos I debió abandonar el asedio de Lucera, en el que se encontraba desde mayo, y organizó su ejército en Campi Palentini, para presentar batalla al ejército de Conradino, engrosado además por mercenarios castellanos. Finalmente ambas huestes se encontraron cerca de Tagliacozzo el 23 de agosto de 1268 y en la batalla que siguió primó la más moderna táctica militar de los angevinos frente al mayor número de guerreros de los suabos. Conradino fue capturado mientras trataba de escapar hacia Roma y en octubre fue trasladado a Nápoles y condenado a muerte.

Con Conrado V (Conradino) desapareció para siempre un peligroso candidato al trono de Sicilia y se daba un paso para la consolidación de la dinastía, cuya situación era todavía muy difícil por causa de la insurrección en Apulia y Sicilia, sostenida ahora por Federico de Castilla y Corrado di Capece. La resistencia terminó en verano de 1270 y sólo entonces pudo Carlos afrontar la reorganización de su reino.

La reorganización del reino

Desde 1270 Carlos I entregó los numerosos feudos vacantes por la ejecuciones o las huidas de los partidarios de los suabos a franceses y provenzales y con su ayuda reconstruyó la organización basándose en el modelo anterior. A la cabeza del reino quedaba la Magna regia curia, que funcionaba como una especie de Consejo de Estado y una vez al año, ampliada por juristas y oficiales financieros se debía reunir en curia generalis. El rango más alto entre los oficiales de la corte lo detentaba el condestable ('comestabulus'), cabeza del ejército, seguido del almirante, jefe supremo de la flota. Por debajo de ellos estaban los magistri iustitiaratus o iustitiarii, con atribuciones en justicia y administración. El protonotario ejercía diversas funciones, entre ellas la preparación de los documentos. Los camareros del reino tenían como misión vigilar el buen funcionamiento de la corte y las finanzas. Carlos introdujo además el cargo francés de mariscal, sobre el que descansaba la superintendencia de los acuartelamientos, el aprovisionamiento del ejército y las fortalezas y la jurisdicción militar.

La amplia producción legislativa de Carlos no constituye una unidad orgánica, sino que fue publicada con sucesivos decretos. Semejante al derecho vigente en la Italia meridional, la legislación de Carlos se basó en los derechos romano y canónico, con elementos de las normas consuetudinarias francesas. De la organización suaba Carlos respetó la subdivisión en once provincias, cada una de ellas con un justiciero a la cabeza, con responsabilidad sobre la administración, la justicia y las finanzas; debían ocuparse de la ejecución de los decretos reales y asegurarse del mantenimiento del orden. Existían jueces de primera instancia para las causas criminales y jueces de apelación para los recursos. En el plano fiscal fue impuesta una subventio generalis, que recaía sobre todos los súbditos, era calculada por los taxatores y recaudada por los executores. Además permanecieron otros impuestos indirectos y derechos de tránsito que causaron el malhumor de la población contra la dominación angevina y el éxodo hacia las tierras eclesiásticas, en que la presión fiscal era menor.

La organización financiera del reino correspondía a la Cámara regia, que a partir de 1277 se llamó Trésor. Era éste un órgano compuesto por cuatro magistri rationales y un notario, a los cuales correspondió también la responsabilidad sobre el Archivo real. Dada la amplia actividad de la cancillería regia fue muy alto el número de oficiales que trabajaron en ella, bajo la dirección de protonotario: el magister iustitiaratus se ocupaba de las cartas de justicia y el magister rationarii de documentos financieros. Los documentos redactados in mundum eran rubricados y corregidos por el canciller, que sellaba y remitía los documentos; en caso de necesidad el canciller tenía poder para emitir documentos referentes a la administración.

En política eclesiástica los acuerdos de 1265 impusieron a Carlos reglas muy rígidas en cuanto al mantenimiento de la libertad de la Iglesia. En este contexto se encuadraron las restituciones de los bienes eclesiásticos expropiados, la elección de los obispos por parte de la Curia, la abstención de intervenir en los asuntos eclesiásticos y la exención fiscal del clero. Pero estas condiciones no fueron respetadas, como ya fue denunciado por Clemente IV. En cuanto a la Iglesia Griega del reino, ubicada sobre todo en Otranto, Sicilia y Calabria meridional, fueron respetadas las disposiciones en materia de derecho común establecidas en el cuarto Concilio de Letrán y en el segundo de Lyón.

Proyectos para la conquista de Oriente

Desde que Carlos de Anjou ciñó la corona napolitana se mostró como heredero de los proyectos de los reyes sicilianos y ya en 1267 obtuvo la aquiescencia de Clemente IV cuando le presentó su plan de organizar una cruzada cuyo objetivo sería recuperar el trono de Constantinopla para el emperador Balduíno II. El rey pensaba de esta forma ampliar su influencia sobre el área griega. Se llegó al acuerdo de que Acaia (Morea) permanecería en manos de Guillermo de Villehardouin hasta su muerte; si muriese sin herederos pasaría a Felipe, hijo de Carlos; y si éste moría a su vez sin descendencia masculina, como así sucedió, la Morea pasaría a Carlos o a su sucesor. En 1269 el monarca manifestó su intención de aportar 2.000 caballeros al año para contribuir a la reconquista de Constantinopla y a la restauración de Balduíno II. A cambio Carlos recibiría la soberanía sobre la Acaia, el Epiro, Corfú y un tercio de los territorios que se conquistasen. Estos acuerdos fueron sancionados a través de una hábil política matrimonial: su segunda hija casó en 1273 con Felipe de Courtenay, primogénito del emperador titular de Constantinopla; su hijo Felipe, proclamado rey de Cerdeña en 1269, casó en 1271 con Isabel, hija y heredera del príncipe Guillermo de Acaia. En 1269 comenzaron también las negociaciones para casar a Carlos, heredero del reino, con María, hija del rey Esteban V de Hungría; y al primogénito del rey magiar, Ladislao, con la tercera hija de Carlos, Isabel. Fueron así sentadas las bases de la futura línea dinástica angevina en Hungría, pero el efecto más inmediato de estos proyectos matrimoniales fue el aumento de la presión sobre Venecia y Bizancio.

La octava cruzada, dirigida por San Luis, cuyo objetivo primero era la reconquista del Imperio Latino, sólo podía favorecer los planes de Carlos, pero cuando en 1270 la expedición terminó desastrosamente en Túnez, incluyendo la muerte de Luis IX, el rey de Sicilia abandonó los preparativos bélicos contra Bizancio y marchó con la flota a Túnez, donde obligó a al-Mustansir a firmar un tratado de diez años que abría el territorio a los comerciante italianos.

En marzo de 1272, después de casi cuatro años de vacancia, fue elegido papa Gregorio X, cuyos esfuerzos se volcaron hacia la unión con la Iglesia Griega y la reconquista de Tierra Santa. Los intentos de reconciliación que el papa ya había tratado en Siria con Miguel VIII eran incompatibles con las aspiraciones de conquista de Carlos de Anjou y Gregorio, como italiano, veía con malos ojos la dominación francesa de Italia. Por otra parte Miguel VIII Paleólogo entendió que la unión de las iglesias sería la mejor carta a jugar para evitar la invasión angevina del territorio bizantino y el 6 de julio de 1274 su enviado, Jorge Akropolites, juró la aceptación de los dogmas controvertidos, mientras el papa garantizaba el mantenimiento del rito griego. El proyecto de reconquista de Jerusalén tuvo un impulso cuando en 1275 el emperador Rodolfo de Habsburgo tomó la cruz. Resucitaron entonces las reivindicaciones de los derechos sobre el trono de Jerusalén, en las personas de Ugo III de Chipre y de María de Antioquía; la última vendió a sus derechos a Carlos a cambio de una renta anual y desde julio de 1277 Carlos utilizó el título de rey de Jerusalén. Al poco lanzó la flota contra San Juan de Acre e hizo reconocer su título a la mayor parte de los barones latinos y a los caballeros Templarios; Tiro y Beirut permanecieron fieles a Ugo III. Carlos conservó el señorío, más nominal que real, sobre los Estados cruzados de Tierra Santa, hasta su muerte. Inmediatamente posterior a ésta comenzaron los ataques del mameluco Qalawun sobre las ciudades costeras de los cruzados, que llevaron a la conquista de San Juan de Acre y al fin de los Estados cristianos.

La gran cruzada planeada por Gregorio X no se llevó a la práctica después de su muerte (1276). Esto sucedió en parte por la corta duración en el solio de sus sucesores: antes de la elección de Nicolás III en noviembre de 1277 tres sucesores de Gregorio X habían muerto también. Durante su pontificado Carlos consiguió la alianza del déspota Nicéforo de Epiro (1279), pero el papa trató de lograr la conciliación entre Carlos y Miguel VIII, que aún mantenía una cierta ventaja militar. Por eso cuando Nicolás III murió en 1280 el Anjou utilizó toda su influencia para que fuese elegido un papa que colaborase con sus aspiraciones y lo consiguió en febrero de 1281 cuando Martín V ciñó la tiara. Inmediatamente el papa anuló cualquier avance que se hubiese conseguido en dos décadas en el tema de la unión de las iglesias. Animado por tener de nuevo el apoyo papal, Carlos buscó la ayuda de Felipe de Courtenay y de los venecianos para retomar el proyecto de conquista. La ayuda papal no se hizo esperar: en noviembre de 1281 Martín V excomulgó a Miguel VIII. Las fuerzas aliadas debían haberse reunido en Corfú el 1 de mayo de 1282, pero nunca llegaron a hacerlo. La presión de los aragoneses y las revueltas antiangevinas de Sicilia pusieron fin a los grandiosos proyectos de Carlos de construirse un gran imperio en el Mediterráneo oriental.

Últimos años de reinado

El estallido de las Vísperas Sicilianas en primavera de 1282 puso fin al dominio angevino sobre Sicilia. Cuando en abril Carlos supo de la rebelión de la isla abandonó totalmente los preparativos de la expedición contra Bizancio y preparó sus tropas para la reconquista de Sicilia. Mientras, los sublevados sicilianos se dividían entre aquellos partidarios de ofrecer la corona del reino a Pedro III de Aragón y los que querían poner el reino bajo la protección de la Curia. Carlos de Anjou trató primero de ganar la sumisión de los súbditos de forma pacífica para poder tener las manos libres en Oriente, pero cuando quiso de someter Messina los sicilianos volvieron a ofrecer la corona a Pedro III de Aragón, que esta vez la aceptó y entró en Palermo en septiembre. La coronación de Pedro III supuso la división del reino siciliano entre las dos dinastías: Sicilia para los aragoneses y Nápoles para los angevinos. En su lucha contra los aragoneses Carlos siempre contó con el apoyo de Martín V, que excomulgó a Pedro III, y pudo ganar la alianza de su sobrino, el rey Felipe III de Francia, que debía atacar a los aragoneses en su propio territorio para dividir sus fuerzas. El monarca francés fracasó y la guerra, que se desarrollaba sobre todo en el mar, era favorable a Aragón y a su almirante, Roger de Lauria. En junio de 1284 éste derrotó a la flota angevina y se apoderó del heredero del trono napolitano, el príncipe Carlos de Salerno. Los partidarios de Carlos aún se retiraron a Calabria e intentaron la conquista de Reggio, pero un nuevo fracaso llevó al final de la campaña en agosto. Carlos pasó las navidades de 1284 en Melfi y a finales de diciembre se trasladó a Foggia, donde enfermó gravemente y murió después de haber hecho testamento.

Bibliografía

  • DI-BLASI, G. E. Storia del regno di Sicilia. Catania, 1983.

  • HEARDER, H. Breve historia de Italia, Madrid: Espasa Calpe, 1966.

  • MACK SMITH, D. A history of Sicily. Nueva York, Dorset, 1988.

  • NATOLI, L. Storia di Sicilia. Palermo, 1982.

JMMT

Autor

  • Juan Miguel Moraleda Tejero