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Carballido, Emilio (1925-2008).

Autor mexicano, nacido el 22 de mayo de 1925 en Córdoba, (Veracruz, México) y fallecido en Xalapa (Veracruz, México) el 11 de febrero de 2008. Su aportación al teatro mexicano es invaluable, ya que elaboró tanto piezas teatrales como relatos infantiles y obras consideradas maestras dentro del realismo y costumbrismo mexicano. Considerado uno de los pilares del teatro moderno, fue en contra de que el teatro debe ser didáctico, ya que en sus propias palabras: "lo único didáctico posible es dar buenas obras, hermosamente preparadas, no hay otra. Para cambiar las estructuras sociales, es mejor un mitin que una obra de teatro".

Fue de su abuela materna, que de niña había memorizado versículos completos de la Biblia y de la poesía griega, de la que recibió los relatos orales que despertaron su imaginación y que serían fuente de inspiración de muchas de sus obras. Se inscribió en la facultad de Derecho y descubrió en esa misma época el teatro de Xavier Villaurrutia. Durante sus clases de derecho romano, escribió una obra de teatro; y en el transcurso de un examen, concibió La triple Porfia (que posteriormente mostró a Salvador Novo). Se dio a conocer en las letras mexicanas con 25 años, cuando el mismo Salvador Novo decidió abrir la temporada de teatro de 1950 en el Palacio de Bellas Artes con Rosalía y los llaveros que había publicado en 1946, su primera novela. Fue estrenada con gran éxito y los tres años siguientes estuvo en contacto con escritores en reuniones y fiestas. Ya asentado de nuevo en Veracruz, escribió La danza que sueña la tortuga y Felicidad (obras que los críticos colocaron dentro de la corriente del realismo), y el magnífico libro de relatos veracruzanos La caja vacía. Comenzaba así, la carrera de uno de los dramaturgos más brillantes del país.

Posteriormente abandonó sus estudios de derecho para dedicarse a lo que realmente le gustaba, de tal manera que asistió a la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y obtuvo la Maestría en Letras especializado en Arte Dramático y Letras Inglesas. De entre sus compañeros, conoció a los que serían sus amigos inseparables y primeros críticos de sus piezas: Rosario Castellanos, Luisa Josefina Hernández y Sergio Magaña. También cursó estudios de literatura francesa y trabajó en el Ballet Nacional de México como supervisor literario. Realizó varias giras por América Latina, Europa y Asia y fue profesor en las universidades de Rutgers, Nueva Jersey y California State de los Ángeles, en Estados Unidos. Entre sus alumnos cabe destacar a Sabina Berman, Juan Tovar y Oscar Villegas. Como dramaturgo montó sus obras no sólo en grandes recintos con directores reconocidos, sino también con jóvenes directores y compañías de teatro independiente, así como con compañías de pueblos indígenas. En 1954 comenzó a trabajar en la Universidad Veracruzana, y se dedicó a escribir tanto piezas teatrales como relatos, guiones de cine y televisión, ensayos didácticos y de crítica teatral.

Fue un gran admirador del teatro clásico, tanto universal como hispánico, y defendió la vigencia e importancia de las obras de Sor Juana Inés de la Cruz, Celestino Gorostiza, Calderón de la Barca y Fernández de Lizardi. Algunas de sus piezas son material indispensable en las escuelas de teatro mexicanas, como las obras en un acto que conforman la colección D.F. 26 obras en un acto, consistente en una serie de montajes, en forma de skecthes, que con humor, sencillez y gran brevedad, tratan el comportamiento autodestructivo de la sociedad mexicana dentro de la cotidianeidad urbana. Obras como Orinoco y Te juro Juana que tengo ganas han sido representadas en Francia, Alemania, Suiza, Bélgica, Estados Unidos, Israel, España, Colombia, Venezuela y Cuba. Su obra tocó todos los géneros dramáticos, siempre con su estilo propio, y recreó formas de actuar e inquietudes propias de las preocupaciones humanas, y ante todo, las preocupaciones mexicanas, descritas con diálogos ágiles, sentido del humor, ternura y facilidad expresiva, destacando siempre una visión crítica de la realidad que rebasa los niveles locales. Carballido se esforzó por difundir el teatro y poner en un lugar privilegiado a las artes escénicas, de tal manera que fundó la revista Tramoya de la Universidad Veracruzana, una de las publicaciones teatrales más importantes de América Latina.

Realizó como un tributo al teatro griego clásico la obra Medea, con la cual se abrieron las jornadas culturales de los Juegos Olímpicos de 1968. Sus primeras obras fueron calificadas de realistas, entre ellas Felicidad, El Relojero de Córdoba y Rosa de dos aromas. Otras obras como Orinoco, El tren que corría y Yo también hablo de la Rosa son ejemplos de la vertiente picaresca que Carballido utilizaba en sus piezas teatrales. De carácter histórico realizó piezas sobre personajes históricos, como Tiempo de ladrones, basada en la vida de Chucho el Roto, Cantata a Hidalgo y El álbum de María Ignacia, sobre la vida la Emperatriz mexicana Carlota de Habsburgo.

Emilio Carballido fue un gran buscador de historias, escribió sobre la pobreza y la marginación, pero sin caer en el pesimismo o como intento de aleccionar. Sus obras invitan a la risa a la vez que a la reflexión profunda y permiten que el espectador se descubra a sí mismo a través de la sorpresa. Tuvo la idea de que el teatro surgiera como una expresión del pueblo, y lo consiguió trabajando con compañías de teatro indígenas como el hoy desaparecido Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena de Tabasco. (LTCIC).

Carballido plasmó en cada una de sus piezas las emociones, las calles y los lugares públicos que el hombre cotidiano frecuenta a diario; sus personajes solían ser gente de la clase media, amas de casa, cabareteras, maestros de escuela, que utilizaba como vehículo para sembrar en el espectador inquietudes respecto a sus raíces culturales y obligarlo a defender su identidad. Entre sus admiradores se denunció la falta de escrúpulos de los productores de teatro al promocionar las comedias musicales extranjeras que servían como una forma inconsciente de colonización.

Para Carballido, uno de los géneros más olvidados de las artes escénicas fue el teatro infantil, por falta de apoyos gubernamentales y que según él debía ser una prioridad en las políticas culturales para fomentar en los niños la fantasía. Algunas de las obras de teatro infantil que escribió son El manto terrestre, Las lámparas del cielo y la tierra, Dar es a todo dar y Apolonio y Bodoconio, pieza para títeres con la que llegó a realizar una gira por Europa en los años 80. Otros relatos infantiles que publicó fueron El gallo mecánico, Los zapatos de fierro, La historia de Sputnik y David. También realizó la antología Jardín con animales, donde reunió obras de teatro infantil escritas por dramaturgos mexicanos.

El relato fue otro de los géneros donde Carballido pudo demostrar todo su talento, donde reconoció influencias de Maupassant, Chéjov, Pirandello y Katherin Mansfield. De entre sus relatos más destacados cabe destacar La veleta oxidada, El norte y Un error de estilo, Egeo y Flor de Abismo. Emilio Carbadillo se dedicó también a escribir guiones cinematográficos, entre los que sobresale el de Macario, película dirigida por Roberto Gavaldón y que fue nominada con un Oscar como la mejor película en habla no inglesa

A lo largo de su amplia carrera literaria, Carballido recibió incontables reconocimientos a su calidad como dramaturgo. Fue director de Teatro del INBA, director de teatro en la UNAM, Premio Nacional de Literatura en 1996, y recibió homenajes de todas las instituciones culturales y algunas universidades como la UNAM, la UAM y la Universidad Veracruzana. Fue galardonado en 1962 con el Premio de Teatro Casa de las Américas y en 1972 recibió dos premios Ariel por argumento y guión de El águila descalza, de Alfonso Arau. También recibió el Ariel de Oro por su trayectoria cinematográfica. Además en 2002 ingresó a la Academia Mexicana de las Artes.

En diciembre de 2002, el autor sufrió una trombosis cerebral que lo mantuvo en estado crítico durante más de un mes. A raíz de ese ataque, sufrió trastornos del sueño y de movimiento en sus extremidades, lo que no impidió que continuara con su labor de creación literaria hasta el 11 de febrero de 2008, día en que finalmente falleció.

Autor

  • Pablo Rino Carbajo