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PeriodismoLiteraturaBiografía

Campo y Valle, Ángel Efrén de, o "Micrós" (1868-1908).

Poeta, narrador y periodista mejicano, nacido en Ciudad de México en 1868 y fallecido en su lugar de origen en 1908. Su nombre completo era el de Ángel Efrén de Campo y Valle, aunque en los medios literarios mejicanos de su tiempo se hizo más popular por el pseudónimo de "Micrós", que utilizó para firmar muchos de sus escritos narrativos (especialmente, sus célebres cuentos). Además, en su faceta de cronista se sirvió también del pseudónimo de "Tick-Tack". Claramente influido por la estética literaria nacionalista difundida por Ignacio Manuel Altamirano y Guillermo Prieto, por la rica y detallada pintura de ambientes y personajes urbanos que dejó en sus crónicas y relatos está considerado como uno de los principales escritores aztecas de finales del siglo XX.

Nacido en el seno de una familia de clase media de escasos recursos, halló muchas dificultades económicas durante su proceso de educación, dificultades que habrían de acompañarle a lo largo de toda su existencia. Así, hubo de abandonar sus estudios superiores de medicina por hallarse sin dinero para seguir pagando la carrera, y se vio obligado a aceptar un puesto burocrático en la Secretaría de Hacienda. Consiguió, empero, un cargo docente (profesor de literatura) en la famosa Escuela Nacional Preparatoria, donde trabó contacto con el susodicho Altamirano, quien pronto se convirtió en uno de los principales valedores del incipiente talento literario mostrado por Ángel de Campo.

Estas y otras amistades entabladas en los círculos culturales del México porfiriano le permitieron iniciar una vigorosa andadura periodística que, andando el tiempo, habría de convertirse en su medio de vida habitual y su principal fuente de ingresos. Así, en 1885, en compañía de Luis González Obregón, Ángel de Campo fundó el Liceo Mexicano, en cuyo órgano de difusión colocó sus primeras colaboraciones periodísticas a partir de 1888. Posteriormente, trabajó en algunos medios de comunicación tan relevantes como el diario El Imparcial (en el que publicó, en una sección fija llamada "La semana alegre", más de cuatrocientas crónicas dominicales) y El Nacional (donde, entre 1890 y 1891, apareció por entregas su novela titulada La Rumba). Además, colaboró con cierta asiduidad en otras publicaciones como El Partido Liberal, El Mundo Ilustrado, México, Revista Azul y Cómico. Esta faceta periodística de Ángel de Campo está ligada inseparablemente a su condición de escritor, hasta el extremo de que no sólo su única novela conocida apareció entre las páginas de un rotativo, sino que todos aquellos relatos que le hicieron célebre vieron la luz, antes de ser recopilados en diferentes libros, entre las páginas de algunas de las mencionadas publicaciones periódicas.

No es de extrañar, por ende, que toda su producción literaria se caracteriza por una aguda y minuciosa observación de los hechos cotidianos que protagonizaron vida urbana de México a finales del siglo XIX y comienzos de la centuria siguiente. En efecto, aunque Ángel de Campo quedó inscrito, por su edad y sus relaciones personales, en el ámbito de los autores modernistas mejicanos, lo cierto es que su devoción por la ciudad de México le llevó a seguir esos postulados nacionalistas lanzados por el mencionado Ignacio Manuel Altamirano, para lograr así una prosa tersa, brillante e irónica que no oculta sus múltiples influencias, tanto de autores extranjeros (los novelistas rusos, franceses y españoles de la segunda mitad del XIX) como de las tendencias literarias que Ángel de Campo tuvo ocasión de conocer y aprovechar (romanticismo, realismo, naturalismo y modernismo). Surgió, así, una obra singular y ecléctica que, sobre todo en el género de la narrativa breve, constituye una muestra perfecta de la transición entre las formas literarias tradicionales y los nuevos cambios que anuncian ya la llegada impetuosa de las vanguardias.

Los relatos de "Micrós" quedaron recogidos en tres volúmenes independientes que vieron la luz bajo los títulos de Ocios y apuntes (1890), Cosas vistas (1894) y Cartones (1897). Aunque se trata de tres obras misceláneas en las que también tienen cabida otras prosas pertenecientes a géneros distintos (artículos, divagaciones filosóficas, prosas poéticas, etc.), lo cierto es que fueron los numerosos cuentos allí recopilados los que dieron la verdadera medida literaria de Ángel de Campo. En estas narraciones breves, el escritor mejicano exhibió su maestría a la hora de indagar en los sentimientos de sus personajes (con especial predilección hacia los menos favorecidos: niños, criados, pobres, enfermos, etc.), recrear las costumbres mejicanas de su tiempo (sobre todo, las formas de vida que se daban en la gran urbe), buscar soluciones para los problemas sociales (v. gr., la compasión hacia los más desvalidos), profundizar en el análisis psicológico, etc.

Respecto a su narrativa extensa, cabe empezar por el recuerdo de La sombra de Medrano, una novela que, en la actualidad, se considera desaparecida. Sí se conserva, en cambio, la otra novela de Ángel de Campo que le dio justa fama en su tiempo, merced a su publicación por entregas -como ya se ha indicado en parágrafos anteriores- en el diario El Nacional, entre 1890 y 1891. Se trata de La Rumba, una narración cuyo aparente corte costumbrista (muy acentuado en la descripción del entorno urbano en que viven los personajes) oculta una profunda dimensión de rebeldía social, patente en la simpatía con que el autor presenta las acciones de sus personajes marginales. Son éstos los vecinos de una miserable barriada que crece alrededor de la plaza de La Rumba, todos ellos encarnados en la figura protagonista de la joven Remedios Vena (también apodada "La Rumba"), quien se mueve constantemente en pro de una vida más justa y menos marginal, sin que sus esfuerzos merezcan premio alguno. En esta espléndida narración, Ángel de Campo combina de forma magistral un enfoque naturalista (la influencia de un medio espacial y social que determina el destino de sus pobladores) con ese toque costumbrista que, a través de una escrupulosa fidelidad en la descripción de las calles de México y el lenguaje y las formas de vida de sus habitantes, tanto gustó a los lectores de El Nacional. En 1951, Elizabeth Helen Miller recopiló las sucesivas entregas periódicas de esta novela y las publicó en forma de libro.

A finales del siglo XX, Miguel Ángel Castro reunió las más de cuatrocientas crónicas periodísticas que Ángel de Campo dejó estampadas en El Imparcial desde 1899 hasta el mismo año de su muerte. En el libro resultante, La semana alegre, se puede apreciar un "Tick-Tack" que, aunque sigue pendiente de la misma obsesión urbana que "Micrós", se ha despojado de la acidez y el pesimismo de éste para ejercer la crítica social culta y amable, provista de una implacable curiosidad descriptiva y caracterizadora que, sin caer en la mordacidad desmesurada, presta ojos y oídos a los detalles y las circunstancias más variadas. Así, a lo largo de este interesantísimo fresco del México porfiriano desfilan las modas en el vestir, los usos lingüísticos, las novedades en el mundo del espectáculo, las variaciones arquitectónicas y urbanísticas de la capital azteca, las peripecias personales del propio cronista dentro de la gran ciudad, los tipos humanos populares que la configuran, la celebración de las fiestas, el repertorio de sus tradiciones, etc.

En lo que atañe a la dimensión literaria de Ángel de Campo dentro del género poético, es necesario reconocer que sus composiciones líricas no alcanzaron nunca la calidad de sus escritos en prosa, por lo que no gozaron del mismo favor que a éstos dispensaron la crítica y los lectores. La recopilación de sus poemas corrió a cargo de Antonio Fernández del Castillo, biógrafo del escritor mejicano, quien en 1946 los dio a conocer en una edición selecta del conjunto de su obra.

En general, las principales características de la obra de Ángel de Campo se concretan en la utilización de unos recursos lingüísticos de gran riqueza en todas sus variantes coloquiales, siempre adecuados al tema tratado y a los personajes descritos; el mesurado tono reivindicativo de una urgente mejora en las condiciones de vida de las clases menos favorecidas; y la ironía atenuada y el pesimismo lúcido, dulcificados por un constante ejercicio de compasión hacia el ser humano.

Bibliografía.

  • FERNÁNDEZ DEL CASTILLO, Antonio: "Micrós". Ángel de Campo. El drama de su vida. Poesía y prosa selecta (México: Nueva Cultura, 1946).

  • GAMBOA, Federico: La novela mexicana (México: Edit. Eusebio Gómez de la Puente, 1914).

  • GONZÁLEZ PEÑA, Carlos: Historia de la literatura mexicana (México: Ed. Porrúa, 1984).

  • MEDINA, José Ramón (dir.): Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina. DELAL (Caracas: Biblioteca Ayacucho & Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1995).

  • MILLÁN, María del Carmen (ed.): Obra (México: Ed. Porrúa [col. "Escritores Mexicanos, núms. 76 y 77], 1958).

  • REYES MARTÍNEZ, Alfonso: "Alma y poesía de Ángel de Campo", en Vida Universitaria (México, nº 522, 26 de marzo de 1961).

  • RUIZ CASTAÑEDA, María del Carmen: "Micrós 1868-1908", en La Cultura en México (México, nº 356, 11 de diciembre de 1968).

J. R. Fernández de Cano.

Autor

  • JR.