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PolíticaDerechoBiografía

Callejo de la Cuesta, Eduardo (1875-1950).

Jurisconsulto y político español nacido el 21 de septiembre de 1875 en Madrid y muerto el 21 de enero de 1950 en la misma ciudad. Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes bajo la dictadura de Miguel Primo de Rivera, introdujo importantes reformas en el Bachillerato al que equiparó a las enseñanzas superiores, a la par que modificó la enseñanza en la Universidad.

Cuando contaba con ocho años, su familia se trasladó a Sigüenza (Guadalajara) por motivos laborales del padre, ciudad en la que inició sus estudios de segunda enseñanza en el Colegio de los Padres Paúles, para, dos años después, volver a trasladarse la familia a Cáceres, en cuyo instituto terminó el Bachillerato de forma brillante. El curso preparatorio universitario lo cursó en la Universidad Central de Madrid, en 1887, así como el primer curso de Derecho, carrera que terminó en la Universidad de Valladolid con premio extraordinario. Al año siguiente se doctoró con la tesis doctoral titulada El contrato de trabajo, la cual le valió el que fuera nombrado, en 1899, profesor auxiliar interino por la misma universidad, cargo en el que estuvo hasta 1902, cuando consiguió por oposición el cargo de secretario de la Sala de Audiencias Territorial de Sevilla. En 1906 regresó a Valladolid con el cargo de secretario de Gobierno, puesto que abandonó en calidad de cesante, dos años más tarde, para dedicarse a la abogacía con excelentes resultados hasta el año 1925. Antes de ello, en marzo de 1912, consiguió, también por oposición, la cátedra de Derecho Natural de la Universidad de Valladolid.

Con el advenimiento del Directorio Militar del general Miguel Primo de Rivera, el 13 de septiembre de 1923, Eduardo Callejo fundó y presidió el partido político Unión Patriótica de Valladolid, con el que consiguió ser elegido concejal y después teniente de alcalde de Valladolid hasta el 3 de diciembre de 1925, fecha en la que fue nombrado por Primo de Rivera ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, cargo que detentó hasta la caída del régimen, en enero de 1930.

Durante el largo período en el que permaneció al frente de su ministerio, Callejo llevó a cabo un buen número de reformas, todas ellas dentro del campo de la enseñanza: se crearon más de 6.000 escuelas de primera enseñanza; se intensificaron las construcciones de edificios culturales de todo tipo, tarea en la que colaboraron el Estado y los ayuntamientos; se ensayó la puesta en funcionamiento de institutos para mujeres; se destinó más dinero para el cuerpo de profesores y para el mantenimiento de los centros de enseñanza; y, por último, se prohibió la exportación de objetos de valor artístico o histórico además de llevarse a cabo un ambicioso plan de restauración de las obras de artes más importantes del patrimonio nacional.

Pero, sin lugar a dudas, las dos reformas más importantes que llevó a cabo fueron la del Bachillerato (decreto del 25 de agosto de 1926), y la de los estudios universitarios (decreto del 19 de mayo de 1928). Con la reforma del Bachillerato, Callejo pretendió remediar algunos males seculares que venía padeciendo la enseñanza media en el país desde principios del siglo pasado, esto es, la desconexión con los otros niveles de enseñanza, especialmente con los universitarios, la abrumadora cantidad de exámenes y pruebas de acceso, y, sobre todo, la excesiva duración de los estudios secundarios, a los que ya podían acceder un gran número de estudiantes, muchos de los cuales no aspiraban a continuar su educación en la universidad. Para evitar todo esto, Callejo estructuró el Bachillerato en dos niveles, elemental y preuniversitario, ambos de tres años de duración, a los que a su vez dividió en dos especialidades, Letras y Ciencias. También implantó un texto único para cada una de las asignaturas del Bachillerato, y creó 34 nuevos centros por todo el país.

En cuanto a la reforma universitaria, conocida como el "Plan Callejo", se concedieron a todas las universidades cierta libertad pedagógica para la ordenación de sus estudios, aunque se reforzó el sistema jerárquico de las mismas, dependiente del poder central mediante un sistema de inspecciones periódicas de las facultades; se cimentaron los patrimonios de las mismas con la cesión por parte del Estado de la mitad del importe de las matrículas; se estimuló la creación de los colegios mayores; se reordenaron las enseñanzas y los cursos, estableciéndose una serie de asignaturas obligatorias para cada especialidad y otras optativas; se estableció un sistema de titulación y de exámenes unificado para todo el país; y, por último, la colación del grado de doctor dejó de ser exclusiva de la Universidad Central de Madrid. El problema para Callejo y su grupo de colaboradores surgió cuando intentó aplicar el artículos número 53 de dicho decreto, titulado Relación entre las enseñanzas oficial y privada, el cual estaba inspirado por el obispo Leopoldo Eijo Garay y por el director de Enseñanza Superior González Oliveros, que pretendía equiparar el modelo de enseñanza del colegio de jesuitas de Deusto y el de agustinos de El Escorial a las universidades estatales. El artículo, pese a ser rechazado tajantemente por la Comisión de la Asamblea Nacional, salió adelante por el propio empeño de Callejo, lo que ocasionó el rechazo de gran parte de los profesores universitarios del país hacia su postura, junto con la mayoría de los intelectuales y de los propios estudiantes. Las protestas del claustro de profesores de Madrid y las numerosas huelgas del sector de la enseñanza universitaria no se hicieron esperar, lo que enrareció al máximo la situación. El Gobierno de Primo de Rivera reaccionó decretando la pérdida colectiva de todas las matrículas y el cierre de la Universidad Central de Madrid. Como protesta ante tales medidas represivas, renunció a su cátedra lo más granado del profesorado universitario español, entre ellos Fernando de los Ríos, García Valdecasas, Jiménez de Asúa, Ortega y Gasset, Wenceslao Roces y Sánchez Román. Sin duda alguna, la enorme repulsa que suscitó el Plan Callejo fue una de las causas de la caída del régimen de Primo de Rivera.

Tras su cese voluntario del ministerio, el 28 de febrero de 1930, Callejo volvió a dedicarse a la actividad docente en la Universidad de Valladolid. En 1940 fue nombrado consejero permanente de Estado del primer Gobierno de la dictadura impuesta por el general Francisco Franco. Cinco años más tarde, Callejo ocupó la presidencia del Consejo de Estado y, en junio de 1948, ingresó como miembro de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. También fue nombrado consejero del Reino y presidente de la Comisión de Justicia de las Cortes. Antes de morir, Callejo fue condecorado con la Gran Cruz de Isabel la Católica, de Alfonso x el Sabio y de la Orden de San Raimundo de Peñafort.

Bibliografía.

  • GARCÍA QUEIPO DE LLANO, Genoveva. El reinado de Alfonso XIII: la modernización fallida. (Madrid; Ed. Grupo 16, 1997).

  • GÓMEZ NAVARRO, José Luis. El régimen de Primo de Rivera. (Madrid; Ed. Cátedra, 1991).

  • TOLEDANO MORALES, Carlos. La instrucción pública durante la dictadura de Primo de Rivera. (Madrid; Ed. Universidad Complutense de Madrid, 1988).

CHG.

Autor

  • Carlos Herráiz García.