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Calero y Portocarrero, Luis Marcelino (1778-?).

Escritor español, nacido en Zafra (Badajoz) el 16 de enero de 1778 y muerto en fecha desconocida.

Vida

Fueron sus padres José Calero Castroverde, administrador de Rentas Reales, y Elena Ramírez Portocarrero. Escasean los datos sobre sus años jóvenes, estudios y primeras ocupaciones, alguno tanto más sensible dada la versatilidad de un espíritu como el suyo, evidentemente moldeado en aquella exaltación de la ciencia experimental que presidió la reforma de la enseñanza en los días de Carlos III: así se desprende de las repetidas manifestaciones de una inclinación hacia el mundo de la técnica confinante con la ingeniería que se dan a lo largo de su vida.

La primera de ellas es la invención de un puente de campaña cuya construcción proponía Calero a las autoridades militares en 1811, según consta en el Archivo General Militar de Segovia. Ese aspecto técnico-científico de su formación aflorará de nuevo en ocasiones sucesivas, como se verá más adelante, aunque sin ceder ante otros matices reveladores de una formación humanística igualmente rica.

El 2 de mayo de 1808 sorprendía a Calero en Madrid, donde hizo solemne juramento de derramar sangre en defensa de la Patria y el Rey. En 1811 se encontraba en Cádiz, de donde pasa a La Coruña a fines de ese año para ocuparse de la contaduría de la Fábrica nacional de cigarros de aquella ciudad, de cuya superintendencia y dirección interina se encargaría casi en seguida.

Ya al primer contacto con la vida de aquella capital gallega Calero se percata del tremendo contraste entre la actitud de una buena parte de los habitantes de la ciudad -propensa por la misma naturaleza de sus ocupaciones a una franca apertura ideológica en todo coherente con el talante que iba cuajando en la legislación de Cádiz- y los representantes de la autoridad, reacios si no contrarios a toda transformación. Su primer cuidado es por eso participar activamente en la batalla a favor de la modernidad política para lo cual, asociado con el abogado Antonio de la Peña, procedente de Valladolid, se embarca en una empresa editorial muy arriesgada, esto es, la publicación de El ciudadano por la Constitución.

El periódico nacía -según confesión del propio editor- "para defender el sagrado código contra las intrigas de los que por intereses particulares buscaban los medios de dejar inútiles las tareas de las Cortes generales y extraordinarias" y se proponía la reproducción de las leyes y decretos de Cádiz como medio de contrarrestar la escasísima circulación por el Reino de Galicia del Diario de las Cortes, obstaculizada a menudo por las mismas autoridades. En cada número un breve comentario exponía llanamente el alcance y la importancia de aquellos decretos, no siempre comprensibles de inmediato para el hombre de la calle. Con la misma intención didáctica solía publicarse también un extracto de las sesiones de Cortes, "para hacer conocer en las provincias las opiniones de sus representantes". La publicación, expresamente dedicada, como se ve, a la "ilustración" política del ciudadano no tardaría en atraer a una serie de colaboradores muy notables -tanto por su talla intelectual como por su grado de compromiso- con lo cual se van enriqueciendo progresivamente aquellos objetivos primordiales de información e iniciación a la política.

Su impacto en la sociedad es registrado con aprensión desde el otro lado ideológico que, para intentar frenar éste, desata una ofensiva de confesionario, con rechazo de la absolución a todo lector de sus páginas, e intenta lograr el alejamiento y destierro de los editores, que sólo consigue con Peña. Para proteger a los ciudadanos de abusos anticonstitucionales como éste Calero funda, junto con el capitán de fragata O'Connock, un comité de auxilio a los liberales perseguidos cuyas reuniones se celebraban en el Café de la Esperanza. Sus miembros, pertenecientes a lo más selecto de la sociedad coruñesa aunque eran liberales a machamartillo, estaban muy lejos de ser aquellos "enemigos furiosos de Dios y del Rey" en que había de transformarlos la propaganda absolutista: existen testimonios del respeto con que todos consideraban las normas de convivencia tradicionales, en nada menguado por su compromiso político, y con seguridad ninguno de ellos dejaba de reconocerse en la práctica de hábitos religiosos en los que habían sido educados. Cada uno de ellos podría suscribir sin duda la afirmación del mismo Calero de "no haber faltado nunca a las leyes de la sociedad en que había vivido".

La noticia de la disolución del gobierno constitucional llegó a La Coruña el 16 de mayo de 1814 y el 18 -previendo algo más serio que la destitución inminente- Calero dimitió de su cargo en la fábrica de cigarro. El peligro era tan claro que, aunque Calero poseía pasaporte de las autoridades constitucionales, se embarcó de forma clandestina con idea de buscar refugio en Francia, tan a tiempo que el 7 de julio siguiente la Audiencia de La Coruña lo condenaba como reo de Estado a pena de horca ordinaria y confiscación de bienes.

Tras la denuncia de su fuga a tierra francesa, hecha por el Capitán General interino de Galicia, se reclamó su persona al Gobierno francés, pero él estaba en Burdeos haciendo de enlace entre la logia La Reunión española de la Coruña y el Grande Oriente de Francia, donde se hacía llamar Marcelino Calero-Villalón o, según otros documentos franceses, como Louis Villalón. Por los informes de la policía francesa se sabe que permaneció en Burdeos hasta 1816, en compañía de su hermano Juan, oficial de los ejércitos del rey José. A principios de ese año de 1816, son obligados por una orden del gobierno francés a abandonar el país, pero mientras Juan recibe un pasaporte para regresar a España, a Luis Marcelino se le autoriza para volver a cuidar de sus asuntos en Burdeos.

El triunfo constitucional lo anima en 1820 a regresar a España, donde hace una petición a las Cortes para suplicar que le concedan una recompensa por haber trabajado tanto a favor de la libertad de su patria; pretensión que se vio coronada con éxito pues fue nombrado administrador de Aduanas en el Puerto de Rosas hasta que en 1823 se ve obligado a huir a Francia con su mujer y sus hijos, y de allí a Inglaterra, donde la iniciativa y la capacidad de Calero lo transforman al poco en uno de los más activos operadores -junto con Salvá y Ackerman- en el campo del hispanismo inglés. Y es que la gran absorción de publicaciones españolas por parte del mercado hispanoamericano hacía muy seguras las actividades editoriales en lengua española.

La Imprenta Española -como se denominó el establecimiento montado por Calero en Londres-, dio a la luz desde fines de 1824 hasta 1829 algunas de las obras más características del giro que iba tomando el mercado librero de lengua española, desde el Romancero de G.B. Depping preparado por Salvá hasta las Obras póstumas de Moratín padre y las Obras líricas del hijo, desde la Ortografía de la Academia hasta las anónimas Cartas de un americano sobre las ventajas de los gobiernos republicanos federativos. A esto habría que añadir la publicación de doce números de la revista El Emigrado observador, aparecidos entre julio de 1828 y junio de 1829, que forman un conjunto inapreciable de datos sobre los emigrados liberales en Inglaterra y son fruto de la colaboración con Canga Argüelles, a cuya esfera de influencia estaba Calero muy ligado. Otra revista igualmente significativa de la vitalidad intelectual del círculo de refugiados liberales es Ocios de emigrados españoles, así como el nuevo avatar del Seminario de Agricultura y Artes que, a partir de 1831 y siguiendo los desplazamientos de su editor, se traslada a Sevilla y luego, en 1833 a Madrid. Esa actividad editorial en Londres consentía o incluso requería continuas relaciones con Francia: en 1828 Calero recibe autorización de la policía francesa para ir a París, donde lo reclamaban sus intereses.

Dimensión científica

El calificativo de negociante con que se define a Calero ahora no debe hacer olvidar otro aspecto fundamental de sus actividades: el culto por la ciencia. La visita a París le da ocasión "pour faire hommage au Conservatoire des Arts et Métiers d'un modéle de boîte de son invention pour accelérer la vitesse des roues de voiture" ('de hacer un homenaje al Conservatorio de Artes y Oficios con un modelo de caja de su invención para acelerar la velocidad de las ruedas de los automóviles'). Y es que la pasión ilustrada del progreso inspira en todo momento a este incansable inventor de ingenios, impulsándolo a soldar en una aplicación utilitaria de la ciencia la cesura entre saber teórico y habilidad mecánica.

La trayectoria de esas inquietudes científico-prácticas se completa por estas fechas con un Proyecto para construir un camino de hierro desde Jerez de la Frontera hasta el Puerto de Santa María, que ve la luz en Londres en 1830 y hace de su autor pionero de una modernidad tecnológica a la que la España de aquellos días no era tan refractaria como hoy se suele creer.

En 1830 obtuvo la concesión del ferrocarril de Jerez al Puerto, Rota y Sanlúcar, empresa a la que el Rey había dado su visto bueno, aunque el Ayuntamiento de Jerez no la vio con buenos ojos. La concesión caducó hacia 1838. También su vuelta a España significa volver a las labores editoriales; funda una nueva imprenta de la que sale el Diccionario de Hacienda con aplicación a España, de José Canga Argüelles (1834), el Índice de la obra titulada Diario de las Cortes desde 1810 hasta 1814 y desde 1820 hasta 1823 inclusive (1835), así su propia Memoria sobre los perjuicios que causan en España los derechos de puertas y aduanas interiores y el estanco del tabaco y de la sal, con un nuevo sistema de única contribución. Escrita, publicada e impresa por D. ..., Comisario de Guerra honorario, antiguo empleado de Rentas y socio corresponsal de las Sociedades Económicas de Santiago, Valencia, La Havana, Cádiz y Baeza (1836). La voluntad editora de Calero no acaba aquí, hay que añadir la fundación de dos periódicos, El Ciudadano. Apuntes para la historia y revista semanal política, económica y literaria (1836) y El Amigo del Pueblo (1838).

Bibliografía

  • AZORÍN. Castilla. [Obras Completas] (Madrid: 1959).

  • BARREIRO FERNÁNDEZ, J.R. Liberales y absolutistas en Galicia (Vigo: 1982).

  • -------------- "Los orígenes del pensamiento liberal en Galicia (1808-1828)", en Cuadernos de Estudios Gallegos, XXXII, 96-97 (1982), (pp. 141-215).

  • GIL NOVALES, Alberto. Las Sociedades Patrióticas (Madrid: Tecnos, 1975).

  • GÓMEZ IMAZ, Manuel. Los periódicos durante la guerra de la Independencia (Madrid: 1910).

  • LLORENS CASTILLO, Vicente. Literatura, historia, política (Madrid:1967).

  • VALÍN FERNÁNDEZ, A. La Masonería y La Coruña. Introducción a la historia de la masonería en La Coruña (Vigo:1984).

A. Gil Novales

Autor

  • Gil Novales.