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HistoriaBiografía

Cabrera, Andrés de. Marqués de Moya (1430-1511).

Hidalgo castellano, primer marqués de Moya, nacido en Madrid en 1430 y fallecido en la misma villa el 4 de octubre de 1511. Criado en el seno de una pequeña familia hidalga de baja extracción social, su actividad cortesana durante los reinados de Enrique IV (1454-1474), y de los Reyes Católicos (1474-1516), le sirvió para hacer una extraordinaria carrera político-social, la cual llegó a su cumbre con su nombramiento como marqués de Moya (1480), y la consiguiente formación de un extenso patrimonio territorial, centrado preferentemente en las provincias de Madrid y Cuenca. Andrés de Cabrera y su mujer, Beatriz de Bobadilla, han sido tomados habitualmente por la historiografía bajomedieval castellana como los paradigmas del paulatino ascenso de la nobleza de servicio a los más altos puestos de importancia, compitiendo con la nobleza de sangre.

Infancia y primeros años

Cabrera pertenecía a una familia conquense formada por caballeros de la oligarquía urbana. Durante los años centrales del siglo XV, la pugna por el poder en Cuenca tenía como protagonistas principales a Juan Pacheco, marqués de Villena, y al obispo Lope Barrientos. A pesar de que la familia de Cabrera debía gran parte de su hegemonía social al obispo, Andrés entró al servicio del marqués de Villena hacia 1446, y fue haciéndose con su confianza hasta que, en 1451, el propio Juan Pacheco, jefe de la casa del entonces príncipe de Asturias y futuro Enrique IV de Castilla, le designó como camarero del príncipe, con lo que demostró la confianza depositada en el joven doncel conquense y también su intento de controlar la vida del futuro rey al ponerle bajo la vigilancia de sus hombres. El siguiente hito en el ascenso social de Cabrera tuvo lugar en 1462, cuando el mayordomo mayor de Enrique IV, Beltrán de la Cueva, fue recompensado por sus servicios con el título de conde de Ledesma; al quedar vacante la mayordomía, y de nuevo bajo la anuencia de Villena, Andrés de Cabrera fue nombrado nuevo mayordomo. Este cargo, una especie de coordinador general del resto de oficios palatinos, incrementó la privanza de Cabrera sobre el rey, como ha destacado P. Molina (art. cit., p. 287): "No era, pues, un cargo político, aunque podía tener hondas implicaciones políticas derivadas de la proximidad al monarca y la consiguiente capacidad potencial para influir en las decisiones regias, aspectos éstos que Andrés de Cabrera sabría explotar exhaustivamente en su provecho".

Desde 1462, la posición de Cabrera en el organigrama de poder efectivo de la monarquía castellana fue ensanchándose continuamente, para lo cual compaginó actividades cortesanas con militares. Así, en 1468 fue nombrado justicia y guarda de las puertas amuralladas de Segovia, la ciudad enriqueña por excelencia, siempre afín al monarca y con un peso específico muy importante en el devenir del gobierno de Enrique IV. Un año más tarde, y para salvaguardar más aún la posición segoviana, Cabrera fue nombrado alcaide del alcázar de Madrid. Como colofón a este dominio, el 1470 se hizo, en nombre de Enrique IV, con la tenencia del alcázar de Segovia, lugar especialmente importante si se tiene en cuenta que en las celdas de la fortaleza se custodiaba el tesoro real, una de las más importantes reservas económicas del reino. Antes de finalizar el año, también contrajo matrimonio con Beatriz de Bobadilla, dama del séquito de la entonces princesa Isabel, futura Reina Católica. Desde todas estas posiciones, el dominio de Cabrera sobre Segovia fue prácticamente absoluto, lo que le llevó muy pronto a enemistarse con el concejo urbano y con varios miembros de su oligarquía.

A pesar de que la fidelidad de Cabrera había sido total a Enrique IV, incluso en el difícil trienio entre 1465 y 1468, cuando parte de la nobleza levantó a su hermano Alfonso como rey mediante la conocida Farsa de Ávila, hacia 1473 el alcaide de Segovia comenzó a inclinar sus simpatías hacia los Reyes Católicos, gracias a la influencia de su esposa, una de las damas más importantes en el séquito de Isabel, y también a un intento de motín de los segovianos contra Cabrera, al parecer hostigado en la sombra por el marqués de Villena, que había intuido el cambio de preferencias de Cabrera y quería sustituirle en el control del tesoro regio. El fracaso de la conspiración provocó el apoyo total de Cabrera a la causa de Isabel y Fernando, y su dominio de la ciudad fue el causante, por ejemplo, de que tras la muerte de Enrique IV (1474), los partidarios de Isabel asestaran un duro golpe en la moral de los enriqueños: la nueva reina de Castilla se hizo coronar precisamente en Segovia, y el alcaide Cabrera le entregó las llaves del alcázar y, por ende, el control sobre el tesoro de Castilla, lo que prestó una inmejorable ayuda a la legitimación de Isabel, muy endeble aún a pesar de los pactos de Guisando.

Formación del patrimonio territorial

Encumbrado Cabrera en la vida política, su apoyo a la reina Isabel fue la causa de que, desde 1474, comenzase a amasar, en compañía de su mujer, un extenso patrimonio territorial y un enorme caudal de rentas: en 1479 le fue concedido el señorío de Moya (Cuenca), así como parte de los sexmos de las villas de Casarrubios y Valdemoro. Algún tiempo antes, entre 1476 y 1477, los antiguos partidarios de Enrique IV en Segovia, que no perdonaban la traición de Cabrera, forzaron la destitución de ambos alcaides después de un nuevo motín. Para compensar su apartamiento de Segovia, los Reyes Católicos concedieron a Andrés de Cabrera y a Beatriz de Bobadilla el título de marqueses de Moya, lo que los elevó hasta el más alto escalafón de la nobleza, sin otro bagaje que su cercanía a la realeza y el apoyo concreto en los momentos más conflictivos de la sucesión monárquica. En este sentido, P. Molina ha señalado con acierto que "la vinculación personal a los sucesivos monarcas Enrique IV e Isabel I, junto con sus oportunas inmersiones en el terreno político, hicieron posible que, en efecto, la Corona se convirtiera en artífice de la futura hacienda mediante la concesión de un sinnúmero de mercedes, donaciones y privilegios" (art. cit., p. 289).

El patrimonio de los marqueses fue creciendo desde los 300.000 maravedíes donados mediante juro de heredad por la Corona, hasta los 600.000 concedidos por su nombramiento de 1480, además de otras diversas cantidades situadas en diversas rentas de la corona. Además, también contaban con otros ingresos de tipo señorial mediante la concesión de diversos sexmos en Casarrubios (Toledo), Valdemoro, Chinchón, Villaviciosa de Odón, Ciempozuelos y Valdelaguna (Madrid), además de su señorío conquense de Moya. De esta forma, los marqueses de Moya se convirtieron, en apenas medio siglo, en uno de los linajes más ricos y poderosos de Castilla, posición lograda exclusivamente por su cercanía al entorno regio. Esta tendencia, incrementada en época de los Austrias durante los siglos XVI y XVII, significó el poderoso avance de la nobleza de servicio (o nobleza cortesana) sobre la nobleza de sangre, un avance hacia la sociedad cortesana de la Edad Moderna que, como en tantos otros aspectos, entronca en primera instancia con el desarrollo económico y social de los últimos tiempos medievales, como es el caso de los marqueses de Moya.

Últimos años

A partir de la concesión del marquesado, resulta más complicado encontrar menciones sobre la pista del matrimonio, aunque, por ejemplo, se sabe que en el año 1481 cedieron, a petición de los Reyes Católicos, varias de sus posesiones inmuebles para el establecimiento del tribunal de la Santa Inquisición en Segovia. En el mismo año, Andrés de Cabrera participó, en calidad de Comendador de Montemolín, de la Orden de Santiago, en la conquista de Granada, razón por la que en el escudo de armas de la familia Bobadilla aparece un aspa coronada, por prerrogativa de los Reyes Católicos.

Tras la muerte de Isabel la Católica (1504), el marqués de Moya intentó de nuevo hacerse con el control directo del alcázar de Segovia, que había sido puesto en manos de uno de sus hermanos, Alonso Cabrera, pero que, de facto, seguía siendo controlado por Andrés. A pesar de este intento, una de las algaras callejeras de las muchas habidas en Castilla tras el deceso fue aprovechada por sus enemigos segovianos para expulsar, definitivamente, a los Cabrera de los puestos de importancia en Segovia. Después de este postrero intento, en 1507 los marqueses se retiraron de la vida cortesana y pasaron sus últimos años en sus diversos palacios y residencias, principalmente en Chinchón (Madrid) y en la propia villa matritense. A la muerte del marqués, el 4 de octubre de 1511, el linaje Cabrera había emparentado con otro de los grandes linajes castellanos, el de los Girón-Pacheco, marqueses de Villena, lo que confirmó una meteórica carrera en el seno de la nobleza castellana.

Bibliografía

  • FERNÁNDEZ DE OVIEDO, G. Batallas y Quincuagenas. (Ed. J. B. de Avalle-Arce; Salamanca, Ediciones de la Diputación, 1989).

  • MOLINA GUTIÉRREZ, P. "Formación del patrimonio de los primeros marqueses de Moya". (En la España Medieval, 12 [1989], pp. 285-304).

  • PALENCIA, A. DE Crónica de Enrique IV. (Madrid; Ed. BAE, III vols., 1964-66).

  • PINEL Y MONROY, F. Retrato del buen vassallo, copiado de la vida y hechos de D. Andrés de Cabrera, primero marqués de Moya... (Madrid; Imprenta Imperial, 1677. Ed. facsímil: Cuenca; Asociación Amigos de Moya, 1992).

Autor

  • Óscar Perea Rodríguez