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LiteraturaFilologíaBiografía

Bueno Menéndez, Salvador (1917-2006).

Ensayista, filólogo, crítico literario y profesor universitario cubano, nacido en Industria (pequeña localidad ubicada entre Virtudes y Concordia, en la actualidad perteneciente al municipio de La Habana), el 18 de agosto de 1917, y fallecido en La Habana, el 22 de octubre de 2006. Autor de una rica, amena y vastísima producción crítica y ensayística que ha formado a numerosas generaciones de estudiantes, lectores y escritores, fue una de las figuras más brillantes e influyentes de la intelectualidad hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del siglo XXI.

Hijo del venezolano Salvador Bueno Cabral y de la cubana Clara Menéndez Suñer, fue de estirpe hispana por todas las ramas de su árbol genealógico, ya que sus cuatro abuelos eran españoles (de Las Palmas de Gran Canaria los paternos, y procedentes de Asturias y Cataluña -respectivamente- el padre y la madre de su progenitora).

Por influencias de su padre, se aficionó a la lectura cuando era aún un niño de corta edad, y pronto devoró casi todas las obras consideradas como clásicos universales de la literatura juvenil -como Las mil y una noches, o los títulos de intrigas y aventuras de Alejandro Dumas, Julio Verne, Arthur Conan Doyle y Emilio Salgari-. Además, se adentró también precozmente en la lectura de otros géneros, como la poesía -nada menos que de la mano de Víctor Hugo- y el ensayo.

Tras recibir los primeros rudimentos de su educación en la Methodist School de La Habana, pasó, a los ocho años de edad, a la modesta escuela de Nuestra Señora del Rosario, sita en el municipio de La Víbora (vecino a la ciudad de La Habana), al que se había trasladado su familia. Y al poco tiempo completó su formación primaria bajo la tutela de religiosos procedentes de Europa, como los salesianos de origen italiano que regentaban la Institución Inclán, y los maristas españoles del prestigioso Colegio Champagnat de La Habana.

En ambos centros escolares acreditó el pequeño Salvador una asombrosa capacidad para el estudio de los saberes humanísticos, aptitud que no tuvo tiempo de demostrar en su nuevo centro de estudios, el Instituto de La Habana, pues, cuando apenas llevaba un mes en sus aulas, la enseñanza secundaria y universitaria quedó oficialmente suspendida en todo el país, debido al estado de agitación generado por el asesinato -por parte de las fuerzas represivas- del estudiante Rafael Trejo. Bueno se procuró, por su propia cuenta, una excelente formación en materia de Letras, lo que le permitió superar diversas pruebas y acabar obteniendo, en 1938, el grado de Bachiller en Letras y Ciencias, expedido por el Instituto de Segunda Enseñanza de La Víbora.

Su intensa, dilatada y fecunda trayectoria docente dio inicio en 1942, cuando fue contratado como profesor por la Havana Business Academy, en la que habría de prestar sus servicios hasta 1947. Entretanto, siguió ampliando sus conocimientos y, tras haber entablado relaciones con la joven Ada Roig -que habría de ser su compañera a lo largo de toda su vida-, obtuvo, en 1947, el grado de Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de La Habana, donde leyó una brillante tesis doctoral sobre el gran ensayista y crítico literario habanero Enrique Piñeyro.

Ganó, sin solución de continuidad, la cátedra de Gramática y Literatura en el Instituto de Segunda Enseñanza de Pinar del Río, y, desde su nuevo lugar de residencia (sito en Libertad, Santos Suárez), comenzó a enviar sus primeros escritos periodísticos al diario El Mundo, con el que habría de mantener una fructífera colaboración durante más de veinte años (1947-1968), sólo interrumpida por el cierre del rotativo. Su enorme talento como investigador, crítico literario y divulgador de toda suerte de datos y novedades acerca del mundo del libro propició que, en muy pocos meses, su firma apareciese también estampada en Revista Cubana y Gaceta del Caribe, así como en otros muchos medios de Hispanoamérica (como El Hijo Pródigo, de México; Revista de Indias, de Bogotá; y El Papel Literario, de Caracas) y España (Índice, de Madrid).

En 1949, año en el que contrajo nupcias con la citada Ada Roig, el profesor Bueno Menéndez se mudó nuevamente a La Habana, para ocupar, en el distrito de Reparto Almendares, la casa en la que habría de transcurrir el resto de su vida. El motivo de este traslado fue su ingreso (tras haber ganado el correspondiente concurso-oposición) en la plantilla docente de la Universidad de La Habana, en calidad de profesor adscrito a la Cátedra de Historia de la Literatura Cubana e Hispanoamericana, perteneciente a la Escuela de Filosofía y Letras.

A partir de 1950, Salvador Bueno comenzó a colaborar con la prestigiosa revista cultural Carteles, de periodicidad semanal, en la que publicó numerosos artículos de arte, literatura, historia, filosofía..., así como decenas de semblanzas biográficas de diferentes personalidades cubanas y extranjeras. Estos trabajos periodísticos aparecían, unas veces, firmados por el propio Salvador Bueno; y, en otras ocasiones, atribuidos a algún alter ego que el erudito cubano se inventaba jugando con las letras de su nombre, como un consumado especialista en la ingeniosa técnica del anagrama (Rubén Salvadó, Rosendo Bauval, Álvaro S. Dobuen, etc.).

Por aquellos primeros compases de la década de los cincuenta, coincidiendo con su nombramiento como profesor titulad de Literatura Cubana e Hispanoamericana en la Escuela de Verano de la Universidad de La Habana, Salvador Bueno trabajaba ya intensamente en sus primeros ensayos y estudios críticos, que vieron la luz bajo los títulos de Medio siglo de literatura cubana (1902-1952) (1953), Policromía y sabor de costumbristas cubanos (1953) y Antología del cuento en Cuba (1902-1952) (1953).

Un año después de la publicación de estos tres títulos, Salvador Bueno dio a la imprenta una de sus obras maestras, Historia de la literatura cubana (1954), de cuyo rigor, hondura y calidad da buena muestra el hecho de que, de inmediato, fue adaptada como texto de lectura obligatoria en el programa oficial de enseñanza secundaria de todo el país. En el transcurso de aquel mismo año, el profesor Bueno hizo gala también de su agudeza y perspicacia crítica al convertirse en el primer estudioso que, desde las páginas de la revista Carteles, llamaba la atención sobre el colosal valor de una de las narraciones cimeras de la Literatura universal: Los pasos perdidos, de su compatriota y amigo Alejo Carpentier.

Las posteriores publicaciones de Bueno Menéndez le consagraron definitivamente como uno de los críticos literarios más importantes de todos los tiempos, dato que vino al subrayar, en 1959, el Colegio Nacional de Doctores en Ciencias y Filosofía y Letras, al concederle uno de sus más preciados galardones por su ensayo titulado Trayectoria de Labrador Ruiz (1958). Antes de la publicación de esta nueva muestra de su asombrosa capacidad para el análisis literario, Salvador Bueno había enriquecido su bibliografía con otros estudios tan notables como Enrique Piñeyro y la crítica literaria (1957) -revisión, corregida y ampliada, de su tesis doctoral- y La letra como testigos (1957).

Su antología Los mejores cuentos cubanos (1959) salió a la calle con una tirada inicial de doscientos cincuenta mil ejemplares, lo situaba a Salvador Bueno entre los autores más leídos de las Letras hispanoamericanas de todos los tiempos. A esta obra le siguió, ya a comienzos de la década siguiente, Los mejores ensayistas cubanos (1960), publicada en un período en el que se sucedían las reediciones de su celebérrima Historia de la literatura cubana (2ª ed., 1959; 3ª ed., 1963...). Entretanto, su carrera docente continuaba describiendo una trayectoria ascendente que le condujo, primero, al puesto de Profesor Titular de la Escuela de Letras y Artes de la Universidad de La Habana (1963), y poco después al de Profesor Titular de Literatura en la Escuela Nacional de Técnicos de Bibliotecas, empleo que habría de conservar durante veinte años (1964-1984). Y, al mismo tiempo, empezó a ser llamado por las autoridades culturales y educativas del régimen castrista, para que asumiera algunos cargos de alta responsabilidad en la vida pública del país, como el de miembro del Departamento de Español en la Dirección de Planteamiento e Inspección Técnica del Ministerio de Educación.

Miembro numerario de la Sociedad Económica de Amigos del País (desde 1956) y de la Sociedad Colombista Panamericana (desde 1959), Salvador Bueno fue uno de los fundadores, en 1961, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en cuyo Comité Ejecutivo de la Sección de Literatura estuvo integrado entre 1964 y 1968. Fue, además, por aquellas fechas miembro fundador de la Unión de Periodistas de Cuba (1963), Asesor de Literatura de la Biblioteca Nacional "José Martí" (1964-1978), y Jefe de Redacción de la revista publicada por esta entidad.

Su producción crítica y ensayística se enriqueció, a mediados de los sesenta, con Figuras cubanas (1964) y Temas y personajes de la literatura cubana (1964). Más adelante dio a la imprenta otras obras tan valiosas como Aproximaciones a la literatura hispanoamericana (1972); De Merlín a Carpentier. Nuevos temas y personajes de la literatura cubana (1977); Cinco siglos de relaciones entre Hungría y América Latina (Budapest, 1977); Carlos Manuel de Céspedes (1978) -biografía destinada a los jóvenes lectores-; La crítica literaria cubana del siglo XIX (1979); Figuras cubanas del siglo XIX (1980); Aproximaciones a la literatura hispanoamericana (1984) -edición corregida y aumentada de la obra homónima que había publicado en 1967-; Amanecer en Bulgaria (1986); Domingo del Monte (1986); El negro en la novela hispanoamericana (1986) -otra de sus obra cimeras, cuya versión original le había servido, en 1978, para obtener el título de doctor en Ciencias Literarias por la Academia de Ciencias de Hungría-; Cuba, crucero del mundo (1990) -una extensa selección de sus mejores artículos periodísticos-; Ensayos sobre cubanos (1994); Letras mexicanas desde Cuba (2001) y La obra literaria de Enrique José Varona (2001).

Esta copiosa y deslumbrante producción impresa, de consulta obligada para cualquier estudioso de las Letras cubanas y, en general, hispanoamericanas, propició que Salvador Bueno Menéndez fuera objeto de innumerables honores, galardones y reconocimientos a lo largo de toda su vida. Entre ellos, cabe citar la Placa conmemorativa que le otorgó la ciudad checoslovaca de Kladno (1967); la Placa por el sesquicentenario de Sándor Petöfi, concedida por el Instituto de Relaciones Culturales de Hungría (1973); el Premio en Ensayo del concurso Martí-Botev, convocado por críticos y filólogos búlgaros destinados en Cuba (1976); la Placa por el centenario de Endre Ady, del Instituto de Relaciones Culturales de Hungría (1977); la Medalla por los mil 300 años de Bulgaria (Consejo de Estado de ese país). Medalla "José Tey", con la que Consejo de Estado de la República de Cuba reconoce el mérito de sus maestros más brillantes (1983); la Medalla por los cuarenta años de socialismo en Bulgaria, del Consejo de Estado de dicho país (1984); la Placa por el sesquicentenario de Sturovskej Druziny, de la Unión de Escritores de Eslovaquia (1986); la Medalla de fundador de la Escuela Nacional de Técnicos de Bibliotecas (1986); la Medalla "Fernando Ortiz", que le fue entregada por la Academia de Ciencias de Cuba por sus veinticinco años de trabajo relacionados con esta institución; la Distinción "Por la Cultura Nacional", del Ministerio de Cultura de Cuba (1988); la Distinción "Félix Elmuza", de la Unión de Periodistas de Cuba (1989); la Réplica del machete del Generalísimo Máximo Gómez, del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (1990); la Distinción "Gaspar Melchor" de Jovellanos, de la Federación de Asociaciones del Centro Asturiano de La Habana (1994); la Medalla "Alejo Carpentier", del Consejo de Estado de la República de Cuba (1995); el Premio "García Lorca", del Centro Andaluz de La Habana (1995); la Cruz de la República de Hungría, que le fue otorgada en agradecimiento a su esfuerzo a la hora de formar a varias generaciones de hispanistas húngaros, así como por su impagable labor de promoción y divulgación, en Cuba, de las obras de muchos autores de Hungría (1996) -durante más de veinte años, Salvador Bueno visitó regularmente Budapest para impartir clases, en calidad de profesor invitado, en la Cátedra de Español de la Universidad Eötvös Loránd-; el Premio Internacional "José Vasconcelos", otorgado en México por la revista Norte y el Frente de Afirmación Hispanista A.C. (1998); el Premio Internacional "Fernando Ortiz", de la Fundación del mismo nombre (2000); el Premio Nacional de Investigación Cultural, del Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana "Juan Marinello", perteneciente al Ministerio de Cultura (2000); y el Premio Nacional de Ciencias Sociales (2004).

Además de los cargos profesionales y puestos honoríficos ya mencionados en parágrafos anteriores, Salvador Bueno -que no se jubiló de su cátedra de La Universidad de La Habana hasta 1991- fue también Miembro fundador, en 1974, del Centro Cubano de la Asociación Internacional de Críticos Literarios (UNESCO, París); miembro de la subsección de Crítica e Investigación Literarias de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (1976); miembro de la Academia Cubana de la Lengua (1992); Presidente de Honor -junto a Julio Le Riverend- de la Sociedad Económica de Amigos del País (1994); y Director de la Academia Cubana de la Lengua (1995), cargo en el que sustituyó a la ya anciana poetisa Dulce María Loynaz (1903-1997).

En 1987 apareció la Bibliografía selectiva de Salvador Bueno, recopilada y comentada por Tomás Fernández Robaina, bajo los auspicios del Departamento de Investigaciones Bibliográficas de la Biblioteca Nacional "José Martí". Esta obra refleja claramente la asombrosa e infatigable capacidad de trabajo del humanista cubano, pues, entre sus libros y artículos, reseña cerca de mil cuatrocientos títulos surgidos de su pluma.

Pero tal vez la mejor muestra de su entrega y generosidad sea la anécdota que protagonizó en 1998, cuando, tras ser honrado con el prestigioso Premio Internacional "José Vasconcelos" -que recaía por vez primera en un ciudadano cubano, después de haber reconocido a otras figuras de las Letras hispanoamericanas de la talla de León Felipe, Jorge Luis Borges, Arturo Uslar Pietri y Gilberto Freyre-, donó la substanciosa cuantía económica que llevaba aparejado el galardón a la Editorial Pablo de la Torriente Brau. En realidad, esta suma de dinero había sido aportada por el Frente de Afirmación Hispanista de México -una de las entidades convocantes del premio- con el objetivo de financiar la publicación de todos los escritos de Salvador Bueno; pero este renunció a tal honor y convenció a sus mecenas de la necesidad de emplear esos fondos en el proyecto de publicar algunos de los textos más representativos de la crítica literaria cubana del siglo XIX. Canalizado a través de la citada Editorial Pablo de la Torriente Brau, este deseo de Salvador Bueno se vio cumplido en el año 2002, cuando, merced a su generosidad y amplitud de miras, vieron la luz estos cinco títulos sufragados con la recompensa del premio "José Vasconcelos": Enrique José Varona, periodista (recopilación de sus artículos y crónicas); Ensayos críticos de Domingo del Monte (colección de los escritos ensayísticos de este autor); Poetas famosos del siglo XIX, de Enrique Piñeyro; Vidas de poetas cubanos, de Pedro José Guiteras; y La sensibilidad en la poesía castellana, de Nicolás Heredia.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.