Antonio María de Bucareli y Ursúa (1717–1779): Virrey Ilustrado y Estratega del Imperio Español en América
Durante el siglo XVIII, el Imperio español vivió una profunda transformación impulsada por las reformas borbónicas. Tras la Guerra de Sucesión, la dinastía Borbón implementó una serie de medidas para centralizar el poder, racionalizar la administración y modernizar las estructuras coloniales. Este proceso afectó profundamente a las colonias americanas, donde virreyes y gobernadores desempeñaron un papel esencial en la aplicación de estas reformas. El virreinato de Nueva España, pieza clave en el engranaje imperial, fue escenario de múltiples innovaciones administrativas, militares y fiscales bajo el reinado de Carlos III. En este contexto emergió la figura de Antonio María de Bucareli y Ursúa, un militar y administrador que encarnó con eficacia el modelo del virrey ilustrado, prudente y reformista.
Nacido en Sevilla, ciudad estratégica del comercio transatlántico, Bucareli creció en un entorno influido tanto por las tradiciones nobiliarias como por la cultura militar del imperio. Sevilla, aunque ya había perdido su exclusividad comercial con América a favor de Cádiz, seguía siendo un centro vital del poder económico y cultural en la España borbónica.
Orígenes familiares y linaje nobiliario
Antonio María de Bucareli nació el 24 de enero de 1717 en el seno de una familia noble con raíces italianas establecida en Andalucía. Su padre, Luis Bucareli, y su madre, Ana María de Ursúa Lasso de la Vega, ostentaban títulos de distinción, siendo ella la cuarta condesa de Gerena. El matrimonio tuvo quince hijos, once de ellos varones, lo cual reflejaba la fecundidad y presencia de esta familia dentro de la élite aristocrática sevillana.
Esta herencia nobiliaria no solo le proporcionó un estatus social privilegiado, sino también la posibilidad de acceder a instituciones de élite y una temprana orientación hacia la carrera militar y eclesiástica. El linaje de los Bucareli, así como su vinculación con casas nobles y órdenes militares, moldearon la identidad y proyección pública de Antonio María desde su infancia.
Formación militar y espiritual temprana
Desde muy joven, Antonio María fue encaminado a una vida de servicio. Antes de cumplir los cinco años, fue admitido con dispensa en la Orden de San Juan de Malta, una de las órdenes militares más prestigiosas de la cristiandad, donde más tarde profesaría formalmente. Esta vinculación no fue solo simbólica, sino también formativa, dotándolo de una disciplina caballeresca y religiosa que acompañaría su vida pública.
A los quince años, ingresó como cadete en el ejército español, lo que marcó el inicio de una carrera militar caracterizada por una ascensión constante y la participación en múltiples frentes europeos. Su primer destino relevante fue como alférez en el regimiento de caballería de Granada, destacando desde sus primeras campañas.
Primeras responsabilidades y ascensos
La carrera de Bucareli fue meteórica. En 1738, fue ascendido a alférez de carabineros, y en 1740 se convirtió en teniente, asignado a la compañía del marqués de Davia. Ese mismo año alcanzó el grado de capitán, y en 1744, el de coronel. Estos rápidos ascensos no solo reflejan su competencia, sino también la necesidad de mandos cualificados en las guerras europeas del momento.
Bucareli participó activamente en las campañas italianas emprendidas por Felipe V para recuperar territorios dinásticos. Sirvió en el sitio de Mirándola, la retirada del Adigio, y en las campañas del Milanesado, Piamonte y Lombardía, siendo protagonista en la toma de Treso y Luzo y en la evacuación de Niza entre 1745 y 1746. Tras finalizar las hostilidades, fue nombrado inspector general de los regimientos de caballería y dragones, un cargo clave para la reorganización del ejército.
En 1748, fue promovido a mariscal de Logis, encargado de la logística de alojamiento del ejército comandado por el infante don Felipe. Bucareli participó también en la campaña de Portugal, donde fue comisionado para negociar la paz con el conde de Lipe, mostrando por primera vez sus dotes diplomáticas.
Ascenso al poder en Cuba
La consolidación de su carrera culminó con su designación como gobernador y capitán general de Cuba en 1766, sucediendo al conde de Ricla. Este nombramiento lo colocó al frente de una de las posesiones más estratégicas del imperio tras la traumática ocupación inglesa de La Habana en 1762. Bucareli enfocó su gestión en la reconstrucción y fortalecimiento defensivo de la isla.
Durante su mandato, supervisó la finalización de las fortificaciones del Morro, Atarés y San Carlos de la Cabaña, esenciales para la defensa del puerto habanero. Sin ser un innovador radical, Bucareli se destacó por su prudencia y escrupulosidad administrativa, combinando eficiencia con sensibilidad política en un territorio aún afectado por la reciente ocupación.
Su labor fue tan valorada que, al finalizar su mandato en 1771, los habitantes de La Habana solicitaron al rey Carlos III que lo eximiera del juicio de residencia, reconocimiento excepcional a sus méritos. La carta del ministro de Indias, Julián de Arriaga, anunciándole su nombramiento como virrey de la Nueva España, llegó en junio de 1771, y el 8 de agosto entregó el mando cubano a su sucesor, Pascual de Cisneros.
Esta primera etapa de su vida muestra a un hombre moldeado por el deber, la disciplina y el sentido de responsabilidad pública. Su trayectoria anticipaba una administración virreinal de gran eficacia, equilibrada entre el respeto a las estructuras existentes y la implementación de reformas útiles al proyecto ilustrado de Carlos III.
Toma de posesión como virrey de Nueva España
El 23 de agosto de 1771, Antonio María de Bucareli desembarcó en Veracruz, el principal puerto de entrada al virreinato. Un mes más tarde, el 22 de septiembre, recibió formalmente el mando de su predecesor, el marqués de Croix, en San Cristóbal Ecatepec, y realizó su entrada solemne en la Ciudad de México el 31 de octubre de 1771. Desde sus primeros pasos como virrey, Bucareli dejó clara su intención de gobernar con mesura y consulta. Solicitó informes detallados de los asuntos del gobierno virreinal con el propósito de conocer «lo que se ha pensado en todos los tiempos», lo cual denotaba una voluntad de continuidad racional más que de ruptura.
Este enfoque contrastaba con las políticas más agresivas de su antecesor y, especialmente, del visitador general José de Gálvez, cuyas campañas militares y proyectos reformistas habían generado tensiones. Bucareli supo aprovechar lo mejor de estas iniciativas, al tiempo que suavizaba su aplicación, lo que le ganó una recepción favorable entre diversos sectores sociales y políticos del virreinato.
Estilo de gobierno: prudencia y eficacia
Desde el inicio de su mandato, Bucareli se enfrentó a una situación caótica: denunció el estado desordenado de la Secretaría del Virreinato y la bancarrota de la Real Hacienda, una crisis que casi lo llevó a presentar su renuncia. Sin embargo, con un enfoque meticuloso, inició un programa de ahorro, control de gastos y mejor gestión de los recursos, que logró revertir la situación económica sin necesidad de imponer nuevas contribuciones ni acudir a préstamos.
Este éxito fiscal culminó en un superávit de dos millones de pesos, cifra excepcional en la historia administrativa del virreinato. Parte de este logro se debió a su habilidad para integrar algunas de las reformas económicas previas, como el estanco del tabaco, con medidas propias como la creación de un tribunal de minería y la promulgación de nuevas ordenanzas mineras, que fortalecieron la base económica del virreinato.
Política minera y medidas estratégicas
La minería, eje de la economía novohispana, recibió especial atención durante el virreinato de Bucareli. La creación de un tribunal específico y la redacción de nuevas ordenanzas revitalizaron la administración del sector y aseguraron mejores condiciones para los mineros. Estas reformas fueron cruciales para aumentar la productividad, reforzar la fiscalización y asegurar ingresos constantes para la Corona.
En el ámbito militar estratégico, Bucareli comprendió la importancia de reforzar la fortaleza de San Juan de Ulúa, en Veracruz. Basándose en los dictámenes de una junta técnica, ordenó su remodelación en 1775, obra que continuaría tras su muerte. También impulsó la construcción del fuerte de Perote, concebido como reserva militar y alimenticia para situaciones de emergencia en la costa del Golfo.
El castillo de San Diego de Acapulco, destruido por un terremoto en 1776, fue otro punto clave en su estrategia defensiva. Bucareli aprovechó la ocasión para reformular su estructura según planos del ingeniero Miguel Constanzó, transformándolo en un moderno fuerte pentagonal.
Reforma militar y fronteriza
Consciente de la necesidad de una defensa eficaz en el vasto territorio virreinal, Bucareli promovió una reforma profunda del sistema militar. En 1773, estableció tres compañías fijas: en Acapulco, el presidio del Carmen y San Blas. Este último punto, en la costa del Pacífico, se convirtió en clave para los viajes hacia las Californias y las exploraciones marítimas.
Además, la falta de personal militar llevó a Bucareli a medidas innovadoras: abrió el acceso al ejército a mestizos y castizos, incorporó desertores y hombres de leva enviados desde España, y reforzó los regimientos existentes con inspecciones rigurosas que elevaron la disciplina y redujeron los costos.
Con visión preventiva, propuso a la Corona que en México existiese siempre un batallón de infantería permanente, responsable de tareas diversas como la vigilancia del molino de pólvora, las cárceles, los almacenes y el Palacio Virreinal. También legisló las milicias locales, como las de Córdoba y Jalapa, que sirvieron de modelo para el resto del virreinato.
Defensa de la frontera norte y Provincias Internas
La frontera septentrional, en constante tensión con pueblos indígenas y amenazas extranjeras, fue otra prioridad de Bucareli. En 1772, convocó una junta de guerra que decidió el traslado y reorganización de varios presidios, así como la creación de nuevas unidades. Se diseñó un sistema de escuadras móviles de veinticinco hombres para patrullar caminos y responder a ataques.
Sin embargo, Bucareli no fue partidario de una política de fuerza. Su estrategia combinó firmeza con diplomacia: promovió la «suavidad y maña» frente al uso indiscriminado de la violencia. Estas ideas quedaron plasmadas en una instrucción reservada enviada a Hugo O’Connor, comandante general de las fronteras de Chihuahua. O’Connor implementó con éxito estas recomendaciones, logrando mantener el orden en el norte.
No obstante, en 1776, una real cédula reorganizó el control del norte con la creación de la Gobernación y Comandancia General de las Provincias Internas, que incluyó territorios como Sonora, Sinaloa, California y Nueva Vizcaya, y subdivisiones como Texas, Nuevo México y Coahuila. Este nuevo marco fue encomendado a Teodoro de Croix, sobrino del anterior virrey, con quien Bucareli mantuvo tensiones continuas por el constante requerimiento de recursos y tropas.
Relaciones y tensiones con otros administradores
Durante su mandato, Bucareli supo coordinar y, cuando fue necesario, oponerse a figuras clave del reformismo borbónico. Con José de Gálvez, el influyente visitador general, mantuvo una relación oscilante entre colaboración y desacuerdo. Si bien apoyó algunas reformas económicas introducidas por Gálvez, Bucareli se mostró crítico de medidas excesivamente centralistas, como la división del virreinato en intendencias, que consideraba prematuras para el contexto novohispano.
La relación más tensa fue con Teodoro de Croix, quien, al frente de las Provincias Internas, acumulaba poder e independencia. Bucareli, defensor del orden virreinal tradicional, percibía esta nueva división como una amenaza a la unidad del gobierno colonial. Las constantes demandas de Croix minaron la relación entre ambos, aunque Bucareli logró mantener la autoridad virreinal hasta el final de su administración.
Esta segunda etapa en la vida de Bucareli revela a un administrador hábil, sobrio y profundamente comprometido con el bienestar del virreinato. Su estilo de gobierno combinó prudencia política, rigor administrativo y visión estratégica, lo que le permitió enfrentar con éxito desafíos de gran magnitud, desde la reorganización militar hasta la defensa de los intereses imperiales en las fronteras más remotas de Nueva España.
Consolidación territorial en California y el Pacífico
Uno de los logros más trascendentales del gobierno de Antonio María de Bucareli fue la consolidación del proyecto colonial en la Alta California. Esta región, hasta entonces apenas explorada y débilmente controlada, se convirtió durante su mandato en un eje estratégico de expansión imperial. Bucareli comprendió la importancia geopolítica del Pacífico norte ante el interés creciente de otras potencias europeas, particularmente Rusia e Inglaterra.
El departamento marítimo de San Blas, fundado por José de Gálvez en 1768, fue consolidado por Bucareli pese a sus carencias logísticas. Aunque se contempló su traslado, el virrey priorizó la urgencia de abastecer y reforzar las nuevas misiones franciscanas. Durante su mandato se fundaron San Antonio de Padua y San Gabriel en 1771, San Luis Obispo de Tolosa en 1772, San Juan Capistrano y San Francisco en 1776, y Santa Clara de Asís en 1777. Estas fundaciones no solo expandieron el dominio territorial español, sino que también cimentaron la presencia religiosa y cultural en la región.
Paralelamente, Bucareli gestionó el traspaso de las misiones de Baja California a los dominicos, manteniendo la colaboración con los franciscanos en el norte. Bajo esta reorganización, se fundaron El Rosario en 1774 y Santo Domingo en 1775. Esta estrategia eclesiástica garantizó la continuidad del proyecto evangelizador y permitió una distribución más eficiente de los recursos misioneros.
Exploraciones marítimas en el norte del Pacífico
La expansión territorial no se limitó a tierra firme. Bucareli fomentó con entusiasmo las exploraciones marítimas del Pacífico Norte, anticipando los movimientos de otras potencias coloniales. En 1774, la fragata Santiago, al mando de Juan Pérez, llegó hasta los 55°49’ N, desembarcando en el fondeadero de Nutka, que fue bautizado como San Lorenzo.
Un año después, en 1775, se repitió la expedición con la fragata Santiago, esta vez bajo el mando de Bruno de Heceta, acompañado por Juan Francisco de la Bodega y Quadra en la goleta Sonora. Esta última llegó hasta los 58° N, explorando la costa de Alaska, mientras que Heceta identificó y nombró la entrada del río Columbia como «entrada de la Asunción». Estas expediciones permitieron a España reforzar su reclamo territorial sobre vastas regiones del actual noroeste de América del Norte.
En 1779, la Princesa y la Favorita, comandadas por Ignacio de Arteaga y Bodega y Cuadra, respectivamente, realizaron una nueva exploración, cartografiando con detalle el litoral de Alaska y dejando una huella toponímica española en la región. Estas misiones, concebidas y autorizadas durante el gobierno de Bucareli, fueron fundamentales para consolidar la presencia española en el Pacífico norte.
El compromiso de Bucareli con el bienestar social quedó reflejado en su obra filantrópica, especialmente en la Ciudad de México. Su gobierno impulsó la creación de instituciones que perduraron en el tiempo. En 1774, inauguró el Hospicio de Pobres, una institución de caridad destinada a los sectores más desfavorecidos. Un año después, en 1775, fundó el Monte de Piedad de Ánimas, institución financiera y benéfica que ofrecía préstamos sin interés a quienes lo necesitaban, antecedente directo del actual Nacional Monte de Piedad.
Para asegurar el financiamiento de estas obras, Bucareli organizó los primeros sorteos de lotería en Nueva España, una innovación administrativa aprobada por Carlos III en 1770 que combinaba entretenimiento, ingresos fiscales y fines benéficos. Su gestión mejoró también los hospitales de San Hipólito y el General de Naturales, extendiendo esta política de salubridad a otras ciudades del virreinato.
En el ámbito religioso, Bucareli asistió a la conclusión del IV Concilio Provincial Mexicano, finalizado en noviembre de 1771, el cual abordó reformas fundamentales en la vida eclesiástica local. Además, promovió la reforma de la vida conventual femenina y la renovación de cargos en varias órdenes religiosas, procurando una Iglesia más alineada con los principios del reformismo ilustrado.
Embellecimiento urbano y legado cultural
Bucareli también dejó una huella en el paisaje urbano de la Ciudad de México. Su administración emprendió proyectos de embellecimiento público, siendo el más destacado la construcción de un paseo arbolado que se convirtió en espacio emblemático de sociabilidad y esparcimiento. Este tipo de intervención urbanística era coherente con los ideales ilustrados de orden, higiene y civilidad, y anticipaba las reformas urbanas del siglo XIX.
Estos espacios permitieron una interacción más libre entre diferentes sectores sociales y marcaron un cambio en la forma de concebir la vida pública en la capital virreinal. Bucareli entendía que el prestigio del poder no sólo debía residir en las instituciones, sino también en el entorno físico que las contenía.
Últimos días y fallecimiento
El final de la vida de Bucareli llegó de manera inesperada. En abril de 1779, contrajo una pleuresía, dolencia que le causó la muerte el día 9 del mismo mes. Falleció en el Palacio Virreinal, el mismo centro de poder desde el cual había dirigido durante casi ocho años una de las administraciones más eficaces del periodo borbónico.
Sus funerales se celebraron en la iglesia de San Francisco, y su cuerpo fue sepultado en la colegiata de Guadalupe, junto a la entrada principal, en un lugar de honor. En su testamento designó como heredero a su hermano José, marqués de Vallehermoso, y en caso de su fallecimiento, a su otro hermano Nicolás, conde de Gerena y gobernador de Cádiz.
Soltero y fiel a su condición de caballero de la Orden de Malta, Bucareli consagró su vida al servicio público. Su carácter sereno y reflexivo, sumado a su honradez política, lo convirtieron en una figura admirada por sus contemporáneos y valorada por los historiadores.
Influencia perdurable y visión histórica
El impacto de Antonio María de Bucareli se sintió mucho más allá de su muerte. A diferencia de otros virreyes cuya obra fue efímera o meramente simbólica, Bucareli logró consolidar reformas estructurales, garantizar la estabilidad territorial y fomentar el bienestar social. Su figura representa uno de los momentos de mayor coherencia y eficacia en la administración colonial de América.
MCN Biografías, 2025. "Antonio María de Bucareli y Ursúa (1717–1779): Virrey Ilustrado y Estratega del Imperio Español en América". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/bucareli-y-ursua-antonio-maria-de [consulta: 18 de octubre de 2025].