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PolíticaBiografía

Bravo, Abel (1861-1934).

Humanista, profesor universitario y político panameño, nacido en la ciudad de Panamá el 2 de enero de 1861 y fallecido en su lugar de origen el 15 de septiembre de 1934. Erudito fecundo y polifacético, poseedor de un vasto acopio de saberes que le hicieron destacar por igual en el campo de las Ciencias como en el de las Letras, está considerado como una de las figuras más relevantes de la intelectualidad panameña de todos los tiempos.

Nacido en el seno de una familia culta y acomodada, fundada por don Valentín Bravo y doña Mercedes Martínez, recibió desde niño una esmerada formación académica que habría de permitirle desarrollar a la perfección sus innatas cualidades intelectuales y llegar a adquirir, con el paso del tiempo, fama y notoriedad como uno de los eruditos más prestigiosos de todo el ámbito geo-cultural centroamericano. Su primer educador fue su propio padre, un hombre de extensos conocimientos que le inició en los rudimentos y las reglas básicas de la lengua y la aritmética. Pasó luego, todavía en plena niñez, a manos de un relevante preceptor, el doctor Osvaldo Wirsing, y poco después quedó bajo la tutela personal de don Telesforo Paúl, a la sazón Obispo de Panamá. Adquirió así saberes más que suficientes para ejercer la docencia a muy temprana edad, y aún era joven cuando fue llamado a ocupar la cátedra de Matemáticas en la Escuela Normal de Señoritas y en el Seminario Conciliar.

Mas, deseoso siempre de acrecentar su brillante expediente académico, el joven Abel Bravo decidió ampliar estudios en el extranjero y trasladarse a Colombia, donde se matriculó en la Escuela de Ingeniería Civil y Militar de Bogotá. Ya por aquel entonces asombraba a maestros y condiscípulos por su facilidad para el estudio de cualquier tipo de ciencia o disciplina, capacidad que le brindó un nuevo puesto docente como profesor de Lengua Castellana en el propio centro donde seguía la carrera de Ingeniero. Convertido en una de las figuras más relevantes del claustro de la citada Escuela de Ingeniería Civil y Militar de Bogotá, sustituyó allí durante sus ausencias a algunos de sus eminentes profesores, como don Manuel Antonio, al que reemplazó con asombrosa seguridad y eficacia docente en sus cátedras de Trigonometrías Rectilíneas y Esféricas y Geometría Analítica. Como era de esperar, obtuvo el título de Ingeniero Civil con la máxima calificación (nota global de sobresaliente); pero, no contento con esta nueva exhibición de sus facultades intelectuales, decidió de nuevo seguir ampliando su ya dilatado bagaje académico, ahora en el Nuevo Continente.

Marchó, pues, rumbo a Europa y frecuentó las aulas superiores más prestigiosas de Inglaterra, Francia y Alemania, lo que le permitió añadir a su experiencia como Ingeniero Civil otras titulaciones de experto en Química, Matemáticas, Física, Geografía, Historia, Literatura, etc. A su regreso a su país natal, los medios culturales, la clase intelectual y los círculos universitarios lo recibieron como a uno de los sabios más insignes de la nación, y el gobierno panameño requirió sus saberes y su experiencia en varias ocasiones para ofrecerle algunos cargos políticos de alta responsabilidad relacionados con la ciencia, la cultura y la educación, como el de Secretario de Instrucción Pública, Secretario de Hacienda y Secretario de Gobierno. Estos vínculos con la vida pública de su nación le animaron a entrar de lleno en las confrontaciones políticas de su tiempo, en las que volvió a brillar con tanta intensidad como en los foros académicos; y así, en 1906 obtuvo un escaño de diputado en la Asamblea Nacional, donde se empleó arduamente en la elaboración del Proyecto Ley 22 de 1907, por vía del cual se creaba uno de los centros docentes que mayor influencia habrían de tener en la educación de los jóvenes panameños de muchas generaciones: el célebre Instituto Nacional, ejemplo del buen funcionamiento en los niveles secundarios de la enseñanza pública no sólo en territorio istmeño, sino en toda el área de Centroamérica. Siempre ligado a esa vocación docente que había experimentado desde su temprana juventud, tras la puesta en marcha del Instituto Nacional Abel Bravo volvió a las aulas para impartir allí clases de Agrimensura y Topografía.

Gran parte de los abundantes saberes del erudito panameño se quedaron grabados en los apuntes tomados en clase por sus alumnos, pues su constante dedicación al estudio, la docencia y la política le impidió dedicarse por entero a la redacción de ensayos y tratados. No obstante, dejó impresos dos valiosísimos tomos que, en la actualidad, siguen siendo obras de referencia obligada en las facultades de Ciencias de todo el país: Programa de Aritmética Analítica y Comercial y Programa de Geometría Plana; además, apoyado en su excelente disposición para los idiomas, vertió a la lengua castellana el imprescindible Tratado de Álgebra Elemental, de Benjamin Greenleaf, obra a la que añadió numerosas aportaciones que enriquecen notablemente esta traducción. Su muerte, sobrevenida a mediados de septiembre de 1934, conmocionó a la clase política e intelectual de Panamá, y por raro acuerdo de todas las instancias oficiales diputadas para hacerlo se fundó y bautizó con su nombre la Primera Escuela Secundaria Oficial sita en la ciudad de Colón.

J. R. Fernández de Cano.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.