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CineBiografía

Brando, Marlon (1924-2004)

Marlon Brando.

Actor -y, en una ocasión, director- de teatro y cine estadounidense, cuyo nombre completo era Marlon Brando, Jr., nacido en Omaha (Nebraska, Estados Unidos) el 3 de abril de 1924 y fallecido en Los Ángeles el 1 de julio de 2004.

Tercer hijo de Marlon Brando (un fabricante de productos químicos para forraje e insecticidas) y Dorothy “Dodie” Pennebaker Brando (actriz, entre otras cosas), el niño Marlon Brando Jr. (le llamaban Bud para distinguirlo de su padre) tuvo una infancia normal en el seno de una familia que, sin ser rica, sí tuvo medios suficientes para vivir bien, incluso en los nefastos años de la depresión del 29. Creció el futuro gran actor entre los cuidados continuos de sus dos hermanas mayores, el amor de su madre y el carácter machista y en extremo exigente de su padre. Al cumplir Marlon los 6 años, la familia Brando hubo de mudarse al menos 5 veces, lo que provocó que su educación escolar fuese un tanto problemática y su cara muy conocida por todos los directores de las instituciones por las que pasó. Cuando tenía 12 años, la familia buscó acomodo en Libertyville (Illinois), donde Brando vivió su problemática adolescencia y juventud. Allí decidió cambiar su aspecto físico (era gordito, desgarbado, miope y tenía los dientes muy feos) y se inscribió en un curso de educación física. Esto le acercó a su padre, que vio con muy buenos ojos que su hijo fuera un atleta. Pronto empezó a despuntar en rugby y atletismo; era fuerte y muy rápido, pero sufrió una lesión de menisco y tuvo que abandonar la práctica deportiva. A esto se sumó su expulsión de la Universidad de Libertyville, al haber sido sorprendido fumando en el gimnasio. Tras este incidente, su padre, encolerizado, le envió a la Academia Militar de Shattuck en Faribault, Minnesota; tenía 17 años y odiaba todo lo referente a ese “manicomio militar”, como él denominaba a la Academia, por lo que a los pocos meses se escapó.

Sorprendió a la familia cuando les comunicó que quería dedicarse a la teología, pero consiguieron que abandonase esa idea, debido a su poca dotación para la verborrea y la retórica. Decidió entonces, ante la amenaza de su padre de emplearle en el negocio de los insecticidas, viajar a Nueva York y seguir los pasos dramáticos de su madre y de sus hermanas, que vivían y trabajaban como actrices allí. Hizo un pacto con su padre: si en seis meses no encontraba nada que fuese de su agrado, volvería a Libertyville para ayudarle en el negocio familiar. En 1943 marchó por tanto a Nueva York; se instaló con su hermana Fran e ingresó, a principios de otoño, en el Taller Dramático de Erwin Piscator, en la New School for Social Research, donde se encontró con una de las personas más determinantes de su carrera: Stella Adler (hija de Jacob Adler, uno de los más famosos actores del teatro yiddish). Ésta, que inmediatamente se dio cuenta del talento del joven Marlon (“llegará a ser el mejor actor novel de la escena americana”, comentó a unos conocidos), le inició en el método de Stanislavski (del que ella había sido alumna), le enseñó a controlar las emociones, la mímica, algunos métodos de improvisación, la observación, las entrelíneas del texto, la sinceridad en la actuación, etc. A esto, Adler lo llamaba “el método de la acción física”, no muy acorde con las técnicas de otros profesores de Piscator, Lee Strasberg entre ellos, que preferían tal vez la emocional o la afectiva.

Marlon interpretó varias obras experimentales en el taller, la primera de ellas en mayo de 1944; se trataba de la obra de Gerhardt Hauptmann La ascensión de Hannele. El joven actor recibió las mejores críticas de todo el reparto. Cuando Piscator le despidió por problemas de amoríos, Maynar Morris, un destacado agente cinematográfico, le envió a una compañía de cine que le hizo una prueba, pero fue rechazado porque “su nariz bajaba por su rostro como un helado a medio derretir”. Marlon no se desanimó, y Morris le consiguió una prueba con Richard Rodgers y Oscar Hammerstein, que estaban preparando la obra de John Van Druten I Remember Mama. No gustó su declamación, pero cuando Rogers y Hammerstein se disponían a hacer pasar al siguiente candidato, Van Druten, intuyendo algo mágico en Brando, insistió en que le dieran el papel. Así, en 1944, Marlon debutó en Broadway con unas críticas excelentes, a lo que se hubo de añadir el gran éxito de la obra, que perduró muchos meses en cartel. Marlon tenía 19 años y ya poseía el aspecto físico que le convertiría en un mito viviente, en uno de los rostros más enigmáticos, salvajes y embriagantes del cine y en uno de los pocos actores capaces de transmitir personalidades ajenas a la suya, sentimientos afines de cualquier personaje y hacer saltar en añicos el temperamento más gélido del espectador más distante.

Mientras triunfaba con cada obra que interpretaba en Broadway, no dejó de asistir a las clases de Adler, a la vez que en el célebre Actors Studio de Lee Strasberg seguía analizando su personalidad, observando a la gente y llegando hasta el fondo de cada personaje que interpretaba. Le eligieron para que se enfrentara a la gran actriz Katharine Cornell en Cándida durante 1946. Ese mismo año, hizo una breve gira junto a Tallulah Bankhead (la actriz terminó hastiada de las interpretaciones tan “emotivas” de Brando), interpretando El águila de dos cabezas, pero en febrero de 1947 abandonó la obra por desavenencias con la Bankhead. Un poco antes le había llegado su primera oferta cinematográfica, cuando, en plenas representaciones de A Flag is Born, Elia Kazan (la segunda persona más importante en su carrera), que estaba preparando la producción de la película La barrera invisible, le llamó para que diera vida al protagonista; sin embargo, Brando rechazó la oferta, ya que no deseaba abandonar la obra en curso.

Kazan volvió a llamarle para su montaje de la inmortal obra de Tennessee Williams Un tranvía llamado deseo, con la cual consiguió el más impresionante éxito en su carrera teatral. Ofreció al público una nueva forma de actuar, con una intensidad y crudeza brutal, prácticamente real; su Stanley Kowalsky, lejos de ser un personaje literario nacido de la pluma de un dramaturgo, despedía olor a ser vivo. En 1949, decidió no renovar su contrato para seguir en la obra y marchó a Hollywood para interpretar a uno de los Hombres (1950), de Fred Zinneman. Estableció entonces su particular método de entender los personajes y, exaltado por su primer papel en el cine, pasó un mes entero en un hospital de parapléjicos de guerra para empaparse de los sentimientos, la existencia cotidiana y el devenir mental diario de esos hombres mutilados; se inyectó parafina en la cara con el fin de aparentar la paliza, brutal y sangrienta, que recibía en La ley del silencio (1954), de Elia Kazan, donde Brando, con su interpretación (que le valió su primer Oscar), expresa de forma fascinante el itinerario de un personaje que marca, aunque al principio dubitativamente, las fronteras del bien y del mal, del coraje y de la indolencia, y arrolla la pantalla por los avatares psicológicos de ese individuo libre pero atrapado momentáneamente por la corrupción. En El Padrino (1972), de Francis Ford Coppola, por poner otro ejemplo ilustre, se introdujo bolas de algodón, del tamaño de una pelota de golf, entre la mandíbula y la mejilla. Con ello quiso aparentar un rostro diferente, italianizado, paralizado por alguna causa que se nos escapa, lo que le da ese habla tan particular que marcó, sin duda, la calidad de toda la interpretación. A pesar de que el papel de Brando se hace demasiado corto, lo cierto es que su presencia domina toda la película. Por esta interpretación ganó su segundo Oscar, que no recogió; en su lugar mandó a una mujer india, Sasheen Littlefeather, vestida con sus ropas tradicionales, y que leyó un discurso escrito por el propio Brando en favor de los pueblos autóctonos estadounidenses, que absolutamente nadie aplaudió.

Mucho tiempo antes, en 1951, Elia Kazan intentó adaptar el guión de Un tranvía llamado deseo, escrito por Tennessee Williams, a partir de su propia obra. Como no consiguió darle la forma por él deseada, decidió entonces filmar la pieza que él había puesto en escena en Broadway. Por supuesto, llamó a Marlon Brando para volver a ser Stanley Kowalsky y a parte del equipo anterior (Kim Hunter, Karl Malden), junto con Vivien Leigh para interpretar a una Blanche Dubois a la altura de un Brando odioso y deseable, animalizado, bestial, humeante de sudor, con los músculos rajando la camiseta húmeda, los labios gruesos y constantemente mojados, en la que será la interpretación, sin lugar a dudas, más determinante para todas las generaciones de actores venideras; por ejemplo, James Dean, Paul Newman, Rock Hudson, Al Pacino, Robert de Niro, Johnny Depp o River Phoenix, entre otros.

En los dos años siguientes volvió a estar a una altura indescriptible en dos obras maestras del cine: será el inolvidable Emiliano Zapata de ¡Viva Zapata! (1952), de Elia Kazan, de nuevo, y el Marco Antonio de la magistral Julio César (1953), de Joseph Leo Mankiewicz. Pero desarmará otra vez todos los estilos imaginables por su caracterización de Johnny en Salvaje (1954), de Laslo Benedek, donde impondrá la imagen del joven duro, desarraigado, rebelde sin causa, a lomos de su moto negra y vistiendo, por primera vez en el cine, con descaro y brutalidad, su chaqueta de cuero negra, ajustada, un símbolo crucial e iconoclasta en el cine en blanco y negro.

Marlon Brando en Viva Zapata

Su fama y prestigio se fueron incrementando en cada aparición en la gran pantalla: es un buen Napoleón, algo confuso, tal vez, en Desirée (1954), de Henry Koster; un convincente jugador dentro de un musical de cierto prestigio titulado Ellos y ellas (1955), de J. L. Mankiewiecz; se le echa de menos cuando no está en plano en la bonita comedia La casa del té de la luna de agosto (1956), de Daniel Mann; es un espléndido romántico, además de piloto en la guerra de Corea, enamorado de una bailarina japonesa, en Sayonara (1957), de Joshua Logan; resulta fascinante entre una memorable interpretación de conjunto -Montgomery Clift, Dean Martin, Barbara Rush, Maximilian Schell- en El baile de los malditos (1958), de Edward Dmytryk; es un "destrozacorazones" de mujeres de mediana edad (Anna Magnani, Joanne Woodward) en aquella extraña adaptación del Opheus Descending de Tennessee Williams, conocida como Piel de serpiente (1959), de Sidney Lumet; pero recibe durísimas críticas por su desacertada recreación de Fletcher Christian en la segunda versión para el cine de Rebelión a bordo (1962), de Lewis Milestone.

De cualquier forma, estas críticas no fueron nada en comparación con las que tuvo que aguantar por su única incursión en la dirección (Stanley Kubrick, que la iba a dirigir, abandonó el rodaje al poco de empezarlo): El rostro impenetrable (1961). Esta es, sin embargo, una película nada despreciable, con momentos realmente absorbentes, una fotografía fascinante a cargo de Charles Lang, y una historia, basada en la novela de Charles Neider The Authentic Death of Hendry Jones, sobria y bien trenzada, que presenta al propio Brando en busca de su antiguo y traicionero amigo (Karl Malden) para vengarse. Lo único criticable a la dirección puede ser lo poco comprensible que resulta la espectacular secuencia de la venganza, plena de fantasías masoquistas.

Marlon perdió en la década de los sesenta todo el favor del público. Nombrado como el actor número 1 en el Box Office desde 1955 hasta 1958, no apareció en ningún momento durante esta década en cuestión entre los diez primeros. Fue capaz de parodiarse a sí mismo en una comedia sosa y pasada de moda como Dos seductores (1964), de Ralph Levy; acudió a la llamada de Charles Chaplin para interpretar una extraña historia de amor, La condesa de Hong-Kong (1967); y, por muy incomprensible que parezca, todo el mundo parece haber olvidado que fue el sherif Calder, que evita el linchamiento de un hombre arriesgando su propia integridad física, en aquel inmenso reparto -Jane Fonda, Robert Redford, Angie Dickinson, Robert Duvall o, la hermana del actor, Jocelyn Brando- de una de las indudables obras maestras de la década de los sesenta, La jauría humana (1966), de Arthur Penn.

No sería, sin embargo, hasta que Coppola le haga su Padrino, y a su controvertida y espléndida aparición en la sorprendente El último tango en parís (1973), de Bernardo Bertolucci, cuando el prestigio de Brando volviera a cobrar un importante papel dentro de las apetencias del público y de la crítica. Pero, entonces, el actor anunció su retirada del cine. A pesar de ello, desde aquel año ha intervenido en más de una docena de películas, incluyendo su corta pero ansiadísima intervención, con su calva dominante, su locura y su violencia, su peligrosa personalidad, en ese monumento cinematográfico que es Apocalypse Now (1979), de Francis Ford Coppola. Un año antes había recibido un millón de dólares, el sueldo más alto de un actor de entonces, por sus diez minutos de Jor-El, el papá de Superman (1978), de Richard Donner.

Sus problemas monetarios le obligaron a aparecer, aunque poco y cuidadosamente, en producciones nada ausentes de calidad, como Una árida estación blanca (1989), de Euzhan Palcy, donde está absolutamente magistral y magnético en su recreación de un prestigioso abogado sudafricano que no puede hacer nada por salvar la vida de un hombre, y por la que recibió una nueva nominación al Oscar; o por la excelente pantomima de su propio personaje de padrino en El Novato (1990), de Andrew Bergman. No se puede decir lo mismo de sus últimas apariciones, faltas de encanto y sin un mínimo de entusiasmo del actor, condicionado por lo absurdo de los guiones y sus diálogos: el Tomás de Torquemada de Cristobal Colon, el descubrimiento (1992), de John Glen; el galeno loco del título en la tercera visita cinematográfica a la novela de H.G. Wells La isla del Dr. Moreau (1996), de John Frankenheimer; el psiquiatra que se contagia del romanticismo de su paciente, en la bastante mejor Don Juan de Marco (1995), de Jeremy Leven; así como sus otros papeles en The brave (1997), Free money (1998) y The score -Un golpe maestro- (2001).

Vivió retirado desde hacía muchos años en la isla tahitiana que compró después de su visita durante el rodaje de Rebelión a bordo, unido sentimentalmente a mujeres tan exóticas como Movita Castaneda o Tarita Teriipaia (su compañera en dicha película). Su potencia física y sensual, la atlética y musculosa figura de Marlon Brando que se convirtiese en mito acabó en una obesidad que le hizo llegar a pesar 150 kg. Su agitada vida sentimental y los problemas familiares que en los últimos tiempos fueron ensombreciendo su vida (el asesinato, a cargo de su hijo Christian, del novio de su hija Cheyenne, por el que fue encarcelado, y el inmediato suicidio de ésta), y que se reflejó de manera brillante en su autobiografía, Las canciones que mi madre me enseñó, publicada en 1994, han contribuido posiblemente a que Marlon Brando, al menos en apariencia, dejase pronto de ser aquel talentoso (tal vez el que más) actor de los años cincuenta y el fascinante interprete de un buen puñado de obras maestras en los sesenta y setenta. Aun así, el fuego oculto bajo la piel de Marlon Brando seguirá incendiando la pantalla, iluminando las pupilas, haciendo arder las fibras de todo cinéfilo cada vez que contempla y admira sus Stanley Kowalsky, Vito Corleone, sherif Calder, Emiliano Zapata, Johnny, Terry Malloy, Marco Antonio, o su Coronel Walter E. Kurtz, aunque todo ello signifique un descenso en picado a los infiernos del arte en bruto.

Filmografía

Como Actor:

1950: Hombres.
1951: Un tranvía llamado deseo.
1952: ¡Viva Zapata!
1953: Julio César.
1954: La ley del silencio; Desirée; Salvaje.
1955: Ellos y ellas.
1956: La casa de té de la luna de agosto.
1957: Sayonara.
1958: El baile de los malditos.
1959: Piel de serpiente.
1962: Rebelión a bordo.
1963: Su excelencia el embajador.
1964: Dos seductores.
1965: Morituri.
1966: La jauría humana; Sierra prohibida.
1967: La condesa de Hong-Kong; Reflejos en un ojo dorado.
1968: Candy.
1969: La noche del día siguiente; Queimada.
1972: El padrino; Los últimos juegos prohibidos.
1973: El último tango en París.
1976: Missouri.
1978: Superman.
1979: Apocalypse Now.
1980: La fórmula.
1989: Una árida estación blanca.
1990: El novato.
1992: Cristóbal Colón, el descubrimiento.
1995: Don Juan de Marco.
1996: La isla del Doctor Moreau.
1997: The brave.
1998: Free money.
2001: Un golpe maestro.

Como Director:

1961: El rostro impenetrable (y actor).

Producciones en las que aparecen fragmentos de sus películas:

1991: Hearts of Darkness: A Filmmaker’s Apocalypse.

Bibliografía.

  • BRANDO, M.: Las canciones que mi madre me enseñó, Barcelona: Anagrama, 1994.

  • CAREY, G.: Marlon Brando, el salvaje, Barcelona: Ultramar, 1990.

  • HIGHAM, C.: Brando: biografía no autorizada, Barcelona: Plaza & Janés, 1989.

  • SCHICKEL, R.: Marlon Brando: la biografía, Barcelona: Paidós, 1992.

Autor

  • Juan Carlos Paredes