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HistoriaPolíticaBiografía

Boccanegra, Guillermo (¿-ca. 1273)

Político italiano nacido en Génova en la primera mitad del siglo XIII y fallecido antes de 1274. Gobernó Génova durante más de cinco años, con el cargo de capitán del pueblo, siguiendo una política popular y autocrática, hasta que fue expulsado por una conjura surgida de la aristocracia. En política exterior destacó por ser el artífice del tratado de Ninfeo, que dio a Génova extensos privilegios en el Imperio Bizantino.

Perteneció a una importante familia de mercaderes genoveses, de origen popular pero emparentada con las más importantes casas nobiliarias de la República. El primer cargo público que se le conoce fue como cónsul de los genoveses en Aigues-Mortes, punto de embarco de los guerreros que participaron en la Séptima Cruzada, patrocinada por Luis IX de Francia. En 1250 se encargó, junto con sus socios genoveses, de pagar las soldadas de las tropas de Alfonso de Poitiers, hermano de San Luis. Finalizada la cruzada, Guillermo (Guglielmo) Boccanegra regresó a Génova y desempeñó el cargo de consejero de la Comuna en 1251 y 1256.

Durante su ejercicio como consejero en 1256 denunció la situación de su patria y sugirió remedios, lo cual le valió que le fuese entregado el poder absoluto a comienzos del año siguiente. Durante los años anteriores, en los que Génova había sostenido una larga guerra contra el emperador Federico II, el pueblo genovés, empujado de una cierta prosperidad económica debida al comercio, había comenzado a reclamar parcelas de poder. Esto causó un hecho insólito en la Italia de su tiempo: los gibelinos expulsados de Génova por los clanes güelfos durante la guerra, fueron llamados a su patria tras la muerte del emperador, pero por los propios oligarcas gülefos, en un deseo de reforzar la nobleza frente al pujante pueblo. Pero en cuanto se dieron los primeros síntomas de crisis económica, provocada en parte por la extendida corrupción, los magnates gibelinos recordaron las ofensas recibidas y el pueblo los sacrificios hechos para la guerra.

El tumulto que elevó al poder a Guillermo Boccanegra surgió espontáneamente a comienzos de 1257, cuando el pueblo comenzó a apedrear al podestá saliente, el milanés Filippo della Torre, absuelto por los síndicos a pesar de sus probadas malversaciones. La multitud, engrosada por nobles de la facción gibelina, entró en armas en la plaza de San Siro, sede del parlamento ciudadano, y proclamó a Guillermo Boccanegra capitano del popolo, jurando obediencia. Al día siguiente el acto revolucionario fue legalizado por el nuevo podestá, en la catedral de San Lorenzo. El nuevo cargo de capitán del pueblo, ya existente en otras comunas italianas, supuso para Boccanegra el poder supremo, que ejercería ayudado de un consejo de treinta y dos anciani (cuatro por cada distrito de la ciudad). Pocos días después se precisó mejor la posición del capitano: ocuparía el cargo durante diez años y si moría antes de concluir su ejercicio, sería sucedido por uno de sus hermanos; le serían asignados un estipendio, un palacio, varios ayudantes personales y una guardia personal. En realidad Guillermo Boccanegra, nacido en Génova y no extranjero, elegido por diez años y no por uno y cabeza de una comuna indivisa, pareció más un señor de las edades posteriores que un capitano del popolo de su tiempo.

No sorprende que el podestá, viéndose desposeído de sus atribuciones, dimitiese y fuese sustituido por uno más dócil. O que se viesen decepcionados muchos nobles que, habiendo esperado un cambio en la balanza de poder de las facciones, habían asistido a la imposición de un nuevo régimen. La oposición aristocrática llevó a Boccanegra a acercarse más a las clases populares y a acentuar las tendencias autoritarias de su gobierno. Lo que se planteó como una dificultad fue liquidar la herencia de la vieja oligarquía sin el pleno apoyo de una nueva. Con el respaldo popular, Boccanegra buscó el apoyo de algunas grandes familias gibelinas, con las que emparentó. Así alcanzó un alto consenso y pudo arrogarse el derecho para nombrar a los funcionarios, a los comandantes militares y a los embajadores.

Boccanegra heredó del antiguo gobierno güelfo una lucha entre las potencias que se dividían el control de Acre y que en 1258 derivó en dos derrotas de Génova frente a venecianos y pisanos coligados y la destrucción del cuartel genovés de Acre. Afortunadamente para el capitán, el señor gibelino de Tiro, fiel aliado, ofreció a sus mercaderes más amplios privilegios. La pérdida no fue irreparable, pero el prestigio de Boccanegra resultó dañado. Más preocupante fue el ruinoso estado de la Hacienda heredado del régimen anterior, con la mayor parte de los ingresos ordinarios empeñada en cubrir anticipos anteriores, y el resto dedicado para pagar los intereses de los recientes préstamos forzosos. Boccanegra no quiso aumentar los impuestos indirectos, pero impuso una nueva tasa sobre la ciudadanía, cuyo montante era proporcional al patrimonio. Sin modificar el sistema financiero genovés, el capitano suprimió algunos impuestos de origen precomunal, como los tributos a los marqueses de Malaespina y a otros feudatarios locales. Rescató con buenas condiciones el derecho del obispado sobre el comercio marítimo y en 1259 inició su reforma financiera más importante, cuyo objetivo era la conversión de todo el débito público en préstamo consolidado y redimible a interés fijo.

Los nobles güelfos, excluidos del gobierno y la administración, conspiraron para derrocar a Guillermo Boccanegra. En 1259 fue descubierta una conjura contra el capitano, cuyos responsables fueron severamente condenados. El año siguiente tuvo la ocasión Boccanegra de vengarse de los venecianos por el asunto de Acre y se alió con Miguel VIII Paleólogo, emperador bizantino en el exilio, para ayudarlo a reconquistar Constantinopla al emperador latino y a sus aliados venecianos. Así, el 13 de marzo de 1261 fue firmado el tratado de Ninfeo, que prometía a los genoveses una serie de escalas y privilegios en todo el territorio bizantino. El 25 de julio Miguel VIII entró en la capital y permitió a los genoveses destruir al son de música el palacio del podestá veneciano. La noticia de la victoria llegó a Génova el 15 de mayo. Se abrió así una nueva era de expansión para Génova.

Según estaban sucediendo estos acontecimientos, nació en Génova una nueva conjura contra el capitán, encabezada por los Grimaldi, y que en esta ocasión no pudo Boccanegra reprimir a tiempo. Ante la superioridad de los conjurados, el capitano renunció a luchar para evitar una matanza y dimitió del poder, obteniendo del arzobispo un salvoconducto para poder preparar su partida al exilio en Francia.

Además del poder, Boccanegra perdió todo su patrimonio en Génova. Pero no le faltaron amigos en Francia que, como Alfonso de Poitiers, conde de Tolosa, dedicaron sus esfuerzos a tratar de recuperar su patrimonio, a través de cartas destinadas a la Comuna, al podestá y al arzobispo de Génova. Estas tentativas no obtuvieron resultado, pero en 1264 la reina de Francia recurrió a Guillermo Boccanegra para no se sabe qué negocio. En 1270 le fueron asignadas en Francia tierras que produjesen una renta de cuarenta libras tornesas. La segunda cruzada de Luis IX, organizada como la primera en Aigues-Mortes, y con una mayor participación de genoveses, permitió a Boccanegra desarrollar sus dotes de administrador, como recaudador de una nueva tasa impuesta por el rey. Tras la muerte de San Luis (1272), Boccanegra entró al servicio del nuevo rey de Francia, Felipe III, del que recibió nuevas rentas.

Aunque se desconoce la fecha de su muerte, Guillermo Boccanegra ya había muerto a comienzos de 1274, fecha en la que el senescal de Beaucaire recibió la orden de liquidar un contrato con su viuda.

Bibliografía

  • PEROSIO, G. Simone Boccanegra primo doge di Genova. Milán, 1881.

  • LEVATI, L. I dogi perpetui di Genova. Génova, 1928.

  • LÓPEZ, R. Storia delle colonie genovesi nel Mediterraneo. Bolonia, 1938.

  • VITALE, V. Breviario della storia de Genova. Génova, 1955.

JMMT

Autor

  • Juan Miguel Moraleda Tejero