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CineBiografía

Bergman, Ingmar (1918-2007).

Director y guionista de cine sueco, también director de teatro, cuyo nombre completo es Ernst Ingmar Bergman Akerblom. Nació el 14 de julio de 1918 en Uppsala (Suecia) y falleció el 30 de julio de 2007, en las islas Feroe.

Segundo vástago del matrimonio formado por el Pastor luterano Erik y su mujer, Karin, de acomodada familia burguesa, Ingmar Bergman creció entre un profundo, pero distante, respeto hacia su padre y un pasional amor por su madre. Durante su infancia, cargada de conflictos (que darán lugar a una serie de temas y motivos muy concretos en su filmografía), recibió un tremendo impacto emocional cuando asistió, por primera vez en su vida, a una sesión cinematográfica en un teatro de Estocolmo, el Sture, donde se pasaba el filme La bella negra. Su amor por el cine se acrecentó cuando en casa de su abuela materna conoció al operador Slottet, que le permitió acceder a una cabina de proyección y descubrir, así, los mágicos mecanismos que hacen posible ver las películas. En las Navidades de 1928, una tía regaló al hermano mayor de Ingmar un proyector de juguete (“una estrepitosa caja de hojalata con chimenea, lámpara de queroseno y películas sin fin que daban vueltas y más vueltas en una cinta”, describió Bergman en sus memorias), que éste, poco interesado por tan poco funcional objeto, cedió al futuro maestro sueco a cambio de la mitad de su ejército de soldaditos de plomo. Más adelante, para complementar su afición cinematográfica, construyó un pequeño teatro de marionetas que nunca dejó de ampliar. En años venideros, Bergman, que paralelamente a sus cerca de cuarenta filmes, ha montado al menos el triple de piezas de teatro, declaró que “mientras que el teatro era la esposa fiel, el cine era la costosa querida”.

En 1931, la familia Bergman se trasladó definitivamente a Estocolmo, ya que su padre fue designado Capellán de la parroquia de Hedwige-Eleonora, primero y, luego, Capellán Real de la Corte. Tras terminar sus estudios de bachillerato, ingresó en 1937 en la Facultad de Letras, donde algunos años más tarde se licenció en Literatura e Historia del Arte con una tesis sobre Strindberg, que más adelante fue fundamental en sus montajes teatrales. Durante este periodo quedó fascinado por el realismo y el cine fantástico más poético de los franceses de la época: Carné, Duvivier, Cocteau y compañía, de los que, como se verá, tomó muchísimas cosas para filmes como El séptimo sello (1957) o El manantial de la doncella (1960), por ejemplo. En 1938, montó en la universidad su primera obra de teatro, Hacia un puerto extranjero, de Sutton Vane. El año siguiente, el rector de la Universidad le hizo cargo de la dirección del Teatro Universitario, donde ya hizo realidad un sueño, dirigir las obras El viaje de Pedro el afortunado y El pelícano, de su amado August Strindberg. De 1940 a 1942, alternando sus funciones en el Teatro de la universidad, fue ayudante de dirección en el afamado teatro Dramaten de Estocolmo. Para entonces, ya hubo escrito su primera pieza dramática, La muerte de Gaspar, que montó en el Teatro Universitario con gran éxito de público. A una de las representaciones acudió Carl Anders Dymling, el presidente de la Svensk Filmindustri, la compañía de cine más importante de Suecia por aquellos años, quien, percibiendo las dotes de este jovencísimo (24 años) director teatral, le ofreció trabajo como guionista.

En 1944, escribió una novela corta a la que tituló Tortura, la cual se convirtió en su primer guión cinematográfico. Ese mismo año, fue nombrado director del teatro municipal de Helsingborg, convirtiéndose así, a sus 26 años, en el director teatral más joven de todos los tiempos en Suecia, cargo que ocupó hasta 1946 y que le dio paso a su más importante puesto en el teatro municipal de Gotemburgo (1946-49), donde, además de montar el Calígula de Albert Camus, comenzó a aprender la verdadera artesanía del teatro, tarea que culminó con el montaje en 1949 su primera obra dramática norteamericana moderna: Un tranvía llamado deseo, de Tennessee Williams.

Pero unos años antes, en 1945, Bergman había dirigido su primer largometraje, Kris ("Crisis"), con guión suyo, adaptación de la obra Moderdyret, del dramaturgo Leck Fischer. Fue acogida con bastante indiferencia por la crítica sueca, por lo que la Svensk Filmindustri le recomendó que siguiera escribiendo guiones para otros directores. No desespera, y un año después, gracias al apoyo del productor independiente Lorens Marmstedt, se encuentra dirigiendo Llueve sobre nuestro amor (1946), una romántica y muy sensual historia inspirada en el cine francés de entreguerras. Dos años después, rodó en 18 días y con un presupuesto ínfimo, Prisión (1948), su primer éxito rotundo de público y crítica. En adelante, nadie discutió su genio.

Lo cierto es que las películas de Bergman, unas más, otras menos, portan algo de autobiográfico en su interior. El arte y la vida confluyen en su obra como no lo han hecho en ningún otro narrador cinematográfico, y, como toda vida, su obra artística ha experimentado continuos deslizamientos temáticos y estilísticos de un filme al otro, de una década a la otra, por lo que su trabajo no puede ni debe ser clasificado en la línea recta tradicional, pero tampoco ser dividido en pedazos temporales, que serían algo así como sus etapas, y cada pedazo, en pequeños trocitos, que vendrían a significar sus películas.

Los primeros filmes de Bergman son los menos personales, porque se basaron en obras literarias ya existentes y porque fue un inteligente autodidacta que cogía lo mejor de otros y lo peor de los más buenos: Skepp till Indialand ("Barco hacia la India", 1947), y sobre todo la maravillosa Llueve sobre nuestro corazón (1946), están directamente ligadas al llamado realismo poético francés de entreguerras, como ya se ha comentado, así como Una mujer libre (1948) debe muchísimo al neorrealismo italiano, en aquellos momentos en pleno auge. Pero en ellas se puede apreciar ya una maestría técnica (adquirida por supuesto en las tablas) y un cierto toque, que marcarán la obra posterior del maestro sueco.

El tema más cortejado por Bergman fue desde luego la problemática, muy determinante en su vida, de la religión y, por supuesto, como si de una cadena se tratase, de la soledad existencial. Prisión (1949), su primer filme con guión propio, sería vital para el resto de su carrera, pues ya se mueve entre la representación abstracta y la alegoría. En este apartado religioso, El séptimo sello (1957) es probablemente su testimonio más bello y, a la vez, más enigmático, más admirado; también el más analizado, seguramente porque proponía, a través de una especie de fábula en la Edad Media, los problemas de la vida cotidiana, actual, de la muerte y de la existencia de Dios. Más tarde, Bergman ofrecerá, en otras obras “pesimistas”, las respuestas a las preguntas que le atormentan aquí. El séptimo sello comienza con el vuelo del águila del Apocalipsis, donde nos encontramos con los personajes habituales de las pinturas de las iglesias medievales, con sus penitentes en perpetuo lamento, sus soldados y sus curas, representantes respectivos del orden social y religioso. Bergman nos presenta, desde una posición claramente agnóstica, la angustia de la existencia y la búsqueda de los secretos de la muerte, con la sola idea que le preocupa en esta época: el único valor que escapa a la nada es el amor que da la vida y la alegría. Muchas décadas después de su realización, el filme sigue guardando una belleza espiritual y plástica tan envolvente que se impone, con la imagen inolvidable de Max von Sydow jugando al ajedrez con la muerte (el eterno Bengt Ekerot), aún hoy, como uno de los más grandes filmes del cine mundial.

Pero su cima en el tema religioso es su conocida y adorada "trilogía del silencio”, con la que se quitaría el antifaz de lo sagrado que, en palabras del director, “le tapa la vista”. Con la primera entrega, Como en un espejo (1960) -Bergman declararía que éste es en realidad su primer filme (“los demás no son sino esbozos”)-, se presenta como cineasta en crisis, y, con el seudónimo de Ernest Riffe, escribe una dura crítica a su obra en el número especial de la revista Chaplin. A este primer capítulo lo autocalifica como “certeza conquistada”; al segundo, el impresionante Los comulgantes (1963), como “certeza desenmascarada”; y, por último, al impactante El silencio (1963) lo denomina “la impresión negativa”. Lo cierto es que estos tres filmes, diametralmente opuestos entre sí, marcan también lo que se puede llamar el descubrimiento del esteta, el Bergman en estado puro, con un estilo cinematográfico depurado, preciso y técnicamente insuperable, pero profundamente bergmaniano. En Como en un espejo, con ese estilo austero, propone a través de Karin (la maravillosa Harriet Andersson), víctima de una patología hereditaria, prisionera del circulo familiar (que llegará hasta el incesto para romper dolorosamente la soledad, la barrera de las palabras y de los gestos insuficientes para una relación), su personal y fundamental búsqueda de las relaciones humanas y su interrogación sobre Dios. Con música de Bach, en un decorado natural que deviene un espacio cerrado, Bergman dirige magistralmente sus personajes como los instrumentos de un cuarteto. La cámara se fija en los rostros, los gestos, las cosas, de una manera impasible, y nos comunica la angustia y el vértigo existencial de esa mujer y de esos tres hombres. Los comulgantes, la segunda entrega de la trilogía, es una obra profundamente religiosa, casi más que otras que hacen proclamación de fe, hasta el final claro, que no gustó demasiado a los creyentes. Sin embargo, la tercera, El silencio, mutilada en muchas ocasiones por sus escenas de sexo francamente explícitas, es el silencio hecho cine, el filme entero, situado en plena guerra, revela un expresionismo simbólico, un sentimiento de vacío, de ausencia, de desesperanza absoluta. Todo, traducido en imágenes sombrías, nos hace ver la famosa visión de Bergman de un mundo sin Dios.

Otro tema importante en la filmografía, y por tanto en la vida, de Bergman es la relación hombre-mujer, hombres y mujeres, matrimonio y vida en común; una visión, por cierto, poco romántica. Aquí se podrían describir una serie de películas (realizadas, según Bergman, por razones alimenticias) profundamente dedicadas a lo femenino (algunas, incluso comedias), allá por la década del medio siglo: Tres mujeres (1952), Una lección de amor (1954) o Sonrisas de una noche de verano (1955). Esta última, con la que el director sueco ganó su primer premio internacional en el Festival de Cannes, más que una filosofía de la existencia expresada a través de un juego cruzado de amores y sensualidades eróticas, constituye un maravilloso divertimento. El juego de libertinaje es mostrado a la perfección, gracias a la dirección de actores y sobre todo de actrices, un verdadero grupo, una verdadera familia bergmaniana. Pero en este apartado de mujeres, extrañas, pero mujeres, hay que destacar también la inolvidable Un verano con Monika (1953), con (de nuevo) la maravillosa y sensual Harriet Andersson como Monika. Drama realista de una joven pareja que huye de la miseria y de la hipócrita sociedad, crónica de dos seres henchidos de libertad, reflexión sobre sus relaciones con la naturaleza, la película fue, en el momento de su estreno, objeto de diversos malentendidos por parte de algunos obtusos que no veían en ella sino una obra destinada a los circuitos especializados, en razón de la libertad sexual que testimoniaba. Otros, en cambio, mucho más lúcidos, quedaron fascinados por las audacias formales de la puesta en escena y la fuerza de su dirección, en plena naturaleza, en la naturaleza salvaje, que dio origen a otra de las más altas cotas de Bergman, Fresas Savajes (1957). Bergman volvió a tocar los retratos familiares y la vida conyugal en común en los años setenta con un filme fascinante, La carcoma (1971), el cual contaba con un actor de reconocido prestigio internacional como era Elliot Gould; y con la serie de televisión, distribuida en el extranjero en salas comerciales, Secretos de un matrimonio (1973).

Pero de nada servirían la religión y las relaciones humanas en la vida y obra de Bergman sin el tema de los artistas. Esto se pone de manifiesto en el hecho de que muchos de sus filmes transcurran en ambientes muy artísticos: el circo, en la sombría Noche de circo (1953); un estudio cinematográfico, en Prisión (1949); el “teatro mágico de salud”, en El rostro (1958), y el teatro, el “verdadero teatro”, tal y como lo quiso Bergman, en la magistral Persona (1966), con las sorprendentes Liv Ullman y Bibi Anderson; en la obra para la televisión El rito (1969) y en la obra maestra absoluta de Bergman, su auténtico testamento cinematográfico, monumento irónico y semibiográfico del artista, Fanny y Alexander (1982). No obstante, de nuevo, una trilogía, la trilogía que sigue a Persona, es decir, La hora del lobo (1968), La vergüenza (1968) y Pasión (1969), es considerada la cumbre de esta problemática, también conocida como la “trilogía de Faro”, pues allí fueron rodadas y allí vivió Bergman una buena temporada.

Sin dejar nunca de lado el teatro, y tras haber anunciado al finalizar el rodaje de Fanny y Alexander que abandonaba el cine (para dejar paso a los jóvenes directores, según él), en los años noventa escribió los guiones de dos obras claramente autobiográficas: la extraordinaria Las mejores intenciones (1991), de Bille August, y Niños en domingo (1992), de su propio hijo Daniel Bergman. Aún en 2003, la televisión sueca estrenó la última película del genial realizador: Sarabanda.

Galardonado en 1970 con el Irving G. Thalberg Memorial por su indudable contribución al cine; con muchísimos premios en Festivales internacionales y nominado en innumerables ocasiones, como guionista y como director, al Oscar de Hollywood; autor de dos libros de memorias de enorme éxito (La linterna mágica e Imágenes), Ingmar Bergman es probablemente el más grande cineasta europeo de todos los tiempos, el más complejo instigador y estudioso de la religión, de la filosofía, del amor, de la amistad, del hombre, de la mujer, del teatro, de la vida, que se ha servido del cine, como medio ideal, para sus interpretaciones más precisas, acendradas y reales posibles. Para Ingmar Bergman, gran dominador del silencio y la soledad, el cine ha sido su lengua y la imagen, su pensamiento.

Bergman ha seguido dirigiendo a pesar de su avanzada edad. La mayoría de los trabajos han sido para la pequeña pantalla, aunque en noviembre de 2005 presentó Saraband, trama que ya había rodado para televisión y que en esta versión cinematográfica contó con la participación de Liv Ullman y Julia Dufvenius.

Filmografía

Como guionista

1944: Tortura.
1947: Kvinna utan ansikte.
1948: Eva.
1950: Medan staden sover.
1951: Franskild.
1956: Sista paret ut.
1961: Lustgarden.
1969: Reservatet (para TV).
1991: Las mejores intenciones.
1992: Niños de domingo.

Como Director

1945: Kris.
1946: Llueve sobre nuestro amor (y coguión).
1947: Skepp till Indialand (y coguión).
1948: Noche eterna; Una mujer libre (y guión)
1949: Prisión (y guión); Törst.
1950: Till glädje (y guión); Sant händer inte här.
1951: Juegos de verano (y coguión).
1952: Tres mujeres (y guión).
1953: Un verano con Monika (y coguión); Noche de circo (y guión).
1954: Una lección de amor (y guión).
1955: Sueños (y guión); Sonrisas de una noche de verano (y guión).
1956: El séptimo sello (y guión); Fresas salvajes (y guión).
1957: En el umbral de la vida (y coguión).
1958: El rostro (y guión).
1959: El manantial de la doncella.
1960: El ojo del diablo (y guión).
1961: Como en un espejo (y guión).
1962: Los comulgantes (y guión).
1963: El silencio (y guión).
1964: ¡Esas mujeres! (y coguión).
1966: Persona (y guión).
1967: La hora del lobo (y guión).
1968: La vergüenza (y guión).
1969: El rito (y guión; para TV).
1970: Pasión (y guión).
1971: La carcoma (y guión).
1972: Gritos y susurros (y guión).
1973: Secretos de un matrimonio (y guión) (y serie para TV).
1974: La flauta mágica (ópera para TV).
1975: Cara a cara (y guión) (y serie para TV).
1977: El huevo de la serpiente (y guión).
1978: Sonata de otoño (y guión).
1980: De la vida de las marionetas (y guión).
1982: Fanny y Alexander (y guión) (y serie para TV).
1984: Después del ensayo (para TV).
1985: Los elegidos (para TV).
2003: Saraband (para TV).
2005: Saraband.

Documentales

1969: Documento de Farö.
1979: Documento de Farö 1979.
1986: Documento sobre Fanny y Alexander; Karins ansikte.

Otros

1951: Bris (Nueve cortos publicitarios del jabón Bris para la AB Sunlight).
1967: Stimulantia (episodio titulado Daniel).

Bibliografía

  • BERGMAN, I.: Imágenes, Barcelona: Tusquets, 1992.

  • ---: Le silence, París: Seuil, 1972.

  • ---: Escenas de un matrimonio, Valencia: Fernando Torres Editor, 1975.

  • BJOERKMAN, S.: Conversaciones con Ingmar Bergman, Barcelona: Anagrama, 1975.

  • COMPANY, J. M.: Ingmar Bergman, Barcelona: Barcanova, 1981.

  • ---: Ingmar Bergman, Madrid: Cátedra, 1990.

  • DONNER, J.: Ingmar Bergman, París: Seghers, 1973.

  • LAURENTI, R.: En torno a Ingmar Bergman, Madrid: Sedmay, 1976.

  • MASSERMAN, R.: Filmología de Bergman, Dios, la Vida y la Muerte, Buenos Aires: Fraterna, 1988.

  • RANIERI, T.: Ingmar Bergman, Firenze: La Nuova Italia, 1979.

  • SICLIER, J.: Ingmar Bergman, Madrid: Rialp, 1962.

  • TRASATTI, S.: Ingmar Bergman, Firenze: La Nuova Italia, 1991.

  • WOOD, R.: Ingmar Bergman, Madrid: Fundamentos, 1972.

Juan Carlos Paredes

Autor

  • jcp