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QuímicaBiografía

Bergius, Friedrich Karl Rudolf (1884-1949).

Químico e industrial alemán nacido en Goldschmieden (cerca de Breslau) el 11 de octubre de 1884 y fallecido en Buenos Aires (Argentina) el 30 de marzo de 1949. En 1931 recibió el Premio Nobel de Química, que compartió con Carl Bosch (1874-1940), por sus descubrimientos sobre la influencia de las altas presiones en las reacciones químicas.

Su padre era propietario de una fábrica de productos químicos en la que el pequeño Friedrich comenzó a interesarse por la disciplina que habría de darle renombre universal. En su juventud, estudió Física y Química en la Universidad de Breslau, y pasó luego a la de Leipzig, donde fue alumno del profesor Hantzsch. Más tarde amplió sus conocimientos en Berlín, bajo la tutela de otro gran maestro, Walter Nerst; y, finalmente, fue discípulo de Fritz Haber (1868-1934) en la Escuela Técnica Superior de Karlsruhe, donde se inició en el estudio de las reacciones químicas a alta presión.

En 1907 regresó a la Universidad de Leipzig para presentar allí su tesis doctoral, en la que estudiaba el ácido sulfúrico concentrado como disolvente. Dos años después volvió a Hannover en calidad de lector de Física, y allí empezó a preparar superóxido de calcio por medio de la acción del oxígeno bajo fuerte presión sobre la cal.

Al tiempo que desarrollaba estas investigaciones químicas, Bergius fue perfeccionando diversos instrumentos imprescindibles para llevar a cabo sus trabajos con presiones elevadas, como válvulas y reactores. Estos mecanismos le permitieron avanzar en sus conocimiento sobre las reacciones químicas a alta presión, y empezar a aplicar dichos saberes a la fabricación de productos químicos no necesariamente novedosos, pero sí de gran utilidad industrial.

Así, se especializó principalmente en la obtención de carburantes. En 1912, Bergius publicó los resultados de unas experimentaciones que le habían permitido reconstruir, en el laboratorio, la formación geológica de un lecho carbonífero. Poco después, con la I Guerra Mundial en ciernes, advirtió que la escasez de hidrocarburos líquidos (como la gasolina) iba a ser uno de los grandes problemas de las generaciones futuras, y se dedicó a la obtención de dichos productos a partir de carbón en polvo e hidrógeno. Con este trabajo, Bergius resolvió al Estado alemán el problema de la escasez de combustible durante la contienda.

Hasta entonces, el único método conocido para la obtención de estos hidrocarburos ligeros era el craqueo, consistente en la disociación de las complejas partículas del petróleo para obtener otras substancias de fórmula molecular más simple. Bergius eliminó los costes y los problemas que generaba este procedimiento (como la producción indeseada de gas metano y de coque sólido) por medio de su novedoso método, patentado en 1913, con el que obtenía fácilmente la síntesis de los carburantes por hidrogenación catalítica del carbón.

Básicamente, el denominado procedimiento Bergius consiste en la conversión del hidrógeno en petróleo por medio del calentamiento de una mezcla de polvo de carbón en aceite, junto con hidrógeno sometido a presión como catalizador. El hidrógeno es separado, y el producto se destila para proporcionar gasolina (procedimiento de licuefacción del carbón que mejoró sensiblemente Bosch).

En 1914, Friedrich Bergius se convirtió en el jefe de los laboratorios Goldschimidt, ubicados en la ciudad alemana de Essen, donde empezó a obtener, a partir del carbón, la mayor parte del fuel-oil consumido por Alemania en el período de entreguerras.

Al tiempo que avanzaba en este método de obtener combustible a bajo coste, Bergius comenzó a trabajar en otro ambicioso proyecto: la transformación de celulosa (madera o serrín) en hidratos de carbono más simples, después de haberla sometido a la acción del ácido clorhídrico. Perfeccionó, así, los trabajos desarrollados por su compatriota Richard Willstätter (1872-1942), hasta obtener, a partir de la madera, un azúcar que, durante la II Guerra Mundial (1939-1945), se utilizó como alimento para el ganado. Éste azúcar era apto para ser consumido directamente por las bestias, aunque también podía ser convertido previamente en albúmina por medio de la acción de los hongos, lo que facilitaba su asimilación por ser dicha albúmina equivalente a la animal.

Al término de la I Guerra Mundial, Bergius continuó perfeccionando este método de obtención de azúcar, hasta obtener de este producto otras substancias de gran utilidad para la industria, como el alcohol y la dextrosa. En 1927, cedió al gran gigante de la industria química alemana, la empresa I. G. Farben, la patente que había legalizado en 1913, con el fin de que nuevos investigadores pudieran mejorar su procedimiento de hidrogenación. Él, por su parte, continuó probando otros catalizadores que le permitieran obtener la síntesis de carburantes por medio de reacciones químicas a alta presión; y, además, logró la síntesis del alcohol metílico a partir de gas y agua.

La importancia de Bergius en la economía de su nación es imponderable: sus investigaciones dieron paso a la fabricación de numerosos productos sintéticos, y su método de conversión de la hulla en combustible para los motores (consiguió obtener una tonelada de carburante a partir de cuatro o cinco toneladas de hulla) permitió al Ejército alemán operar con plena independencia durante la II Guerra Mundial (en la que se había llegado a plantear la necesidad de tomar varios campos petrolíferos de Oriente Medio, operación que fue innecesaria merced a los trabajos de Bergius).

Tanto influyeron sus aportaciones en la economía alemana, que en 1944 la mitad del carburante consumido por la nación fue producida por vía sintética, merced al trabajo realizado en las doce fábricas que utilizaban el procedimiento Bergius y en las ocho empresas que seguían el método Fischer. Pero, a partir de 1945, la obtención de combustible por medio de la hidrogenación del carbón dejó de ser rentable en Europa, ya que el coste de producción era más elevado que la obtención de fuel-oil y gasolina por medio del refinado del petróleo. Las fábricas dedicadas hasta entonces a producir carburante siguiendo los pasos descubiertos por Bergius se transformaron en instalaciones para el tratamiento de los producto líquidos derivados del petróleo, y pronto fueron sustituidas por las modernas refinerías.

Entre los muchos premios y honores que jalonan la fecunda carrera de Friedrich Karl Rudolf Bergius, cabe recordar, además del ya mencionado Premio Nobel de Química, el título de doctor honoris causa que le concedió la Universidad de Heidelberg en 1927.

Al término de la II Guerra Mundial, el químico alemán abandonó su país para refugiarse en Austria. Poco después, aceptando una invitación del gobierno español, se instaló en Madrid, desde donde, tras una breve estancia, pasó a Argentina. Fijó entonces su residencia en Buenos Aires, ciudad en la que perdió la vida en la primavera de 1949.

Entre sus publicaciones más notables, cabe destacar el libro titulado El uso de la alta presión en las acciones químicas (1913).

JRF

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.