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LiteraturaMúsicaBiografía

Beaumarchais, Pierre-Agustin Caron de (1732-1799).

Dramaturgo y músico francés, nacido en París el 24 de febrero de 1732 y fallecido en su ciudad natal el 18 de mayo de 1799. Autor de una breve pero brillante y exitosa producción teatral que, rompiendo con la severidad discursiva y moralizante del teatro burgués de su tiempo, introdujo una mordaz sátira social basada en la vivacidad de las situaciones, la frescura del léxico y la excelente caracterización de los personajes, se convirtió -tanto por su vida como por su obra- en uno de los mejores emblemas de la nueva burguesía emergente, caracterizada por su iniciativa individual y su falta de escrúpulos (y opuesta en todo a la desidia y los valores caducos que lastraban al estamento nobiliario). Sus dos obras maestras, Le barbier de Séville (El barbero de Sevilla, 1775) y La folle journée ou Le mariage de Figaro (Las bodas de Fígaro, 1784), cosecharon triunfos clamorosos en los escenarios parisinos de finales del siglo XVIII, y alcanzaron renombre y proyección universal al inspirar sendas composiciones musicales de Rossini (1792-1868) y Mozart (1756-1791).

Vida y obra

Nacido en el seno de una familia de artesanos formada por el maestro relojero André-Charles Caron y su esposa Marie-Louise Pichon, vino al mundo en la parisina rue de Saint-Denis y fue bautizado en la parroquia de Saint-Jacques-de-la-Boucherie. De los diez hijos que alumbró su madre, cuatro perdieron la vida al poco de nacer; el futuro dramaturgo, que ocupó el séptimo lugar entre sus hermanos, fue el único varón superviviente, por lo que se crio rodeado de sus cinco hermanas y pronto asumió un papel de protector familiar que había de mantener a lo largo de toda su vida.

Heredero desde su infancia de las habilidades artesanales de su progenitor, cursó sus primeros estudios en la escuela de oficios de Alfort y pronto empezó a trabajar en el taller familiar, donde dio muestra de poseer una notable habilidad para la fabricación y reparación de relojes. Sin embargo, su grosería e insolencia, sumadas al espíritu levantisco y pendenciero propio de la mocedad, acabaron con la paciencia de André-Charles Caron, quien, a pesar de perder con ello a un buen colaborador, expulsó del hogar familiar al joven Pierre-Agustin en 1749. Contaba, a la sazón, diecisiete años de edad, y hasta los diecinueve hubo de vivir por su cuenta y riesgo en una ciudad alegre y bulliciosa que le surtió de abundantes experiencias para enfrentarse a la vida adulta. Finalmente, la intercesión de algunos amigos de la familia consiguió que el viejo maestro relojero perdonara a su hijo y le permitiera regresar a su casa, no sin antes haberle impuesto una serie de rigurosas condiciones que Pierre-Agustin se comprometió -por escrito- a cumplir.

Reincorporado, pues, a las labores de relojería, en 1753 el futuro escritor inventó un nuevo sistema de "escape" (es decir, de interrupción alternativa del movimiento del reloj, para frenar la caída de las pesas y hacerla uniforme). Entusiasmado con su hallazgo, corrió a mostrárselo al relojero del rey, apellidado Lepaute, quien comprendió enseguida los entresijos del novedoso mecanismo y lo presentó, como si de una invención suya se tratase, ante la Academia de las Ciencias de París. En noviembre de 1753, Pierre-Agustin Caron entregó a los miembros de dicha institución un minucioso informe que, acompañado de aplastantes pruebas, demostraba su responsabilidad única y directa en la invención del nuevo sistema de escape; a la vista de estos documentos, el 23 de febrero de 1754 la Academia de las Ciencias extendía en favor del joven relojero parisino un certificado que atestiguaba su condición de auténtico creador de dicho mecanismo, lo que le granjeó una enorme popularidad no sólo entre los artesanos de su gremio, sino también en la corte de Luis XV (1710-1774), donde había grandes aficionados a la relojería entre los miembros de la familia real. Así fue como, a sus veintiún años de edad, el hijo del modesto André-Charles Caron fue recibido por los reyes de Francia, quienes le felicitaron efusivamente por su invento (en 1755, la Academia de las Ciencias declaró, tras una nueva polémica suscitada a propósito de este nuevo mecanismo, que sus inventores oficiales eran Pierre-Agustin Caron y el relojero suizo Romilly, quienes, trabajando cada un por su cuenta en el perfeccionamiento del sistema de escape, habían llegado a la misma solución sin haber intercambiado información alguna).

Entretanto, el futuro dramaturgo -que siguió perfeccionando su invento- había conocido a monsieur Franquet, titular de un honroso cargo palaciego: "Contrôleur Clerc d'Office de la Maison du Roi". A finales de 1755, tras sentirse gravemente enfermo, Franquet vendió los derechos sucesorios de su cargo al relojero, quien comenzó a disfrutarlos a partir del 9 de enero del año siguiente, fecha en la que perdió la vida su antecesor en el cargo. Poco después, Pierre-Agustin comenzó a frecuentar la intimidad de Madeleine-Catherine Aubertin, viuda del recientemente desaparecido Franquet, con la que contrajo nupcias el día 27 de noviembre de aquel mismo año de 1756, en la parroquia de Sait-Nicolas-des-Champs. Al año siguiente, instalados ambos en la bella mansión que poseía la familia de Madeleine-Catherine en la rue de Braque, el hijo del maestro relojero comenzó a usar el nombre de Caron de Beaumarchais, tomado de unas posesiones que acababa de heredar su esposa.

Pero la ventura y prosperidad que parecía haberle deparado este enlace conyugal no le duraron ni siquiera un año. En la noche del 29 al 30 de septiembre de 1757, Madeleine-Catherine, víctima de una fulminante enfermedad, perdió la vida en el lecho del nuevo hogar familiar, dejando a su atribulado esposo sin derecho a heredar sus bienes, ya que, por complejos enredos legales de la época, el contrato matrimonial que ambos habían subscrito no cobraba efecto hasta el 11 de octubre. Despojado de las posesiones de la difunta por parte de la familia Aubertin, el futuro escritor se afincó en una modesta casa de la rue Basse du Rempart, en la que habría de residir hasta 1763. Para asegurar su subsistencia, empezó a impartir clase de arpa -instrumento que él mismo había perfeccionado-, y, por mediación de su amigo el banquero Lenormand d'Étiolles -esposo de la marquesa de Pompadour (1722-1764)-, alcanzó el cargo de preceptor musical de las hijas de Adélaïde, Victoire, Sophie y Louise, hijas de Luis XV y, desde aquel tiempo, grandes favorecedoras de las aspiraciones de Beaumarchais. Valiéndose de la admiración que le profesaban las hijas del monarca, consiguió que éste visitara en 1760 la Escuela Militar fundada, en 1751, por el gran financiero Pâris-Duverney, tío de su amigo Lenormand d'Étoilles. En agradecimiento, el poderoso financiero incluyó a Beaumarchais entre los socios con que contaba en sus productivos negocios de provisiones, lo que cimentó las bases de la prosperidad económica del futuro escritor. Un año después (1761), gracias a la generosa entrega de dinero que le hizo Pâris-Duverney, adquirió el título de "Consellier Secrétaire du Roi" ("Consejero Secretario del Rey"), que llevaba aparejado su inclusión en el estamento nobiliario y su derecho a usar oficialmente el nombre de Beaumarchais.

Inmerso en una frenética carrera ascendente dentro de la escala social, en 1762 adquirió -gracias, de nuevo, a un cuantioso préstamo del poderoso financiero- el cargo de "Grand Maître des Eaux et Forêts" ("Gran Señor de las Aguas y los Montes"), del que hubo de desprenderse a los pocos meses debido a las disputas desatadas por otros Grands Maîtres. Por aquel tiempo, comenzó a escribir sus primeras piezas teatrales, meros divertimentos menores destinados a solemnizar algunas fiestas de la Corte.

A comienzos de 1763 se instaló en la mansión que acababa de adquirir en la rue de Condé, en la que dio cobijo a su padre -que, a instancias suyas, había cerrado la relojería familiar en 1761- y a dos hermanas que aún permanecían solteras (su madre había fallecido en abril de 1758). Tras acumular nuevos cargos y honores -como el de "Lieutenant Général des Chasses" ("Teniente General de la Caza"), que le puso bajo la autoridad directa del duque de La Vallière- y proyectar su matrimonio con la joven Pauline Le Breton, asumió personalmente, en su papel de protector familiar, las negociaciones encaminadas a formalizar la unión marital entre su hermana Marie-Louisse (Lisette) y el célebre naturalista español José Clavijo y Fajardo (1726-1806), originario de la isla canaria de Lanzarote. Con tal propósito se desplazó a Madrid en la primavera de 1764, bien provisto de una cuantiosa dote de ciento sesenta mil libras (otorgadas, cómo no, por Pâris-Duverney), así como de abundantes cartas de recomendación expedidas por los servicios diplomáticos franceses, que habrían de ayudarle a gestionar otros negocios menos espirituales que la boda de su hermana; pero, fascinado por España, en apenas un mes se olvidó del principal objetivo que le había llevado a Madrid y se entregó al goce de una vida mundana que, entre otras repercusiones, dio pie a su enfrentamiento directo con Clavijo y a sus turbias relaciones amorosas con algunas damas principales de la Corte española. Tras fracasar en sus negocios financieros (entre los que barajaba un proyecto de abastecimiento de víveres para las tropas españolas, así como el intento de fundar una compañía para el comercio con Louisiana) y en su propósito inicial de casar a Lisette con Clavijo, regresó a Francia en abril de 1765, un año después de su partida. Para recuperar parte del dinero que había dilapidado en la vida alegre y disipada que había llevado en España, al mes siguiente vendió su cargo de "Conseiller Secrétaire du Roi".

Se embarcó luego en nuevos negocios junto a su inseparable Pâris-Duverney, al tiempo que rompía su noviazgo con Pauline Le Breton y se entregaba a la redacción de una pieza teatral concebida con más ambición que sus anteriores juguetes cortesanos. Se trata del drama Eugénie (Eugenia), estrenado por vez primera en la Comédie-Française el 29 de enero de 1767, obra en la que, haciendo gala ya de esa falta de escrúpulos que habría de caracterizar el resto de su producción, recogía algunas de sus sonadas correrías madrileñas y hacía, incluso, inelegantes referencias a su enfrentamiento con Clavijo.

El 11 de abril de 1768, Beaumarchais contrajo matrimonio con Geneviève-Madeleine Wattebled, viuda de Lévêque, que al cabo de ocho meses (14 de diciembre) dio a luz al primer vástago del escritor, bautizado como Agustin de Beaumarchais. Entregado, por aquel tiempo, a sus florecientes negocios con Pâris-Duverney, el antiguo relojero siguió simultáneamente la escritura teatral, género al que aportó un nuevo drama titulado Les deux amis (Los dos amigos), cuyo estreno se verificó el 13 de enero de 1770. Un cúmulo de acontecimientos de gran relieve en la peripecia vital del escritor tuvo lugar en el transcurso de dicho año: poco después de la primera puesta en escena de su segunda obra extensa, fue padre de un niña (7 de marzo) que falleció a los pocos días de su nacimiento; a comienzos del mes siguiente, Beaumarchais firmó con Pâris-Duverney una serie de documentos que regulaban legalmente las relaciones laborales mantenidas entre ambos desde hacía ya varios años; al cabo de tres meses y medio, mientras el dramaturgo convalecía de una enfermedad que le obligó a permanecer en cama durante más de cincuenta días, tuvo noticias del fallecimiento de su poderoso socio, muerto en París el 17 de julio de 1770, a los ochenta y seis años de edad. A partir de entonces, Beaumarchais se vio envuelto en farragosos litigios con Le Blanche, sobrino político de Pâris-Duverney y legítimo heredero de la mayor parte de sus bienes. Para colmo de males, el día 20 de noviembre falleció súbitamente, a los treinta y nueve años de edad, la segunda esposa del dramaturgo.

A todas estas desgracias familiares y dificultades financieras se sumó, en 1771, el fracaso de un negocio que había emprendido años atrás en el bosque de Chinon, lo que le acarreó -privado ya del auxilio de su difunto socio y protector- grandes problemas económicas. Por fortuna, el 22 de febrero de 1772 ganó, en primera instancia, su proceso contra Le Blanche; pero los abogados de éste recurrieron el fallo y lograron que el pleito se trasladase hasta el Parlamento de París, lo que auguraba una lejana solución para el conflicto. Afectado por nuevos y doloroso reveses (en octubre de aquel año murió el pequeño Augustin de Beaumarchais y, dos meses después, Jeanne-Marguerite, una de las cinco hermanas del escritor), se refugió de nuevo en la escritura teatral y culminó una de sus obras maestras, Le barbier de Séville (El barbero de Sevilla), que puso a disposición de la Comédie-Française en enero de 1773.

Sus quebraderos de cabeza fueron en aumento durante todo este año. El 11 de febrero, Beaumarchais mantuvo un violento altercado con el duque de Chaulnes, quien le había acusado de haber raptado a amante, la actriz Mademoiselle Ménard. A raíz de esta disputa, ambos implicados dieron con sus huesos en la cárcel. Mientras permanecía en el presidio de Fort-l'Evêque (en el que permaneció recluido desde el 26 de febrero hasta el 8 de mayo de 1773), tuvo noticias de que había perdido su pleito con Le Blanche en el Parlamento de París, lo que le generó un nuevo y peligroso enemigo, monsieur Goëzman, que había intervenido en el proceso presentando una declaración desfavorable contra el dramaturgo. Desde entonces hasta 1778 -año en el que, finalmente, el Parlamento de Aix-en-Provence falló a favor de Beaumarchais-, el escritor se vio envuelto en numerosas disputas legales contra Goëzman y contra Le Blanche, a quien había vuelto a llevar a juicio en octubre de 1773.

Los múltiples rivales que se había ganado a raíz de estos pleitos consiguieron que, a principios de 1774, fuera prohibida la representación de Le barbier de Séville que ya ensayaba la Comédie-Française. En marzo de aquel mismo año, Beaumarchais conoció a Marie-Thérèse de Willer-Mawlas, con la que convivió íntimamente durante muchos años, sin llegar a sacralizar su unión hasta 1786. Tras destruir, a petición de Luis XV, un libelo contra Madame du Barry -amante del monarca-, emprendió, en abril de 1774, nuevas misiones secretas por diversos lugares de Europa (Holanda, Inglaterra, Viena...), desempeñando labores de intriga cercanas al espionaje, como las que tal vez ya había realizado durante su estancia en España. Ganó así la plena confianza de Luis XV -muerto en mayo de aquel mismo año- y, sobre todo, de su nieto y sucesor Luis XVI (1754-1793), quien, enterado de los servicios prestados por Beaumarchais a su difunto abuelo, le encomendó otras enigmáticas misiones. Durante muchos años, mantuvo estrechos contactos con los responsables del Ministerio de Asuntos Exteriores y con el propio monarca, a quienes rindió informes referidos a asuntos tan puntuales como la necesidad de aportar ayudas a los insurgentes que luchaban contra Inglaterra por la emancipación de las colonias americanas.

Merced a esta privilegiada posición en la Corte, consiguió los permisos necesarios para el estreno de Le barbier de Séville, que se verificó en la Comédie-Française el 23 de febrero de 1775. El éxito obtenido le animó a enrolarse en un nuevo pleito, esta vez contra los responsables de la Comédie, a quienes le exigía una parte substanciosa de los beneficios obtenidos con la representación de su obra, en concepto de derechos de autor. Entretanto, en una aventura a medio camino entre la política y los negocios, creó una compañía para fletar naves con destino a América, en las que habría de transportar las ayudas recabadas para los insurgentes. El negocio floreció, sobre todo, a partir del 6 de febrero de 1778, fecha en la que se firmó un tratado de amistad entre Francia y los Estados Unidos de América. Un año antes, el escritor y Marie-Thérèse de Willer-Mawlas habían sido padres de la niña Eugénie de Beaumarchais.

Entretanto, redactaba su segunda obra maestra, La folle journée ou Le mariage de Figaro (Las bodas de Fígaro), que no habría de estrenarse hasta 1783. Al mismo tiempo, seguía pleiteando enconadamente con la Comédie-Française por los derechos de autor, y se entregaba a otras muchas ocupaciones relacionadas con el ámbito de las Letras, como la edición de las obras de Voltaire (1694-1778), para la que abrió una subscripción en 1781. Ese mismo año protagonizó un nuevo escándalo en casa del príncipe de Nassau, donde, en el transcurso de una cena, se erigió en defensor de Madame Kornman, amante de un familiar del anfitrión. Al parecer, el banquero Kornman había ordenado recluir a su esposa para apoderarse de su dote, acción que denunció Beaumarchais hasta que consiguió la puesta en libertad de la mujer. Este entusiasmo en la defensa de Madame Kornman levantó muchos comentarios en París, y dio pie a la aparición de más de un libelo calumnioso contra el ya famoso dramaturgo.

A mediados de junio de 1783, una orden del rey dictada en el último momento prohibió la representación de Le mariage de Figaro en el Théâtre des Menus-Plaisirs, lo que no impidió que la obra fuera puesta en escena, en pétit comité, en la casa que poseía el conde de Vaudreuil en Genevilliers. A pesar de esta intervención directa del propio soberano, Beaumarchais seguía gozando de la confianza de Luis XVI, de quien recibió a comienzos de 1784 más de medio millón de libras, para cubrir los gastos que le había ocasionado su negociación con los insurgentes americanos. Poco después, tras haber suplicado al rey en favor del estreno de Le mariage de Figaro, logró por fin que esta obra fuera llevada oficialmente a los escenarios, en los que cosechó uno de los éxitos más ruidosos de la época. Sin embargo, al año siguiente, a raíz de la publicación de una carta en el Journal de Paris -en la que hablaba de los tigres y leones a los que había tenido que vencer para lograr el estreno de dicha pieza-, Beaumarchais despertó otra vez la cólera regia y dio con sus huesos en la prisión de Saint-Lazare durante cinco días (del 8 al 13 de marzo); tres meses después, Luis XVI, por vía del Consejo de Estado, ordenó suprimir treinta volúmenes en la edición de las obras completas de Voltaire (que se venían publicando desde 1783). Pero en la Corte seguía gozando de numerosos apoyos, como bien pudo verse el 18 de agosto de aquel mismo año, cuando la propia reina María Antonieta (1755-1793) encarnó el personaje de Rosine en una función palaciega de Le barbier de Séville.

Tras recibir nuevas y cuantiosas indemnizaciones por las pérdidas sufridas por su flota a finales de la década pasada, el 8 de marzo de 1786 contrajo finalmente matrimonio con Marie-Thérèse de Willer-Mawlas. Al año siguiente estrenó una nueva pieza teatral, el melodrama Tarare (1787), y se mudó a una lujosa residencia que, en las inmediaciones de la Bastilla, había ordenado construir al arquitecto Lemoyne. Poco después, entabló relaciones más que cordiales con Amélie Houret de La Marinaie, mientras el affaire Kornman seguía coleando en París.

El estallido de la Revolución Francesa le sorprendió en el epicentro de las revueltas, tanto por su condición de miembro de la Asamblea de los Representantes (de la que fue expulsado en agosto de 1789, para ser readmitido al mes siguiente) como por la ubicación de su lujosa residencia al lado mismo de la Bastilla. Tras la confusión de los primeros momentos, Beaumarchais sacó partido literario en los compases iniciales de la revolución: en 1790 salió el último de los setenta volúmenes que conformaban la edición de las obras completas de Voltaire (que constituyeron un gran fracaso económico, pues sólo fueron financiadas por dos mil quinientos subscriptores); en enero de 1791 la Asamblea Constituyente aprobó el decreto que reconocía y protegía esos derechos de autor por los que tanto había luchado el dramaturgo parisino; y un mes después Beaumarchais entregó a la Comédie-Française una nueva pieza teatral, La mère coupable (La madre culpable). Sin embargo, su espíritu aventurero y su inclinación a los negocios acabaron situándole en una delicada misión, pues se empeñó en dirigir la compra de una voluminosa partida de fusiles que, procedentes de Holanda, eran necesarios en la Francia revolucionaria. En estos enredos políticos y mercantiles andaba cuando, el 4 de junio de 1792, fue acusado de acaparar el armamento, justo tres días antes del estreno en Théâtre du Marais de La mère coupable. Dos meses después, fue registrado su domicilio, donde no se encontró nada que le hiciera sospechoso; sin embargo, fue condenado a permanecer arrestado en su propia casa, de la que, viendo el cariz que tomaban los acontecimientos, escapó a mediados de septiembre con un pasaporte que le permitió llegar primero a Inglaterra (2 de octubre) y poco después a Holanda (10 del mismo mes), en donde pensaba demostrar su inocencia en el turbio asunto de la compra de fusiles.

De regreso a Londres a finales de aquel mismo año, envió desde allí un escrito a la Convención en el que rogaba que se desestimase la acusación que había recaído sobre él. Poco después, ante la imposibilidad de hacer frente a sus gastos en el país vecino, fue encarcelado en la capital británica debido a las deudas que había contraído. Finalmente, a comienzos de 1793 se suspendió el decreto de acusación que pesaba sobre él y, tras abonar la correspondiente fianza, pudo salir de su encierro en Londres y regresar a París, donde de nuevo demostró su inocencia ante el Comité de Salud Pública. Tan probada llegó a estar su no intervención en el acaparamiento ilícito de armas, que las autoridades le encomendaron una nueva negociación de compra de fusiles en Holanda; así, tras recorrer varios lugares de Europa (Suiza y de nuevo Inglaterra), se afincó en la ciudad flamenca de Ostende y decidió no regresar a Francia, acogiéndose al estatuto de emigrante. Pero el Comité de Salud Pública decretó que, en plena misión, no podía ampararse en dicha figura legal, por lo que, para presionarle, determinó la privación de libertad de la esposa, la hija y la hermana del escritor, que sólo pasaron un mes en la cárcel gracias a la caída de Robespierre (1758-1794). Este segundo episodio de la compra de armas concluyó con el exilio de Beaumarchais en Hamburgo y el cargamento de fusiles en manos de los ingleses.

En 1795, a los sesenta y cinco años de edad, Beaumarchais aún seguía escribiendo a los representantes del pueblo americano en demanda del dinero que se le debía por su contribución a la independencia. Entretanto, su esposa Marie-Thérèse -con la que hubo de volver a casarse, pues las leyes de la época imponían el divorcio para los cónyuges de los exiliados- luchaba desde París por el regreso del dramaturgo a Francia, hasta que consiguió que fuera definitivamente eliminado de la lista de exiliados en junio de 1796. El 5 de julio siguiente, Beaumarchais volvía a pisar por fin su ciudad natal, justo cinco días antes de la boda de su hija Eugénie. Pero el oscuro affaire de los fusiles aún seguía coleando, como lo prueba el hecho de que en 1797 se creara una comisión encargada de investigar las cuentas de Beaumarchais relacionadas con este negocio armamentístico. Tal vez debido a esta desconfianza, el escritor solicitó al ministro de Relaciones Exteriores, Charles-Maurice de Talleyrand (1754-1838), un pasaporte para embarcarse rumbo a América, documento que le fue denegado.

Las diferentes comisiones que investigaron las finanzas del dramaturgo durante sus dos últimos años de vida le declararon deudor del Estado, situación en la que permaneció, rodeado de pleitos, hasta que un súbito ataque de apoplejía le dejó fulminado cuando dormía en su lecho, durante la noche del 17 al 18 de mayo de 1799. Hasta pocos meses antes, había seguido manteniendo una apasionada correspondencia con su amante Amélie Houret de La Marinaie.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.