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HistoriaBiografía

Báthory, Erzsébet (1560-1614).

Aristócrata húngara, nacida en 1560 y muerta en 1614, más conocida como "la Condesa Sangrienta", debido a los monstruosos y depravados crímenes que cometió.

Miembro de una de las familias más ilustres de la aristocracia europea, integrantes de la cual fueron también sus tíos Esteban y Sigmund Báthory, que ocuparon los tronos de Polonia y Transilvania, respectivamente, además de varios dignatarios de la Iglesia y ministros de Hungría. Sus malvados instintos, que la llevaron a ser una de las sádicas y asesinas más famosas de la historia, parecen ser herencia de familia, ya que entre los de su estirpe había numerosos antecedentes de prácticas de magia negra y satanismo; además, su hermano y su tía, ambos de marcada tendencia homosexual, fueron conocidos libertinos en su época, y, por si fuera poco, cabe citar el caso de su antepasada Clara Báthory, que, al decir de los cronistas, envenenó a su marido.

Erzsébet se casó en 1575 con el general y conde Ferencz Nadasdy, a quien sus destacadas proezas en el campo de batalla le habían merecido el apodo de el "Héroe Negro". Tras el matrimonio, la joven condesa marchó a los Cárpatos, donde estaba la residencia familiar, el sombrío castillo de Csejthe. Las continuas ausencias de su marido debido a la guerra fueron causa de que la condesa buscara refugio en numerosos amantes de ambos sexos de los que pronto se aburrió, de forma que, en su afán de buscar nuevas diversiones, reunió a su alrededor una dilatada cohorte de brujos y alquimistas que la iniciaron en ciertas prácticas de brujería en las que se centró su vida a partir de entonces, especialmente cuando, a la muerte de su esposo en 1600, vio las puertas abiertas para entregarse a esta nueva pasión.

Un día, propinó una violenta bofetada a la criada que la estaba peinando, con tan mala fortuna que ésta comenzó a sangrar y su sangre salpicó la mano de la condesa. Convencida de que el trozo de piel donde había caído la sangre se veía más lozano, proyectó tomar baños de sangre humana parar mantener su juventud y belleza eternamente. A partir de este momento comenzó una orgía desenfrenada de asesinatos -se citan más de seiscientos cincuenta- que se prolongó por espacio de diez años, durante los cuales sus criados recorrieron la región a la caza de jóvenes vírgenes, cuando no era ella misma la que las atraía al castillo con el señuelo de ser empleadas como sirvientas. Allí, las aldeanas eran encerradas en las mazmorras del castillo, a la espera de ser degolladas para que su sangre llenara la bañera de la cruel condesa.

Sin embargo, con el tiempo la condesa y sus cómplices se fueron descuidando a la hora de hacer desaparecer los restos mortales de sus víctimas, algunos de los cuales, medio devorados por las alimañas, fueron encontrados por los campesinos del lugar, quienes pusieron los hechos en conocimiento del rey de Hungría, a la sazón Matías II. Éste, sin poder dar crédito a lo que oía, y ante la gravedad de las acusaciones, envió un pelotón de soldados a investigar, a cuyo mando estaba el palatino del reino Gyorgy Thurzo quien, además, era pariente de la condesa. A su llegada al castillo, el 30 de diciembre de 1610, las tropas sorprendieron a la condesa y a tres de sus criados en una escena tan dantesca como se pueda imaginar y desenterraron en los alrededores del castillo no menos de cincuenta cuerpos.

Durante su juicio, la condesa Báthory confesó haber inmolado a casi setecientas muchachas, ayudada de sus cómplices, para satisfacer su afán de sangre. Declarados culpables, todos fueron condenados a la pena capital: a sus secuaces se los arrojó a la hoguera o fueron decapitados, y ella, cuya condición nobiliaria le permitió escapar del verdugo, no salió indemne del proceso -cuyos detalles no han sido conocidos hasta el siglo XX-, pues como expiación de sus crímenes fue condenada a prisión perpetua y a ser emparedada en el castillo de Esei, con tan sólo una diminuta rendija por la que le daban comida y agua. Murió a los cincuenta y cuatro años, dentro de la cámara que llevaba siendo su tumba desde hacía casi un lustro.

Autor

  • lu