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Ocio y entretenimientoBiografía

Barajas Sánchez, Fausto (1902-1934).

Matador de toros español, nacido en Madrid el 13 de enero 1902, y fallecido en la capital de España el 18 de octubre de 1934. Era hermano menor de otra figura relevante en el planeta de los toros, el caballero rejoneador Basilio Barajas Sánchez.

La poderosa influencia de su hermano, que le sacaba más de diez años de edad, le llegó en un momento idóneo para orientar sus pasos profesionales hacia el mundo del toreo. En efecto, la temprana afición que había mostrado desde niño el joven Fausto se vio espoleada por uno de los cargos que desempeñó Basilio en la plaza de toros de Madrid antes de llegar a ser rejoneador y -posteriormente- contratista de caballos: el de monosabio. Y así, de la mano de su hermano mayor, Fausto Barajas pudo entrar en el privilegiado círculo de quienes estaban legítimamente facultados para asistir durante la lidia a los varilargueros en el coliseo taurino de Madrid, oficio que le permitió pisar la arena de la primera plaza del mundo cuando todavía era un niño. Por aquel entonces, las proezas de Basilio Barajas a la hora de hacer quites a cuerpo limpio a los picadores derribados eran motivo de ruidosas ovaciones en los tendidos del coso capitalino, circunstancia que sin duda sirvió de acicate al niño Fausto, que era, a la sazón, el mayor admirador de su hermano.

Como era de esperar, todas estas influencias determinaron que Fausto Barajas Sánchez anduviera en condición de novillero desde que tuvo edad para hacerlo, asistiendo a cuantos festejos menores se celebraban en su entorno, para irse así curtiendo en la dureza del oficio. No obstante, sus buenas relaciones con la administración del coliseo madrileño facilitaron su presentación como novillero ante la primera afición del mundo cuando sólo contaba diecisiete años de edad, en un festejo celebrado el día 7 de septiembre de 1919. Aquella tarde, en compañía de otros dos jóvenes principiantes (Antonio Sánchez y José Carralafuente), Fausto Barajas se lució en la lidia de un lote de novillos procedentes de la ganadería de Albaserrada, sobre todo en la suerte de banderillas, en la que, andando el tiempo, acabaría por convertirse en uno de sus mejores oficiantes.

Tras esta precoz presentación, Fausto Barajas dejó que transcurrieran tres temporadas antes de tomar la alternativa, período de aprendizaje en el que intentó pulir los principales defectos y salvar las carencias más acusadas de su estilo: la tosquedad y rudeza en el manejo de los engaños y la falta de sentido estético en la composición de la faena. Y aunque nunca llegó a superar del todo estos inconvenientes, lo cierto es que el desmesurado valor del que hacía gala durante la lidia, sumado a su condición de torero poderoso y dominador de cualquier tipo de toro, le permitieron hacerse un hueco en el aprecio de los aficionados de la década de los años veinte.

El día 30 de agosto de 1922, después de haber tomado parte en veintisiete funciones de novillos a lo largo de aquella temporada, Fausto Barajas hizo el paseíllo en la plaza de toros de Linares (Jaén) dispuesto a recibir el doctorado en tauromaquia. Fue su padrino de alternativa el desafortunado coletudo hispalense Ignacio Sánchez Mejías, quien, en el transcurso de un festejo compuesto por cuatro matadores (en el que hacían las veces de testigo los primos Pablo Lalanda Gutiérrez y Marcial Lalanda del Pino), facultó al toricantano para que muleteara y despenara a Sevillano, un morlaco negro que se había criado en las dehesas de Campos Varela. Según cuentan las crónicas de entonces, anduvo muy sobrado de valor y facultades el matador de toros debutante, que arrancó las dos orejas y el rabo de su primer enemigo y se mostró también muy inspirado en la lidia del segundo de su lote.

Al cabo de un mes se anunció en los carteles madrileños la confirmación de esta alternativa de Fausto Barajas Sánchez, ceremonia que no llegó a acontecer por culpa de un puntazo que le infirió el primer toro de la tarde, marcado con el hierro de don Abelardo García de Resina, cuando el diestro confirmante lo estaba banderilleando. Comoquiera que el espada, herido, tuvo que pasar a la enfermería y suspender en aquel punto su actuación, no hubo lugar para que quien se había anunciado como su padrino (el matador gaditano Juan Luis de la Rosa Garquen) le cediera los trastos en presencia de quien esperaba hacer las veces de testigo (el susodicho Pablo Lalanda). Por derecho, se conceptuó como válida esta fallida confirmación, y Fausto Barajas fue tenido por matador de toros sin necesidad de volver a anunciarse con padrino y testigo; pero, de hecho -como bien se ha referido-, la ceremonia nunca se llevó a cabo, con lo que en la persona de Fausto Barajas concurre la rara circunstancia de ser uno de los pocos matadores de reses bravas que, habiéndose doctorado en provincias, no han llegado a confirmar su alternativa en Madrid.

En su faceta de torero valiente y lidiador, gozó del aprecio del respetable durante las primeras temporadas que estuvo en activo, en las que gustó mucho su arrojo y autenticidad a la hora de clavar los rehiletes. Como norma general, solía citar de lejos, dando mucha distancia al toro, para esperar su brusca arrancada e ir a reunirse con él en un palmo de terreno y en medio de sus astas, donde, de poder a poder, dejaba un par clavado en todo lo alto antes de salir airoso del embroque. Pero ya se ha apuntado más arriba que no era nada vistoso en el manejo del percal y la franela, a lo que ahora se añade su irregular eficacia a la hora de ejecutar la suerte suprema.

Lógicamente, pasado el primer fervor que levantaron sus arriesgados pares de banderillas, Fausto Barajas fue cayendo en el olvido de una afición que, por aquellos años, cada vez andaba más pendiente de la inspiración artística y la dimensión estética del toreo. Poco a poco, el lidiador madrileño fue diversificando su presencia en el planeta de los toros, con lo que su presencia en los ruedos se redujo en beneficio de las nuevas funciones que iba asumiendo en calidad de ganadero y empresario. Además, se asoció con su hermano en el negocio ecuestre, para dedicarse a la compraventa de caballos y ofrecerse como contratista de la cuadra equina de diferentes plazas españolas (entre ellas, la de la capital de la Península).

En pleno ejercicio de sus funciones empresariales se hallaba el día 18 de septiembre de 1934, cuando acompañaba en automóvil a los responsables del coso zaragozano hasta la pequeña localidad de El Escorial (Madrid), en donde a la sazón se hallaba el genial diestro sevillano Juan Belmonte García. La intención de los empresarios, a los que también acompañaba el crítico taurino maño Fernando Soteras ("Juan Gallardo"), era contratar al "Pasmo de Triana" para que toreara en el coliseo de la capital aragonesa, pero el destino se interpuso fatalmente en este propósito. Muy cerca ya de El Escorial, a la altura de un paso a nivel, un tren que venía a gran velocidad alcanzó el coche en que viajaban Fausto Barajas y sus acompañantes, y lo arrastró a través de un largo trecho. Tras un mes de dolorosa agonía, el desventurado espada madrileño falleció en su casa de la Villa y Corte el día 18 de octubre de 1934.

Autor

  • J.R. Fernández de Cano