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Biografía

Balenciaga, Cristóbal (1895-1972).

Diseñador español nacido el Guetaria el 21 de enero de 1895 y fallecido en Valencia el 24 de febrero de 1972.

Es muy probable que de todos los diseñadores españoles, Balenciaga sea el único que durante mucho tiempo pudo tratarse de tú a tú con los grandes nombres de la alta costura internacional. Vistió a actrices (Elizabeth Taylor o Marlene Dietrich), a millonarias (Barbara Hutton), a aristócratas (la duquesa de Windsor) e incluso a reinas (Victoria Eugenia de España, Fabiola de Bélgica, Sofía de España y Grace de Mónaco lucieron modelos suyos en más de una ocasión) y se ganó la encendida admiración de casi todos sus colegas y rivales en el mundo del diseño de moda.

Hijo de un pescador y de una costurera que le enseñó a manejar la aguja y el hilo, empezó a trabajar como modisto con poco más de veinte años. Su carrera comenzó a despegar cuando, en plena juventud, copió para una aristócrata española, la marquesa de Llanzol, un vestido firmado por otro diseñador. Fue esta dama quien impulsó su carrera, animándole a viajar a París y a entrar en contacto con el diseño y los grandes creadores de la alta costura francesa. En la ciudad de la luz tuvo ocasión de conocer a firmas consagradas como Paul Poiret, Worth, Reboux o Coco Chanel, que siempre se declaró admiradora de sus creaciones. E hizo algo más: en la capital francesa compró diseños de todos los grandes, de Chanel a Malinex, de Paquin a Doucet para, ya de vuelta en España, desarmarlos una y mil veces hasta conocer sus secretos.

La primera casa de modas de Balenciaga se abrió, por supuesto, en San Sebastián, ciudad que en 1915 era el lugar de veraneo de la corte española. Allí, la madre del rey, María Cristina de Habsburgo, y la reina Victoria Eugenia, se convirtieron en clientes de la Casa. Más adelante abrió tiendas en Barcelona y Madrid, pero el estallido de la Guerra Civil le obligó a abandonar su negocio en España e instalarse en París, donde en 1937 abrió su taller (ubicado en la elegante Avenida Georges V) y presentó su primera colección, que obtuvo un éxito indiscutible. Había llegado otro dios al olimpo de la alta costura, y tanto la prensa especializada como los clientes lo entendieron así. En 1944 la temible comentarista de moda, la americana Carmel Snow, que podía hundir o consagrar para siempre la carrera de un creador desde su revista Harpeer's Bazaar, dedicó encendidos elogios al impulso vanguardista de los diseños de Balenciaga.

El final de la guerra coincidió con el inicio de su mejor momento creativo, y fue árbitro de la moda hasta bien entrada la década de los sesenta. Fue maestro de otros grandes (Hubert de Givenchy o Paco Rabanne) y modelo a seguir para quien quisiera hacerse un hueco en la alta costura. En una ocasión, Balenciaga afirmó: "Un modisto debe ser arquitecto para los planos, escultor para las formas, pintor para el color, músico para la armonía y filósofo para el sentido de la medida". Así trabajaba él, como un creador total, supervisándolo todo, desde el primer boceto hasta la última puntada. Frente a los excesos de otros creadores, él triunfó desde la contención y la sobriedad, desde la elegancia austera que tenía otro exponente en la mítica Coco Chanel. Pero mademoiselle Chanel se retiró cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, y Balenciaga siguió creando. Sus vestidos negros, la defensa del zapato plano, se combinaban también con sus magníficos trabajos de bordado en azabache, cristal y pasamanería para las prendas de noche. Sus trajes sastre eran impecables. Sus vestidos "ballon", imitados hasta el cansancio. Si a principios de los años 40 había sorprendido con sus faldas -pantalón y la falda acampanada y entallada en la cintura, o la llamada "línea Cocon", a mediados de la década de los cincuenta lanzó dos diseños estrella, la llamada "túnica Balenciaga" y el "vestido saco". En los años 60 se atrevió a hacer volver el talle imperio en los vestidos de noche, y propuso las mangas quimono para los abrigos.

Trabajaba a la medida de su época, y procuraba avanzar al mismo tiempo que lo hacía la historia para adaptarse en lo posible a los nuevos tiempos. No le importaba trabajar con tejidos sintéticos, y diseñó incluso impermeables que tuvieron un lugar de honor en varias de sus colecciones. En 1967 aceptó diseñar los uniformes de las azafatas de la compañía aérea Air France, del mismo modo que en 1960 había sido elegido para crear el traje que de novia llevó en su boda Fabiola de Mora y Aragón, a quien su matrimonio con Balduino de Bélgica convirtió en reina. Ya reina, Fabiola siguió siendo fiel a los diseños del modisto español.

Como anécdota, podemos contar que como tantos otros diseñadores, Balenciaga fue tentado por Hollywood, y se le pidió que diseñase el vestuario de la protagonista de la película Sabrina, a lo que el creador se negó por no saber nada de la jovencita elegida para encarnar el papel, y que no era otra que Audrey Hepburn. Fue finalmente su discípulo Hubert de Givenchy quien vistió a Sabrina, pero Audrey Hepburn compró más de un modelo de Balenciaga para uso personal.

En julio de 1968, cuando Balenciaga había cumplido los setenta y cuatro años, diarios de todo el mundo publicaban la noticia del cierre de su casa de modas de París. Las nuevas tendencias de la moda iban colocando a la alta costura en un segundo plano, y Cristóbal Balenciaga no quería transigir con el pret a porter. Por otra parte, la casa había perdido a muchos clientes americanos (suponían más de la mitad del total) que ya no viajaban a París para encargar su vestuario. La Casa Balenciaga no podía ya adaptarse a los nuevos tiempos, y el mal momento financiero obligó a su dueño a echar el cierre e iniciar la retirada.

A pesar de estar ya jubilado, en 1972, unos meses antes de su muerte aceptó encargarse del diseño del traje de novia de Carmen Martínez Bordiú, nieta del general Franco, que fue elaborado en Madrid a partir de los bocetos de Balenciaga.

Tras su muerte, Cristóbal Balenciaga ha sido objeto de numerosos homenajes y exposiciones retrospectivas. Trajes diseñados por él están presentes en los más importantes museos, desde el Victoria & Albert de Londres al Metropolitan Museum de Nueva York, así como en las mejores colecciones privadas de alta costura.

Actualmente, muchos de los modelos que Balenciaga diseñó están en posesión de la Fundación Balenciaga, que sigue programando muestras públicas de las creaciones del que es, seguramente, el más internacional de los modistos españoles.

La Asociación de Creadores de Moda de España nombró presidente honorario a título póstumo al diseñador de Guetaria en un acto que se celebró en el madrileño Museo del Traje el 8 de febrero de 2005.

Marta Rivera de la Cruz

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  • 0306 Marta Rivera de la Cruz