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GeografíaHistoriaBiografía

Azara y Perera, Félix (1742-1821).

Científico, ingeniero militar y político español, nacido el 18 de mayo de 1742 en Barbuñales (Huesca), el mismo pueblo de donde eran originarios sus padres, y muerto en la misma localidad el 20 de octubre de 1821, cuya larga trayectoria en América, así como sus estudios sobre el comportamiento animal influyeron notablemente sobre C. Darwin.

Vida

Su familia no pertenecía a la aristocracia, pero formaba parte de un sector inferior de la nobleza (el padre, Alejandro de Azara y Loscertales, era señor de Lizana), que se benefició de las reformas ilustradas en la medida en que les prestó su apoyo. Todos sus hermanos destacaron de una u otra manera, algunos de ellos ocuparon importantes puestos políticos y eclesiásticos. Eustaquio fue obispo de Barcelona y de Ibiza, Mateo ocupó el cargo de oidor de la Audiencia de Barcelona, Lorenzo ejerció como presidente del cabildo de la catedral de Huesca y maestre-escuela de la Universidad Sertoriana, Francisco Antonio fue corregidor de Isuela y la única hermana se casó con José Bardají, cuyo hijo Eusebio fue presidente del gobierno en la época de la regencia de María Cristina. Sin embargo, José Nicolás de Azara fue el que más despuntó en la vida política, ya que ocupó los cargos de embajador en Roma y París, actividad desde la que desarrolló un importante papel en la preparación de la expulsión de los jesuitas y en las complicadas relaciones diplomáticas entre España y la Francia revolucionaria.

De los años de formación de Félix de Azara se sabe que entre 1757 y 1761 estudió legislación y filosofía en la Universidad de Huesca. En 1764 quiso iniciar estudios militares en la Academia de Artillería de Segovia, pero las nuevas ordenanzas no permitían la admisión de alumnos de más de 18 años, por lo que se vio obligado a entrar como cadete en el Regimiento de Infantería de Galicia. El ingreso de Félix de Azara en el cuerpo de ingenieros militares en 1765, obtenido gracias a sus aptitudes académicas, le obligó a seguir estudios en la Real Academia de Matemáticas de Barcelona durante tres años. Según consta en su expediente académico, su aprovechamiento teórico fue bueno, pero en prácticas y dibujo fue un alumno mediocre.

En 1767 fue ascendido de cadete a subteniente de infantería e ingeniero delineador de los ejércitos nacionales, plazas y fronteras. A partir de 1768 participó en una serie de trabajos como delineador en Barcelona y en las obras de la fortificación de la plaza de San Fernando de Figueras, proyecto iniciado durante el reinado de Fernando VI siguiendo las ideas de Vauban sobre el levantamiento de fortalezas y puestos militares. Al año siguiente colaboró en las obras del cauce de los ríos Henares y Jarama y en la reconstrucción de las fortalezas de Mallorca, en este caso bajo las órdenes del gran ingeniero Pedro Cermeño. En 1774 fue ascendido a ayudante del cuerpo y se le nombró maestro de los estudios de ingenieros en la plaza de Barcelona, cargo al que no llegó a incorporarse.

Al año siguiente participó en la desastrosa campaña de Argel. El marqués de Grimaldiy O'Reilly prepararon una expedición para castigar a quienes perjudicaban los intereses españoles en el norte de África e interferían la navegación, situación que se percibía como un motivo de desprestigio nacional. La expedición, de 20.000 hombres y 40 barcos, trataba de demostrar el poder de la corona española, pero lejos de ser un éxito se convirtió en un rotundo fracaso. Las costas eran desconocidas por los expedicionarios, todos los efectivos desembarcaron a la vez y no existió un plan alternativo, por lo que las fuerzas militares regresaron derrotadas y sufrieron 527 muertos y 2.000 heridos. Félix de Azara fue hallado en una playa, con heridas cuyas secuelas le durarían toda la vida; como compensación a su valor, al regresar a España, fue ascendido a capitán de infantería e ingeniero extraordinario. Tras permanecer algún tiempo inactivo, se incorporó en 1780 a la guarnición de San Sebastián, con el grado de teniente coronel de ingenieros.

De los años siguientes y hasta su partida hacia América en 1781 se conoce su participación en la elaboración de los planos y perfil del arroyo Galligans en 1778 y la realización de los planos, elevación de la muralla y reconstrucción de un torreón en Gerona. Un año más tarde, tuvo a su cargo las obras de recalzo de esta misma ciudad, pero tuvo que pasar casi seis meses en la localidad de Amer por problemas de salud, probablemente derivados de la herida recibida en Argel.

Nombrado poco después miembro de la Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, el destino de Azara estaba a punto de sufrir un gran cambio. El 1 de octubre de 1777 España y Portugal firmaron en San Ildefonso un Tratado Preliminar de Límites de las posesiones respectivas en América y Asia. En el nuevo instrumento diplomático -que recogió las premisas del Tratado de Límites de 1750- las potencias ibéricas llegaron a un acuerdo de delimitación y acordaron que los trabajos que se habían de realizar en el Nuevo Mundo fueran encargados a unas comisiones especialmente nombradas al efecto.

Tras una etapa de incertidumbre por la guerra con Gran Bretaña, se procedió a la designación de quienes habrían de tomar parte en la Expedición de la América Meridional. Ésta debía ocuparse de la demarcación de las posesiones españolas y portuguesas "desde el mar, un poco más allá del Río de la Plata, hasta por bajo de la confluencia de los ríos Guaporé y Mamoré desde donde se forma el de la Madera, que vierte en el Marañón [Amazonas]". En 1780, la dirección de los trabajos fue encomendada al capitán de navío José Varela y Ulloa; le debían acompañar como comisarios el teniente de navío Diego de Alvear, el teniente de navío Juan Francisco de Aguirre y -para su sorpresa- el todavía ingeniero militar Félix de Azara, quien no imaginaba que no volvería a la Península hasta veinte años después (pasó desde los 39 hasta los 59 años en América del Sur).

Tras embarcar en un barco portugués para ser conducido a Río de Janeiro, desde donde pasaría a Montevideo para encontrarse con el virrey Juan José Vértiz, se le comunicó que se le incorporaba a la Armada con el grado, equivalente al de teniente coronel, de capitán de fragata. Tras una estancia en Buenos Aires, Azara y sus compañeros se dedicaron a preparar todo lo necesario para llevar a cabo la demarcación. Atendiendo a este propósito, nuestro personaje viajó, para reunirse con los portugueses, a la capital de Río Grande en agosto de 1781. La tercera partida, cuyo mando le correspondió, debía delimitar "la frontera por el río Paraguay arriba, desde la boca del río que tuviese su principal cabecera más inmediata a la del Igurey, hasta el Jaurú". Sus órdenes iniciales eran trasladarse a Asunción, capital de la provincia del Paraguay, lo que realizó a principios de 1782, pero hasta diciembre de 1783 no hubo constancia de que los portugueses se dirigieran al punto de reunión para comenzar los trabajos. En adelante, las diferencias entre los comisarios españoles y portugueses fueron continuas, lo que llevó a la expedición a la parálisis. Sus causas fueron la pretensión española de establecer una zona neutral y despoblada a lo largo de la frontera que impidiese el contrabando y los contactos entre españoles y portugueses, las inexactitudes en los textos del tratado, las discusiones sobre la naturaleza de los cursos fluviales, la pretensión lusa de ensanchar la franja neutral para obligar a demoler fuertes o trasladar asentamientos y la incomparecencia de los portugueses a las reuniones con las partidas españolas.

La reacción de los comisarios españoles ante este evidente colapso fue muy variada. José Varela y Ulloa tuvo que dedicarse a la defensa de la posición diplomática española y se vio envuelto en interminables y estériles polémicas. Diego de Alvear se casó con una rica criolla y acabó convirtiéndose en un gran propietario de ganado, mientras Juan Francisco de Aguirre se dedicó a los estudios históricos. La postura tomada por Félix de Azara fue, sin duda, la más llamativa. Ante la evidente imposibilidad de llevar a cabo los trabajos encomendados, decidió ocupar el tiempo de un modo rentable para su satisfacción intelectual y beneficio del Estado, por lo que se dedicó a la observación científica de la naturaleza.

Durante los trece años siguientes, Azara viajó por todo el territorio solo o acompañado de otros expedicionarios, como Ignacio Pazos, Pablo Zízur y Juan Francisco de Aguirre, o por el gobernador del departamento de Candelaria, Gonzalo de Doblas. Estos viajes le permitieron conocer prácticamente todo el territorio de la provincia paraguaya y de la zona de Misiones y fueron la base para la elaboración de un mapa y una obra explicativa. Para recalcar la exactitud de sus observaciones, Azara indicó que fueron realizadas con el material científico adecuado, instrumentos de reflexión de Halley, un horizonte artificial y una brújula de pínulas, observando las latitudes tanto al mediodía como de noche, por medio del sol y de las estrellas, y siempre con la compañía de algún subalterno para observar y confrontar los datos.

Azara realizó también "muchas observaciones en Montevideo, Buenos Aires, la Asunción y Corrientes de las inmersiones y emersiones de los satélites de Júpiter, para hallar las longitudes con exactitud”. Poco a poco, desde su cuartel general en Asunción, fue completando su programa de viajes. Entre 1784 y 1790, recorrió Villarrica, la cordillera, Misiones, el Paraná y Corrientes, los ríos Pilcomayo y Tiviquary, Guarnipitán, Carapegua y Quyyndy, Curuguaty, San Estanislao y San Joaquín y la laguna Yberá, entre otros lugares. Sus observaciones, recogidas en sucesivos diarios, fueron reunidas en la Geografía Física y Esférica del Paraguay y Misiones Guaraníes, que terminó en 1790. Consciente de la necesidad de hacer una relación completa de los pueblos y zonas que demarcaba, Azara visitaba los archivos de pueblos y parroquias, como había hecho en el cabildo de Asunción e hizo más tarde en Buenos Aires, Corrientes o Santa Fe. Simultáneamente, sin descuidar su tarea cartográfica, adelantaba estudios sobre animales y aves, como se puede apreciar por sus comentarios en los diarios de los viajes a Carapeguá y Quyyndy de 1786 o en el viaje a la laguna Yberá de 1787. Fruto de estas labores fue el envío al Gabinete de Historia Natural madrileño entre 1787 y 1790 de cajones con especies animales, acompañadas de descripciones explicativas.

Tras pasar trece años en el Paraguay, Azara -que había sido nombrado capitán de navío en 1789- fue reclamado por el virrey para hacerse cargo de los territorios de la frontera del sur, con la orden de extender el área ocupada por los españoles y vigilar a los indios Pampas. Entre las comisiones encargadas destacó el reconocimiento de la frontera con el objeto de adelantar las guardias para la cría de ganado, que tuvo lugar entre febrero y julio de 1796. Durante estos trabajos pudo aumentar enormemente sus conocimientos sobre la variedad de las especies animales del continente, labor que continuó más tarde cuando el virrey le concedió permiso para visitar las posesiones españolas al sur del Río de la Plata y el Paraná. Sus tareas naturalistas estaban en plena expansión. Lejos de aceptar criterios de autoridad y consciente de sus propios conocimientos en la materia, Azara se dedicó a corregir las imprecisiones que existían en la clásica Historia Natural del Conde de Buffon, animándose a escribir unos "ensayos" o "apuntamientos" que recogían sus observaciones. Las repercusiones de este acto fueron inmensas. Pese a no ser más que un esbozo de su saber científico, estos escritos -oportunamente difundidos en Francia por su hermano José Nicolás- permitieron que sus observaciones fueran conocidas y valoradas.

Aunque la nueva guerra con Gran Bretaña, comenzada en 1797, le obligó a hacerse cargo del mando militar en la zona limítrofe con Brasil, Azara aún tuvo tiempo de criticar la política fronteriza española. Como consecuencia de sus reflexiones, el virrey Avilés le encargó asentar un grupo de familias establecidas temporalmente en la Colonia de Sacramento, Montevideo y Maldonado en aquella zona. José Rafael Gascón, teniente del regimiento de infantería, y José Artigas, ayudante mayor del cuerpo de blandengues y futuro libertador del Uruguay, fueron nombrados para acompañar a Azara en este cometido, cuyo resultado fue la fundación del pueblo de Batoví, a orillas del río Santa María.

A finales de 1801, Azara recibió el permiso para regresar a la península. Tras desembarcar en Málaga, se encaminó a Madrid, con el objeto de atender a la publicación de sus obras sobre los cuadrúpedos y las aves. Curiosamente, esta difusión de los escritos azarianos en Europa coincidió con la publicación de algunos de ellos en América. El regreso a la península de Félix de Azara fue simultáneo a una guerra de España con Gran Bretaña y con su aliado portugués, la llamada Guerra de las Naranjas de 1801. En vista de la situación, el virrey instó a Azara a que dejara sus mapas y documentos importantes en el Río de la Plata para evitar que cayeran en manos enemigas. Así pues, Pedro Cerviño, que le había acompañado en diversas exploraciones, quedó como depositario de algunos de sus trabajos, parcialmente publicados en el Telégrafo Mercantil, Rural, Político y Económico e Historiógrafo del Río de la Plata, en julio de 1802, y en el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, ambos bonaerenses.

Tras su llegada a España, Azara se trasladó a París a requerimiento de su hermano José Nicolás. Allí visitó el Gabinete Natural y se relacionó con los naturalistas franceses. Preparó, a partir de entonces, la publicación de sus Viajes por la América Meridional. En la capital francesa recibió el nombramiento de brigadier de la Armada, pero, absorto en sus estudios sobre las especies animales, tomó la decisión de dedicarse de lleno a la actividad científica. Como las diferencias políticas entre Godoy y el Azara embajador habían supuesto su destitución del cargo, ambos hermanos decidieron establecer su residencia en Roma. El fallecimiento de José Nicolás frustraría el proyecto, por lo que Félix de Azara decidió retornar a la península y retirarse a Barbuñales.

En años posteriores, Azara vivió una curiosa situación. Pese a su voluntad de retiro, se le ofreció el cargo de virrey de Nueva España (que rechazaría) y tuvo que desempeñarse como vocal de la Junta de Fortificaciones desde junio de 1805 hasta 1808. Durante este período escribió múltiples informes sobre asuntos americanos. En 1808, se retiró definitivamente a su pueblo natal, donde le sorprendió la Guerra de Independencia. Como militar, ofreció sus servicios al general Palafox, que declinó la oferta a causa de su edad avanzada. La llegada de los franceses le hizo abandonar una vez más su casa y trasladarse a Barbastro. Acabada la guerra y restituido Fernando VII en el trono, Félix de Azara logró por fin la tranquilidad que había perseguido durante tanto tiempo. Se sabe poco de esta última etapa de su vida. En 1815 rechazó la Orden de Isabel la Católica, gesto que se interpretó como una muestra de desaprobación ante las ideas absolutistas del rey. Entre 1817 y 1818 realizó los estudios de la alberca de Loreto y del Pantano, en Huesca, y escribió unas Reflexiones sobre el Estado del Reino de Aragón. En 1820, por último, preparó el Informe acerca de las pardinas del Alto Aragón y el Informe sobre los olivos de Alquézar y sus aldeas. Félix de Azara murió en Barbuñales el 20 de octubre de 1821, a los 79 años, y dejó como heredero a su sobrino Agustín, marqués de Nibbiano, que publicaría más tarde parte de sus papeles inéditos.

Obra

Cuando llegó a Sudamérica, Azara carecía de una preparación específica de naturalista. Desconocía incluso la terminología utilizada por los zoólogos de la época, de forma que al principio ideó la suya propia, anotando en una lista los significados de los vocablos que empleaba en sus descripciones. En una de sus estancias en Buenos Aires consiguió un ejemplar de la Histoire naturelle de Buffon, los doce primeros volúmenes en la traducción castellana de José Clavijo Fajardo y los diecinueve restantes, con sus suplementos, en el original francés. Su admiración por esta gran obra no le impidió darse cuenta de sus limitaciones y errores: "Encontré que buena parte de lo que es histórico se componía de noticias vulgares, falsas o equivocadas; que en lo general no se daba idea exacta de las magnitudes, ni de las proporciones; que se reunían a veces bestios diferentes, embrollándolas; que en ocasiones se multiplicaban las especies...". Creyendo que Buffon vivía aún, Azara pensó al principio escribir una especie de complemento de su obra que proyectaba llevarle personalmente a París.

Azara comenzó a superar su aislamiento científico inicial cuando entró en relación con Antonio de Pineda y Ramírez, uno de los naturalistas que figuraban en la expedición científica dirigida por Alejandro Malaspina. Pineda revisó las observaciones de Azara, corrigió algunos errores y repeticiones, animándole al mismo tiempo a continuar su trabajo.

Antes de volver a España, Azara envió un ejemplar de su estudio sobre los "cuadrúpedos" a su hermano, el famoso diplomático y erudito José Nicolás de Azara que ocupaba entonces el cargo de embajador español en París. Su intención era informarse acerca del interés de su obra, por M.L.E. Moreau de Saint-Méry, un estudioso amigo de su hermano que tradujo el texto remitido al francés y lo publicó con el título de Essais sur l´histoire naturelle des quadrupèdes de la province du Paraguay (1801). Aunque Azara lamentó esta publicación prematura, lo cierto es lo dio a conocer en el ambiente científico europeo con el respaldo de varios importantes naturalistas, entre los que se encontraban el conde de Lacépède, continuador de la Histoire naturelle de Buffon tras la muerte de éste, y el gran Cuvier.

Tras su regreso a España, Azara se ocupó inmediatamente de publicar la versión definitiva de su obra sobre los "cuadrúpedos" y también su estudio sobre las aves. Dedicadas ambas a su hermano José Nicolás, los Apuntamientos para la historia natural de los quadrúpedos del Paraguay y Río de la Plata, en dos volúmenes, y los Apuntamientos para la historia natural de los páxaros de Paraguay y Río de la Plata, en tres, aparecieron impresos en Madrid, en 1802. Este mismo año, Azara marchó a París, donde encontró en relación con los principales naturalistas franceses de la época, entre ellos Georges Cuvier y Étienne Geoffroy Saint-Hilaire. Rectificó algunos errores de su manuscrito de los Viajes y, por otra parte, descubrió las falsificaciones -hechas con plumas de especies diferentes- de algunos ejemplares disecados de aves sudamericanas existentes en el Museum d´Histoire Naturelle. Después de la estancia de Azara en París, se publicó una traducción francesa de sus Viajes, titulada Voyages dans l´Amérique Méridionale (1809) con notas del naturalista Charles-Athanase Walckenaer y del propio Cuvier, y seguida de la versión a dicha lengua del estudio de Azara sobre las aves.

Resulta notable que, perdido el original castellano, los Viajes de Azara no se publicaran en nuestro idioma hasta 1846, año en el que apareció en Montevideo una traducción desde el francés realizada por Bernardino Rivadavia y en la propia España hasta que se editó, en 1923, la traducción de Francisco de las Barras de Aragón, asimismo desde el francés. Anteriormente habían aparecido versiones al italiano, el alemán y el sueco de dicha obra, así como una traducción inglesa del libro sobre los "quadrúpedos" y un "Systematischer Idex" de su estudio acerca de las aves confeccionado por un naturalista alemán.

Por iniciativa de su sobrino Agustín, se publicaron en 1847 la obra de Azara titulada Descripción de Historia del Paraguay y del Río de la Plata y un volumen con memorias e informes de carácter principalmente geográfico. Posteriormente se han editado otros textos inéditos suyos, en especial en la República Argentina y en Uruguay.

Dimensión científica

La importancia de la obra de Azara reside, en primer término, en su extraordinaria aportación a la zoología descriptiva. Más de un centenar de especies de aves americanas actualmente admitidas están oficialmente basadas en sus cuidadosas descripciones y mediciones y en la detallada información que recogió acerca de su comportamiento y distribución. Lo mismo puede decirse acerca de una cifra algo inferior de mamíferos sudamericanos, entre ellos algunos con términos asociados a su nombre, como el zorro de Azara (Disicyon gimnocercur) y la zarigüeya de Azara (Didelphs azarae).

Azara no se limitó al plano descriptivo, sino que aprovechó sus observaciones para formular un rico conjunto de ideas, hipótesis y reflexiones acerca de cuestiones biológicas fundamentales. Se interesó, en especial, por las variaciones de los animales en libertad y en domesticidad, por su distribución geográfica, por las relaciones entre presa y depredador y entre huésped y parásito, por el origen de las especies peculiares del Nuevo Mundo y por el proceso de la selección artificial.

Frente a las ideas de Buffon y otros naturalista de la época, demostró que la influencia del clima no podía explicar las diferencias de tamaño, forma y color que presentaban animales que habitaban en sitos distintos. Las interpretó, por el contrario, como consecuencia de un mecanismo hereditario que intentó esclarecer, sobre todo en relación con los cambio sufridos por los animales domésticos que volvían a vivir en libertad, como las vacas y los caballos cimarrones, llegando, aunque de forma limitada, a formular el concepto de atavismo. También fue el primero que empleó el término "mutación" para designar la aparición súbita de caracteres singulares en individuos nacidos de padres comunes, aunque su interpretación del fenómeno no coincide, por supuesto, con la vigente desde comienzos del presente siglo.

Desde una perspectiva ecológica, Azara no solamente distinguió entre una fauna integrada por especies peculiares de América y otra formada por especies análogas a las del Viejo Mundo, sino que acertó a ver que la primera estaba en inferioridad en la lucha por la existencia y, por lo tanto, condenada a desaparecer: "Mis cuadrúpedos -dice, por ejemplo- sin análogos en el otro continente, tiene formas extrañas, de las que algunas parecen incluso monstruosas y como en una especie de contradicción o de caos. Todos los de esta clase están en un estado de torpeza casi sin medios para defenderse y algunos saben apenas mantener su existencia que se podría llamar vegetativa; razones por las cuales ellos desaparecerán de este continente después que sea poblado".

Por otro lado, formuló de modo muy claro la selección artificial: "El hombre, según sus deseos, puede elegir los caballos y yeguas de cualquiera raza, y lo mismo en las de otros cuadrúpedos y pájaros, y hacer que sólo estos individuos escogidos la continúen; puede también mezclar algunas razas, lo que es un modo de injertar; y por ambos medios está en su arbitrio el mejorarlas sobre lo que serán naturalmente. De la misma manera pende de la facultad humana el separar a aquellos individuos singulares que producen de cuando en cuando la naturaleza y hacer que se perpetúen formando variedades, según veremos con los toros mochos (sin cuerno). Por dichos medios, que se han practicado a veces con estudio y a veces por casualidad, se han llegado a formar algunas de las razas y variedades que vemos en los animales domésticos, y otras proceden de la unión ilícita entre animales originalmente diferentes; lo que asimismo pende del hombre, o de la domesticidad, y no de la naturaleza, que jamas las permite en su estado natural de libertad".

Anotemos, por último, que Azara defendió la hipótesis de creaciones múltiples y sucesivas para explicar los problemas que le planteaban la distribución geográfica de la especies vivientes y, en especial, el origen de algunos animales americanos en esta cuestión, así como en la del origen de los amerindios, se apartó de las teorías tradicionales apoyadas en a interpretación literal de la Biblia.

Entre los estudiosos de la obra de Azara, Enrique Álvarez López fue el primero que puso de manifiesto la influencia que el naturalista aragonés ejerció sobre Darwin. Señaló las abundantes citas que éste le dedicó en sus libros Voyage of the Beagle y Origin of Species y anotó los principales materiales e idea biológicas de Azara que pesaron en la edificación del evolucionismo darwinista.

Recientemente, Barbara G. Beddall ha completado y matizado los resultados de Álvarez López. Por una parte, ha recogido las citas de Azara que Darwin hizo en The Descent of Man y, sobre todo, en The Variation of Animals and Plantas under Domestication, así como su presencia en la biblioteca del gran sabio británico y en las notas manuscritas que forman su Jounal of Researches. Por otra parte, ha dejado bien claro que Azara no fue un "precursor" de Darwin en el sentido de que formulara una teoría evolucionista, sino un autor que le influyó poderosamente con sus descripciones, ideas y reflexiones. Darwin leyó muy antentamente las obras de Azara en sus versiones francesas y reconoció abierta y repetidamente la deuda que tenía con él.

Bibliografía

Fuentes

GONZÁLEZ, Julio César y ÁLVAREZ LÓPEZ, Enrique (eds.). Essais sur l´histoire naturelle des quadrupèdes de la Province du Paraguay.(trad. de M.L.E. Moreau-Saint-Méry, 2 vols.), (París: C. Pougens, 1801).
Apuntamientos para la historia natural de los quadrúpedos del Paraguay y Río de la Plata. (2 vols.), (Madrid: Ibarra, 1802).
Apuntamientos para la historia natural de los páxaros del Paraguay y Río de la Plata. (3 vol.), (Madrid: Ibarra, 1802-1805).

Estos textos aparecieron también en francés:
Voyages dans d´Amérique Méridonale, depuis 1781 jusqu´en 1801. Todo ello arreglado a los manuscritos de su autor, con una noticia sobre su vida y sus escritos, publicada por C. A. Walckenaer, con notas de Mr. G. Cuvier.
L´histoire naturelle des oiseaux du Paraguay et de La Plata. (del mismo autor, traducida y aumentada, con notas de Mr. Sonnini, acompañada de un atlas de veinticinco láminas. (vols. III y IV) (París: Dentu, 1809).
Introduction a L´histoire naturelle de la province de Cochabamba. (traducción del informe de Tadeo Haenke), (vol. II, pp. 389-541).

Los Voyages de Azara se publicaron en castellano como:
Viajes por la América del Sur desde 1781 hasta 1801, (trad. por Bernardino Rivadavia, 2 vols.), (Montevideo: Imprenta del Comercio del Plata, 1845-1846).
Viajes por la América meridional por Félix Azara, comisario y comandante de los límites españoles en el Paraguay desde 1781 hasta 1801, (trad. por Francisco de las Barras de Aragón, 2 vols.), (Madrid: Calpe, 1923).
Viajes inéditos de D. Félix Azara desde Santa Fe a la Asunción, al interior del Paraguay, y a los pueblos de Misiones. (Bueno Aires: Mayor, 1873).

Estudios

GONZÁLEZ, Julio César. Apuntes bibliográficos de don Félix de Azara, Memorias sobre el estado rural del Río de la Plata y otros informes (de Azara). (Buenos Aires: Bajel, 1943), (pp. VII- CXIV).
ÁLVAREZ LÓPEZ, Enrique. Félix de Azara. (Madrid: Aguilar, 1935).
"Azara y Darwin", en Revista de Indias, 21 (1961), (pp. 63-93).
PEREYRA, José A. La obra ornitológica de Azara; apuntamiento para la historia natural de los páxaros del Paraguay y Río de la Plata. (Buenos Aires: A. Napoli, 1945).
BEDDALL, Bárbara G. "Un naturalista original: Don Félix de Azara, 1746-1821", en Journal of History of Biology, 8 (1975), (pp. 15-66).
GLICK, Thomas F. y QUINLAN, David M. "Félix de Azara: The Myth of de Isolated Genius in Spanish Science", en Journal of the History of Biology, 8 (1975), (pp. 67-83).
LUCENA GIRALDO, M. y BARRUECO RODRÍGUEZ, A. (eds.). Félix de Azara, Escritos Fronterizos. (Madrid: ICONA, 1994).

Autor

  • Por Manuel Lucena Giraldo y Alberto Barrueco Rodríguez