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LiteraturaFilologíaBiografía

Arrufat Mrad, Antón (1935-VVVV).

Poeta, narrador, ensayista, dramaturgo y crítico literario cubano, nacido en Santiago de Cuba el 14 de agosto de 1935. Su obra, que abarca una gran diversidad de géneros y registros estilísticos y temáticos, indaga en los abismos insondables de la naturaleza humana e intenta reflejar los desgarros y contradicciones que afectan al hombre a lo largo de su vida.

Vino al mundo en el seno de una familia de muy variada procedencia, lo que contribuyó a forjar en él un carácter abierto al mestizaje y la diversidad. Su padre, aunque cubano ya de segunda generación, descendía de una familia de emigrantes catalanes que, a finales del siglo XIX, habían abandonado su residencia en Sitges para buscar fortuna en el Nuevo Mundo. Y, por la rama materna, Antón Arrufat Mrad era descendiente de un abuelo sirio de raza árabe y religión musulmana.

Recibió sus primeras letras en una escuela pública de su ciudad natal, donde, en un principio, le tuvieron por un alumno tardo y distraído, sin advertir que padecía una aguda miopía que le impedía asimilar los conocimientos adecuados para un niño de su edad. Por fortuna para él, un sacerdote amigo de la familia reparó en el defecto que lastraba su capacidad visual e instó a sus padres a que le graduasen la vista y le pusieran gafas. A partir de entonces, el pequeño Antón quedó fascinado por la lectura y el mundo de los libros, pasión que habría de ir intensificándose en él a medida que iba cumpliendo años.

Al cumplir los once años de edad (1947), Antón Arrufat se trasladó con toda su familia a La Habana. Este cambio le afectó, en un principio, de forma muy negativa, pues estaba acostumbrado al sosiego y la placidez de la vida provinciana, tan distinta al ritmo ajetreado de la gran urbe; y en su memoria quedó fijada de tal modo la huella de aquella infancia feliz en Santiago, que al cabo de casi cuarenta años este recuerdo habría de servirle para ambientar su primera novela, La caja está cerrada (La Habana, 1984), con la que obtuvo el Premio de la Crítica en su convocatoria de 1985.

Su "repentina" transformación -merced a aquellas lentes que le habían puesto- en un alumno aventajado quedó bien patente durante sus estudios primarios en La Habana, realizados bajo la tutela de los Escolapios. Ya adolescente, pasó a cursar el Bachillerato en diferentes institutos de la región de La Habana-Matanzas (La Habana, Marianao, El Vedado...), siempre sujeto a las constantes mudanzas de su familia, motivadas por el oficio de viajante de comercio que desempeñaba su progenitor. Era éste un ciudadano cubano que mantenía fuertes lazos con la colonia española y alardeaba de sus orígenes ibéricos, hasta el extremo de sentir una rendida pasión por las zarzuelas. Las frecuentes visitas dominicales del joven Antón Arrufat y sus hermanos, acompañados por su padre o por un tío suyo que había sido cronista de sociedad en Santiago de Cuba, al teatro de La Habana, para asistir a las representaciones de La verbena de la Paloma, Los gavilanes o cualquier otra pieza del género lírico ofrecidas por compañías españolas, despertaron la inclinación del futuro escritor hacia el teatro, los escenarios y todo lo que rodea al Arte de Talía.

Fue, en efecto, el teatro -según relató, muchos años después, el propio Arrufat- el género que, concebido primero como un mero juego infantil, le introdujo en el variado y sugerente ámbito de la Literatura. Ya en su temprana infancia santiaguera se entretenía escribiendo obritas que luego representaba con sus hermanos, y de ahí pasó a componer breves poemas e, incluso, a redactar en un cuaderno escolar una precoz novela que, en medio de las mudanzas familiares, acabó perdiéndose para siempre.

Huérfano de madre a los dieciocho años de edad (1953), el joven Antón, puesto en la necesidad de procurarse su sustento, decidió consagrarse de lleno al oficio de escritor, ya que el menguado salario de su progenitor apenas les daba para asegurar los gastos básicos de la familia (por su castiza inclinación al juego del dominó y al vicio de la bebida, el padre había dilapidado la relativa fortuna amasada por sus mayores desde que desembarcaron en Santiago). Tres años después, la muerte del cabeza de familia en un accidente ferroviario agravó considerablemente la situación de los Arrufat, por lo que el joven Antón se apresuró a concluir sus primeros trabajos y logró estrenar, en 1957, su primera pieza teatral, titulada El caso se investiga.

Esta opera prima le otorgó un cierto renombre que, a su vez, le abrió algunas puertas en los principales foros y cenáculos literarios de La Habana. Así, comenzó a colaborar con la revista cultural Ciclón, donde pronto alcanzó gran notoriedad por la riqueza genérica y variedad temática de sus textos (cultivaba allí la poesía, la crítica literaria, la narración corta e, incluso, el teatro breve). Con el dinero ahorrado merced a estas colaboraciones, pasó una larga temporada en los Estados Unidos de América, adonde se había trasladado con el propósito de ampliar sus conocimientos y sus horizontes vitales.

Tras una fructífera visita a Canadá, abandonó América del Norte y regresó a su Cuba natal en 1959, a raíz del triunfo de la revolución castrista. Pronto se mostró plenamente identificado con la ideología revolucionaria, por lo que, a partir de entonces, permaneció en su nación colaborando en algunas de las iniciativas culturales más fructíferas del nuevo régimen, como la revista Lunes de Revolución y la prestigiosa publicación, de alcance internacional, Casa de las Américas (en cuya fundación participó activamente el propio Arrufat, quien la dirigió también durante cinco años).

Durante el primer lustro de los años sesenta, Antón Arrufat se entregó a una febril actividad creativa y editora que le llevó a publicar numerosos libros literarios adscritos a los géneros más variados. Dio a la imprenta los poemarios En claro (1962) -recopilación de sus composiciones de adolescencia y juventud- y Repaso final (1963); el libro de relatos Mi antagonista y otras observaciones (La Habana, 1963); y el volumen Teatro (La Habana, 1963), en el que recogió las cinco piezas dramáticas que había escrito hasta entonces ("El caso se investiga", "El vivo al pollo", "El último tren", "La repetición" y "La zona cero"). Además, publicó otra obra teatral titulada Todos los domingos (La Habana, 1964), y tres ediciones y recopilaciones divulgadoras de textos ajenos: Nuevos cuentistas cubanos (La Habana, 1960), Guarachas cubanas (La Habana, 1962) y Teatro de Strindberg (La Habana, 1964).

A mediados de aquella fructífera década, Antón Arrufat abandonó su cargo en Casa de las Américas para convertirse en asesor del grupo Teatro Estudio, cabeza visible de la estética y a ideología revolucionarias en el panorama teatral cubano. Continuó escribiendo y publicando versos (Escrito en las puertas, 1968) y rescatando obras de otros autores (Cuentos de Felisberto Hernández, 1968), sin dejar por ello de atender a esa acusada vocación teatral que había experimentado desde su niñez. Y fue, precisamente, el estreno y la publicación de una nueva pieza teatral, Los siete contra Tebas (La Habana, 1968), el punto de arranque de su progresivo distanciamiento de las autoridades políticas cubanas.

En efecto, la aparición de esta obra provocó un escándalo político que culminó en un discreto ostracismo de Arrufat decretado por el Gobierno, que, sin llegar a defenestrarle del todo, le relegó a un irrelevante puesto de director de una humilde biblioteca municipal habanera. Pero, desde este oscuro rincón, Antón Arrufat logró darse a conocer en todo el mundo merced a la contrastada calidad de su obra literaria y sus artículos y ensayos (publicados en la práctica totalidad de las revistas cubanas, en numerosos medios de comunicación del ámbito hispanoamericano, y en publicaciones culturales europeas de tanto prestigio como Europe, L'Arc, Les Lettres, Quimera, Siempre, Ever Green, etc.).

Arrufat, que consiguió salir de Cuba en varias ocasiones para tomar parte en cursos y congresos de diferentes lugares del mundo, residió durante algún tiempo en Europa (concretamente, en Londres y París), donde su teatro siempre gozó de gran aceptación (como queda patente en la traducción de algunas de sus obras no sólo al inglés y al francés, sino a otras lenguas tan ajenas a la cultura hispanoamericana como puede estarlo el polaco). Sus piezas se han estrenado en los principales teatros de Estados Unidos, México, Venezuela, Puerto Rico, Varsovia y, por supuesto, La Habana.

En 1979, bien rebasados ya los cuarenta años de edad, el "oscuro bibliotecario" de La Habana se sacó una espina de encima al conseguir aprobar la carrera superior de Filología, que venía arrastrando desde sus años de estudiante en los Estados Unidos. No llegó, empero, a ejercer la docencia ni ninguna otra actividad relacionada con la posesión de este título -que persiguió más por un reto personal que por la necesidad de colgarlo en su despacho-; antes bien, continuó consagrándose de lleno a la mera creación literaria, a la que aportó otras obras tan notables como los poemarios La huella en la arena (La Habana, 1986) -en el que aparece la que tal vez sea su más afortunada composición poética, "El río de Heráclito"-, Lirios sobre un fondo de espadas (La Habana, 1995) y El viejo carpintero (La Habana, 1999); las piezas dramáticas La tierra permanente (La Habana, 1987), Cámara de amor (1994) y La divina Fanny (1995); las novelas La caja está cerrada (La Habana, 1984) -ya citada en parágrafos superiores- y La noche del aguafiestas (La Habana, 2000) -galardonada con el prestigioso Premio "Alejo Carpentier" de Novela-; y las colecciones de cuentos Qué harás después de mí (La Habana, 1988), De las pequeñas cosas (La Habana, 1997) y Ejercicios para hacer de la esterilidad virtud (La Habana, 1998).

El resto de la bibliografía del escritor santiaguero se completa con el ensayo Virgilio Piñera. Entre él y yo (La Habana, 1995), la selección de textos propios titulada Antología personal (Barcelona, 2001), y otros estudios críticos y ediciones de obras ajenas, como Gertrudis Gómez de Avellaneda (La Habana, 1984) y Dos mujeres. Gertrudis Gómez de Avellaneda (La Habana, 2000).

A finales del siglo XX, Antón Arrufat volvió a ser un escritor reconocido oficialmente por el régimen castrista, que desde entonces no le ha privado de honores y galardones. Condecorado en 1991 con la Distinción por la Cultura Nacional de Cuba, fue honrado también con el Premio Nacional de Literatura (2000) y, en dos ocasiones, con el Premio de la Crítica. En 2005 se alzó con el internacionalmente reconocido Premio "Julio Cortázar", que recayó en su relato extenso El envés de la trama.

Bibliografía

  • ARREOLA, Juan José. "Antón Arrufat: El vivo al pollo", en Casa de las Américas (La Habana), nº 2, 9 (1961), pág. 157.

  • BÉJEL, Emilio. "La dirección del conjuro en Los siete contra Tebas de Antón Arrufat", en La Palabra y el Hombre (Veracruz, México), nº 30 (1979), págs. 40-46.

  • CARBALLO, Emmanuel. "El teatro de Antón Arrufat", en Siempre (México), 517 (1963), pág. 19.

  • DÍAZ MARTÍNEZ, Manuel. "La huella de Arrufat", en Letras Cubanas (La Habana), nº 4 (1987), págs. 252-254.

  • LLOPIS, Rogelio. "Antón Arrufat, escritor versátil", en La Gaceta de Cuba (La Habana), 3, 35 (1964), págs. 20-21.

  • PIÑERA, Virgilio. "Final del repaso", en Unión (La Habana), 4,3, (1965), págs. 145-149.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.