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Arrabal Terán, Fernando (1933-VVVV).

Escritor y dramaturgo español, nacido en Melilla el 11 de agosto de 1933, cuya labor se ha llevado a cabo indistintamente en francés y castellano.

Tras estudiar Derecho en Madrid, en 1954 se marchó a Francia después del fracaso en España de Los hombres del triciclo (1957). Sus obras de teatro reflejan la crueldad y la inocencia, la violencia y el mal; pretende mostrar la gran variedad de tipos de moral que hay en la sociedad, de modo que sus representaciones se convierten en un espectáculo, disipado por un lado y perturbador por otro, en el que convergen el teatro del absurdo y un encendido barroquismo.

Aunque indudablemente más conocido por su labor como dramaturgo, Fernando Arrabal ha desarrollado también una valiosa carrera como director cinematográfico. Tras un espectacular debut con la polémica ¡Viva la vida!, su obra audiovisual ha ido creciendo de manera lenta aunque indesmayable, hasta el extremo de haber sido objeto de importantes homenajes y retrospectivas como la celebrada en París en 1997.

Sus primeros acercamientos al cine fueron como improvisado actor, en películas dirigidas por miembros del grupo teatral Pánico o por amigos que encontraban en la llamativa personalidad del escritor melillense al cómplice adecuado, aparte de los documentalistas que también hicieron de su figura objeto de atención. Sin embargo, es como realizador cinematográfico donde ha mostrado su creatividad, a veces no exenta de polémica. Este fue el caso de su debut con la película ¡Viva la muerte! (1971), rodada en Túnez y protagonizada por Nuria Espert. Basada en parte en su propia biografía, ya que su padre fue detenido en julio de 1936 por los militares franquistas, narraba la historia de un niño afectado por la lectura de unas cartas de las que se deduce que su madre era la responsable de la muerte de su marido a manos de los insurrectos. La exhibición de esta película, de evidente transfondo antifranquista, fue prohibida en España durante varios años, y en otros países se advirtiese a los espectadores previamente que podía herir la sensibilidad de los espectadores.

Iré como un caballo loco (1973), su siguiente largometraje, tuvo un éxito menor, en parte debido a la pluralidad de simbolismos que aparecían. Siguiendo las ideas filosóficas de Jean-Jacques Rousseau, se enfrentaba dialécticamente a un hombre que huyendo de la sociedad moderna se refugia en el desierto y allí tropieza con otra persona en estado semisalvaje. En la película, que pasaba de la escatología a la antropofagia, aparecían temas recurrentes en su obra como el incesto, la homosexualidad, la profanación religiosa, el asesinato o la violación, tratados con un tono ciertamente irrespetuoso y transgresor, a la vez que humorístico.

El árbol de Guernica (1975) cierra la primera parte de su carrera cinematográfica, con una particular visión de la guerra civil española a través de un pueblecito navarro convertido en microcosmos del país entero. Maestros idealistas pero escasamente comprometidos y fuerzas vivas confabuladas daban una particular visión de España, que los críticos de este país vapulearon. Ya seis años después adapta una de sus obras teatrales en El cementerio de automóviles (1981), y filma el díptico compuesto por L'Empereur du Perou y La traversée de la Pacific (1982), protagonizadas por Mickey Rooney, donde se cuentan mediante un ballet de travellings las peripecias de tres chicos que conocen a Tubal, autoproclamado Emperador del Perú. Adiós, Babilonia, nueva adaptación de una de sus obras, cierra por el momento estas esporádicas aunque valiosas experiencias como director cinematográfico de Fernando Arrabal.

En lo que respecta a su filmografía, aparte de su labor como director, ya mencionada, ha tomado parte como actor, en las producciones Le grand cérémonial (1968), Piege (1969), Epidemia en Hamburgo (1980), El ladrón de sueños (1985) y Anathèmes obliques (1997).

Entre sus obras teatrales más conocidas, destacan Los hombres del triciclo (1957), Picnic en el campo (1958), El cementerio de automóviles (1958), Orchestration théâtrale (estrenada en 1959) y donde intentó prescindir del diálogo, con el recurso a formas abstractas de Calders o Miró; El laberinto (1961), El arquitecto y el emperador de Asiria (1967), obra dramática para dos personajes que fue brillantemente representada en 1967 por Jorge Lavelli; Dos óperas (1972), Oye, patria, mi aflicción (1975), La odisea del Pacífico (1980), El rey de Sodoma, Teatro pánico, Tormentos y delicias de la carne, Y pondrán esposas a las flores, Fando y Lis, El Gran Ceremonial, Breviario de amor de un halterófilo. Su teatro completo se publicó en 1997 en dos volúmenes. En 2001 fue galardonado con el Premio Nacional de Teatro por el último montaje de su Cementerio de automóviles.

En prosa, consiguió el Premio Nadal (1982) con La torre herida por el rayo; otras novelas suyas son Baal Babylone (1977), Arrabal celebrando la ceremonia de la confusión (1983), La hija de King-Kong (1986), El entierro de la sardina (1986), La virgen roja (1987) o La extravagante cruzada de un castrado enamorado (1990). No cabe olvidar su obra poética, en la que destacan títulos como La piedra de la locura (1984) y Mis humildes paraísos (1985); tampoco sus incursiones en el género ensayístico, donde ha probado fortuna con Carta al general Franco (1978), Carta a los militares comunistas españoles (1978), Mil novecientos ochenta y cuatro. Carta a Fidel Castro (1983), Carta a José María Aznar (1996) y Un esclavo llamado Cervantes (1997). En 1998 publicó la novela Ceremonia por un teniente abandonado, en la que relata, desde una voluntaria confusión entre ficción y realidad, la biografía de su padre, el teniente Fernado Arrabal. A principios del año 2000 llegó su siguiente novela, Levitación, un monólogo interior en el que se cruzan mistiscismo y erotismo.

Sucesivamente en Jerusalén, Madrid y París se estrenó su exitosa obra Carta de amor; nueva aportación del autor melillense que recibió en 2003 el Premio Nacional de Literatura Dramática. Dos años después publicó ¡Houellebecq!, sobre el polémico escritor francés Michel Houellebecq.

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