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PolíticaLiteraturaBiografía

Arosemena de Tejeira, Otilia (1905-?).

Ensayista, educadora, humanista y política panameña, nacida en la ciudad de Panamá en 1905 y fallecida en el último cuarto del siglo XX. Considerada como una de las personalidades más destacadas en la vida política y cultural de su nación (con especial dedicación hacia los temas educativos y la defensa de los derechos humanos), al final de su fructífera trayectoria se convirtió en la mujer istmeña que había desempeñado un mayor número de cargos de alta responsabilidad política dentro y fuera de las fronteras panameñas.

En la forja de ese carácter tenaz y responsable que exhibió a lo largo de toda su vida influyó notablemente una temprana desgracia: la pérdida de sus padres cuando sólo contaba ocho años de edad. Huérfana en plena niñez, la pequeña Otilia hubo de superar muchos inconvenientes hasta lograr imponer su deseo de dedicarse al estudio, deseo alimentado, por una parte, por sus innatas dotes intelectuales, y, por otro lado, por el despertar en su conciencia de una temprana vocación docente. Salió, no obstante, triunfadora en su empeño, y en 1923, a los dieciocho años de edad, ya adornaba su historial académico con el título de maestra, que le condujo hasta la isla de Taboga para iniciar allí una prometedora carrera docente.

Pero sus deseos de aprender no podían parar en la obtención de ese título de magisterio, por lo que en 1925 solicitó y ganó una beca que le permitió desplazarse hasta los Estados Unidos de América para ampliar allí sus estudios. Por espacio de cinco años permaneció en suelo norteamericano, y en 1930 regresó a su país natal con un brillante curriculum académico enriquecido con una licenciatura en Pedagogía y un título de Master en dicha disciplina, ambos otorgados pro al Universidad de Columbia (Nueva York).

Su retorno a Panamá coincidió con el auge del movimiento feminista istmeño, en el que Otilia Arosemena pronto se integró como una de las mujeres más capacitadas de su tiempo. Militante activa de la causa en pro de los derechos de la mujer, se afilió al Partido Nacional Feminista y llegó a ocupar su Secretaría General durante un bienio (1937-1938), para pasar luego al desarrollo de los fundamentos teóricos del feminismo desde las páginas de la revista Nosotras -órgano oficial de difusión de dicha formación política-, cuya dirección también asumió durante un tiempo la animosa humanista de ciudad de Panamá.

Pero su talante inquieto y combativo no le permitió centrar todos sus esfuerzos en la causa feminista, ya que otros muchos problemas de la sociedad de su tiempo reclamaban su atención y su esfuerzo. Así, por aquellos años finales de la década de los treinta, Otilia Arosemena comenzó a significarse también por sus aguerridas proclamas en favor de los derechos negados hasta entonces a las minorías étnicas, de las que pronto pasó a ser una de sus más elocuentes defensoras. Siguió, empero, siempre al frente de la vanguardia feminista no sólo en Panamá, sino en todo el ámbito geo-cultural centroamericano, y en calidad de miembro destacado de la Unión Nacional de Mujeres fue llamada a colaborar en la organización electoral de la Asamblea Constituyente de 1945. Posteriormente, el movimiento feminista desapareció como formación política en el espectro ideológico panameño, lo que no fue óbice para que Otilia Arosemena -y otras luchadoras feministas de idéntica talla intelectual y similar empuje combativo- abandonara su enconada defensa de los derechos de la mujer, ahora reclamados por vía de sus reflexiones impresas en numerosos artículos.

Trabajadora infatigable, supo compaginar esta lucha vocacional dentro del movimiento feminista no sólo con su fecunda actividad profesional dentro del campo de la docencia, sino también con las fatigosas obligaciones familiares que recaían inevitablemente sobre todas las mujeres casadas de su tiempo (había contraído matrimonio, hacia mediados de los años treinta, con el ingeniero Alfonso Tejeira, unión de la que nacieron una hija y un hijo). En efecto, desde su regreso de los Estados Unidos de América la flamante licenciada en Pedagogía había estado trabajando de forma ininterrumpida en el campo de la educación, primero en calidad de docente y más tarde como experta en la organización y administración del sistema educativo panameño. Entre 1930 y 1933 ejerció como directora en la Escuela Nueva Federico E. Libby, de la que pasó, en 1934, a impartir clases como profesora de enseñanza secundaria en diferentes institutos del país, actividad en la que se mantuvo hasta comienzos de los años cuarenta. Sin descuidar para nada el resto de sus ocupaciones (tanto públicas como privadas), desplegó una brillante trayectoria docente que la condujo hasta una cátedra de la Universidad de Panamá, donde permaneció durante casi dos decenios (1942-1961).

Al tiempo que impartía clases en los citados centros, Otilia Arosemena iba asumiendo numerosos cargos de organización y administración que, sin salir del ámbito de la enseñanza, la convirtieron en una de las grandes impulsoras de todas las reformas educativas implantadas en Panamá a lo largo del siglo XX. En 1942 fue designada miembro del Comité de Estudio del Niño, dependiente del Ministerio de Educación; entre 1944 y 1961 ejerció como Jefa del Departamento de Educación de la Facultad de Filosofía, Letras y Educación; entre 1947 y 1950 fue Presidenta de la Comisión de Estudio de la Educación Nacional; entre 1953 y 1960 fungió como Directora de la Escuela de Demostración de Estados Unidos de Brasil. Además, en su historial académico cabe el honor de haber sido la primera mujer que ocupó un decanato en su país natal, al haber sido elegida para tan alto cometido en la Facultad de Filosofía, Letras y Educación de la Universidad de Panamá en 1954.

La extensa enumeración de los cargos que ocupó esta inquieta intelectual de la ciudad de Panamá debe incluir, además, otros puestos de tanta responsabilidad como el de Presidenta fundadora de la Asociación de Mujeres Universitarias de Panamá, al que accedió en 1940 para ser luego reelegida en otros tres mandatos. Asimismo, fue miembro del Consejo Nacional de Educación (1950-1962); Secretaria -durante cinco períodos de dos años de duración cada uno de ellos- de la Comisión Nacional de la UNESCO en Panamá, y Vicepresidenta de dicho organismo entre 1954 y 1968; Directora del Ballet Concierto Universitario (1969); y Presidenta del Consejo Nacional de Mujeres (1979). Ocupó, además, muchos cargos de proyección internacional, como los de representante de Panamá en el Primer Congreso Femenino Centroamericano de Educación, celebrado en Costa Rica en 1938; representante en la Conferencia Mundial de la New Education Fellowship, que tuvo lugar en 1941 en los Estados Unidos de América; y representante, asimismo, de su país natal en el Noveno Congreso Panamericano del Niño, verificado en Venezuela en 1948. Otro de los altos honores que ostenta en solitario es el de haber sido la primera y única ciudadana panameña elegida durante seis años consecutivos para intervenir como miembro de pleno derecho en el Consejo Directivo de la UNESCO, organismo con el que, desde otros muchos niveles, ha colaborado durante más de dos decenios. Representó también a Panamá en la Comisión Interamericana de Mujeres de la OEA, y, sin temor a los achaques de la edad ni dar muestras de agotamiento alguno, ya era casi septuagenaria cuando asumió la presidencia de dicha comisión internacional (1972-1974). Ya por aquel entonces su nombre era de sobra conocido en todos los foros hispanoamericanos relacionados con las mejoras educativas y la defensa de los grupos sociales marginados (niños, mujeres y minorías étnicas), reconocimiento que le había granjeado, entre otros muchos honores y distinciones, su elección como "Mujer de las Américas" en 1967. Rodeada de este prestigio nacional e internacional, en los años finales de su vida se atrevió a afrontar, ahora como Presidenta del Comité Panameño por los Derechos Humanos, los graves acontecimientos políticos que sacudieron su país, y las consecuencias sociales derivadas de ellos. Tuvo ocasión, pues, una vez más de proclamar en voz alta su inequívoca defensa de los ciudadanos pertenecientes a las clases menos favorecidas, al tiempo que seguía empleando la viva lucidez intelectual que conservaba en plena vejez en el debate de los temas de actualidad política y cultural que seguían interesándole como humanista. Prueba del vigor que mantenía una vez rebasados los setenta años fue su aceptación de la cátedra que le ofreció la Universidad Santa María La Antigua en 1976.

Autora de numerosos libros y artículos en los que dejó impresas sus inquietudes políticas e intelectuales, triunfó sobre todo con algunos ensayos tan elogiados por la crítica y los lectores como La mujer en la vida panameña y La jaula dorada; además, en su faceta de educadora publicó varios textos escolares sobre matemáticas, así como otras muchas obras centradas en los aspectos temáticos que habían absorbido sus actividades políticas y culturales a lo largo de toda su vida, como la educación, los derechos de las mujeres, los derechos de la minoría afroantillana y la realidad actual de su país. Sobre todos estos temas disertó también en numerosos discursos y conferencias que pronunció en diferentes países de habla hispana, algunos predicados ante un auditorio tan selecto como el de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de las Naciones Unidas (1967), o los de los Noveno y Décimo Congresos Panamericanos del Niño. También acudió con sus ponencias al Congreso Mundial de Alfabetización; al Seminario sobre Acceso de la Mujer a las Profesiones Técnicas y Científicas; y a tres conferencias anuales de la Oficina Internacional de Educación, celebradas en 1956, 1963 y 1974.

Otras obras suyas de notable interés son las tituladas La enseñanza en la Escuela Primaria; La reforma educativa panameña; Reflexiones sobre la educación panameña; Nacimiento; Criterio; Una exposición gráfica de las razas de la Humanidad; y Metodología de la enseñanza en la Escuela Primaria.

JRF.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.