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PeriodismoLiteraturaBiografía

Argüello, Solón (1879-1913).

Poeta y periodista nicaragüense, nacido en León (Nicaragua) en 1879 y fallecido en Lechería (cerca de Ciudad de México) el 29 de agosto de 1913. En su breve pero ajetreada existencia -murió, vilmente asesinado por turbias maquinaciones políticas, cuando sólo contaba treinta y cuatro años de edad- tuvo tiempo de labrar una interesante producción literaria que le sitúa entre las grandes voces de la poesía modernista centroamericana.

Vino al mundo en el seno de una familia de célebres escritores, por lo que creció desde niño en un ambiente impregnado por el estudio y el cultivo de la creación literaria. Abandonó muy pronto su tierra natal para afincarse en El Salvador, donde inició su carrera profesional ejerciendo la docencia. Luego pasó a desempeñar su oficio de maestro en Guatemala, y, finalmente, se instaló en la ciudad mexicana de Tepic (perteneciente al estado de Nayarit), donde continuó ganándose la vida como profesor.

Una vez integrado en la enrarecida sociedad mexicana de comienzos del siglo XX, comenzó a interesarse por la agitada política de aquella nación, al tiempo que empezaba a destacar por sus artículos periodísticos y por sus primeros textos literarios. Sin dejar de impartir clases, fue dando a conocer sus poemas en diferentes medios de comunicación y actos culturales de su ámbito local, con tal fortuna que, en 1902, cuando aún no había cumplido el cuarto de siglo de vida, ya fue objeto de los comentarios elogiosos de la Sociedad Literaria Manuel Gutiérrez Nájera, una de las más relevantes en el panorama cultural azteca de aquel período.

Alentado por estas primeras alabanzas dirigidas a sus versos, el joven Solón Argüello reunió una serie de composiciones poéticas en un primer volumen que dio a la imprenta bajo el título de El grito de las islas (Ciudad de México, 1905). El mismo año de la publicación de esta opera prima, el poeta de León fue honrado por sus conciudadanos con el encargo de que pronunciara el discurso conmemorativo del fusilamiento del prócer José María Morelos, uno de los grandes héroes de los movimientos insurgentes previos a la emancipación mexicana. Este discurso -pronunciado, como era preceptivo y tradicional, el día 22 de diciembre, aniversario de la muerte del prohombre- es una clara muestra de los fuertes lazos emotivos que vinculaban a Solón Argüello con la nación que le había acogido.

A mediados de septiembre de 1907, con motivo de la inauguración en Tepic del recientemente construido Teatro Porfirio Díaz, el poeta nicaragüense volvió ser elegido por sus convecinos para solemnizar el evento (en este caso, con la lectura de un poema original e inédito). Pero su perfecta integración en el tejido social y político de México comenzó a dar muestras de debilidad a raíz de la subida al poder de Porfirio Díaz, cuyo régimen dictatorial fue puesto en entredicho por Solón Argüello. Perseguido por las fuerzas del dictador, se vio forzado a abandonar la ciudad de Tepic para establecerse, durante un breve período de tiempo, en Nueva York (Estados Unidos de América). Luego regresó a México y se instaló en Jalapa (en el estado de Veracruz).

A pesar de las amenazas que pendían sobre su persona, mantuvo firme su compromiso con sus ideas políticas, hasta el extremo de convertirse en propagandista -y compañero inseparable- del presidente democrático Francisco Ignacio Madero. Solón Argüello, candidato a ocupar un escaño de diputado por el Partido Constitucionalista, se significó públicamente en muchas ocasiones, y con particular relevancia en la manifestación que, un día de octubre de 1912, recorrió la Ciudad de México exigiendo la pena de muerte para Félix Díaz, contrarrevolucionario que se había alzado en armas frente al poder legítimamente establecido.

Así las cosas, cuando el día 9 de febrero de 1913 el general Victoriano Huerta inició el golpe de estado que habría de poner fin al mandato de Madero -y de dar paso, con ello, al período conocido en la historia de México como la "Decena Trágica"-, Solón Argüello se lanzó a las calles de la capital mexicana invocando el orden legal, y exigiendo al pueblo, entre los manifestantes que recorrían la Alameda Central de Ciudad de México, que impidiese la felonía de Victoriano Huerta.

Los viles asesinatos del presidente Madero y el vicepresidente José Pino Suárez, decretados por Victoriano Huerta y ejecutados por sus secuaces el 22 de febrero de 1913, determinaron el paso decisivo de Solón Argüello a la lucha clandestina contra el gobernante usurpador. Acusado de confabularse con otros activistas democráticos en una conjura destinada a asesinar a Huerta, fue detenido el día 26 de agosto de aquel mismo año; tres días después, su cadáver apareció, cosido a balazos, en la pequeña población de Lechería. Al parecer, la orden de quitarle la vida partió del propio Huerta, ya que el brazo ejecutor de esta felonía fue José Hernández Ramírez, apodado "el Matarratas", el sicario más cruel y despiadado de cuantos trabajaban directamente al servicio del usurpador.

Obra

Tras la publicación de esa opera prima mencionada en parágrafos anteriores (El grito de las islas, de 1905), Solón Argüello apenas tuvo tiempo de incrementar su excelente producción poética con otras dos colecciones de versos: El libro de los símbolos e islas frágiles (Ciudad de México, 1909) y Cosas crueles (Ciudad de México, 1913). En el momento de su temprana muerte, dejó inéditas dos narraciones (Las dos cruces y Blanca Triste); dos piezas teatrales de corte histórico, destinadas a ser representadas en las escuelas ante un público infantil (La venganza del héroe y La toma de Churubusco); y dos poemarios que, por diferentes razones, el autor nicaragüense no consideraba aún lo suficientemente pulidos para enviarlos a la imprenta (Autummales y Poemas leves).

Director de la revista cultural Tepic Literario, Argüello fue uno de los principales cultivadores del Modernismo en su ámbito geocultural, movimiento en el que se inscribe toda su poesía impresa. Aunque natural de Nicaragua, desarrolló toda su carrera literaria en México, donde está considerado como uno de los mártires de la Revolución Mexicana. En dicho país mantuvo estrechos contactos con otros destacados poetas de su tiempo, como José Juan Tablada y Luis Gonzaga Urbina.

A pesar de su brevedad, en su obra lírica se aprecia claramente la evolución habitual en gran parte de los poetas modernistas. Como casi todos ellos, Argüello es heredero de una rica tradición romántica que, sutilmente tamizada por la influencia de otras muchas corrientes, aún puede apreciarse con cierta nitidez en algunos poemas suyos, como queda bien patente en el titulado "Y prosiguió en su signo...": "Pasó lleno de polvo, / su traje asaz roído, / con sus viejas sandalias que conocen / cien valles, cien desiertos, mil caminos. // [...] // Miró hacia atrás en busca / del ya lejano predio, / y aun oyó los reproches que venían / traídos por la parva de los vientos. // Y se bebió sus lágrimas / y prosiguió, en su signo, / con sus viejas sandalias que conocen / cien valles, cien desiertos, mil caminos".

Siguiendo esa clara evolución de tantos otros poetas modernistas, Argüello acusa también notablemente la huella del Parnasianismo francés, plasmada en la exquisita arquitectura formal de sus poemas. Y, al mismo tiempo, en sus versos asimila con notable provecho ciertas técnicas, imágenes e ideas propias del Simbolismo, a las que sabe infundir un vigor y un refinamiento que resaltan su profunda originalidad: "He de seguir el Símbolo por la montaña oscura / en donde se ha esquivado su rara cornamenta; / lo volveré a la vida de hoy, la que perdura / sobre las viejas cosas. ¡Y gruña la tormenta! // [...] // Y ha de surgir el Símbolo. De las complicaciones / que hay en su piel hirsuta destrenzaré la urdimbre / y forjaré mis nuevos polícromos telones / do esplenderá la idea. Será un glorioso timbre" ("En busca del Símbolo").

Bibliografía

  • ARELLANO, Jorge Eduardo. "Solón Argüello: modernista y revolucionario", en La Prensa (Managua), 22 de octubre de 1972.

  • VALLE CASTILLO, Julio. "Solón Argüello", en Poetas modernistas de Nicaragua (1880-1927) (Managua: Colección Cultural Banco de América, 1978), págs. 169-171.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.