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LiteraturaPolíticaBiografía

Argüello, Santiago (1871-1940)

Poeta, dramaturgo, ensayista, pedagogo, político y profesor universitario nicaragüense, nacido en León (Nicaragua) en 1871 y fallecido en Managua en 1940. Humanista polifacético, tan preocupado por la estética literaria como por la educación, la economía y, en general, las condiciones de vida de sus compatriotas, dejó impreso un valioso legado poético que le sitúa entre los escritores más sobresalientes de la fecunda corriente Modernista que recorrió todos los pueblos de Hispanoamérica durante el primer cuarto del siglo XX. Partidario de una unión espiritual latinoamericana que, por encima de diferencias políticas y límites territoriales, hermanase en una misma entidad cultural a todas las naciones del subcontinente americano, está considerado como una de las figuras más descollantes de la intelectualidad nicaragüense contemporánea.

Su temprano interés por el conocimiento de las disciplinas humanísticas le condujo hasta la Universidad de León, donde cursó estudios superiores de Leyes y obtuvo, finalmente, el grado de doctor en Derecho. Pero, al mismo tiempo, su innata vocación literaria le animó a cultivar intensamente la escritura creativa, actividad que acabó constituyendo su principal dedicación. En efecto, Santiago Argüello no llegó nunca a ejercer esa profesión de abogado para la que se había preparado brillantemente; en cambio, orientó su vida laboral por el sendero de la docencia (que le permitió impartir clases en diferentes centros de enseñanza secundaria y universitaria), al tiempo que desplegaba una frenética actividad literaria y una no menos intensa progresión por los senderos de la política interna de su nación.

Tras darse a conocer como escritor en los últimos años del siglo XIX, por medio de la publicación de un poemario titulado Primeras ráfagas (1897), Santiago Argüello alcanzó pronto un merecido prestigio en los foros culturales nicaragüenses, donde también se celebraron con entusiasmo sus siguientes publicaciones, entre las que destacan la colección de versos titulada De tierra cálida (1900), y los ensayos Siluetas solitarias. Los franceses (León: Tipografía de J. C. Gurdián, 1900) y Lecciones de literatura española (León: Tipografía de J. C. Gurdián, 1903 [2 vols.]). A mediados de la primera década del nuevo siglo, el escritor de León regresó a los anaqueles de las librerías con otra entrega poética que, bajo el título de El poema de la locura (León: Tipografía de J. C. Gurdián, 1904), le consagró definitivamente como una de las voces más elocuentes de la actual estética modernista, que en su corpus poético -como era de esperar- acusa notables influencias de la magna herencia literaria de su compatriota Rubén Darío.

Por aquellos años, Santiago Argüello ya se había convertido en una de las figuras precipuas de la intelectualidad centroamericana; sin embargo, su nombre y su obra literaria no alcanzaron verdadera difusión nacional hasta que, en 1906, la compañía teatral venezolana de Teófilo Leal llevó a los escenarios su primera pieza dramática, Ocaso (1906), un polémico drama que provocó en Nicaragua una auténtica división ideológica entre los partidarios de Santiago Argüello y los detractores de su estilo y sus ideas. Al socaire de este reconocimiento, en 1907 consolidó su condición de gran animador cultural por medio de la fundación y dirección de la revista literaria Torre de Marfil, en la que tuvieron cabida algunas de las mejores composiciones de los poetas modernistas centroamericanos. Y, sólo un año después, dio a la imprenta en suelo español el que, desde la perspectiva crítica actual, puede ser considerado sin duda alguna como su mejor libro de poemas: Ojo y alma (Barcelona, 1907).

Entretanto, su vivo interés por la política nacional nicaragüense le había llevado a ingresar en las filas del Partido Liberal, en cuyo seno resultó elegido diputado en 1909. Emprendió, a partir de entonces, una vigorosa campaña de saneamiento y desarrollo de la política educativa de su pueblo, a la que dedicó numerosos artículos, discursos y conferencias. Tras el derrocamiento del gobierno del general José Santos Zelaya merced a la intervención directa de los Estados Unidos de América, la llegada al poder de los conservadores obligó a Santiago Argüello a tomar el camino del exilio, que durante cerca de un lustro le llevó a residir en diferentes lugares de Hispanoamérica (Costa Rica, Honduras, Guatemala y México) y en otros puntos del Viejo Continente. Precisamente en Madrid dio a la imprenta un nuevo poemario de extraordinario interés, El alma dolorida de la patria (Madrid: Tipografía Pueyo, 1910); y, a su regreso a Nicaragua, hizo visible el resultado de su contacto con la cultura europea al fundar en Managua una logia teosófica y editar la revista Astralia.

Su talante cosmopolita -común entre casi todos los poetas adscritos a la corriente modernista- le animó a visitar de nuevo Europa, de donde regresó a su país natal para ocupar, en 1917, el cargo de director del Instituto Nacional de Managua. Seguía, entretanto, cultivando con destreza e inspiración la escritura poética, y a finales de la segunda década del siglo XX dio a los tórculos una nueva colección de versos, publicada bajo el título de Canto a la misión divina de la Francia (1919). Tanto en sus obras líricas como en sus textos ensayísticos y periodísticos, Santiago Argüello se mostró en todo momento coherente con su ideología progresista y liberal, y sinceramente comprometido por la educación de sus conciudadanos; de ahí que sus escritos estén poblados de fábulas dotadas de una ambiciosa intención pedagógica (aunque, a veces, excesivamente visionaria); y de ahí también que, ya en su vejez, aceptase en 1939 el cargo de Ministro de Educación Pública en el gobierno nicaragüense.

Todas estas preocupaciones sociopolíticas dieron lugar, en la producción poética de Santiago Argüello, a una interesante combinación entre las ideas estéticas propiamente dichas y el pensamiento ideológico, en su caso concreto abierto hacia unos postulados panamericanistas que aproximan su obra a la de otros autores centroamericanos de su tiempo (como, v. gr., el costarricense Roberto Brenes Mesén). Así, el objetivo central de toda su producción literaria y ensayística, que pasa por el intento de desbrozar la identidad esencial del ser americano, se sustenta en un entramado teórico que, en lo político, aspira a conseguir esa unión espiritual de todos los pueblos del subcontinente, mientras que en lo espiritual persigue un vitalismo natural cercano a la trascendencia panteísta.

Al margen de los títulos citados en parágrafos anteriores, en la copiosa obra impresa de Santiago Argüello destacan otras obras como la selección antológica de sus versos, publicada bajo el epígrafe genérico de Poesías escogidas y poesías nuevas (1935). Además, el escritor de León fue autor de varios ensayos de extraordinario interés, como los titulados Mi mensaje a la juventud (San José de Costa Rica: Imprenta Trejos, 1929); El divino Platón (Guatemala: Tipografía Nacional, 1934); Modernismo y modernistas (1934); El libro de los apólogos y otras cosas espirituales (1934); y La magia de Leonardo da Vinci (Guatemala: Tipografía Nacional, 1935).

Bibliografía

  • ARELLANO, Jorge Eduardo: "Revisión crítica de Santiago Argüello", en La Prensa Literaria (Managua), 21 de mayo de 1967.

  • JIMÉNEZ VIALES, Teófilo: "Santiago Argüello", en Ya (Managua), 4 (1940), p. 15.

  • ROBLETO, Hernán: "Referencia sobre la obra de Santiago Argüello", en Revista Iberoamericana (Pittsburgh [U.S.A.]), V, 10 (1942), 349-357.

Autor

  • José Ramón Fernández de Cano